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lunes, 15 de marzo de 2021

Normas y protocolo propio

     Este es un tema que me habéis pedido tratar por varios sitios. Para empezar distinguiré los dos tipos de protocolo que veo: el social y el propio. Lo que yo llamo “Protocolo social” sería el que se usa cuando interactúas con otras personas, en una fiesta por ejemplo. Este protocolo daría para otro post. Por nuestra parte somos respetuosos con ese protocolo, a nuestra manera. Pero bueno, hoy os quiero hablar del “protocolo propio” ese que es tan hermoso, variado y diferente cuando comparas unas relaciones D/s con otras. Nuestro protocolo es bastante sencillo pero efectivo, nos gusta mucho. Llevamos con él muchos años, poco ha variado, por lo que a raíz de la propuesta de este post Él decidió que podía servirnos para introducir normas nuevas.

    Os contaré nuestro protocolo, aunque os confieso que me guardaré alguna norma para mí, y es que creo que el protocolo de cada pareja conforma su intimidad, más que el sexo o un castigo. Esto no es algo que pensase de antes, de hecho me he dado cuenta a raíz de preguntar por redes sobre los vuestros. Cuando leía las normas y protocolos de otras parejas D/S sentía que estaban compartiendo conmigo algo muy especial, algo muy de ellos. También os diré que me fascinaba leerlo, siempre lo ha hecho conocer las pequeñas rutinas de otras personas, esos detalles que nos diferencian, me gusta imaginar sus vidas y en qué se diferencian de la mía.

    Tenemos normas y protocolos de diferentes tipos. En el ámbito sexual desde hace varios años los jueves toca sexo oral. Esto surgió por mi angustia a tragarme su semen. Me maravilla leer tuits, relatos… en las que se habla de lo mucho que se disfruta y se desea tragarlo, también me da envidia. Yo llevo años acostumbrándome y aún busco la manera de que no me toque la lengua. También en este ámbito lo limpio tras practicar sexo, no es algo que se haya dicho explícitamente pero ambos lo hemos dado por hecho. Tampoco puedo masturbarme sin consultarlo.

    En cuanto a la ropa también tengo un protocolo: si voy a salir sin él ropa interior normal, nunca lencería y siempre pantalón. Si salgo con Él al revés, siempre lencería (o nada) y falda o vestido. También le preparaba su ropa para ir a trabajar. Hablo en pasado porque en los últimos tiempos entre el cáncer y nuestra hija pequeña se ha ido perdiendo esa costumbre, no me siento nada orgullosa de ello y ahora que estamos en plena “reconstrucción” quiero esforzarme por recuperarlo.

    Otro protocolo que me gusta mucho es el de darle la toalla cuando termina de ducharse. Nuestra casa tiene varias plantas, suele pasar que esté en la más lejana y en cuanto me doy cuenta de que probablemente ya haya terminado de ducharse salgo pitando subiendo las escaleras a toda prisa. Otras veces no calculo bien, o se me olvida, y al “contador” que va. Para los nuevos, si no lo saben, el contador, es un contador numérico normal y corriente que una amiga le regaló para que nunca perdiese la cuenta de los azotes que me tenía que dar.

    Cuando salgo de una habitación en la que está Él tengo que pedir permiso. Como tenemos hijas el código que usamos es que yo le doy la mano y Él me la aprieta si me lo concede.

    En la forma de dirigirme a Él siempre de “Usted”. “Amo” al final de las preguntas y las respuestas si estamos solos o con personas del “mundillo”.

    La norma o protocolo primordial es el de la sinceridad. De vez en cuando me pregunta “¿En qué piensas?” y tengo que responder con sinceridad, no importa lo que sea. Evidentemente este es también el más exigente a nivel personal, Él nunca se enteraría si le miento, pero yo sí. También ayuda saber que Él es igual de sincero y que nada de lo que diga lo usará en mi contra de manera “seria”. No, tampoco si le digo que pienso en tener sexo con otro hombre, podrá hacer algo con eso, castigarme por “ser tan zorra”, follarme porque le ponga cachondo lo que le cuento… pero eso lo hace incluso divertido, nunca me juzga, eso es fundamental.

    Luego tenemos otras normas como depilarme cada viernes, llevar el pelo y las uñas como Él quiera… Y una que aún no lo es, pero que me da que va a caer pronto es sentarme bien cuando como, tengo la manía de sentarme al filillo de la silla y lo pone un poco de los nervios.

Escribiendo sobre esto me surge una duda ¿Norma es igual a protocolo? Ahí la dejo, a ver qué opináis.

De las personas que me habéis contado los vuestros diré algunos que me han encantado:

-          Revolverle el café al Amo, servirle la bebida y estar pendiente de que su vaso no se quede vacío

-          Ir a comprar churros los domingos (esta me ha encantado jajaja)

-          Estar siempre desnuda en casa del Amo

-          Esperarle con el pecho al descubierto

-          Besar la mano del Amo cuando llegaba a casa

-          No estar sentada si el Amo está de pie

-          Conocimos a una pareja D/s que tenían por protocolo que ella caminase siempre un pasito por detrás, incluso al ir de la mano. Me encanta.

Y hay dos que nos han inspirado mucho y que Él ha considerado incorporar ya que nos pueden venir muy bien en este momento:

-          Ponerme el despertador antes que Él y despertarlo con mimo

-          Cada noche antes de dormir tener un rato de reflexión de cómo ha ido el día en general o en la relación D/s

Otro asunto muy interesante que me propusieron referente a esto es cómo afectan esos protocolos a la vida “normal”, porque es cierto que afectan, pero lo que tampoco se suele entender es que esas “anormalidades” son lo “normal” para nosotros. Pero bueno este tema lo trataré en otra entrada. Para poder extenderme más.

Para terminar quiero recalcar que los protocolos sirven para muchas cosas dentro del BDSM, pero, para mí, si vas desgranando y vas a su finalidad auténtica es la “diversión”, y lo pongo entre comillas porque aclaro que no me refiero a tomárselos a chiste, sino que para mí (que soy sumisa) hacen la rutina más interesante, son como chispillas repartidas en el día a día que me recuerdan que le pertenezco y, al hacerlo, me recuerdan lo mucho que me gusta pertenecerle. Son gestos que por sí solos no son nada, pero el significado que se les da en la D/s hace que me exciten.

Cuando hice la entrevista fue algo que a las personas ajenas al BDSM les llamó mucho la atención, incluso alguien dijo que mi día a día sería una tortura con tantas cosas que hacer por obligación… Me di cuenta de que no se entendía que nadie me obliga a nada, al menos no en el sentido que se suele entender, para mí la tortura era cuando en mis días no tenía esas “obligaciones” porque me gusta, me hacen disfrutar, porque (en definitiva) me va la marcha… Otra reflexión que me suele nacer, más al comprobar que los protocolos de otras parejas van muy por ahí, es que muchos de esos rituales se basan en cuidar al otro, tener ciertos gestos con la otra parte. Da que pensar que se vean como algo “negativo” o que te “obligan” a hacer. Ahí lo dejo, no entraré en ese jardín, no mucho al menos jaja

Si queréis hablar de esto, meternos en jardines juntos o lo que os apetezca os espero esta tarde a las 17:30 en mi canal de Twitch “angelaycafe”. ¡Nos vemos!

 

lunes, 1 de marzo de 2021

¿Eres posesiva/o con tu Amo o Ama?

 

Yo hoy tenía pensado publicar otra entrada pero en twitter he leído y participado en un debate muy interesante sobre los celos, la posesividad… en la sumisión. El debate lo inició @bad_behaviour con esta encuesta.

Los celos y la posesión es algo que ya traté en mi blog hace unos años, pero me apetece darle una vueltecilla y actualizar. Nunca he sido celosa, siempre me ha excitado imaginarlo y verlo con otras mujeres. Aunque yo no participe, es más, mejor si yo no participo, así puedo contemplar la escena más tranquila, con más detalle. Así que en el sexo no tengo problema. Por otra parte el debate diferenciaba entre ser celosa o posesiva en el sexo o en la sumisión, es decir, ¿Podría aceptar que tuviese otra sumisa? Aquí la cosa se complica un poco. Creo que depende mucho de la relación que se tenga, en nuestra situación me costaría mucho aceptar que tenga otra sumisa, como también se comentaba en ese debate, el amor puede multiplicarse pero el tiempo no. Ya nos cuesta sacarlo para estar a solas entre trabajo, proyectos e hijas, sobretodo hijas, se podría decir que ya lo comparto con tres mujeres. Por eso en nuestra situación actual tenemos demasiada implicación el uno en la vida del otro como para que haya espacio para alguien más.

Hubo una época en la que la amistad con otra mujer fue más “intensa” hablaban mucho por whatsapp, se excitaban… cuando venía a casa tenía sexo con ella, no es que fuese Suya, eso siempre estuvo claro por parte de todos, Él nunca ordenó ni exigió nada, pero tampoco era sexo “normal”, era una mezcla extraña que me encantaba. En aquel momento me planteaba cómo sería que ella también fuese Suya, cómo sería vivir todos juntos… Es verdad que una parte se asustaba un poco, las inseguridades y esas cosas, ya sabéis, pero otra parte decía: No sería tan horrible, al revés, creo que sería muy bonito.

Una relación D/s se basa en el servir, en acatar los deseos del Amo, si Él quiere tener a otra sumisa debería poder tenerla, si desea follarse a otras personas también… En teoría claro, es muy fácil teorizar sobre BDSM, pero la realidad es que no somos personajes de macabras fantasías, hay un lado humano que no podemos negar ni rechazar, mucho menos juzgar. Hay que humanizar el BDSM, cada día lo veo más claro, hay que aceptar que las personas somos cambiantes, como la vida, que tenemos cosas dentro, chispillas que se encienden sin que podamos controlarlo. Es como cuando le digo que me prometa que siempre estaremos juntos. Es un gesto simbólico, pero nada más. Aunque me lo prometiese jurando y perjurando que será así, me lo firmase en mil papeles, no puede controlar lo que va a sentir en todo momento. Pues en la sumisión igual, yo puedo estar muy segura, muy entregada, acordar que puede acostarse con quien quiera e incluso tener otra sumisa. Puede suceder todo eso, que no me haga sentir nada “malo” y que el día menos pensado por la cosa menos pensada eso cambie. Y hay que atenderlo, no vale un “te jodes, yo soy el Amo y tú acataste todo esto” tampoco digo que haya que romper todo lo que se acordó y que el Amo se “someta” a las emociones de la parte sumisa, solo digo que somos personas, que todo se puede y se debe hablar. La mayoría de las veces las personas solo queremos que nos entiendan, aunque luego te digan “te entiendo, intentaré ayudarte, pero esto va a pasar”. Esto es algo que he vivido mucho a nivel personal, pero sobre todo como madre. En los niños es muy fácil ver las emociones desbordadas por cosas que pueden parecer irracionales. Tendemos a decirles “Me da igual lo que digas, tienes que hacer esto o lo otro” “No sé por qué te pones así si es un pinchazo de nada, además ya te había avisado de que iba a pasar” o cosas parecidas. No sé por qué repetimos las mismas frases durante generaciones si rara es la vez que el niño dice: “Oh mamá, menos mal que me has dicho que esto es irracional, o que te prometí que no lloraría, que no me asustaría, así ya no me afecta” también tendemos a creer que lo opuesto a eso es darle lo que quiere sin más, no llevarlo al médico o cualquier otra cosa. Pero hay otra forma: hablar de forma empática. Las personas buscamos que nos vean, que nos escuchen y, si se puede, que nos ayuden a transitar por lo que sea que estamos viviendo. De la otra manera, a la angustia de estar sintiendo lo que sea que estamos sintiendo se suma el dolor por la falta de tacto y comprensión de nuestro entorno. Ahora me diréis: “Es que no somos niños” bueno, en realidad creo que todos somos niños a los que les creció el cuerpo y les pasaron los años, es más creo que todos somos niños heridos, cada uno a su manera, y que nuestra labor con las emociones es ver qué herida nos están mostrando, así que un: “Eres una sumisa, tu deber es acatar” ignorando las emociones que está teniendo es como decir: “Ahí no hay ninguna herida” aunque esa persona la sienta sangrando y en carne viva. No digo que las sumisas seamos como niñas, hablo de todos los adultos, en todos los ámbitos, solo que ahora lo muestro aplicado al tema de los celos, que sería más bien el tema de la inseguridad. (ya sabéis que hablo de "Amo" y "sumisa" porque al ser mi forma me sale más fácil pero podéis cambiadle los géneros) 

Con todo lo que me he trabajado este tema, con lo segura que estaba de no ser celosa varias situaciones me han hecho estarlo. Durante el tratamiento del cáncer a veces me sentía más insegura como mujer, sentía que no podía darle lo que yo sé que Él necesita. Me ofuscaba si Él bromeaba con estar con otras. No hacía ni decía nada que no hubiese hecho antes, de hecho era más bien el buscar disfrutar juntos, un “como aquellas aventuras de este par de viciosos”, pero yo no era la misma, así que no percibía la situación de la misma manera. Me ofusqué, yo sentía un montón de cosas que Él no sabía, daba por hecho que sí y que, a pesar de saberlas, seguía haciendo ese tipo de comentarios. Un día lo hablamos, le conté cómo me sentía, no lo enfadada que estaba, ni lo mal que hacía Él, ni lo que debería de hacer o no, dije cómo yo me sentía. Esto es algo que también suelo ver y que suelo cometer, expresar la parte superficial y reactiva de la emoción que estoy sintiendo en vez de decirle a la otra persona el porqué estoy actuando así. Como si esas veces que tuve celos se pudieran comparar a un huracán desbocado y angustioso con una “niña” dentro que dijese “por favor, no hagas caso a todo este lío, solo me siento insegura y necesito que me tranquilicen, que me den eso, seguridad”.

Probablemente no os haya aportado mucho, no era mi intención pues no existen fórmulas mágicas, incluso cuando crees conocerla esta se desvanece mostrándote algo nuevo que abordar, que sentir. Pero sí hay una fórmula mágica para que estas cosas no nos hagan más daño, para que no nos alejen como pareja: la comunicación y la comprensión. Independientemente de las decisiones que se tomen al respecto.

Pero si me preguntáis por mi idea del amor, no solo entre Amo y sumisa, creo que conforme te vas sintiendo más completo, cuando te vas amando más, menos muestras de amor de los demás necesitas, menos amenazas sientes pues la base es sólida. Una pareja es alguien con el que disfrutar, con el que sumar amor a ese que debemos tener de serie, ese del que nadie tiene el control ni el poder. Pueden doler las cosas pero ya nada te hace sentir inseguro o insegura pues de nadie depende que lo estés más que de ti mismo. Pero esto vuelve a ser una teoría, lo que ocurra hasta llegar a esa maestría es perfectamente válido, adecuado y normal.

En conclusión sé que mi Amo no es mío, no tenemos ningún acuerdo explícito en el que yo diga que no quiero que tenga otra sumisa, mucho menos que no pueda tener sexo con otras. Me gusta ese ideal de abandonarme por completo y que nada de lo que Él haga me afecte de forma negativa, que Él haga uso de su libertad siempre que quiera y como quiera. Pero por mucho que todo eso me guste y lo entienda, no puedo ignorar mis emociones si aparecen, y eso no dice nada malo de mí. Ni soy peor sumisa por expresarlo. Y para terminar propongo un nuevo debate para Amos y Amas. Si estar con otras personas, tener otras sumisas o sumisos hace que la otra persona se sienta mal, aunque acatase ¿Lo haríais?

Esta tarde podemos hablarlo en el directo, contadme cómo os sentís respecto a este tema, vuestras experiencias, preocupaciones y demás... Nos vemos a las 17:30 en mi canal de Twitch "angelaycafe"

 

miércoles, 24 de febrero de 2021

Aquella perrilla dócil

 

Siempre digo que Él es de pocas palabras, pero que lo comprendo bien, no sé si eso es cierto, a veces quizá es que yo soy demasiado fantasiosa e interpreto Sus escuetas palabras de la forma más bonita que se me ocurre:

Stripped – Depeche Mode

El látigo restalla, la fusta pica, la correa marca tu piel… Déjame ver que te desnudas ante mí, déjame ver que vuelves a ser mía, que las rodillas te pesan ante mi presencia, déjame ver la veneración en tus ojos. Déjame ver el rojo de tus mejillas tras una bofetada.

Agarro tus muñecas de nuevo, tan pequeñas entre mis manos, había olvidado lo mucho que me gusta inmovilizarte, que sientas que no puedes huir, no hay escapatoria…

Los castigos, las perversiones, las órdenes, las normas… volver a ser lo que fuimos, esos tiempos de Depeche y fiestas, de exhibirte en ropa interior, de mostrar cómo aguantabas mis azotes… que sientas mariposillas ante esta palabra de nuevo, que tus lamentos vuelvan a ser la banda sonora de nuestras noches, que vuelvas a abrir al repartidor de pizza en lencería, comérnosla juntos y agotados tras haber usado todos y cada uno de tus agujeros, de haberte colgado de la polea, de haberte hecho correrte con el Hitachi atado…

Déjame ver que sigues siendo mía, que disfrutas siéndolo, déjame ver que sigues siendo aquella perrilla dócil que lamía mis pies. No te lo exijo, no puedo obligarte ni quiero, pero también tengo derecho a desear, a anhelar, a echar de menos. Y yo echo de menos a mi zorrilla sumisa, esa que se adelantaba a mis movimientos, que no me retaba, que siempre andaba pendiente de mis deseos, que cumplía todos y cada uno de los protocolos, a la que castigaba más por despistada que por desobediente…

No importa, puedo amarte de todas formas, puedo desear tu cuerpo con sus cicatrices, puedo follarte con cuidado, puedo no tomarme a mal tus retos, te veo, te entiendo, necesitas eso… No importa, puedo amarte, podría amarte en cualquier circunstancia, puedo amarte rebelde y retadora, puedo disfrutar doblegándote, puedo hacer que te rindas, eso es lo que ahora quieres… Eres otra sumisa, y yo… yo puedo ser otro Amo.

Puedo apretar más fuerte tus muñecas, escupir más veces en tu rostro, mear más veces encima de ti ¿Aún necesitas que marque más mi territorio? Tranquila, puedo darte más veces mi semen a beber de un vaso, puedo tirar más fuerte de tu pelo, puedo abofetear más veces tu rostro… ¿Es lo que buscas? ¿Es lo que necesitas? Yo te lo daré, podemos echar de menos a aquella perrilla dócil juntos. Qué hermoso sería, ambos añorando a aquella que no se ganaba tal dureza, a aquella que no necesitaba más que un gesto para obedecer, podemos llamarla juntos a ver si vuelve, mi voz sonará a vara golpeando nalgas, la tuya a lloros y súplicas ¿Crees que conseguiremos que vuelva? Estoy seguro que sí, siempre hicimos buen equipo, nunca hubo nada que se nos resistiese…

Déjame ver que te desnudas de nuevo ante mí, que me veneras, que me llamas Amo mientras se te llena la boca de orgullo y respeto. Déjame ver que vuelve, que mi perrilla vuelve, yo estoy deseándolo, sé que tú también, pero no pasa nada, no tengo prisa, el camino hasta que vuelva parece interesante…

jueves, 4 de febrero de 2021

Nuestra intimidad

 Fields Of Gold - Sting


Últimamente me pasa que llega el final de la noche, ese en el que todas las niñas duermen y no hay nada más que hacer que estar los dos solos, juntos y tranquilos y no quiero que acabe. Vemos una serie y si nos apetece hacemos el amor. Ahora por las mañanas estamos solos, así que es mejor momento para el sexo. Pero es que hay noches que tengo una sensación dentro, unas ganas acumuladas… Busco tener sexo simplemente porque no quiero dormir, no quiero, no quiero que acabe la noche, no quiero dejar de estar con Él… “¿Vamos a dormir?” Me preguntó “No quiero, Amo. Quiero estar con Usted” “Ya estás y, aunque durmamos, estamos” “Lo sé, pero no es eso. Quiero estar con Usted”. No sabía explicarlo, no sabía cómo traducir esas ganas de convertir una noche cualquiera en una noche especial. Cómo hacerlo cuando es lo que deseo hacer cada noche…

Comencé a besarlo, suave y despacio. Llena de ternura, llena del más puro amor. ¿Cómo se traduce eso? Cómo sin llegar al sexo. ¿Cómo plasmar la entrega en un instante sin llegar al sexo, sin llegar al dolor, a las órdenes? ¿Cómo satisfacer esa necesidad que se me acumulaba en el pecho? Por inercia puse mi mano en Su cara mientras lo besaba. Separé mis labios de los suyos y supe claramente lo que quería. Mi mano comenzó a acariciar cada recoveco de Su rostro mientras lo miraba extasiada en la penumbra de la noche. Lo siento, no puedo transmitir lo intenso y suave que fue, no sé transmitir lo plena que me sentí. Tan lejos de Él como para ser consciente de que era una persona ajena a mí, un hombre que había escogido ese rincón, esa cama, junto a mí, para pasar cada noche. Podía percibir todo lo que desconocía de Él, todos los años que pasó sin saber de mi existencia, pude alejarme tanto que llegué a ver en su rostro al niño que fue. Pero también pude estar tan cerca como para sentir que las yemas de mis dedos se fundían con sus párpados. Nunca había tocado nada de forma tan delicada como lo hice aquella noche, nunca había sentido tanto con un gesto tan sencillo. “Me está dando sueño” dijo advirtiéndome, creyendo quizá que yo buscaba terminar haciendo el amor “Duerma tranquilo, Amo. Yo solo quiero estar aquí, acariciándolo, viendo cómo se duerme tranquilo”.  Y es que realmente no había sexo que pudiese mejorar aquello, no había placer más grande que el que yo sentía en aquel instante acariciándolo, venerando cada milímetro de Su piel, perteneciendo a cada lunar, a cada pestaña, a cada pelo de Su barba… No quería sexo, claro que no. No quería salir de aquel extraño y delicado éxtasis.

Y, mientras a los pocos minutos, yo también me dejaba vencer por el sueño, comprendía que había una dimensión nueva que descubrir, una intimidad que no había saboreado. No es que nunca la hubiese vivido, no es que no lo hubiese acariciado nunca, no es que nunca hubiese servido sin sexo de por medio, simplemente nunca lo había considerado más allá de un preámbulo, de un “placer menor”, qué idiota, como si las formas de amar tuviesen categoría…  Había pasado de puntillas por un tipo de intimidad que aquella noche me había fascinado. Pensé en las sesiones, en esos grandes ratos de correa, de humillación, de lágrimas y sexo duro, doloroso y maravilloso y supe que siempre había creído que solo ahí estaba manifestándose la entrega en su pleno apogeo, que solo esos momentos eran el culmen del BDSM… Y allí estaba yo, tras meses de incertidumbre respecto a mi sumisión, tras meses en los que esos momentos no podían ocurrir, tras meses sin probar el tacto de la correa y el trance del dolor, sintiendo de nuevo la sumisión nítida y profundamente en la delicadeza de una caricia. Allí estaba yo adorando de nuevo, haciendo que esa pequeña bomba de pasión que se gestaba en mi pecho explotase llenándolo todo de magia.

Pienso en las fiestas a las que asistimos, las personas con las que jugamos. No me importó desnudarme, no dudé en ponerme de rodillas y en las rodillas de quién se me ordenó, no me avergonzó que viesen cómo me azotaba, cómo lloriqueaba y gemía de dolor… Pero por nada del mundo querría que nadie estuviese presente cuando le acariciase como la otra noche. Y yo me pregunto: Si eso es así ¿Cuál es realmente nuestra intimidad? ¿Dónde esta la esencia de mi sumisión, esa que solo puedo mostrar ante Él? Quizá ahora que la creí perdida es cuando vaya a descubrirla…

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- Al margen de esta entrada quería contaros que he vuelto a publicar mi libro "Historia Breve de Vida, Amor y Sexo" esta vez también en papel. La semana que viene es la semana del lanzamiento oficial y quiero convertirla en una semana especial, sortearé varios ejemplares, lo pondré a un precio especial y los directos en Twitch (si aún no me sigues por allí, hazlo y no te los pierdas, son martes y jueves a las 17:30 búscame como "angelaycafe" ;) ) estarán relacionados con el libro, con lectura de mis fragmentos favoritos.

miércoles, 15 de julio de 2020

La otra noche soñé


La otra noche soñé que tenía pelo, volvía mi melena larga y castaña. Soñé que leía un libro, uno que al abrirlo podías vivirlo de verdad. Así que me transportaba a sus escenas. Llegué a una recepción en la que una chica me inscribió en una lista y tuve que firmar un papel. No llegué allí forzada por nadie pero sí sentía esa vulnerabilidad de la que sabe que pierde voluntad. Me hizo pasar por una puerta, allí había una especie de pasillo largo y ancho, a la izquierda unas cabinas, una especie de probadores sin puertas en los que podías ver cómo los Dominantes y las Dóminas jugaban con sumisos y sumisas. Al otro lado había un banco de madera con ganchos en la pared para dejar la ropa. Llegué a la última cabina, allí estaba Él jugando con otra chica, yo no lo conocía pero supe que sería el Dom al que me entregaran, un escalofrío me recorrió, la incertidumbre y el miedecillo me erizaban la piel y me llenaban el estómago de mariposas. Ella estaba de cara a la pared con los brazos estirados sobre su cabeza, Él la agarró de la cintura para sacarle el culo un poco para afuera y le separó las piernas. La lamió y mordió por la espalda. Yo apartaba la mirada, no recuerdo todo lo que sucedía solo sé que mi excitación y sensación de vulnerabilidad aumentaban cada segundo. Lo siguiente que vi es que le introducía algo en el culo y ella se quejaba. Él tenía esa cara que me asusta y me vuelve loca. Justo en ese momento giró la cabeza y me miró directamente por primera vez desde que estaba allí plantada frente a ellos. Agaché rápidamente la cabeza, supe que sería Suya. Curiosamente no temía la dolor, pero sí al escozor. Es mi punto débil, siempre he fantaseado con torturas de cremas y supositorios que ardían pero, cuando lo he vivido, no encuentro forma mental de soportarlo mucho tiempo. Una mujer bastante “normal”, sin cueros ni aires de grandeza, con el pelo negro, largo y rizado de la que recuerdo perfectamente su cara aunque no la identifico con nadie, se acercaba a mí, me cogía de la mano y me sentaba en el banco de madera. Me hablaba con cariño pero firmeza, decía que como era nueva iba a desnudarme e inspeccionarme. Cuando ya estaba semidesnuda sentía el momento de pasar a sentir sus manos tocándome, el momento de empezar a vivir de verdad todo aquello y no podía aguantarlo, le decía que quería sentir pero que estaba siendo muy intenso y necesitaba alejarme un poco para después volver, se lo prometía. Ella con una sonrisa muy cariñosa me decía que todo esto no era más que un libro, mi libro, que podía cerrarlo cuando quisiera y volver a abrirlo cuando estuviese preparada, todo aquello estaría esperando para mí tal cual lo dejé. Me levanté, pasé por recepción y crucé la puerta que simbolizaba cerrar el libro. Estaba muy excitada, en el sueño y en la vida real.

Puede parecer un sueño absurdo pero hacía mucho que no soñaba con algo sexual con tanta intensidad, como seguro que os ha pasado, no era lo que sucedía sino todas esas sensaciones que me provocaba y que soy incapaz de escribir. Adoro que ocurra, hace que me dure una leve sensación de placer incluso varios días, como si el sueño siguiese activo e, incluso, haciéndose realidad en algún lugar de mí. Supongo que mi pelo y mi vida sexual en todo su apogeo volverán tal cual los dejé, o incluso mucho mejor. Cada vez está más cerca. Lo noto, lo sueño.

domingo, 10 de mayo de 2020

Un Amo rapando a su sumisa


En mis días de incertidumbre, esos en los que solo era “sospechosa” de tener cáncer de mama, había dos cosas que me angustiaban sobre el resto. Os parecerán absurdas pero era la realidad: la gente y el pelo. La gente porque siempre odié el paternalismo, esa manía humana de creer saber por lo que está pasando alguien y no reconocer lo que de verdad está viviendo. Me refiero a que se supone que yo debería sufrir mucho en todo este proceso, estar angustiada y asustada, pero la realidad es que eso en dos meses solo lo he sentido en minutos, horas si me apuras. Pero habrá quien a pesar de que yo se lo diga soltará la típica frase: pobre, con tres niñas, por lo que estará pasando. Bueno, pero este es otro tema, hoy vamos a centrarnos en el pelo.

Es curioso cómo este tipo de cosas te cambian la perspectiva y te enfrentan a la más mínima sospecha. ¿Es que no me ha demostrado una y mil veces que me ama por encima de todo? Que la única condición que pone a mi cuerpo es que siga vivo… claro que sí, pero durante mis ratitos oscuros la duda se colaba, porque las personas no funcionamos de forma matemática. Es como casarte con alguien, que se enamore de otra persona, y enfadarte porque prometió solo amarte a ti… Puede prometer permanecer contigo, pero no puede saber qué ocurrirá respecto a sus sentimientos. Pues a pequeña escala le daba vueltas. Me podía decir mil veces que seguiría atrayéndole, que seguiría viéndome guapa, deseándome… por mucho empeño que pusiera en prometérmelo, yo asentía pero me juraba hacer oídos sordos a Sus promesas, para jamás echarle nada en cara si verme sin pelo cambiase su forma de verme, de desearme. Quizá alguien piense que soy superficial, yo os digo que no hay niveles en cuanto al miedo. Morir no me asusta así que enfrentarme a ello no tendría ninguna relevancia, el miedo es miedo, sin más. Mi miedo era dejar de sentirme hermosa y lo proyectaba en Él, la realidad es que Él era mi espejo, ahora sé que lo que me asustaba no es que Él no me viese atractiva, era verme fea y que Él no estuviese ahí para sacarme del error.

Los días pasaron, de repente el pelo dejó de ser tan importante, entre asumir tratamientos, pruebas y demás, lo del pelo quedaba muy lejano. Además yo iba cambiando, a veces olvidamos que cuando tememos a un momento futuro no seremos nosotros los que nos enfrentaremos a él, sino el “Tú” de ese instante futuro. Primero me corté melenita y decidí no planear cuándo dar el siguiente paso. Efectivamente el momento llegó solo, esa mañana fue intensa, el día anterior había decidido que no quería ver un mechón grande desprenderse, así que me raparía. No sabía cómo quería que fuese, a mi madre la rapé yo y fue un momento precioso, pero yo no sentía igual, no tenía claro si prefería hacerlo yo sola o que lo hiciese Él. La realidad es que quería hacerlo yo pero me aterrorizaba el momento de abrir la puerta del baño y que Él me viese por primera vez. Dormí pidiendo que fuese como tuviera que ser. Por la mañana lo planeamos, dejaríamos a la peque con las hermanas por la tarde porque por la mañana tenían “cole”. Pero estas cosas no van de planear… La pequeña me agarró un mechón de pelo y tiró. Vi justo lo que no quería ver. Me enfadé muchísimo, me bloqueé y entonces Él ejerció: “Vamos arriba, vamos a hacerlo ya”. Subí dando grandes pisotones, lloraba enfadada. Luego respiré y comenzaron las lágrimas de tristeza e impotencia, era inminente. Me senté en el baño, Él acercaba la maquinilla a mi cabeza pero no pude, no soportaba esa sensación de dejar que ocurriese “sin mí”. Entonces lo vi claro, le pedí que pusiese esta canción en bucle, me planté frente al espejo y empecé a pasar la maquina por la nuca. Él estaba a mi derecha mirándome llorar, me dijo: “¿Por qué pones esta canción? Me emociona mucho, me dan muchas ganas de llorar al verte con ella de fondo” Lo miré sonriendo entre lágrimas, vi “Su llorar” que no es más que unas lágrimas asomando en unos ojos rojos, “Lo sé, pero es que es esto, todo cambia, no hay más” le dije cortando cada palabra para no desbordarme. Necesitaba esa canción para ayudarme a transmutar. No sé expresar lo maravilloso de cada segundo que viví. Con Su emoción me mostraba que esto no solo era algo mío, que raparme era algo nuestro porque estamos conectados, porque si yo noto que cambio, Él también. En Sus ojos vidriosos pude ver al mejor compañero del mundo, ese que es capaz de mirarte sin paternalismos, comprendiendo y respetando. Contagiándose de tu sentir sin transformarlo en pena. Conforme iba dejando la cabeza al aire las sensaciones cambiaban, para mi sorpresa, conforme era más evidente más plena y feliz me sentía. Sin darme cuenta las lágrimas dejaron paso a una sonrisa que no podía quitarme de la cara. La risa tonta del que descubre que todo ese horrible montaje escondía una sorpresa maravillosa. Y ¿Y Él? Él se contagió, creo que ambos nos sorprendíamos siendo uno en esa situación, sintiendo lo mismo sin necesidad de explicárnoslo. Creo que yo me sorprendí viendo belleza en lo que creí no lo tendría, y creo que Él se alegró de comprobar que podía acompañar sus promesas con realidad.

Y entonces llegó el disfrute, me volví a sentar en el baño para que Él me rapase bien. Me sentía fuerte por todo lo anterior pero se entremezcló con la vulnerabilidad de sentirme pequeña allí sentada mientras mi Amo me pasaba la maquina por la cabeza. Me daba placer sentir Sus manos por mi cabeza, la vibración por mi cuero cabelludo. Estaréis de acuerdo conmigo en que la imagen de una sumisa siendo rapada por su Amo es muy potente. Me encantó ser capaz de olvidar todo y vivir ese instante, en el que no importaba el Porqué de todo aquello, solo importaba lo que sentía. Comprendí que mi belleza, mi atractivo, siempre seré Yo, independientemente de mi imagen. Que en un primer lugar pude enamorarlo con mis preciosas tetas adolescentes, que tras tres hijas ya no existen, y ahora le excitan precisamente por ser eso, porque si yo he cambiado ellas también, mi imagen solo representa mi historia. Que puede que le guste ponerme como norma mantener el pelo largo, porque le excita así, pero que rapada puedo excitarle igual porque mi esencia no está en mi pelo, está en mí, solo se manifiesta en lo exterior. Que si le gusta verlo caer mientras me folla, agarrarlo, ahora le gusta sentir mi cabecita redonda, acariciarla y ver el atractivo de lo vulnerable. Y es que, mientras me rapaba Él solo podía saber cómo me sentía yo, quizá yo me excitaba y Él estaba indiferente… pero al terminar me levanté para mirarme en el espejo pero me agarró antes por la cintura para comenzar a besarme apasionadamente “me pones cachondo”, dijo para seguir besándome mientras me apretaba contra Él. La magia de la conexión volvía a darse… o quizá es que irradiamos lo que sentimos, quizá sea eso el tan manido “si tú no te amas no puedes esperar que los demás te amen”…

No sé qué sucedió aquella mañana, solo sé que mis miedos resultaron ser completamente infundados, un adelantarme estúpido. No podemos saber qué sentiremos hasta que no lo sentimos. Por dentro me siento fuerte, poderosa… Luego llega Él, me abraza mientras me llama “Su pequeño Buda” y me siento pequeñita, llega Él y me acaricia la cabeza tumbados en el jardín y me siento un animalillo al que le falta ronronear de puro gozo. También temí que a la hora de hacer el amor le diese “cosa”, pero cómo me folló anoche disipa todas mis dudas…

Todo cambia, y qué maravilloso es que así sea, qué maravilloso haber sentido mi pelo largo, qué maravilloso haber sentido Su mano en la nuca con melenita, qué genial sentir la vulnerabilidad de la cabeza al aire. Todo cambia, nosotros hemos cambiado, vamos cambiando, pero lo que no cambia es lo agradecida que, desde que lo conocí, he estado. No podía soñar un compañero mejor, un Amo mejor al que entregarme.

Me dice que en estos días me volverá a pasar la maquinilla para dejármelo más corto aún antes de que se caiga del todo. Y yo le sonrío. Me encanta que siga siendo el dueño de mi pelo y, no os engañaré, me excita muchísimo imaginarme estar de nuevo en esa situación. Es lo bueno de ser unos viciosos que, como Él dice, “A los viciosos nos excita todo”.

martes, 17 de marzo de 2020

Es entrega no rendición

Esta entrada la encontré por casualidad en Borradores. La escribí hace varios años pero no la publiqué. Al leerla de nuevo me gustó y no sé por qué en su día la dejé descartada. Me surgió a raíz de una fiesta en la que no nos sentimos bien, de hecho aquella fiesta marcó un antes y un después en nuestras ganas de sociabilizar en el BDSM. Es cierto que la mayoría de los invitados nos hicieron sentir genial, pero en esta ocasión ganó lo malo. Creo que hay mucha gente que va a las fiestas a pasarlo bien, nosotros vamos para divertirnos, jugar, es como un aporte a nuestra pareja. Sin embargo he observado que otras personas las usan para validarse, para demostrar lo que son, eso no es malo, siempre y cuando en ese empeño no cuestiones al resto. Quién nos conozca sabrá que no nos gustan los alardes, el dominio se ejerce en casa. Mi Amo no usa las fiestas para demostrar lo bien que me domina, eso es cosa nuestra y de nuestra intimidad. Si surge juguetear un poco, azotarme o acualquier cosa es el primero que participa por el gusto de divertirse, no por demostrar nada. Aún estoy enfadada con aquellas circunstancias, con cómo nos hicieron sentir y con la conclusión que se instauró en nosotros: tenemos tres hijas, para ir a un evento tenemos que hacer el pino con las orejas, para ir y tener que cruzarnos con gente irespetuosa, mejor nos vamos los dos solos por ahí. Dicho esto, tras varios años sin ir a nada, el año pasado fuimos a otro encuentro y nada de eso ocurrió, pasamos un buen rato charlando, conociendo gente y eso hizo que ya no estemos cerrados al cien por cien. Así que a todos los que vais a fiestas, seguid haciéndolo pero siempre respetando por favor.


La coge del pelo, ejerce la fuerza justa para hacer que se arrodille, echa su peso sobre ella y sin soltarle la cabellera con una mano, mete la otra en sus pantalones, la saca húmeda y triunfante dice un: “Hay que conseguir que se rindan, esto es lo que les pone”. Yo miro la escena con las manos atadas entre dos columnas, desnuda. Están frente a mí, mi Amo allí mirando la lección que le quieren dar. “La azotas muy duro, antes  hay que calentar la zona para que se acostumbren” “ La azotas muy suave se te aburre” qué sabrán ellos de mí. Yo miro la escena, veo como a mi Amo la lección le entra por un oído y le sale por el otro. Miro la escena y pienso que aquello no tiene que ver con nosotros, qué más me da a mí la rendición, qué más me dan a mí una bragas mojadas. Con un suave susurro consigue inundar mi ropa interior, con una caricia por mi espalda me lleva al borde del éxtasis, para qué tirar de azote para provocarme lo que hace con un suspiro, no es ese nuestro modo ni objetivo, yo necesito que el azote me arranque llanto y dolor, que me arranque la mugre de una carga pesada. El azote me enseña, no me excita. La entrega para mí es necesidad no placer.

La entrega se da no se arranca, la entrega se ofrece no se suplica. No vale el placer como moneda de cambio, el placer es recompensa, una recompensa sagrada y natural, el premio de dar sin esperar nada a cambio, el premio de confiar ciegamente en tu Guía. Qué más me da a mí aburrirme o divertirme superficialmente mientras mi espíritu se eleva por encima de los tejados y los árboles, qué más me da a mí aburrirme o divertirme si mi espíritu escarba en lo más profundo de mí para sacar mierdas muy ancladas, qué más da si, al volver del hondo núcleo de mí misma, mis bragas están mojadas o no.

Áteme si así lo desea mi Señor, áteme si así la visión de mi cuerpo temblón le es más grata, con cuerdas o sin ellas me dejaré llevar por paraísos e infiernos, me da igual si todo esto acaba en orgasmo o no, sé que sabe que son mi droga, que el orgasmo es mi manera de conectar con lo que realmente soy, el opio que me eleva, pero por Usted soy capaz de pasar sin ella el tiempo que desee.

La entrega se da, no se arrebata. Nunca fui de excesivos gestos, nunca de aspavientos y mi entrega es igual. Y es una entrega llena de amor y consciencia, si a la orilla del profundo mar mi Amo dice que este es amarillo, miraré las olas romper, mis ojos percibirán los tonos azules, verdosos y grises, ni mi cerebro ni mi vista están atrofiados o acaso pensáis que soy estúpida, acaso pensáis que estoy tan ciega de amor que no percibo el azul marino… Lo veo y con una sonrisa llena de amor incondicional le digo que el agua tiene un precioso tono amarillo hoy. Para qué luchar, para qué enfrentarme y rivalizar por quién de los dos lleva razón, por qué intentar contrariarlo en algo tan simple y evidente como el color del mar. No me asusta llevarle la contraria, es un hombre de razón, no me castigaría por decir lo evidente, pero ¿Acaso no prefiero verle los ojos llenos de orgullo al saber que una mujer inteligente y fuerte lo complace sin enfrentamiento ni lucha? ¿Que una mujer con todas sus capacidades se entrega con suavidad y sin oposición? Le da su amor diciéndole lo amarillo que está hoy el mar.

Nunca fue Amo de excesivos gestos, nunca de aspavientos y así con Su suave dominio fue ganándose mi entrega, fue sacándola poco a poco de lo más profundo de mí. Podría decirse que se quedó quieto mirándome, sin hacer nada más que amarme, solo esperando a que me entregase, aunque no negaré que el amor a veces duele. Si se pide deja de ser entrega, si se exige desaparece.

Mi entrega es amor, es entrega no rendición. No me rendí pues lo nuestro nunca fue una guerra, Él nunca intentó que me rindiese pues nunca me consideró Su enemiga.

lunes, 9 de marzo de 2020

La trascendencia y el sexo anal


1.    Empezar a ser conocida [una cosa que estaba oculta].

2.    Hacer sentir sus efectos o tener consecuencias [una cosa] en lugar o medio distinto de aquel en que se produce.

Esto es lo que dice el diccionario, pero en realidad es un término mucho más profundo. La trascendencia es algo complejo, es como llegar a algo superior, es como ser capaz de alcanzar un nivel desde el que ver con perspectiva, abandonar un poco tu cuerpo, es ir más allá… No sé describirlo, solo sé que cuando trasciendes lo sabes porque, permitidme el atrevimiento de decir que la trascendencia es la evolución del orgasmo, lo que hay tras él si no lo “cortamos”, si nos atrevemos a ir más allá de él. Yo he tenido varios momentos de ese tipo, me enfada que ha sido en los momentos más difíciles, y me enfada porque si fuese capaz de llevar eso a toda mi vida sería la leche. Pero lo cierto es que en los momentos duros me “voy” fácilmente, soy capaz de ver con perspectiva, comprender lo que es formar parte de un todo, la sensación oceánica creo que lo llaman, lo que sería ser solo una gota pero ser consciente de que formas parte del inmenso océano.
Este sábado vi perfectamente esto hecho metáfora en el sexo. Siempre he dicho que el sexo anal me maravilla, no es que me guste a nivel físico, me duele pero me lleva a sensaciones únicas. He aquí la metáfora: cuando me dejo llevar, cuando no me resisto al dolor, cuando lo acepto es como si una parte de mí surgiera, una parte capaz de elevarse un poco y comprender que el dolor está en un plano, pero en otro plano superior te está dando algo maravilloso y es entonces cuando el dolor deja de ser insoportable para ser el conductor de un orgasmo increíble. Este sábado fui incluso más allá. Una de mis tareas es dejar de ser controladora, cuando estás atada y te están azotando ¿Qué control puedes tener? Pues mucho, no controlas las circunstancias pero cómo las gestionas es todo cosa tuya. Hasta ahora si me azotaba y me ponía el Hitachi a la vez era incapaz de sentir placer, no sentía absolutamente nada pues estaba intentando racionalizar el dolor, quería controlar las sensaciones y no podía llevar dos a la vez. Pero los frutos de mi trabajo interior se vieron reflejados cuando me dejé llevar, no intenté resistirme al dolor… todo fue mucho mejor. Y entonces llegó el sexo anal, llegó ese dolor, llegó también el Hitachi… no sé cómo expresarlo, solo sé que en un momento concreto dejé de sentir dolor y placer y me corrí en un “lugar” en el que ambas cosas daban un resultado aún mejor que cualquier orgasmo. Trascendí esa situación. Gemí como no había gemido en mi vida, era una explosión sin ser nada físico, o al menos sin ser consciente de lo que sucedía a nivel físico. Cuando “pasó” rompí a llorar, no de dolor, ni de agotamiento… era puro desahogo, la intensidad, la emoción me invadía, lloraba solo por haber sentido la vida, por haber llegado a ese lugar, por saber que aún nos quedan miles de cosas que explorar, que somos distintos a los que fuimos y por ello puedes repetir exactamente las mismas cosas y que el resultado sea completamente diferente. Eso es tan apasionante.
Me quedo con la primera definición del diccionario, porque cada vez que he sentido esa trascendencia ha sido toda una revelación, un descubrimiento que ha modificado mi vida, da igual si ha sido motivada por algo sexual, por un diagnóstico médico, por un mal momento… cada vez que trasciendes descubres algo importante que afecta a cada parte de ti. ¿Cómo se consigue? No lo sé, si lo intentase responder desde mi experiencia diría que lo necesario para trascender es buscar la profundidad de todo, es ser muy consciente de que todo en nosotros es importante, especial, no menospreciar ninguna parte de nuestra vida porque todo esta totalmente conectado. La clave puede ser estar abiertos y dejarse llevar… Sé que me falta mucho camino por recorrer pero si está lleno de momentos como los del sábado qué bien que aún me quede tanto.


lunes, 2 de marzo de 2020

Compañera, asustada y sumisa


Puuff cuántas ganas tenía de empezar a escribir esto. Necesito volver a retomar el blog de forma regular. No me había dado cuenta de lo mucho que me ayuda pararme a escribir y reflexionar sobre este aspecto de mi vida. Mi intención es volver a esa maravillosa época en la que publicaba una vez a la semana, ojalá lo consiga, no solo por los que me leéis, sino por mí.
Hoy tengo la necesidad imperiosa de reflexionar sobre estos últimos meses, más bien, este último año. El 9 de marzo nuestra tercera hija cumple un año y ha sido un año maravilloso aunque intenso como pocos.

Hoy me ha venido la idea de que en este año no he sido la mejor de las sumisas, nunca he olvidado que Él es mi Amo, eso siempre estuvo ahí, pero las circunstancias han hecho que sacase otras partes de mí de forma inconsciente. Hace aproximadamente un mes lo operaron de  un tumor benigno en el hígado, ahora puedo hablar de ello porque todo ha pasado, pero fue una operación grande y larga, con sus riesgos... Mi intuición en todo momento me decía que estuviese tranquila, que todo saldría bien, pero podéis imaginar que incluso siendo yo de las que confían con fuerza en esa voz, el miedo era real. Podríamos decir que la operación era la cima de esta situación, pero el camino hasta ella fue lo más difícil. Aún recuerdo el día en que le hicieron la ecografía, solo sabíamos que tenía un tumor enorme en el hígado, no sabíamos qué era. Resultó ser benigno, pero qué intensidad de emociones. Aquel día la piel me hormigueaba, esa voz me decía: confía, no será nada. Y supe que debía ser la mejor compañera que pudiese ser. No sé si lo fui, el caso es que ahora que hace un mes de la operación me doy cuenta de que puedo empezar a bajar la guardia, me está costando mucho. No puedo obviar que estando embarazada mi madre estuvo luchando contra el cáncer, lucha que ganó y que, cuando parecía que podía bajar la guardia, en plena ola hormonal post parto tras dar a luz, comenzó todo esto. Necesito recordármelo para no castigarme cuando ahora me asaltan los miedos, para no castigarme por seguir en alerta. Recuerdo estar con mi bebé de dos semanas en la cama, Él en la habitación de al lado estudiando a muerte para ascender y además con la preocupación de notarse un bulto enorme. Recuerdo tener ese escalofrío que te da el miedo, ese que te hace creer que el mundo se va a derrumbar, recuerdo respirar hondo, abrazarme a la paz de mi bebé y decirme: “Tranquila Ángela, ahora estás aquí, Él está vivo, solo tienes miedo y es normal, no pasa nada” Debo recordarme eso para comprenderme, para comprender que ahora necesito un tiempo de transición, en el que es normal tener resquicios de miedo, sentir amenaza en mis células hasta que estas comprendan que todo está bien.
Ya hablaré sobre qué sentí cuando temía perder a mi Amo, todo lo que me planteé sobre si yo seguiría siendo sumisa si Él ya no estaba, sobre si eres sumisa en general o lo eres porque naciste para entregarte a una persona en concreto. Pero hoy quiero marcar un nuevo inicio. Somos una pareja real, nos amamos con locura y cuando la situación se puso más complicada hubo que dar prioridad a unos sentimientos antes que a otros. Como he dicho antes creo que ser sumisa dejó de ser mi prioridad para convertirme en la mejor compañera, aunque mientras escribo esto me pregunto si eso no es entregarse también. Es cierto que dejé un poco de lado mis obligaciones como sumisa, pero a cambio hice todo lo que estuvo en mi mano para ayudarlo a sanar, a transitar por esa situación, me entregué de otras formas, hice toda la magia que sé hacer por Él… Sea como sea hoy siento algo distinto en el pecho, algo me dice que todo ha de volver a su cauce, que es hora de volver a agachar la cabeza de la forma más evidente, con ese aire más protocolario. Es hora de guardar los ojos de compañera para volver a dar prioridad a los de sumisa.

Últimamente me pregunto cómo encajamos nosotros en ese mundo más protocolario, en ese BDSM de comunidad (Ya sabréis que no es un debate interno nuevo para mí) y a pesar de todos los años que llevo dándole vueltas aún lo desconozco. Lo único que sé es que somos personas reales, tenemos una relación real, con hijas y circunstancias que se van presentando. No he sido la mejor de las sumisas, pero es que en esos momentos no me parecía tan importante, no sé si eso es bueno o malo, solo es lo que ocurrió, la forma natural que me salió para llevar las circunstancias. Aunque también es cierto que justo en esos momentos he visto con claridad lo Suya que soy.
Todo esto me ha surgido porque hoy me sentía tremendamente sumisa, volvía a verlo desde esa “lejanía” que me da sentirme por debajo, volvía a sentir esas cosquillas en el estómago al verlo dominante, esas cosquillas que me dan la vida. Lo curioso es que mi actitud de hoy no es precisamente buena, no es fácil volver a agacharte, me resisto a la paz, a estar tranquila, aún me da miedo bajar la guardia, volver a sentir lo genial que es tenerlo como Amo por si esa maravillosa realidad desaparece. Pero por otro lado la necesidad de someterme al cien por cien de nuevo es cada vez más fuerte.

Por mi cumpleaños a principios de Enero fuimos de escapada los dos solos. Me puso el collar cuando hacía tanto que no me lo ponía que ni recuerdo. Me ató, me azotó… fue genial. Pero una parte de mí no quería someterse, no quería aceptar que todo aquello era tan importante para mí porque el pellizco en el estómago aparecía: “Cuanto más disfrutes de este instante más doloroso será si se convierte en recuerdo, si se convierte en la última vez que te puso el collar”. Suena muy dramático, no es que lo viviese así al cien por cien, como he comentado mi actitud de base era confiar y saber que todo iría bien, pero el miedo se colaba a veces por las rendijas.
No está siendo un post bonito, ni siquiera sabía por dónde iría todo esto. En estos meses he sido compañera mientras intentaba protegerme, mientras lidiaba con el miedo como buenamente podía, aunque fuese de manera inconsciente. Pero ya ha pasado, perdonadme que no pare de repetirlo, necesito escucharlo.

 La otra noche tuve un sueño precioso, Él era un dómine romano y yo una esclava. Me agaché para besarle los pies llena de amor y entrega, Él sonreía lleno de orgullo y me llevaba a otro lugar para hacerme el amor. No es el sueño en sí, es cómo me sentía en él… Sabía que era importante al despertar aunque no terminaba de comprenderlo. Ahora lo veo, ya toca.

miércoles, 14 de agosto de 2019

Mamá, ¿Y si ya no quiero ser sumisa?


Hoy me apetece volver a hablar de mi madre, por favor, no la imaginéis como una señora normal, es una mujer increíble, un corazón hippie que lucha por romper los condicionamientos clásicos en los que creció, con sus cosas como todos, pero con una incansable voluntad de búsqueda y superación. Me apetece hablar de ella por varios motivos, el primero porque a veces damos por seguro que una persona va a estar ahí y de repente, un día cualquiera, te ves enfrentándote al vértigo del peligro, ese que te dice que puede que esa persona se vaya antes de lo que creías. El día que me enfrenté a que si mi madre moría yo me quedaría sola en muchos sentidos fue uno de los días más duros de mi vida, lo bueno es que uno de los motivos por los que me quedaría sola es que no he conocido a nadie que entienda la vida como ella, cosa que me ha transmitido, así que acto seguido saqué la fuerza para vivir a su lado lo que fuese que tuviese que ocurrir y también para fortalecerme, crecer en mi individualidad y dejar de ser dependiente de algunas personas por mucho que las quiera. Todo esto fue estando yo embarazada de tres meses, pasamos el embarazo luchando cada una a nuestra manera porque la vida venciese. Yo lo conseguí el 9 de Marzo cuando nació nuestra pequeña “V” y una semana después mi madre también lo lograba… le confirmaban que estaba limpia, había obrado el milagro por segunda vez (en este post os contaba la primera). No dejo de decir que estos últimos meses han sido los mas intensos de mi vida, supongo que os haréis una idea de que no exagero si os cuento que esto es solo una de las circunstancias que han ido surgiendo, pero creedme también si os aclaro que están siendo los meses más bonitos también, incluyéndolo todo. Es la primera vez que hablo de esto abiertamente ya que decidimos vivir (que no sufrir) en intimidad todo el proceso, no olvidemos que ella ya había vivido todo esto una vez y podía enmendar esos “si yo hubiese sido de otra manera hubiese hecho las cosas de tal o cual forma” y así ha sido, nos hemos ahorrado tanto paternalismo gratuito, tanta lástima inútil, tanta incomprensión… la gente hasta se molesta cuando ve que te tomas bien una enfermedad y hasta eres capaz de disfrutarla, de aprender de ella. Menudo entrenamiento de “Aquí y ahora” llevamos… Pero no era hablar de esto el objetivo de este post, quería contaros una “anécdota” que ha sido crucial en mi vida y mi relación en la que ella tiene mucho que ver y que me ha enseñado un poco más a cerca del amor de una madre.
En este post os conté cómo le dije a mi madre qué tipo de relación tenemos. De eso hace ya muchos años y ella y yo no hemos vuelto a hablar del tema de forma explícita. Al principio sí que me comentaba alguna preocupación, recuerdo un verano en el que Él me mordió en el brazo y me salieron unos morados, no fue nada alarmante pero es mi madre y de ella he sacado mi capacidad de observación. Ahí me di cuenta de que por mucho que aceptase nuestra forma de llevar la relación hay cosas que es mejor mantener ocultas, es mi madre y no nos cuesta nada tener un poco más de ojo en esas cosas evitando preocupaciones sin sentido. No olvidemos que la imaginación es peor que la realidad, ella veía unos morados en mi brazo y se imaginaría algo oscuro y esperpéntico, seguro que no nos imaginaba en el sofá viendo una serie y a mí provocándole poniéndole el brazo en la boca, un juego tonto y aislado como ocurrió en realidad. Mi sensación todo este tiempo con ella era que lo aceptaba porque confía en mí y sobretodo confía en Él, pero que no era de su gusto nuestra relación, que no le gustaba saber de mi parte sumisa ya que ella siempre me ha apoyado en mi proceso de sacar mi fortaleza… y por su propio proceso de vida luchando contra la "sumisión cotidiana" por así decirlo.

Todo esto me lleva a hace unos cinco meses cuando nació nuestra tercera hija. Se juntaron tantas cosas… Él estaba estudiando para un examen de promoción interna muy importante para todos por lo que estaba en casa pero encerrado estudiando. Por otro lado dos hijas mayores intentando procesar todos los cambios que estaban ocurriendo, un bebé recién nacido que requería toda mi atención y un postparto bastante duro a nivel emocional y físico ya que llegué al parto con mucha anemia. En esos momentos duros en realidad es cuando más debes aprovechar para evaluarte, para enfrentarte a tus debilidades… Yo me di cuenta de que era demasiado dependiente, por pura comodidad me había repetido mil veces que yo sola no podría. La enfermedad de mi madre me había abierto una puerta de miedos ¿Y si a Él le pasase algo? Qué iba a hacer yo sola con tres niñas… Sabía que esto no era más que el desajuste hormonal dando por saco, pero lo que ocultaba era mi intento de evadir la certeza de que soy fuerte. Cuando piensas que más duro no puede ser Él acabó en la cama sin poder moverse con unos mareos terribles. No me quedó más remedio que callar a mi mente demostrándome que vaya si sola podía.
Cuando descubres una debilidad pones todo tu esfuerzo en acabar con ella, de repente me vi siendo tremendamente independiente, no teníamos tiempo para nosotros y poco a poco nos fuimos alejando. No lo digo como si hubiésemos hecho algo mal y esa fuese la consecuencia, sencillamente era lo que tocaba, centrarnos en tirar del carro, cuidar cada uno de su salud mientras cuidábamos al otro y a nuestras tres hijas mientras por un lado Él estudiaba de forma intensiva por el bien de la familia y yo replanteaba mi futuro buscando el mismo bien, todo esto en un momento de tormenta emocional…  Creo que fui yo, la verdad, creo que para poder sobrellevarlo todo me desconecté de Él, de quiénes éramos, de nuestro lugar en la vida del otro, me desconecté de lo mucho que lo amo porque tenía mucho miedo y estaba empeñada en demostrar que si Él faltaba yo sola podría con todo, que no me dolería tanto… creo que son mecanismos de defensa para “momentos de emergencia”. Llegó un punto, en realidad solo fueron dos o tres días, en los que yo vivía mientras Él estaba en cama, sacaba todo adelante y cuando llegaba la noche, el único momento para poder estar juntos me dormía sin siquiera tocarlo. Le daba besos fríos y prácticamente no hablamos. Se me coge un nudo en la garganta al hablar de esto, no fue nada fácil y más si me pongo en su lugar, estando tan mal como estaba, sabiendo que no podía hacer nada por ayudar más que reposar e intentar curarse y viendo como yo me alejaba… Una mañana yo estaba de recogiendo ropa o algo así a los pies de la cama y Él me miraba tumbado en ella, estábamos comentando algo de la situación y de repente me hizo una pregunta clara, concisa y dura: ¿Es que ya no quieres ser mía?. Los que me leeis de mucho tiempo seguro que hubieseis apostado por un “Claro que quiero seguir siendo Suya, Amo” inmediato, pero no fue así, ya no era la misma y había descubierto una Ángela mucho más libre y fuerte, tenía miedo a perderla si volvía a someterme a Él. “No lo sé, sé que soy muy feliz siendo Suya, pero me da miedo perder esta fuerza que he descubierto en mí si lo soy” Ahora con la perspectiva veo lo cagada que estaba, hablaba mi miedo, mi comodidad, es mucho más fácil matar una parte de ti que seguir luchando por compaginar todas tus partes. Justo en ese momento llegó mi madre a casa y dejamos la conversación. Bajé con ella y por supuesto se dio cuenta de que algo me pasaba… Le comenté mi problema, todo lo que sentía, confieso que lo hice creyendo firmemente que utilizaría mis dudas y miedos como una oportunidad de “sacarme” de la sumisión, como si ella hubiese aguardado pacientemente algún momento de debilidad para decirme lo equivocada que estaba… por no variar me equivoqué. “Ángela, te conozco bien. Te conocí cuando no aceptabas esa parte de ti y te he conocido cuando sí, no dejes que el agotamiento y los miedos te confundan. Eres de las personas más especiales que existen, muchos me dan la razón. Qué te hace tan especial, por qué gusta tanto estar contigo, hablar, por qué es fácil abrirse a ti y la gente te busca en sus momentos más difíciles, por qué desprendes esa energía… uno de los grandes motivos es tu peculiaridad, tus contrastes, eres de las personas que más claramente distingue sus partes y lucha por darle cabida a todas. Claro que es más fácil dejar partes de ti en el camino, pero ¿Serías feliz? Entiendo que estés cansada de buscar el equilibrio interno, pero una de las cosas que te hace única es ese empeño que tienes desde niña, precisamente. Así que sigue siendo valiente e intenta mantener tu fuerza sin perder lo que te hace feliz con Carlos” Quizá las palabras no digan tanto como lo que significaron para mí en ese momento, pero a mí me hacen llorar al recordarlas, sobretodo por lo inesperado, por lo inverosímil y porque sentí a la vida hablando a través de mi madre. Desde entonces soy muchísimo más consciente de mi suerte…
Cuando mi madre se fue subí a la cama a verlo, le pedí perdón y le dije que sí quería seguir siendo Suya, que aceptaba el reto de meter en la ecuación a esa nueva Ángela que había surgido, aceptaba el reto de recuperarnos y ver qué cosas nuevas surgían. Porque algo que también he aprendido es a aceptar que lo maravilloso es que todo está en contínuo cambio, que no podemos volver a ser los que éramos y eso no significa nada malo, al revés… ya os contaré en otra entrada, pero estoy descubriendo que podía disfrutar muchísimo más de la sumisión, de nuestra relación, de la vida en general gracias a esa libertad que hallé en esos momentos tan difíciles… No es que se pudiese compaginar, es que ha servido para engrandecer.
Así que ella no lo leerá porque prefiere no ver evidencias, pero puede mosquearme de mil maneras que jamás olvidaré lo maravilloso que es tenerla como madre. Es todo un ejemplo para mí ver cómo ignora los aspectos superficiales de lo que somos y nos ve, nos acepta y nos quiere a Él y a mí, tal y 
como somos.

P.D.: Perdonad si ahora las entradas aparecen más descuidadas, aprovecho momentos como puedo para escribir, ya sabéis... meses intensos jaja

lunes, 29 de julio de 2019

Fantasía (retomando poco a poco)


Propaganda - Muse
 

   Cuanto tiempo llevaba deseando verte en un lugar así, te haces pequeña, vulnerable, las paredes parecen abrumarte, te miro y eres la misma pero de repente me parece que pierdes algo de humana para convertirte en un animalillo a mi merced, yo parezco perder algo de humano para convertirme en depredador deseando verte atrapada, gimiendo, lloriqueando, suplicando…

    Me miras asustada, sin saber qué esperar ¿Miedo? ¿Vergüenza? ¿Deseo? De todo un poco. Cojo las muñequeras me encanta el tintineo que hacen mientras rodean tus finas muñecas. Te agarro de la nuca y te doy un beso apretado, intenso, te muerdo el labio para un segundo después darte la vuelta y ponerte de cara a esa cruz, te aprieto contra ella con mi cuerpo, notas el frio cuero y gimes… te ato a ella, te agarro fuerte del pelo para tirar y dejar tu cuello expuesto a mis bocados. Poco a poco subo a lamerte la oreja, sé que es más fácil hacerte llorar haciéndote cosquillas que azotándote, sé que la desesperación recorre tu cuerpo, que la rendición asoma en tus ojos solo con ese gesto. Estás desnuda y recorro tu espalda con mi mano, la paso hacia tu vientre y lo atraigo hacia mí, quiero verte con las manos en alto y tu culo un poco salido para recibir todos los golpes que tengo para ti. Me dirijo hacia la pared de las fustas y las correas, le he echado el ojo a una pala gruesa de madera desde que hemos llegado, estoy deseando probarla en tu piel, escuchar cómo suena en tu nalga y qué quejido provoca en tu boca. La cojo, la restriego en tu culo, noto la mirada de los allí presentes ¿Crees que tendrán más ganas que yo de ver cómo te retuerces? Lo dudo. Me recreo, no quiero que sepas cuándo caerá el primer golpe… cuando no puedo resistirlo más suelto uno rápido dejando la pala pegada a tu piel unos segundos antes de retirarla para asestar el segundo. Qué adorables son tus gemidos, aprendiste bien a quejarte, sabes cómo transformar un grito en un lamento excitante, sabes lo cachondo que me pone y no dudas en hacerlo. Sigo azotándote, levantas un poco la pierna como si eso aliviase algo el dolor, que tonta eres, no tienes opción ni escapatoria, voy a hacer lo que desee contigo delante de todas estas personas… “Dame las gracias cada vez que te azote” “Gracias Amo” te azoto, “Más fuerte perra, que te oigan bien todos” sé la vergüenza que te da, sé lo humillada que te sientes al tener que mostrar tu voz quebrada a todos, te conozco y sé que la desnudez no te supone esfuerzo pero que te escuchen te pone de los nervios, si te diese un minuto de libertad te revolverías hacia mí, lo sé y eso me hace sentir poderoso, te enfado y me encanta. Te agarro la cara, te la aprieto “¿Te enfado perra? ¿Te gustaría atacarme por ponerte en esta situación, por dejar que todos escuchen cómo agradeces que te haga daño?” No contestas pero tu mirada está encendida de ira. “Vaya, parece que tenemos aquí a un animalillo salvaje que domesticar” te digo mientras te doy azotes seguidos sin dejar de mirarte a los ojos, sin soltarte la cara con la otra mano, qué bonito ver como tu gesto torna al sufrimiento, estás en mis manos y todos lo saben. Me alejo para coger una fusta y al volverme lo percibo, en el suelo empiezan a caer unas gotitas blanquecinas, tus tetas están chorreando leche “Qué puta eres, sabes que no puedo resistirme a eso, parece que lo has hecho a propósito para que tenga que dejar de azotarte y te folle”. Tiro la fusta al suelo, me acerco a ti, te suelto las muñecas para volver a atarte pero esta vez de cara a mí. Me desabrocho el pantalón, te agarro del culo, lo tienes ardiendo, tú me abrazas la cintura con tus piernas y te meto a polla hasta el fondo delante de todo el mundo, aunque para mí ya solo existen tus brazos extendidos y tus tetas segregando leche, chorreando por tu barriga hasta perderse por tu vientre. Solo existen tus pezones, solo puedo centrarme en ver cómo sale con más fuerza al embestirte. 

    Qué espectáculo estaremos dando, somos una imagen hermosamente grotesca, quizá no volvamos a pisar este lugar así que mancillémoslo con nuestro sexo que mezcla dolor, placer y tetas lactant… “Amo, tenemos que irnos” tu voz me saca de mis pensamientos, esos que me atraparon frente a aquella pala de madera, quizá hoy no sea el día, hoy tenemos que irnos pronto, pero no me gusta quedarme con los deseos dentro, algún día volveremos y usaré esa cruz, usaré esa pala, te usaré a ti frente a todo el que esté allí presente, te lo prometo mi vida, te haré llorar delante de todos.


martes, 18 de diciembre de 2018

Echo de menos...


Echo de menos Su mano apretando mi cuello, escuchar la puerta del armario tras de mí mientras espero en la cama con el culo expuesto, echo de menos los nervios de no saber qué utensilio me golpeará, echo de menos aguantar, transportarme a ese lugar al que voy sin darme cuenta mientras me azota, que me levante la cara para que lo mire y que Su rostro sea lo primero que veo al regresar, con la luz tenue, con esa sensación de no haberlo visto en siglos y recordar quién es de golpe. Echo de menos Su mano acariciando mi espalda para tranquilizarme, pero también echo de menos esa misma mano paseándose por las marcas, admirando las formas que hacen, ajeno a mí, a mi dolor, solo para coger de nuevo la rama, la fusta o lo que sea y añadir unas cuantas más.

Echo de menos sentirme sucia y perra sin más, sin dualidad, sin que me plantee una cuestión moral, por muy lejana que sea. Lo he leído y releído, me lo he repetido incluso más veces de las que lo he sentido: sigo siendo una mujer, con sus fantasías y deseos, y no pasa nada. Pero la realidad es que no puedo verme como una mujer sola, no puedo separar partes, no puedo olvidar que me acompaña otro ser en todo momento. Ya no es una cuestión moral o de romantización y endulzamiento del embarazo, simplemente es que sabes que no eres solo tú en ese momento, que puedes estar cachonda perdida, húmeda como nunca, deseando que te hagan cosas sucias, perversas… y que una patada te recuerde que algo crece en ti, un ser ajeno a todo eso. Cuando un hijo sale de ti es fácil distinguir cuál es tu espacio. Papá y mamá cierran la puerta de su cuarto y pueden hacer lo que deseen, ese momento es para ellos, pero mi problema es que no sé cerrar la puerta simbólica que me separa de mi hija, la que ahora llevo dentro.

Y todo esto me lleva a lo peor, echo de menos sentirme en mi sitio, porque no puedo, no puedo someterme cuando por otro lado me siento fuerte y poderosa creando vida, conectándome con ese ser y todo lo que me hace sentir. No puedo bajarme, no puedo objetizarme, no puedo conectar con la perra sumisa cuando la loba preñada está en pleno auge. Por supuesto tampoco me subo, sigo teniendo el máximo respeto por mi Amo, pero me siento en un mundo paralelo fuera de todos, solo yo me entiendo, solo yo comprendo. Aunque quizá aquí esté manifestando mi tendencia natural a aislarme, a no compartir cómo me siento, a esa naturaleza de “yo solita me las apaño” que tengo sin querer. 

Echo de menos, eso es así, echo mucho de menos someterme, que me arda la cara, echo de menos el miedecillo, echo de menos fantasear tranquilamente sin que algo me recuerde: eh, ahora mismo todo eso no se podría cumplir. Echo de menos sentirme solo un cuerpo, echo de menos ser solo una mujer, aunque solo lo eche de menos en “la cama”. Echo de menos sentirme cómoda físicamente en cualquier postura, echo de menos todo lo que ya sabíamos que echaríamos de menos y algunas cosas más.

Hace poco alguien me escribió y me contó que cuando más sumisa se había sentido era estando embarazada, como si hubiese vuelto atrás en el tiempo sintiéndose que la usaban como reproductora. Me ayudó mucho esta visión, menos mal porque empezaba a tener serios problemas para llegar a un orgasmo por culpa de mi cabeza, pero no termina de servirme. Siempre he necesitado que mis fantasías tuviesen algo de verdad y no puedo quitarle al Amo su dosis de humanidad, no puedo sentir todo el amor que tiene hacia sus hijas, hacia la que está dentro y luego fantasear con que es una persona básica a la que solo le importa follarse a su perra preñada. No puedo hacer como que no sé que le importo, que se preocupa por mi bienestar, más si cabía, por estar gestando. 

Tengo varias fantasías realmente sucias y perversas, quiero escribirlas, pero el problema es que no me terminan de excitar porque sé que Él no es así, que no sería capaz de tratarme como un trozo de carne estando embarazada y yo tampoco querría, esa es otra, cuando lo que te excitaría no concuerda con lo que deseas, con cómo quieres vivir algo tan importante como un embarazo…

Echo de menos sentirme solo Suya, sentir que mi cuerpo es todo Suyo, porque ahora sé que no, que una parte no nos pertenece a ninguno, que la hemos creado pero no es nuestra. Echo de menos nuestras perversiones sin añadidos, solo sexo y entrega. Echo de menos…

No quiero meter prisa al tiempo, siempre me pasa que en cualquier proceso aguanto muy bien, lo llevo muy bien y al final me estreso, me da el bajón y la impaciencia. Son solo unos meses, meses en los que echaré de menos pero también disfrutaré de otras formas. 

Echo de menos y, aunque es confuso y la sensación en sí angustiosa, sabíamos que esto sería así, que echar de menos es algo positivo porque estamos haciendo otra cosa ahora. Nuestra D/s nunca fue cosa de juegos y sexo, por eso ahora sigue presente pero de otra manera, adaptada a las circunstancias, ahora toca escuchar: “Si no estuvieses embarazada la que te hubiese caído” en vez de que “me caiga”, y ambas cosas son difíciles de llevar, cada una a su manera. 

Sé que ahora echo de menos todo eso, pero también sé que de aquí a unos meses echaré de menos esas consideraciones especiales, por eso, aunque eche de menos saboreo cada instante.