miércoles, 29 de noviembre de 2017

Pensamientos

Sí, lo reconozco, a veces soy un poco idiota, más que idiota es que vivo tan en mi mundo que olvido ver cómo se trascriben mis palabras al exteriorizarlas a un mundo muy distinto. No, no me arrepiento de haber sacado de mí cada una de las palabras que saqué, pero ahora soy consciente de que existen ojos que las leen y no las comprenderán, porque una misma palabra puede significar muchas cosas si la impregnas de cada vivencia distinta, cada prejuicio, cada sentimiento. Hasta quien crea que me está entendiendo puede que no lo esté haciendo, solo interprete lo que necesita interpretar.


Si algo puedo atribuirme es que me he construido sola, si de algo puedo presumir es de haberme levantado más fuerte de cada tropiezo, de cada cura de humildad, de cada circunstancia adversa. He construido la vida que he deseado de la nada, sin nadie que me abriese el camino… el síndrome del pionero me acompaña a cada paso, y creo que así debería ser para todos pues cada vida, por mucho que se parezca, es distinta a las otras. No me siento capacitada para dar consejos a nadie, contesté cada uno de los correos que me llegaron pidiendo ayuda durante un tiempo, y me quedaba con un pellizco dentro. No es justo para mí, ni es justo para las personas que me escribían, yo no puedo darle a nadie qué hacer pues, suponiendo que llevase razón al 100%, la estoy privando de su descubrimiento, le estoy quitando la posibilidad de hacerse fuerte por sí misma. Porque no ha sido fácil, ni lo es, pero mi camino es tan sólido y maravilloso, que cómo quitarle a nadie la posibilidad de construirse solo. Como madre uno de los métodos que me encantan es el de la Disciplina Positiva, hay un lema del método que me he grabado a fuego “No rescates, empodera”. Son tres palabras que resumen tan bien el problema del mundo, lo que no hemos hecho, son tres palabras que se pueden aplicar a tantas situaciones, a tantas personas, contigo mismo… No podemos privar a nadie de frustrarse, de angustiarse, de enfrentarse a sus propios miedos, de romper sus propios muros, aunque la veas llorar y sangrar mientras. Claro que puedes acompañar, dar calor, poner una mano en el hombro, pero nunca debes intervenir, nunca debes darle unas directrices, pues quizá las mismas que te sirvieron a ti a ella no le sirvan o no es esa la manera de aprenderlas. Aplicado a esos correos que recibo pidiéndome consejo, ayuda… por más que me duela, por más que me den ganas de decir qué hacer, por más agradecida y emocionada que esté por esa enorme confianza depositada en mí, mi manera de acompañar, de dar calor es este blog, es haber contado mi historia a cara descubierta, es dar un lugar en el que ver que alguien lucha por ser libre, por muy incomprensible que sea esa libertad. No estáis solas ni solos, da igual si os sentís así por esa necesidad de entrega, porque no encontráis a la persona adecuada, porque no os gusta vuestro trabajo, vuestra vida… Este no es un blog de BDSM, jamás me cansaré de repetirlo, este es el blog de una persona que jamás se cansará de luchar por tener y disfrutar de la vida que siente que debe tener, el blog de una persona que no se conforma con menos, de alguien que se enfrenta a sí misma, a su ego, que llora, que se angustia, que no ha llegado a la meta porque sabe que no la hay, que hay que trabajarse cada día para pulirse y llegar donde cree que debe llegar.


Agradezco los correos, lo juro, y espero que nadie se sienta mal conmigo por esto, pero no puedo contestarlos, no tengo la autoridad, la energía, ni la potestad para hacerlo.


He decidido enfocar mi vida en mí, he decidido que ha llegado el momento de darme solo a mí, de elegir de verdad a quién darme. No, no ha pasado nada entre Él y yo, sigo siendo lo más Suya que puedo, pero es que no he parado de decir que hay que elegir a quién darse, y efectivamente en apariencia, en cuerpo, en actitud solo me daba a Él, pero la realidad es que mi energía la repartía sin ton ni son, se la daba a quien me la reclamaba, a todo el que yo consideraba que la necesitaba y he ido perdiendo y perdiendo fuerza en un sutil goteo que no he percibido hasta que no se me ha presentado una circunstancia familiar difícil que ha requerido mucho de mí. Y ha sido cuando al abrir el almacén he descubierto que estaba medio vacío, que iba a tener que compartir con esa persona lo poco que tenía. Sé que a veces puede costar entender de qué hablo, pero un ejemplo muy gráfico es que yendo al hospital me hice unas pequeñas rozaduras en los pies, nada muy importante, como las que me he hecho mil veces y que al día siguiente estaban curadas, pero esta vez se me infectaron de una manera desproporcionada, me echaba de todo y nada me curaba, las heridas seguían abiertas, supurando. Prácticamente no podía andar y se me saltaban las lágrimas cuando me ponía los zapatos. Un día mi hija vino a preguntarme algo y me encontró llorando como una niña pequeña sentada en el suelo porque me acababa de quitar la tirita. Me dolió horrores pues se había pegado, pero no lloraba solo por eso “¿Qué te pasa mamá?” “No puedo más, no sé qué me pasa, pero no puedo seguir, estoy agotada” Vino y me abrazó suavemente “Tranquila, no pasa nada”. Fue un abrazo tan cálido, me llenó y me dio un poco de energía, al menos la que necesitaba para continuar ese día… Supe que estaba pagando las consecuencias del derroche, que ahora era yo la que necesitaba que me dieran, incluso mi hija, cuando lo normal es que sea al revés. Ha pasado ya un mes de que comenzara esa circunstancia, ahora todo esta más tranquilo, ahora está en orden, pero aún tengo una herida feilla y con un poco de dolor, nada comparado con lo que fue, pero está para recordarme esa vez que repartí energía sin ser consciente de ello, sin guardarme para mí y para lo importante, esa vez que dejé a mi cuerpo sin la capacidad de sanarse, de regenerarse, de tal forma que estuve más de un mes para curar una simple y pequeña rozadura. Esa herida aún escuece a pesar de que ya he podido descansar, recuperar mi normalidad, pero está para que no olvide sacar una conclusión, que tome medidas para que no vuelva a pasar.


En este mes solo tenía energía para tirar malamente de mí y darle a la persona que realmente lo necesitaba. Nada para Él, nada para mis niñas, era una madre zombie, un animalillo que solo sabía acurrucarse y dormir al lado de su dueño. Aunque admiro lo fuertes que somos como familia, aunque admiro a mis hijas por tener esa autonomía, esa fortaleza que les hacía llevar la situación con normalidad y no reclamarme nada, aunque lo amo con todo mi corazón por comprenderme, por facilitarme la vida todo lo que puede y más, por cuidarme, por no pedir nada, por abrazarme cada noche y dejarme llorar en paz. Aunque esto me ha servido para corroborar lo maravillosos que son, no puedo evitar sacar la conclusión de que esto no puede volver a suceder, que ellos estarían más que dispuestos a ayudarme como lo han hecho, pero yo no quiero llegar al límite en el que me he visto. Por eso ahora sí que no me queda más remedio que dosificar mi energía, darla a quién yo quiero, a lo que yo considere que es realmente importante y sobretodo guardar para mí sin opción a coger de ahí ni un poquito para otra cosa. Al final, es cierto eso de que cuidarte tú es un acto de amor hacia los demás también.


Esto no son más que reflexiones que me han surgido, no sé ni por qué las comparto, bueno sí, porque debo seguir en mi eterna lucha de entender que este es mi blog y puedo publicar lo que quiera, aunque sea un cúmulo de pensamientos que aparentemente no son nada, pero es lo que ahora mismo tengo…