martes, 15 de octubre de 2013

Sexo

Sexo, sexo, sexo... quiero sexo, del sucio, salvaje, animal, del de darse besos fuertes, tan descontrolados, que los dientes se chocan. El sexo de las guarradas al oído y gritadas. Sexo de sentir el cielo teniendo el infierno en la entrepierna. Sexo de estar quieta mientras juega con mis pezones mirándome lascivo, del que recorre mi cuerpo con Sus manos mientras decide por dónde me folla. Quiero nuestro sexo intenso, del que a la bofetada le sigue una lengua invadiendo mi boca. Obsceno y vulgar, pero que juntos lo elevamos a obra de arte. Sexo del de follar como perros, a cuatro patas, tirándome del pelo. Sexo de humedades, salivas y flujos, del de olores fuertes a sudor y excitación. Del que gusta hasta hacerte llorar. Esa magia de combinar movimientos lentos y profundos, con cortos y fuertes. Ese sexo en el que me siento vulnerable y una diosa, a partes iguales. Sexo de "Amo no puedo más, no puedo más, lo siento lo siento" y correrme sin remedio, viendo como Él se retuerce derramándose dentro de mí, con tanto placer acumulado, que sufre a la vez que disfruta. Sexo del que tienes que ducharte con agua fría para limpiarte y calmar la inflamación, el ardor del cuerpo. Ese sexo del que al terminar sólo te deja balbucear palabras, no puedes decir ni un "Buenas noches". Del que te duermes sintiéndote la persona más afortunada del mundo. Ese sexo...

lunes, 7 de octubre de 2013

Sentirse sumisa

En estos años que llevo intentando materializar mi fantasía de sumisión, he aprendido a diferenciar sentimientos. Por un lado está el deseo desde pequeña, una fantasía que siempre ha estado ahí, por otro lado está mi deseo sexual, el que se satisface con un juego o reproduciendo una situación en un momento concreto pero que acaba y no se extiende a tu vida fuera de la cama. Y por último y más importante está el sentirte sumisa, saber que realmente lo eres, que perteneces a alguien, y se manifiestan esas sensaciones que te llenan por dentro. Por mi propia experiencia, y por lo que a veces veo, las sumisas tendemos a "exigir" a nuestros Amos que nos hagan sentir así, les exigimos ciertos comportamientos que nos recuerden que les pertenecemos, cogemos una postura un tanto cómoda, en la que si no me castigan, si no me recuerdan que siga con el protocolo, el Amo lo hace mal, me frustro porque no me hace sentir sumisa.
Yo sufrí mucho con eso, actuaba mal, esperando ese castigo que me hiciera sentir, no cumplía los protocolos esperando una orden que me recordara mi sumisión... y mi Amo se frustraba, y volvíamos a la rutina de pareja normal. Hasta que me di cuenta de que igual que yo necesito que me hagan sentir sumisa, en algunos momentos, Él necesitaría que lo hicieran sentir Amo, necesitaría ver que tiene autoridad real, que sus castigos tienen efecto, sirven para algo. Supongo que tiene que ser triste ver, que te esfuerzas en educar a una sumisa y que ésta se lo toma a pitorreo, al igual que tiene que ser agotador ver que todo depende de ti, que si no estás constantemente encima de ella, ella no te hace caso, que solo tu soportas el peso de una relación D/s.
Cuando llevábamos épocas sin un atisbo de D/s, me hundía, y llorando hablaba con mi marido y le decía que no quería que esto fuese sólo una fantasía, que no quería que fuese solo un juego ocasional, le echaba en cara que nuestra relación era como una teatro de sumisión y dominación que no terminaba de profundizar, que al final siempre se extinguía. Hasta que llegó un momento en que una bombillita se encendió en mí, abrí los ojos un poco más y comprendí que la que no se tomaba en serio todo aquello era yo, que no paraba de repetir una y otra vez que era sumisa, y mientras yo parloteaba palabras vacías, Él se convertía en un Amo, pero yo no en una sumisa. No cumplía mi palabra, no seguía los protocolos si Él no me lo recordaba, no actuaba si no me lo ordenaba, era un robot, no una sumisa.
Recuerdo el primer gesto que hice como tal. Él se estaba duchando, me senté a esperar a que terminara, cogí el albornoz y se lo puse al salir, "Aquí tiene Amo", Él me besó orgulloso cogiéndome de la barbilla "Muy bien, así me gusta". Mi Amo no me había ordenado nada, no me había castigado, no había interactuado conmigo para nada... pero yo me sentí más sumisa que nunca. Y es ahí donde empecé a entregarme de verdad, cuando Él fue poseyéndome cada vez más, cuando juntos comenzamos a hacer de nuestro matrimonio, de nuestra rutina, una relación D/s real, sin descansos, sin forzar... y es que ahora Él me domina y yo me someto de manera natural.
Ahora sé que "sentirse sumisa" no es lo que siento cuando Él me ordena que le bese los pies, es un deseo intenso e irrefrenable de tirarme al suelo y besárselos.

viernes, 4 de octubre de 2013

El adiós a mis fantasías

Las fantasías siempre me han fascinado, he tenido millones de ellas. Desde pequeña, por las noches me quedaba dormida fantaseando, secuestros, colegios de niñas internas, una enfermera severa… Siempre han formado parte de mí, pero hace mas o menos un año comenzaron a disminuir, lentamente se han ido extinguiendo y ahora sólo quedan restos de ellas… sinceramente es algo que me preocupaba, disfrutaba mucho con ellas, con esas situaciones imposibles que me excitaban. Desde hace un año, me siento mal cuando fantaseo, siento que traiciono a mi Amo con “otros/as”. No comprendía bien este fenómeno, me angustiaba, pero ayer lo comprendí… Aunque llevamos cinco años intentando hacer del D/s nuestra forma de vida, fue hace un año cuando algo cambió, hasta ese momento habían sido intentos, ajustes, mi Amo no era Él, era el Amo que yo deseaba y que intentaba amoldar a esa imagen de mi cabeza… pero hace un año, Él empezó a definirse, ya no era “mi Amo soñado” era un Amo, con sus gustos, formas y caprichos, y era yo la que me tenía que adaptar a eso, por algo era la sumisa. Y aquí es cuando empezaron los grandes momentos, empecé a sentir la incomodidad de la verdadera sumisión, la que te obliga a hacer cosas que no te apetecen en un momento que no es el adecuado para ti.
Mi Amo comenzó a meterse en mi mente, sin darme cuenta la conquistó, tanto, que si fantaseo con otras situaciones de secuestradores, enfermeras y demás, soy consciente de que no son mi Amo, que si fantaseo con mi Amo haciéndome determinadas cosas, sé que no es real, porque a Él quizá no le gusten. Todo esto puede parecer algo malo, negativo, pero hoy lo veo claro, simplemente es un cambio, en la vida hay que madurar y avanzar, aunque lo anterior nos gustara no podemos aferrarnos a ello. Mis fantasías se están volviendo más maduras y realistas, tanto, que me da miedo imaginarlas, tendría que contárselas a Él y probablemente se cumplirían, y me asusta… me asusta porque otra cosa que he descubierto de las fantasías es que en la cabeza son mucho más llevaderas que en la realidad.
Así que ahora no fantaseo tanto, mezclo deseos con recuerdos, recuerdos de las que ya he cumplido, recuerdos de las que mi Amo ha cumplido conmigo. Y me doy cuenta de que todas las fantasías que me han acompañado desde pequeña eran una manera de dar salida a mi sumisión, darle forma para no estallar, para no sufrir de más, eran un reflejo de lo que anhelaba… por eso se están marchando, o están cambiando, porque la sumisión ya es mi forma de vida, ya no tengo que desearla, sólo vivirla.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Una edad difícil

Las fantasías rebosaban en mi cerebro, el suelo del baño estaba frío, mi entrepierna ardía, me tocaba con los ojos cerrados, imaginando que no eran mis manos las que lo hacían, que no eran unas delgadas y temblorosas manos adolescentes las que me daban placer, sino unos dedos rudos, fuertes y masculinos los que acariciaban mi coñito… Un sentimiento profundo y amargo me embargaba, fantasear era delicioso y traicionero, siempre me gustó conseguir lo que me proponía y ese deseo, en ese momento, me parecía imposible de cumplir. Me incorporé sudorosa, sentada en el suelo miré a mi alrededor, qué podía hacer… Y lo supe, luchaba contra lo que sentía y necesitaba, la lógica no encontraba sentido a todo aquello, pero el instinto me gritaba, me empujaba histérico… Con el inodoro cerrado, apoyé mi estómago en la tapa, el frescor de la misma erizó mi piel y pezones, lo que no ayudó a sofocar mi excitación. Me imaginaba en las rodillas de un hombre, agarraba mis nalgas fuerte, me las pellizcaba, clavaba las uñas en la carne, me dolía, pero no podía parar… Necesitaba ese dolor para calmarme, estaba enfadada conmigo misma por someterme a todo aquello, necesitaba inflingirme castigo por toda aquella extraña lujuria, no entendía porqué yo era distinta a mis amigas de 14 años, porqué yo sentía esas cosas, el estar en un colegio de monjas no ayudaba mucho, sentía el pecado corriendo por mis venas, envenenándome con pensamientos que me atormentaban pero que me liberaban… Y entonces rompí a llorar, lloré por el daño en mis nalgas, lloré por lo ridícula que me veía encima del water, por lo ridícula que era mi lata de nesquik donde guardaba objetos cotidianos a los que yo le daba un uso más perverso, y sobretodo lloré por que necesitaba que la puerta de mi baño se abriera de repente, y ese hombre de mi cabeza se manifestara, me agarrara del pelo y me reprendiera por ser una niña sucia, necesitaba que ese hombre al que le pertenecía en mis fantasías fuera real, rogué con el sabor de las lágrimas en mis labios, recé porque sucediera un milagro oscuro y perverso, lo necesitaba tanto… la puerta no se abrió, la realidad me abofeteó todo lo fuerte que pudo, ese hombre no existía...


Mi cuerpo se relajó, dejé mis brazos colgando, estaba abatida, triste, con una amargura poco propia de una niña de mi edad. Sin ganas de nada recogí el baño, me di una ducha y me vestí, mi madre pronto llegaría a casa y yo tenía que volver a ser la niña “normal". Con mi oscuro secreto guardado bajo llave.