jueves, 28 de abril de 2016

Desear y vivir

Si algo he aprendido en estos años es que a veces lo que deseas, en la realidad no es tal y como lo imaginaste. Que desear no es lo mismo que vivir. Hablo de muchas cosas, no solo a nivel de entrega, es algo que podemos aplicar a todo. Yo antes veía las películas de época, las señoras nobles con esos vestidos tan pomposos, esos corsés ciñéndoles la cintura… me decía lo bonito que hubiera sido nacer en aquellos tiempos. Pero luego llega el día en que te pones un corsé de verdad, rígido pero no tanto como lo eran en esa época y no ves el momento de quitártelo. Pues en todo pasa igual.
En cuanto a la entrega lo he sentido así desde el primer momento. Lo primero que le dije a mi Amo que necesitaba era una bofetada, había fantaseado con ello durante años, cuando me la dio no fue tan maravillosa, me picó la mejilla, me zumbó el oído y las ganas de responder con otra se me agarraron en el estómago. Y poco a poco conforme fuimos avanzando toda fantasía fue sustituyéndose por la cruda realidad. Una frase que me define muy bien es “Nadie me dijo que los azotes dolían” y es cierto, nadie me lo dijo. Sólo los había visto en Historia de O y ni siquiera se llegan a ver, solo los asociaba a mi necesidad, a eso tan maravilloso que era para mí entregarme a alguien. Mis padres nunca me pusieron la mano encima y jamás me castigaron, por lo que yo no sabía a lo que me iba a enfrentar cuando lo pedí. Los primeros azotes fueron un jarro de agua fría, nada de lo que imaginé era tan excitante, al revés, era doloroso. Creo que ese ha sido el origen de mi eterno conflicto con el dolor, tengo asumido que los azotes no me deberían doler pero sí duelen, y mucho. Ahora que ya sé por qué necesitaba entregarme, también entiendo que no sea masoquista, pero hasta ahora ha sido una tortura, como sabréis los que me seguís desde hace más tiempo. Ahora entiendo que yo necesito que los castigos castiguen, que los dolores duelan, pues necesito que cumplan su objetivo: corregir. Por qué me excitaban entonces desde niña, sinceramente creo que es porque, si no me hubiesen atraído como una oscura campaña de marketing, directamente no los hubiese buscado, no me hubiese metido en todo esto, y no me sentiría tan libre como me siento hoy por hoy.
Cuando he preguntado a alguien por qué me lee, en algunas ocasiones me han contestado que porque soy sincera, porque no hablo de la entrega solo como algo idílico y maravilloso, y me alegra oírlo, me alegra ser la que avise de que los azotes duelen. Y es que no faltan por estos mundos idealizaciones, frases que elevan el dolor como un éxtasis mágico, yo no digo que eso no exista, pero no para todos o no como lo comprendemos. A mí el dolor me provoca cosas, me saca emociones, pero precisamente porque duele, porque es duro. Y ya no solo el dolor, no me canso de ver frases, imágenes y demás que se toman los castigos como parte de un juego. Quién no ha leído alguna vez o ha imaginado que el Amo la castiga durmiendo a los pies de la cama. Yo misma cuando lo leía quería vivirlo, hasta tal punto llega la idealización que lees un castigo y lo deseas, olvidando que si es un castigo conlleva una falta previa, no te das cuenta pero lo que estas deseando es fallar para ser castigada. En esto me enorgullece hablar en pasado, ya no lo deseo, podría vivir perfectamente sin dolor o castigo, pero claro, evidentemente no depende de mí.


Hace unas semanas cometí una de esas faltas, había sido vanidosa y soberbia, el Amo se enfadó conmigo, me preparó una manta, una almohada y un edredón a los pies de la cama. Estaba viviendo eso que tanto se idealiza, dormir a los pies de la cama como una perra, quizá es que no soy una buena perra porque no me gustó, no quería estar ahí, quería estar con Él, sintiendo Su cuerpo, a Su lado, y no en el suelo tan cerca y tan lejos de Él. Lloré y lloré muy angustiada y no puedo describir lo que sentí cuando escuché su respiración acompasada, cuando fui consciente de que se había dormido, que aquello no era un juego de un rato, cuando me di cuenta de que todo esto es real, que si te castigan es porque has fallado de verdad, es porque algo debes cambiar de verdad. Quiero que seáis muy conscientes de que siempre hablo desde mi propio conocimiento, desde mi experiencia, desde saber cómo es mi Amo. Si Él te castiga es con un motivo real, quizá las faltas leves se transforman en simples azotes, pero si te castiga de otra forma, de una de esas formas que te hacen reflexionar y angustiarte, ten por seguro que es porque algo debes cambiar, que es porque ha visto algo en ti que no le ha gustado realmente, algo que enturbia todo lo bueno que tengo. Por ello estando a los pies de la cama, sintiéndome tan angustiada entendí muchas cosas, una de ellas es que no somos conscientes de lo que deseamos, de lo que idealizamos ciertas cosas. Yo no os voy a decir que esto es fácil, yo no os voy a decir que es bonito dormir en el suelo a los pies del Amo ¿Por qué lo hago? No lo hago, me dejo hacer, simplemente me dejo guiar porque le pertenezco, porque lo que sí es maravilloso es que te despierte cuando amanece y te deje volver a Su lado, y es maravilloso no solo por volver a sentir Su calidez o Su respiración en la nuca, es maravilloso porque has aprendido una cosa más, te has quitado un nuevo peso de encima, porque vuelves a la cama más liviana, menos soberbia, más libre. Eso sí es bonito.

martes, 26 de abril de 2016

Cántame una nana

Cántame hoy una nana, cántamela por favor. Una nana que hable de hadas y duendes, de magia y de luz. Cántame una nana que me confirme todo lo que siento, toda esta revolución en mi interior. Cántamela tú, porque yo la mía no la he escuchado nunca, la he ignorado, la fui apagando  hasta convertirla en un leve susurro casi imperceptible, pero de repente la oigo fuerte y clara, pero necesito oírte a ti, necesito que me digas que lo sabes, que sabes a qué vine al mundo, que sabes que él es Él, que sabes lo que soy, que crees en lo que cuento.


Cántame una nana por favor que llevo toda la vida esperando oírla, cántamela porque de repente todos mi miedos han desaparecido y ahora quiero certezas. Cántamela por todas aquellas veces que te llamé y no viniste.


Lloraba y lloraba de niña, nadie me entiende, me repetía una y otra vez, nadie cree que las hadas existen, nadie se cree que yo pertenezco más a ese mundo que a este, a ese mundo de luz y energía, nadie se lo creía, yo sí, pero no apareciste y la soledad me hizo quebrar, hizo que olvidara mis certezas, hizo que olvidara que nací con una misión, siempre lo sentí y ahora vienes tú y me cantas que sí. Lo que siempre esperé que vieran los demás en mí lo viste tú a simple vista, sin dudar ni vacilar.


Cántame una nana, cántamela y sosiega los torbellinos de mi interior, sosiega las emociones que se me han despertado. La luz ciega cuando llevas tanto tiempo en las sombras.


Y a veces querría volver a mirar a aquella Ángela niña a los ojos, me gustaría decirle que no se niegue lo que ve, lo que siente, que no atrofie su magia porque ahora me cuesta sacarla de nuevo, ahora me cuesta volver a confiar en que la tengo. Ay Ángela, mi triste y sensible Ángela por qué te dejaste llevar, por qué te pudo más el miedo, por qué te negaste la evidencia.


Cántame las nanas que no me cantaste, cántame lo que soy, tú lo sabes, yo lo sé. Tú tienes mi revelación, esa que me dirá a qué vine aquí. Esa sensación de que tenía que hacer algo y no lo estaba haciendo me consumía. Quizá no era el momento, quizá primero tenía que entregarme a Él, para que me librara del lastre, para que me llevase al punto de madurez y lucidez que me permita empezar a comprender de verdad…


Cántame una nana por todas aquellas que no me cantaste, cántamela por favor…

jueves, 21 de abril de 2016

Todo empieza a encajar

El aire huele a limpio, tenemos la ciudad a nuestros pies, nos sentimos los reyes del mundo en aquel campo de olivos, en nuestra manta. Solo tenemos una mochila con bocadillos y agua, nos besamos, nos lamemos tenemos la certeza de que es dónde tenemos que estar. No somos más que unos críos de 17 y 20 pero cuando nos besamos sabemos más que nadie, pues sabemos de nuestra unión, sabemos quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Cuando era niña mi padre me llevó a aquel sitio y juntos hicimos un círculo de piedras, un cículo mágico con la fe de que en él se concentraba toda la energía del universo. No se lo dije a mi padre pero me prometí a mí misma que engendraría a mis futuros hijos allí, eso no ha ocurrido pero sí he hecho el amor con el padre de mis hijas allí tantas veces que no las recuerdo.


Tenía 17 años, olvidé aquello pero allí estaba en aquel campo, quién sabe si en el mismo lugar, con un chico que apenas conocía de dos semanas jugando, tocándonos, amándonos a pesar de lo poco que nos conocíamos. A veces creemos que las cosas suceden y nada más, sin sentido alguno, que acabamos restregando nuestra carne el uno con el otro en aquel campo porque fue el único que se nos ocurrió, porque fue el que nos pillaba más cerca, pero no es cierto, en aquel campo nos sentimos, nos desnudamos y nos amamos, nos besamos, nos mordimos, nos sonreímos, nos olimos y nos reímos. Vimos el sol ponerse, vimos nuestra vida sin darnos cuenta. Qué tonta fui al no darme cuenta, la adolescencia es compleja, renuncié a mi espiritualidad, renuncié a esa sensación que tenía desde niña de que todo era magia. Y lo peor es que lo vi, cuando giré la cabeza y lo vi por primera vez vi Su magia, pero aislé esa sensación como si fuese anecdótica, como si no fuese algo más que algo bonito que contar.


De niña buscaba duendes y hadas bajos las flores, es algo cierto, siempre busqué y busqué, quería esa magia. De niña quería entregarme, siempre lo supe. Creí que eran cosas aisladas, creí que eran dos Ángelas distintas, una buscando magia y la otra buscando carne, pero qué equivocada estaba. Lo entendí todo al revés. No es que necesitara entregarme a alguien en general, no es que necesitara esa sensación para vivir y que tendría que encontrar a una persona afín. No es que buscase duendes porque sí, no es que supiera que la magia existe por los cuentos que leía, es que lo sabía, sabía que debía buscar algo concreto, un ser concreto.


El mismo día que decidí que no quería saber nada más de los hombres, el mismo día que decidí renunciar a mi búsqueda de entrega, pues entregar mi carne había resultado ser demasiado triste, ese mismo día giré la cabeza y vi Su sonrisa, y sentí lo que sentí, una magia poderosa, algo que me decía que al fin había encontrado a mi ser mágico bajo el trébol.


Ahora no vale de nada lamentarse, pero si hubiese confiado en lo que mi interior me decía hubiese entendido que no nací sumisa, que no era algo que formase parte de mí como característica personal, pues yo siempre supe que era algo mucho más profundo, siempre supe que era algo más. Lo entendí todo al revés, no era sumisa y me encontré a una persona que era Amo sin saberlo, no, nací sabiendo que me entregaría a alguien, que Él aparecería y tendría que entregarme pues no había otra manera de aprender lo que debía aprender, no había otra manera de arrancar todo el peso que arrastraba. No me dí cuenta pero desde niña me preparé para Él, con nombres y apellidos, nací predispuesta a entregarme pues ÉL aparecería para dominarme. Encontrarnos era un pacto que venía de lejos.


Y ahora entiendo por qué tuve esa “suerte” de encontrar a la primera al hombre que sabría guiarme perfectamente y de una manera tan segura. Él nunca supo que quería dominar pero, en cuanto yo la llamé, Su parte dominante apareció tremenda, segura y sin dilación. Él sabía cómo llevarme como si llevase años preparándolo.


Lo llamo Amo porque me siento Suya, pero he dejado de sentirme sumisa o esclava, ahora solo me siento Yo, viviendo la vida que tenía que vivir, dejándome llevar como prometí que haría y dándole amor y entrega a cambio. Lo llamo Amo pero ya sé que no lo es, es algo mucho más importante, Él no lo sabe pero yo sí, es un Guía, hermoso y ancestral, es un ser único que decidió ayudarme a otro nivel.


lunes, 18 de abril de 2016

Trocitos de alma

Mi madre siempre ha dicho que cuando tenemos sexo con alguien le damos un trocito de nuestro alma. Esta afirmación me ha condicionado toda la vida, ya que creo que es completamente cierta.


Siempre hacía que me sintiese mal por ser muy sexual y más cuando comencé a tener relaciones con chicos, pues sentía que esa afirmación me recordaba lo mal que estaba tener sexo con ellos, que me vaciaba al hacerlo. A mi Amo y a mí siempre nos ha gustado tener relaciones sexuales con otras personas. Ha habido veces en las que me he sentido mal tras tenerlas, creía que iba en contra de mi creencia, que a pesar de saber la verdad la ignoraba en pro de un juego simplemente carnal. Pero tras tenerlas con otras personas me sentía increíblemente bien, y entonces me decía a mí misma que merecía la pena olvidar esa afirmación por un rato. Pero, como siempre me pasa, llega un momento en que descubro que lo que siento en profundidad está completamente ligado a lo que siento de forma carnal. Simplemente no estaba viéndolo desde la perspectiva adecuada o lo veía de manera parcial sin comprenderlo realmente.


Ahora más que nunca siento que cuando tenemos sexo, da igual que haya penetración o no, con alguien dejamos un trocito de nosotros en ellos. Siempre he defendido que el sexo era una manera maravillosa de conectar con alguien, de sentir de otra manera pero no sabía explicar realmente el por qué. Quizá si pensaba en la monogamia sabía explicarlo mejor. Se supone que a una pareja le aportas algo, por ello al hacer el amor le das también un trocito de tu alma, pero en cuanto metía el sexo con otros en escena me perdía. Recuerdo la vez que jugamos con una pareja en un club swinger, acabamos teniendo sexo en la misma cama pero por separado, Él con la chica y yo con el chico. Al hablarlo después coincidimos el sentimiento triste que nos quedó, lo que hizo que la afirmación de la que hablamos volviera a mí como un jarro de agua fría y me dejase ante la sensación de estar equivocándome, que no deberíamos jugar con nadie más. En aquel momento lo atribuimos a que esa pareja no eran Amo y sumisa, que ese fue el fallo, pero no, algo me decía que no podía ser eso, para nosotros el D/s no es sexo, por lo que tener sexo “vainilla” nunca nos ha supuesto un problema, mientras nosotros tengamos claras nuestras posiciones da igual cómo nos relacionemos con los demás, o incluso da igual cómo sea nuestro sexo cotidiano. No es la primera vez que digo que me puedo sentir igual de sometida haciendo el misionero “pelao y mondao” que atada y  amordazada. Me puede gustar más o menos pero el sentimiento no cambia por eso. Entonces cuál creo que fue realmente el problema: las personas.


Volviendo al tema que nos ocupa, de repente he entendido que la afirmación “al tener sexo con alguien le damos un trocito de nuestro alma” es una frase que muestra algo maravilloso y muy potente que hay que saber manejar, pues ya no solo está el hecho de que tú das, es que si tú das, también estás recibiendo el trocito de energía de la otra persona. Sé que puede parecer una reflexión tonta y evidente, pero es algo que acabo de entender. El problema no es tener sexo con mil personas en vez de con una sólo, el problema viene en la elección de esas mil personas, pues ya no es solo que te enfrentes a la problemática de dar sino que te enfrentas a que alguien te dé un tipo de energía que no te haga bien. ¿Significa esto que no hagas lo que quieras con quien te dé la gana o que no tengas un rollo de una noche loca? No, probablemente aún me queden muchos despertares siendo consciente de que di energía a quién no la merecía y recibí mierda que no quería, pero al menos ya soy consciente de a lo que me enfrento.


Hoy con esta reflexión me siento como si hubiese descubierto que tengo un superpoder y que tengo que aprender a manejarlo. Si recordáis esta entrada entenderéis mejor de lo que hablo. Es como si supieras que tener sexo con alguien te conecta y eres capaz de llenarlo de algo maravilloso, pero también soy consciente de que ese superpoder lo tienen otros y así, de una manera sexualmente maravillosa, nos vamos llenado de sensaciones y energías únicas. Nos vamos complementando.


A mi Amo lo tengo en un pedestal, y no porque sea mi Amo, sino porque como persona se lo merece. Me hace sentir cosas increíbles siempre pero mucho más cuando me folla. También sé que Él siente que es recíproco. Si yo fuese celosa estaría siendo egoísta y lo estaría privando de dar algo maravilloso y de recibirlo también. Por muy bonita que sea mi energía para Él, es la misma siempre, no puedo privarlo de sentir otras, de nutrirse, de tener trocitos de otras almas como si fuesen pequeñas joyas que complementan un gran tesoro. Es cierto que hasta ahora no era celosa por unos motivos, pero esto que os cuento hoy me hace sentir aún mejor y me hace comprender aún más por qué somos como somos y hacemos lo que hacemos.


Si lo pienso al revés, cuando el Amo decide a quién cederme tiene muy claro a quién sí y a quién no. Yo le preguntaba “¿Por qué a este hombre no me cedería Amo?” y Él me contestaba: “No sé por qué, pero no me gusta su energía, algo me dice que no lo haga” creo firmemente que sabe bien a quién darle una de mis joyitas y a quién no, ya que percibe quién sabrá valorarla y sabe quién me dejará un trocito de carbón.

jueves, 14 de abril de 2016

Tras el arbusto

Enya - Only Time


Hay personas que ven más allá de tu mirada, hay personas que ven lo que realmente te atemoriza, por qué hiciste las cosas. Y te lo dicen, te lo dicen y no puedes hacer más que avergonzarte, sentirte desnuda y descubierta. Puedes ir de supermujer pero alguien te dice que no engañes, que eres una diminuta criatura asustada y encogida tras un arbusto. ¿Qué haces ahí? Levántate y sal. Desnuda eres hermosa, desnuda eres mágica, sal y que el mundo te vea, sal y remueve al mundo.


Los titubeos comienzan, el lloriqueo que me ha acompañado toda la vida, ese quejido estúpido que sabe a excusa: es que tengo miedo, y si no me entienden, y si no me quieren, y si hago mal, y si me miran, y si me critican, y si… excusas y más excusas.


Hay personas que te dicen lo que no quieres oír, te dicen que eres hermosa y debes salir de una vez de tu rincón y afrontar tu camino, que ya está bien de quedarse en la superficie, de dejar salir un poquito de luz y volver a cerrar la puerta. La era de la moderación, la era del miedo ha acabado y debes asumirlo. Hay personas que un día te dicen que solo cuando te rompes renaces, porque quizá no eres tú la que se rompe sino una de las miles de corazas que te has ido poniendo para que la luz no salga.


Levántate y anda, desnuda y libre, sal al mundo y muestráles lo que eres, enseña tu luz, a unos les cegará y a otros les reconfortará, otros te mirarán diciendo “Al fin”. Detrás de un arbusto no se puede ser feliz.


Esta canción me emociona profundamente, recuerdo despertar de niña en el coche con ella de fondo, dormida sobre las rodillas de mi tía tapada con una manta de cuadros roja. Entreabrí los ojos y la vi iluminada llena de magia, era un ángel, yo tenía 5 años y sentía que ella era especial. Cuando la miré en aquel coche con esta canción de fondo nos entendimos de una manera que no sé explicar, la vi hermosa y llena de luz. Satisfecha y plena porque estaba cumpliendo su camino, la belleza que da saber que estás haciendo lo que elegiste hacer a pesar de cualquier consecuencia. Ibamos en aquel coche a ver a una mujer que sanaba, mi tía tenía cáncer y estaba muriendo. Ella sabía que iba a morir, aunque mi madre se hubiese salvado unos años antes con un cáncer terminal. Ella sabía que iba a morir, pero iba a dónde la llevaran simplemente para reconfortar a los que se quedaban, los dejaba luchar por ellos, no por ella. En aquel coche la vi pletórica y tierna, encaminándose a su destino, que no era salvarse de ninguna de las maneras. Quién dice dónde nos lleva nuestro camino, quién dice por qué ha de ser así… mi tía quería morir porque sentía que así debía ser. En aquel coche vi a mi tía desnuda saliendo de su arbusto, qué más da que solo viviese un mes más, vi algo en ella que pocos entenderán.


Quién dice dónde me lleva el camino, da igual, estoy harta de ignorar las señales, estoy cansada de tildarlas de anécdotas bonitas, de decirme a mí misma que lo que he sentido, que lo que siento no son más que invenciones, ya está bien de dar rodeos para no encarar lo que vine a hacer aquí. Estoy preparada, tengo pactos que cumplir, tengo una luz que mostrar, ya no tengo miedo.


Empiezo a atar cabos, en mi vida la única que se ha menospreciado he sido yo, la única que se ha manipulado he sido yo, la única que se ha hecho daño he sido yo… por miedo a lo que realmente estaba sintiendo, por miedo a mi propio poder.


Hay personas que no te dejan seguir yendo de puntillas por la vida, que te dicen que tienes que ser valiente, que tu camino es el que es y no valen las excusas. Siento que tengo mucho que mostrar aún, estoy llena de ganas y valor.


Ahora mismo siento que los golpes y la dureza eran necesarios conmigo pues no había otra forma de romper la coraza que me recubría, no había otra forma de sacarme de esa crisálida de miedos y angustias, no había otra forma de arrancarme el disfraz que me había puesto para no ser lo que de verdad soy. Por eso Él tenía que aparecer, por eso cuando giré la cabeza y lo vi sonreír por primera vez vi la misma luz que cuando desperté en aquel coche y vi a mi tía.

lunes, 11 de abril de 2016

La gente folla y muere

Si pudiera elegir, elegiría morir follando, morir tras un orgasmo, salvaje e intenso. Morir en el placer, morir tocando el cielo, moriría cerca y el viaje sería corto. Galopar sobre unas caderas, con el dolor de los huesos y la vejez, con el sudor rodando por una piel arrugada y llena de historia, la historia de alguien que hizo lo que le dio la puñetera gana. Si pudiera elegir elegiría morir juntos en un orgasmo, un orgasmo lleno de pasión y unión, haciendo lo que más nos gusta. Que nos encontraran inertes el uno sobre el otro, y que el periódico gritara al día siguiente que dos ancianos murieron haciendo el amor, que el periódico le gritara al mundo una historia de sexo y muerte. Justo aquello que no quieren oír. Y es que la gente folla y muere, es algo inevitable, la gente se corre y da últimos suspiros. Y, aunque no quieran aceptarlo, son los momentos más lúcidos del ser humano, los momentos en los que la carne conecta con su lado divino, por eso asusta, porque la verdad da miedo. Por lo que he vivido, por las personas a las que vi morir, por los orgasmos que he tenido y por las personas que me cuentan cómo son los suyos, puedo afirmar que justo en el momento del orgasmo y justo en el momento de morir estás en paz. Nada atenaza  la mente, nada da miedo, no importa ser feliz o no, solo hay expansión, estás tú y solo tú. Porque las personas follamos juntos pero nos corremos solos.


Si pudiera elegir, elegiría morir desnuda tal y como llegué al mundo el día que mi madre me parió, tal y como corrían los primeros hombres por la primera tierra. Desnuda y bella, bella en mi vejez, con la cara iluminada y sonriente. Bella y bien follada, conectada a Él, conectada a la verdad humana: follamos y morimos.

Podemos negarlo, podemos intentar que los niños no se enteren, hacerles creer que el sexo no existe, que la muerte no existe, que los bebés vienen de París y el perro se ha ido a una granja. Pero les estaremos negando su naturaleza, les estaremos negando un aprendizaje progresivo, una información inevitable y vital. Y es que ese niño ya adulto follará y morirá, porque la vida es así. Porque el instinto pide sexo y el tiempo corrompe la carne. Venimos y nos vamos, y no pasa nada, esto es solo un teatro, es solo la escena de una de las mil películas que viviremos. En el éxtasis y el lecho de muerte lo sabemos, y eso da miedo.

Si pudiera elegir, elegiría morir en Su cama, en Sus sábanas entre Sus brazos… mi última palabra sería un “Gracias” gemido y profundo, un gracias por dejarme ser natural y salvaje, por dejarme morir conectada y pletórica, por dejarme ir colmada de placer y divinidad, por algo me siento una diosa sobre Sus caderas. Sí, mi última palabra sería un “Gracias”, por dejarme morir llena de poder, el poder de una diosa del sexo y la muerte.


 Ay, si pudiera elegir... elegíría que mi última visión antes de morir fuera la de Su sonrisa de paletas torcidas...


Al día siguiente los periódicos le gritarían al mundo una verdad dura y preciosa: la gente folla y muere.

martes, 5 de abril de 2016

Autoestima

Siempre hablo de que llevamos 11 años juntos, 7 como D/s, siempre os cuento que pasé por una depresión y que sólo como Amo pudo ayudarme ¿Y en los años anteriores qué? ¿Pasó de mí? ¿Me dejaba llorar y sufrir sola? No, todo lo contrario, siempre ha estado conmigo, siempre ha sido mi apoyo incondicional, lo único que cambió fue la forma de ayudarme. En nuestros años “vainilla” nunca fue duro conmigo, me trataba con todo el cuidado del mundo, cuando yo me sentía la peor persona del mundo Él me recordaba todo lo bueno que yo tenía, quería hacerme ver lo maravillosa que era, quería que desviara la atención de aquello que no era tan “bueno” porque no era perfecta, como nadie lo es, Él quería que me aceptara y para ello trataba de elevarme el autoestima destacando lo bonito que tenía. Pero eso no sirvió de nada, los paños calientes, destacar sólo lo bueno de alguien no ayuda a mejorar, calma momentáneamente pero es "pan para hoy y hambre para mañana". Todo cambió cuando se convirtió en mi Amo, ahí se sentía seguro de mí, sabía que era Suya y que tenía mi permiso para ser duro, digamos que dejó de importarle hacerme llorar, cosa que siempre había intentado evitar en nuestra relación. Cuando hablo de lo mucho que me ha ayudado a crecer como persona no hablo de las caricias en el lomo, no hablo de los abrazos cuando lloraba, también los ha habido pero han sido recompensas no ayuda. De lo que hablo es de lo directo que ha sido todos estos años mostrándome en qué fallaba como persona, era la dureza de mostrarme las consecuencias de mis angustias, el daño que le hacía a los que me rodeaban, el daño que me hacía a mí misma siendo soberbia, cobarde y mentirosa. Y es cierto que Él es una pieza clave en todo este proceso que he vivido para salir de la depresión y crecer como persona, pero aunque suene mal ha sido una herramienta, no un fin en sí mismo. ¿A qué me refiero con esto? Que aunque lo que me motivaba para seguir era ser la mejor versión de mí misma para Él, lo cierto es que la beneficiaria real era yo. Todos sus castigos, Sus palabras duras han sido realmente por mí, porque me amaba y quería dejar de verme sufrir. Es igual que cuando educo a mis hijas, les enseño a ser ordenadas, les regaño si dejan sus juguetes desordenados y no los cuidan, a simple vista puede parecer que los recogen y obedecen por mí, para que mamá no les regañe, para que mi casa esté ordenada y porque se ponen contentas porque yo las felicito si lo consiguen. Pero esa no es la finalidad, es solo el medio para que en un futuro ellas puedan tener su propia vida, de una manera ordenada, que aprendan a cuidar las cosas, a valorarlas y se sientan bien con ellas mismas al hacerlo. Pues la misma sensación tengo yo con el Amo, siento que me ha guiado para que mi autoestima crezca, para moldearme a la mejor versión de mí misma, aunque a simple vista pueda parecer que me ha moldeado a Él. Si yo nos visualizo energéticamente no me siento débil o con menos poder que Él, me siento igual de fuerte que Él, dos personas completas juntas, pero eso es en el fondo, porque yo desde esa fuerza individual sé cuál es mi sitio, sé que Él es superior a mí, sencillamente es que en esta vida mi papel es otro, es ser su apoyo, he nacido para ir tras Él. Pero no como una sierva temblona, asustadiza y débil que sigue al Amo por dependencia y miedo a vivir sola, sino como una sierva hermosa, recta, fuerte, con la cabeza bien alta, que desde su fortaleza sabe cuándo y ante quién agacharla.


El autoestima es algo fundamental en la vida, y no se crea a base de halagos, se crea desde la sinceridad en lo bueno y en lo malo, se crea siendo estricto y duro. Eso sí, nunca hay que confundir esto con la crueldad, es muy distinto, la crueldad no busca la ayuda ni es aceptación. Cuando mi Amo me decía: “Ángela, eres soberbia y egoísta” los torbellinos se desataban en mí, enseguida quería justificarme, quería buscar mil explicaciones para rebatírselo, para demostrarle que se equivocaba y que dejase de pensar eso. Y lo intentaba porque mi pensamiento era: “Qué mal está ser soberbia, y mucho peor está que Él lo piense de mí” y eso es sufrir y engañarse. Hasta que no dejé de intentar demostrarle que no era egoísta no pude aceptar que lo era y desde ahí cambiarlo. Somos humanos, todos tenemos “defectos” o partes a equilibrar, cuanto antes aceptemos eso menos tiempo pasaremos sufriendo y más disfrutando el camino del crecimiento personal. Mi autoestima baja se debía a que no aceptaba mis fallos pero en el fondo sabía que estaban ahí. Cuando rechazas algo tan tuyo y te castigas por ello lo único que sale es una persona que cree que es un monstruo. Yo salí de mi depresión gracias a Él, pero salí por mí, con mi esfuerzo, por mi empeño de llegar a dónde Él quería llevarme. Somos un equipo, no soy la persona que soy ahora sólo por mi trabajo o sólo por el Suyo, hemos sufrido los dos, no hemos esforzado los dos. Él siempre ha buscado que me entregue por mi propia voluntad y en todo mi esplendor, es fácil dominar a una persona débil y asustada, cogerá cualquier cosa que le des y dependerá de ti porque no se creerá merecedora de más. Pero cuando tienes a una persona fuerte, plenamente consciente de sus capacidades, de lo que se merece y lo que no… y decide entregarse a ti, eso sí tiene mérito y solo desde ahí se puede tener una relación sana. Escribiendo esto me doy cuenta de por qué muchos juzgan y rechazan el 24/7 como si fuese algo que acaba dañando y siendo tóxico, porque dan por hecho que la entrega se convierte en dependencia emocional, creo que esas palabras esconden un prejuicio que aunque se nieguen está ahí: las personas sumisas son débiles. Yo hablo de mi vida, es de lo único que puedo hablar, y en mi caso ha sido al revés, he pasado de tener una relación tóxica a una relación sana y ha sido gracias a que Él me ha querido, me ha valorado y en todo momento ha sido consciente de que era fuerte, tan fuerte como para poder escuchar la dura verdad.


Es cierto que no tengo límites, que puede hacer conmigo lo que le dé la gana pero si vuelvo la vista atrás la mayoría de castigos, de malos momentos, no han sido para moldearme como sumisa para que hiciese esto o aquello, casi todas las lágrimas que me ha hecho derramar han sido para hacerme crecer. Cuando me he puesto pesada no me ha callado con una simple orden, sabiendo que aunque me mantenga callada de voz, mi cabeza sigue dale que te dale, Él siempre ha intentado erradicar los pensamientos negativos que hacían ponerme pesada. Hoy en día rara vez me pongo pesada y no porque me dé miedo el castigo, en verdad aun así se lo tendría que contar por su ley de la sinceridad absoluta, rara vez me pongo pesada porque ya rara vez me asaltan los miedos, angustias e inseguridades que me asaltaban antes. Esa es la diferencia, soy buena perra no por callarme, sino porque gracias a Él no tengo las angustias que me hacían hablar. Es solo un matiz pero un matiz muy importante, es la diferencia entre vivir reprimida y vivir tranquila, en paz.


Para terminar quiero dejar un mensaje muy claro y directo: busca crecer de una manera profunda por ti, gracias y a través del Amo, pero por ti. Solo así una D/s no será tóxica.

viernes, 1 de abril de 2016

La Iglesia del BDSM

Es algo que me planteo constantemente: ¿Por qué el BDSM me da tanto coraje? ¿Por qué no puedo dejar de sentir que es una comunidad, por mucho que me repita que esa comunidad no existe? Pero es que sí existe, ya que todos hablamos como si fuese real, para bien o para mal. El BDSM es una serie de definiciones y conceptos, el BDSM es un conjunto de personas que asumen eso como real, como cierto y prácticamente inamovible. El otro día andaba indignada, a mis amigas les hace mucha gracia escucharme así, y a mi me desahoga mucho soltar uno de mis monólogos indignados. Así que les mandé un audio expresando mi malestar. Me dijeron muchas cosas, cosas que me calmaban superficialmente pero no llegaban a responder mi eterna pregunta. Una de ellas hizo una asociación entre el BDSM y la Iglesia y entonces todo encajó, al fin pude definir por qué me sentía así ante el BDSM.
Entré en un colegio religioso con 2 años y salí con 14. Salí por mi propia decisión, necesitaba hacerlo ya que empezaba a ahogarme. Uno de los motivos más importantes fue porque mi forma de entender la vida, de entender la espiritualidad, chocaba demasiado con la Iglesia y lo que allí me enseñaron. Yo tengo mi fe, creo en algo a lo que a veces llamo Universo, otras veces Vida, podría llamarlo la Diosa Madre, o Dios… da igual cómo lo nombre. Creo en una energía, algo invisible e intangible de lo que formamos parte, no es algo ajeno a nosotros, no es como una persona superior que nos crea, nos maneja o nos castiga. Pero bueno, eso es otro tema, a donde quiero llegar es que siempre he estado en conflicto con la Iglesia y no por ser atea, he chocado con la Iglesia por querer unificar un sentimiento, por querer llenarlo de ritos obligatorios para llegar a esa espiritualidad. Entiendo a las personas a las que esos ritos las acercan a ese sentimiento, ya sea rezando un rosario, como orando en la iglesia… pero lo que me da coraje es que haya la sensación de que sin la Iglesia ese sentimiento espiritual no existe o no puede ser vivido y alcanzado. Es como si quisieran unificar esa espiritualidad que cada uno siente de su manera, en una sola forma de vivirlo, de verlo, y encima añadir dogmas, prohibiciones, castigos… frases del tipo “Eres bueno porque vas a misa””Eres malo porque has tenido relaciones sexuales fuera del matrimonio” pero qué tonterías son esas, que yo sepa los humanos nacimos desnudos, sin ritos ni dogmas, los humanos nacimos animales e instintivos, y una cosa es evolucionar y otra muy distinta dejarnos controlar por interpretaciones absurdas de hombres y perder con ello nuestra naturalidad. Cuando era niña y le decía a las monjas mis conflictos con la Iglesia y mi fe, les hacía preguntas “tontas” que no me terminaban de cuadrar del tipo: "Si existe el infierno y las personas que no son buenas y no siguen las normas que, según la Iglesia, dictó Dios “el único y verdadero” ¿Todos los hombres y mujeres de la prehistoria están allí por no haberse casado pero sí haber tenido hijos?” Ay, qué tiempos aquellos, las volvía locas y sus caras eran un cuadro, pobres…


Pero volviendo al tema que nos ocupa, me he dado cuenta de que el BDSM me provoca la misma sensación que la Iglesia, intenta hacer tangible lo intangible. Intenta definir un sentimiento abstracto, intenta atraparlo en prácticas y dogmas, en normas y prohibiciones… intenta monopolizar sentimientos parecidos pero a la vez muy distintos. Al igual que pasa con la espiritualidad, la entrega se puede alcanzar de mil maneras distintas, aguantando el dolor de los azotes, de las agujas, callándote cuando te lo ordenan, obedeciendo sin chistar, siendo un apoyo incondicional, dejando que te sodomicen… da igual, es un sentimiento, algo que no se ve y que cada uno lleva a su manera, las prácticas ayudan a hacerlo más presente e intenso en algunas ocasiones, pero sin ellas sigue existiendo.
Me habréis oído decir muchas veces que no formo parte del BDSM y muchas personas me han insistido en lo contrario, pero ahora tengo más claro que nunca que por estar dominada y vivir una D/s, por querer entregarme, no formo parte del BDSM, no con lo lleno de normas, rituales “obligatorios”, definiciones, patrones y clichés que hay en él, de la misma manera que creer en Dios no te hace automáticamente miembro de la Iglesia.
Voy a seguir viviendo mi espiritualidad a mi manera y usaré palabras como Universo, Dios, Vida, Fe… cuando sea necesario, pero por mera comunicación, al igual que usaré D/s, Amo, sumisa, esclava… Y es que al final siempre llego a la misma conclusión: no sé hasta qué punto las palabras fueron evolución, sólo consiguen encasillarnos y delimitar lo que no debe ser limitado, intentan unificar algo tan subjetivo como son los sentimientos. Las palabras son el verdadero problema de comunicación entre personas. Pero voy a ser justa, no atribuiré a las pobres palabras la culpa de la manía humana de intentar atrapar todo con ellas, de controlarlo todo, aún sabiendo que pierde muchos matices y sensaciones increíbles con ello.