jueves, 21 de abril de 2016

Todo empieza a encajar

El aire huele a limpio, tenemos la ciudad a nuestros pies, nos sentimos los reyes del mundo en aquel campo de olivos, en nuestra manta. Solo tenemos una mochila con bocadillos y agua, nos besamos, nos lamemos tenemos la certeza de que es dónde tenemos que estar. No somos más que unos críos de 17 y 20 pero cuando nos besamos sabemos más que nadie, pues sabemos de nuestra unión, sabemos quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Cuando era niña mi padre me llevó a aquel sitio y juntos hicimos un círculo de piedras, un cículo mágico con la fe de que en él se concentraba toda la energía del universo. No se lo dije a mi padre pero me prometí a mí misma que engendraría a mis futuros hijos allí, eso no ha ocurrido pero sí he hecho el amor con el padre de mis hijas allí tantas veces que no las recuerdo.


Tenía 17 años, olvidé aquello pero allí estaba en aquel campo, quién sabe si en el mismo lugar, con un chico que apenas conocía de dos semanas jugando, tocándonos, amándonos a pesar de lo poco que nos conocíamos. A veces creemos que las cosas suceden y nada más, sin sentido alguno, que acabamos restregando nuestra carne el uno con el otro en aquel campo porque fue el único que se nos ocurrió, porque fue el que nos pillaba más cerca, pero no es cierto, en aquel campo nos sentimos, nos desnudamos y nos amamos, nos besamos, nos mordimos, nos sonreímos, nos olimos y nos reímos. Vimos el sol ponerse, vimos nuestra vida sin darnos cuenta. Qué tonta fui al no darme cuenta, la adolescencia es compleja, renuncié a mi espiritualidad, renuncié a esa sensación que tenía desde niña de que todo era magia. Y lo peor es que lo vi, cuando giré la cabeza y lo vi por primera vez vi Su magia, pero aislé esa sensación como si fuese anecdótica, como si no fuese algo más que algo bonito que contar.


De niña buscaba duendes y hadas bajos las flores, es algo cierto, siempre busqué y busqué, quería esa magia. De niña quería entregarme, siempre lo supe. Creí que eran cosas aisladas, creí que eran dos Ángelas distintas, una buscando magia y la otra buscando carne, pero qué equivocada estaba. Lo entendí todo al revés. No es que necesitara entregarme a alguien en general, no es que necesitara esa sensación para vivir y que tendría que encontrar a una persona afín. No es que buscase duendes porque sí, no es que supiera que la magia existe por los cuentos que leía, es que lo sabía, sabía que debía buscar algo concreto, un ser concreto.


El mismo día que decidí que no quería saber nada más de los hombres, el mismo día que decidí renunciar a mi búsqueda de entrega, pues entregar mi carne había resultado ser demasiado triste, ese mismo día giré la cabeza y vi Su sonrisa, y sentí lo que sentí, una magia poderosa, algo que me decía que al fin había encontrado a mi ser mágico bajo el trébol.


Ahora no vale de nada lamentarse, pero si hubiese confiado en lo que mi interior me decía hubiese entendido que no nací sumisa, que no era algo que formase parte de mí como característica personal, pues yo siempre supe que era algo mucho más profundo, siempre supe que era algo más. Lo entendí todo al revés, no era sumisa y me encontré a una persona que era Amo sin saberlo, no, nací sabiendo que me entregaría a alguien, que Él aparecería y tendría que entregarme pues no había otra manera de aprender lo que debía aprender, no había otra manera de arrancar todo el peso que arrastraba. No me dí cuenta pero desde niña me preparé para Él, con nombres y apellidos, nací predispuesta a entregarme pues ÉL aparecería para dominarme. Encontrarnos era un pacto que venía de lejos.


Y ahora entiendo por qué tuve esa “suerte” de encontrar a la primera al hombre que sabría guiarme perfectamente y de una manera tan segura. Él nunca supo que quería dominar pero, en cuanto yo la llamé, Su parte dominante apareció tremenda, segura y sin dilación. Él sabía cómo llevarme como si llevase años preparándolo.


Lo llamo Amo porque me siento Suya, pero he dejado de sentirme sumisa o esclava, ahora solo me siento Yo, viviendo la vida que tenía que vivir, dejándome llevar como prometí que haría y dándole amor y entrega a cambio. Lo llamo Amo pero ya sé que no lo es, es algo mucho más importante, Él no lo sabe pero yo sí, es un Guía, hermoso y ancestral, es un ser único que decidió ayudarme a otro nivel.


2 comentarios:

  1. Precioso, como siempre.
    Tus entradas guían nuestros días.
    Muchísimas gracias.

    ResponderEliminar
  2. Qué entrada más bonita y qué felicidad irradias.
    Da gusto leerte.
    Disfruta, preciosa, que merecido lo tienes.
    Besos para ambos :)

    ResponderEliminar