martes, 18 de diciembre de 2018

Echo de menos...


Echo de menos Su mano apretando mi cuello, escuchar la puerta del armario tras de mí mientras espero en la cama con el culo expuesto, echo de menos los nervios de no saber qué utensilio me golpeará, echo de menos aguantar, transportarme a ese lugar al que voy sin darme cuenta mientras me azota, que me levante la cara para que lo mire y que Su rostro sea lo primero que veo al regresar, con la luz tenue, con esa sensación de no haberlo visto en siglos y recordar quién es de golpe. Echo de menos Su mano acariciando mi espalda para tranquilizarme, pero también echo de menos esa misma mano paseándose por las marcas, admirando las formas que hacen, ajeno a mí, a mi dolor, solo para coger de nuevo la rama, la fusta o lo que sea y añadir unas cuantas más.

Echo de menos sentirme sucia y perra sin más, sin dualidad, sin que me plantee una cuestión moral, por muy lejana que sea. Lo he leído y releído, me lo he repetido incluso más veces de las que lo he sentido: sigo siendo una mujer, con sus fantasías y deseos, y no pasa nada. Pero la realidad es que no puedo verme como una mujer sola, no puedo separar partes, no puedo olvidar que me acompaña otro ser en todo momento. Ya no es una cuestión moral o de romantización y endulzamiento del embarazo, simplemente es que sabes que no eres solo tú en ese momento, que puedes estar cachonda perdida, húmeda como nunca, deseando que te hagan cosas sucias, perversas… y que una patada te recuerde que algo crece en ti, un ser ajeno a todo eso. Cuando un hijo sale de ti es fácil distinguir cuál es tu espacio. Papá y mamá cierran la puerta de su cuarto y pueden hacer lo que deseen, ese momento es para ellos, pero mi problema es que no sé cerrar la puerta simbólica que me separa de mi hija, la que ahora llevo dentro.

Y todo esto me lleva a lo peor, echo de menos sentirme en mi sitio, porque no puedo, no puedo someterme cuando por otro lado me siento fuerte y poderosa creando vida, conectándome con ese ser y todo lo que me hace sentir. No puedo bajarme, no puedo objetizarme, no puedo conectar con la perra sumisa cuando la loba preñada está en pleno auge. Por supuesto tampoco me subo, sigo teniendo el máximo respeto por mi Amo, pero me siento en un mundo paralelo fuera de todos, solo yo me entiendo, solo yo comprendo. Aunque quizá aquí esté manifestando mi tendencia natural a aislarme, a no compartir cómo me siento, a esa naturaleza de “yo solita me las apaño” que tengo sin querer. 

Echo de menos, eso es así, echo mucho de menos someterme, que me arda la cara, echo de menos el miedecillo, echo de menos fantasear tranquilamente sin que algo me recuerde: eh, ahora mismo todo eso no se podría cumplir. Echo de menos sentirme solo un cuerpo, echo de menos ser solo una mujer, aunque solo lo eche de menos en “la cama”. Echo de menos sentirme cómoda físicamente en cualquier postura, echo de menos todo lo que ya sabíamos que echaríamos de menos y algunas cosas más.

Hace poco alguien me escribió y me contó que cuando más sumisa se había sentido era estando embarazada, como si hubiese vuelto atrás en el tiempo sintiéndose que la usaban como reproductora. Me ayudó mucho esta visión, menos mal porque empezaba a tener serios problemas para llegar a un orgasmo por culpa de mi cabeza, pero no termina de servirme. Siempre he necesitado que mis fantasías tuviesen algo de verdad y no puedo quitarle al Amo su dosis de humanidad, no puedo sentir todo el amor que tiene hacia sus hijas, hacia la que está dentro y luego fantasear con que es una persona básica a la que solo le importa follarse a su perra preñada. No puedo hacer como que no sé que le importo, que se preocupa por mi bienestar, más si cabía, por estar gestando. 

Tengo varias fantasías realmente sucias y perversas, quiero escribirlas, pero el problema es que no me terminan de excitar porque sé que Él no es así, que no sería capaz de tratarme como un trozo de carne estando embarazada y yo tampoco querría, esa es otra, cuando lo que te excitaría no concuerda con lo que deseas, con cómo quieres vivir algo tan importante como un embarazo…

Echo de menos sentirme solo Suya, sentir que mi cuerpo es todo Suyo, porque ahora sé que no, que una parte no nos pertenece a ninguno, que la hemos creado pero no es nuestra. Echo de menos nuestras perversiones sin añadidos, solo sexo y entrega. Echo de menos…

No quiero meter prisa al tiempo, siempre me pasa que en cualquier proceso aguanto muy bien, lo llevo muy bien y al final me estreso, me da el bajón y la impaciencia. Son solo unos meses, meses en los que echaré de menos pero también disfrutaré de otras formas. 

Echo de menos y, aunque es confuso y la sensación en sí angustiosa, sabíamos que esto sería así, que echar de menos es algo positivo porque estamos haciendo otra cosa ahora. Nuestra D/s nunca fue cosa de juegos y sexo, por eso ahora sigue presente pero de otra manera, adaptada a las circunstancias, ahora toca escuchar: “Si no estuvieses embarazada la que te hubiese caído” en vez de que “me caiga”, y ambas cosas son difíciles de llevar, cada una a su manera. 

Sé que ahora echo de menos todo eso, pero también sé que de aquí a unos meses echaré de menos esas consideraciones especiales, por eso, aunque eche de menos saboreo cada instante.