Echo de menos Su mano apretando mi cuello, escuchar la
puerta del armario tras de mí mientras espero en la cama con el culo expuesto,
echo de menos los nervios de no saber qué utensilio me golpeará, echo de menos
aguantar, transportarme a ese lugar al que voy sin darme cuenta mientras me
azota, que me levante la cara para que lo mire y que Su rostro sea lo primero
que veo al regresar, con la luz tenue, con esa sensación de no haberlo visto en
siglos y recordar quién es de golpe. Echo de menos Su mano acariciando mi
espalda para tranquilizarme, pero también echo de menos esa misma mano
paseándose por las marcas, admirando las formas que hacen, ajeno a mí, a mi
dolor, solo para coger de nuevo la rama, la fusta o lo que sea y añadir unas
cuantas más.
Echo de menos sentirme sucia y perra sin más, sin dualidad,
sin que me plantee una cuestión moral, por muy lejana que sea. Lo he leído y
releído, me lo he repetido incluso más veces de las que lo he sentido: sigo
siendo una mujer, con sus fantasías y deseos, y no pasa nada. Pero la realidad
es que no puedo verme como una mujer sola, no puedo separar partes, no puedo
olvidar que me acompaña otro ser en todo momento. Ya no es una cuestión moral o
de romantización y endulzamiento del embarazo, simplemente es que sabes que no
eres solo tú en ese momento, que puedes estar cachonda perdida, húmeda como
nunca, deseando que te hagan cosas sucias, perversas… y que una patada te
recuerde que algo crece en ti, un ser ajeno a todo eso. Cuando un hijo sale de
ti es fácil distinguir cuál es tu espacio. Papá y mamá cierran la puerta de su
cuarto y pueden hacer lo que deseen, ese momento es para ellos, pero mi
problema es que no sé cerrar la puerta simbólica que me separa de mi hija, la
que ahora llevo dentro.
Y todo esto me lleva a lo peor, echo de menos sentirme en mi
sitio, porque no puedo, no puedo someterme cuando por otro lado me siento
fuerte y poderosa creando vida, conectándome con ese ser y todo lo que me hace
sentir. No puedo bajarme, no puedo objetizarme, no puedo conectar con la perra
sumisa cuando la loba preñada está en pleno auge. Por supuesto tampoco me subo,
sigo teniendo el máximo respeto por mi Amo, pero me siento en un mundo paralelo
fuera de todos, solo yo me entiendo, solo yo comprendo. Aunque quizá aquí esté
manifestando mi tendencia natural a aislarme, a no compartir cómo me siento, a
esa naturaleza de “yo solita me las apaño” que tengo sin querer.
Echo de menos, eso es así, echo mucho de menos someterme,
que me arda la cara, echo de menos el miedecillo, echo de menos fantasear
tranquilamente sin que algo me recuerde: eh, ahora mismo todo eso no se podría
cumplir. Echo de menos sentirme solo un cuerpo, echo de menos ser solo una
mujer, aunque solo lo eche de menos en “la cama”. Echo de menos sentirme cómoda
físicamente en cualquier postura, echo de menos todo lo que ya sabíamos que
echaríamos de menos y algunas cosas más.
Hace poco alguien me escribió y me contó que cuando más
sumisa se había sentido era estando embarazada, como si hubiese vuelto atrás en
el tiempo sintiéndose que la usaban como reproductora. Me ayudó mucho esta
visión, menos mal porque empezaba a tener serios problemas para llegar a un
orgasmo por culpa de mi cabeza, pero no termina de servirme. Siempre he
necesitado que mis fantasías tuviesen algo de verdad y no puedo quitarle al Amo
su dosis de humanidad, no puedo sentir todo el amor que tiene hacia sus hijas,
hacia la que está dentro y luego fantasear con que es una persona básica a la
que solo le importa follarse a su perra preñada. No puedo hacer como que no sé
que le importo, que se preocupa por mi bienestar, más si cabía, por estar
gestando.
Tengo varias fantasías realmente sucias y perversas, quiero
escribirlas, pero el problema es que no me terminan de excitar porque sé que Él
no es así, que no sería capaz de tratarme como un trozo de carne estando
embarazada y yo tampoco querría, esa es otra, cuando lo que te excitaría no
concuerda con lo que deseas, con cómo quieres vivir algo tan importante como un
embarazo…
Echo de menos sentirme solo Suya, sentir que mi cuerpo es
todo Suyo, porque ahora sé que no, que una parte no nos pertenece a ninguno,
que la hemos creado pero no es nuestra. Echo de menos nuestras perversiones sin
añadidos, solo sexo y entrega. Echo de menos…
No quiero meter prisa al tiempo, siempre me pasa que en
cualquier proceso aguanto muy bien, lo llevo muy bien y al final me estreso, me
da el bajón y la impaciencia. Son solo unos meses, meses en los que echaré de
menos pero también disfrutaré de otras formas.
Echo de menos y, aunque es confuso y la sensación en sí
angustiosa, sabíamos que esto sería así, que echar de menos es algo positivo
porque estamos haciendo otra cosa ahora. Nuestra D/s nunca fue cosa de juegos y
sexo, por eso ahora sigue presente pero de otra manera, adaptada a las
circunstancias, ahora toca escuchar: “Si no estuvieses embarazada la que te
hubiese caído” en vez de que “me caiga”, y ambas cosas son difíciles de llevar,
cada una a su manera.
Sé que ahora echo de menos todo eso, pero también sé que de
aquí a unos meses echaré de menos esas consideraciones especiales, por eso,
aunque eche de menos saboreo cada instante.
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