miércoles, 26 de julio de 2017

La entrevista

https://youtu.be/_N6GmGG_1Ck

 

Ahora que ya han pasado dos semanas desde que se publicó este vídeo creo que es momento de hacer balance de esta experiencia. Como ya sabía hubo muchas partes que tuvieron que ser eliminadas, había que resumir tres horas en media. Por ello he decidido contestar algunas de esas preguntas por aquí para poder profundizar un poco más, lo iré haciendo en distintas entradas. Por otro lado yo tenía miedo a los comentarios, me puse en lo peor, creí que una horda de personas irrespetuosas me escribirían de todo. Pero cuál fue mi sorpresa cuando esa horda nunca apareció. La mayoría de esos comentarios eran muy positivos, e incluso los que no estaban de acuerdo o no entendían mi forma de vida lo manifestaron de forma respetuosa y pude mantener pequeños debates con algunos, debates de los buenos, de los que te nutren. Aún estoy digiriendo esa tolerancia, me doy cuenta que en esta vida hay de todo, pero de lo bueno hay mucho, solo que lo malo hace más ruido. Sigo creyendo que la vida me mima mucho, en todos los años que llevo “exponiéndome” en redes sociales, blog y demás… nunca he sido el objetivo de personas cerradas, ni de insultos o acoso de ningún tipo. Quizá alguna cosa no me haya gustado o me haya enfadado, pero no lo recuerdo porque han sido hechos aislados que tampoco me han hecho daño. Por supuesto que he leído cosas que no me han gustado, pero dirigidas a un colectivo con el que me haya sentido identificada pero hacia mí concretamente no lo he vivido nunca. Así que esta experiencia me ha confirmado que hay más tolerancia de la que a veces creemos.


Por otro lado no puedo estar más agradecida a todas esas personas que me han escrito al correo, que me han contado cosas que no han contado a nadie. Es todo un honor que hayan tenido esa confianza en mí. Esta parte quizá sea la más “exigente” para mí, porque he intentado poner en cada contestación lo mejor que tenía para cada persona, he sentido la responsabilidad de responder a esa confianza que han depositado en mí. Hay muchas personas que me han dicho lo aliviados que se han sentido al ver el vídeo… y ese era mi objetivo desde el principio, así que más feliz no puedo estar por haberlo logrado.


En mi círculo cercano no he tenido más que buenas palabras, mi madre, mi padre, el marido de mi madre, mi tía, mis amigas, las madres del cole… todos me dijeron cosas preciosas tras ver el vídeo, y supongo que os haréis una idea de  lo importante que es eso para mí. Antes de grabarlo ya sabía que contaría con su apoyo, pero sentirlo a la hora de la verdad emociona.


¿Y a nivel personal? Esto es más complejo, ese vídeo para mí ha sido y es una experiencia que me ha aportado varias sensaciones y conclusiones. Me ha hecho ver que soy muy exigente conmigo misma, me ha hecho ver que la imagen que tengo de mí no es igual a la que transmito. Eso ha sido una gran lección, me ha hecho relajarme un poco, aceptarme y valorarme un poquito más. Por otro lado cuando lo grabé sentí que cerraba un círculo, que quizá esa sería la última vez que hablase de BDSM, pero aquí llega lo complejo, para ti es un círculo que se cierra, pero para otros eres un círculo que se abre. Evidentemente de lo que me preguntan es sobre BDSM, habrá nuevos lectores, nuevos seguidores en Twitter que me han buscado por ese tema y yo siento que merecen respuesta. Tengo que ser realista, sabía que eso sucedería, que yo ya no tendría la necesidad de hablar de ello pero otras personas sí tendrían necesidad de que lo hiciese. Así que ahora tengo que llegar a un punto intermedio, tengo que llegar a esa capacidad para transmitir todas las partes que me componen. Es fácil decir: voy a hablar solo de sumisión, pero es que mi concepto y sensaciones respecto a esta han mutado, han crecido y han llegado a otro nivel. Quizá por eso sentí que era un círculo que se cerraba, porque resumí todos estos años en los que viví el BDSM a un nivel profundo pero más superficial. Pero ahora he trascendido esos sentimientos, he descubierto que mi sumisión va ligada a una parte mucho más profunda, que está relacionada con esa parte “espiritual” que siempre he tenido. En esta entrada mostré que en mí había dos Ángelas, y ahora os digo que cada vez hay menos de esa división, que cada vez existe más unidad dentro de mí. Quizá eso sea el resultado de este duro trabajo que es conocerse de verdad. Cada vez compruebo que nada es casual, que las partes que nos componen están estrechamente relacionadas por muy distintas u opuestas que nos parezcan. Y aquí estoy, intentando encontrar la forma de transmitir todo lo que siento sin miedo, intentando establecer los límites sobre qué contar y qué no.


Llevo tres días intentando escribir algo, me salen mil cosas, cada una totalmente distinta a la anterior, y ninguna me convence. Esa es la prueba de que necesito unas vacaciones para poner en orden todo esto, para poder alejarme, coger perspectiva y establecer un lugar desde el que transmitir. El lunes nos vamos de vacaciones, estoy deseando entrar en el mar, meditar al atardecer en la orilla, estoy deseando empaparme de momentos de paz, de chiringuitos y risas en familia. Estoy segura que este descanso me traerá grandes cosas, que me sacará las palabras adecuadas para plasmar aquí.


Para terminar esta entrada tengo que darle las gracias a la vida por cada señal que me manda, por cada persona que aparece en mi camino, por cada oportunidad de encontrarme. Le doy gracias por haberme impulsado a escribir aquella primera entrada, sin ella todo hubiese sido más difícil y no os tendría a vosotros, los que me leéis. No tendría esta sensación de cariño que me transmitís. Tengo que dar gracias a la vida por hacerme sentir tan querida de formas tan distintas y maravillosas.

miércoles, 19 de julio de 2017

El poder

No soy una gran estudiosa, me gusta dejar que la vida me enseñe: un libro, una película, un tema interesante, un documental… y la naturaleza, siempre la naturaleza. A veces se nos olvida que hace siglos no había libros, letras, internet, nada… que estábamos desnudos en la naturaleza y solo teníamos la observación para aprender y evolucionar. Y oye, aquí estamos. Esta mañana iba de camino al gimnasio y he saltado un caminito de hormigas, como intento siempre hacer. No me pidáis el recorrido de mi mente hasta llegar a la reflexión final porque sería interminable e incomprensible, pero esto es lo que concluyo:


Vivimos en un mundo en el que el poder solo se asocia a fama, dinero, al éxito tangible, ese que se traduce como un gran trabajo, o una posición social alta. Asociamos el poder a la dominación, a ser alguien que domina las situaciones, que tiene personas a su cargo en el trabajo, que domina sus relaciones personales. Si lo aplicamos a mi vida el poder solo se asocia a Él, estoy segura de que la mayoría diría que Él es el poderoso, porque yo soy Suya, porque me someto a Él, aunque sea voluntario, el hecho de entregar esa parte de mi libertad me despoja automáticamente del poder en muchas cabezas. Pero os contaré un secreto, yo soy tremendamente poderosa también, y no, no quiero dominarlo, no lo quiero para mí, no quiero que me obedezca, no quiero sentirme por encima, no quiero que reconozca mi posición, no quiero nada de lo que conlleva el concepto de poder que la sociedad ha asimilado como el único.


Miremos la naturaleza, miremos cómo funciona, hemos de reconocer que es la mejor maestra pues funciona a la perfección, todo está pensado matemáticamente, todo tiene su sitio y su lugar. Toda su flora y fauna están concebidas en un equilibrio perfecto. Digamos que en nuestra mente el poder lo simbolizarían los grandes depredadores. No me digáis que no asociáis el poder a los leones, animales grandes, hermosos, que caminan con seguridad y majestuosidad, saben que tienen garras y dientes, saben que otros animales se rendirán a ellos. Y es cierto, son poderosos, pero no son los que tienen el único poder. Si seguimos fijándonos toda especie es poderosa, es necesaria y consigue algo increíble, que el mundo siga, que el equilibrio se mantenga. Pero para hacer más evidente lo que quiero explicar vamos a fijarnos en las hormigas. Pequeñas y silenciosas, si las comparamos con un león es un auténtico disparate, sus patitas finas van rápido siempre, sin emitir sonido, casi sin pisar el suelo, nada comparado a la huella que deja la pesada y gran pata de un león. No nos miran a los ojos, no nos desafían… pero son muy poderosas, tanto que son de los seres más fuertes del planeta, llegando algunas a coger cincuenta veces su peso. Están ahí, haciendo lo que tienen que hacer, calladas y humildes, manteniendo el equilibrio de la vida, del mundo. Si las hormigas se extinguieran tendría un efecto catastrófico, un caos. Y no piden nada, no quieren ser leones, solo quieren ser lo que son, dedicarse a lo que sienten que deben dedicarse. Esto es solo un ejemplo, pero creo que es evidente que el poder no es lo que creemos que es, o al menos, no el único tipo de poder. Yo me siento una hormiga, pequeñita pero muy fuerte, muy poderosa. Una hormiga que se agobia cuando le dicen que debería ser leona, porque se siente menospreciada, siente que obvian toda su magia, todo su poder, su fortaleza. Imaginad una hormiga queriendo ser leona… no sería feliz jamás porque no llegaría nunca a ser lo que intenta ser y tampoco sería lo que realmente es.


Si me veís caminando por la calle con la cabeza gacha, con la mirada al suelo, lejos de esa cabeza bien alta que se supone que deben llevar todos los que tienen poder, no creáis que no me valoro, que mi gesto es de inferioridad… sabed que miro al suelo para no pisar los caminos de hormigas, pues tienen todo mi respeto, y lo único que puedo hacer ante los seres que llevan su poder como ellas, lo menos que podemos hacer es no molestarlas, no pisarlas, dejar que sigan tranquilamente con su misión, respetar y valorar su silencioso poder.


Esto no es un menosprecio a los leones y leonas que también hay por la vida, todo lo contrario, también tienen todo mi respeto, no es cuestión de quitarles el poder a unos para dárselo a otros, es cuestión de abrir la mente de una vez por todas y para dejar de pensar que la vida es sota, caballo y rey. Hay muchas cosas, energías, poderes o llamadlo como queráis, que no entendemos, pero eso no significa que no existan.

miércoles, 12 de julio de 2017

El collar

En BDSM el collar es un elemento muy importante. Cuando una persona dominante se lo pone a una persona sumisa significa que quiere que sea Suya oficialmente, normalmente tras un periodo de prueba. No solo es un símbolo entre las dos personas, también para los demás, en una reunión o fiesta si algún invitado lo lleva, los demás dominantes entienden que tiene dueño y deben respetarlo. También tiene validez virtualmente poniendo las iniciales entre corchetes. La norma es que esto se respete pero, como todo en la vida, depende de lo educados y respetuosos que sean los demás con estos protocolos.


Esta es la teoría y la forma de proceder más común, pero ni es imprescindible ni obligatoria, de hecho nosotros lo vivimos de otra manera. Nuestro proceso fue muy distinto, partíamos de cero, creo que estábamos más preocupados en otros asuntos como para seguir protocolos. El contrato ya nos daba una seguridad, más allá de ello Él no necesitaba ningún símbolo y yo ni siquiera lo pensé en ningún momento. Digamos que al principio nunca nos sentimos que formábamos parte del BDSM por lo que no nos planteamos siquiera seguir sus protocolos. Realmente estábamos muy ocupados en nuestras hijas que aún eran muy pequeñas, trabajo, estudios… así que íbamos transformando nuestra relación como buenamente podíamos. Pero el tiempo pasa rápido, nuestro proceso de pareja vainilla a D/s se completó, yo me sentía totalmente Suya y Él se sentía mi dueño por completo. Empecé a escribir en twitter, veía que otros sumisos tenían las iniciales de sus dueños en el nombre. Le pregunté si deseaba que yo me lo pusiera, dijo que estaba tan seguro de que le pertenecía por completo que no necesitaba ese gesto. No quería collar virtual, por lo que di por hecho que no tendría uno físico con la forma típica BDSM, ya que lo que sí me había regalado era una gargantilla con un brillantito que debía llevar siempre, también tatuó Su nombre en mi muñeca… digamos que usó Sus propios símbolos. Pero llegó el momento de ir por primera vez a un local BDSM, de relacionarnos con otras personas. Primero tendríamos una sesión en aquel bonito lugar y después una comida con otras personas. Cuando nos quedamos solos allí yo estaba extremadamente nerviosa, desnuda y expectante escuchando cómo trasteaba en la maleta en la que portaba todos Sus “juguetes”. Me esperaba un azote para iniciar, unas pinzas, o cualquier cosa menos algo rodeando mi cuello. Qué emoción me invadió, me miró y dijo que estaba preciosa, que había tardado en encontrar uno que le gustara, lo suficientemente bonito para mí, pero que había merecido la pena y me llevó ante un gran espejo redondo que había en la pared. No se me va a olvidar nunca mi reflejo con ese collar rojo y negro, con esa gruesa argolla, era fuerte y recio pero el más bonito y elegante que había visto nunca. Me cubría casi todo mi pequeño cuello lo que lo hacía un poco incómodo, eso me encantó, hacía patente su finalidad. Me vi preciosa, tengo que decirlo, estaba guapísima, y aún hoy me veo así cada vez que me lo pone, que no es muy a menudo. Que eligiese aquel día para ponérmelo no era casualidad, después en la comida me dijo que lo llevase. Una cosa es que en nuestra intimidad no sigamos ciertos protocolos y otra es que cuando estamos en grupo respetemos y participemos de ellos. Es como el dresscode, no somos muy de vestir de negro, o de cuero etc… pero si en una fiesta hay que llevarlo lo cumpliremos. Aquel collar fue un regalo precioso, uno similar al resto de de los que simbolizan mi entrega a Él, pero no es más importante que los otros y mucho menos que la entrega en sí. Y con esto llego a por qué casi no me lo pone. Es solo un elemento más, quizá en una fiesta signifique mucho, pero en nuestro día a día no. Fuera de las fiestas cumple su función como collar, por si quiere enganchar la correa, o por si quiere pasearme, retenerme etc…


Entiendo que el collar es un símbolo importante en el BDSM en general, pero no hay que perder de vista que la entrega va por dentro, yo llevo siempre mi collar aunque no lo tenga puesto, y desde mucho antes de habérmelo atado al cuello.

lunes, 10 de julio de 2017

La flor del naranjo

Quería estar un tiempo sin escribir entradas que no tuvieran que ver con BDSM, quizá sean tonterías mías, pero son entradas que me desgastan mucho por dentro, mucho más que cuando hablo de mi forma de vida... quizá porque las escribo desde una parte más profunda y necesito estar tranquila un tiempo, sin removerme mucho. Pero hoy estoy con el nudo en la garganta, estoy tremendamente emocional, quizá sea la luna llena de estos días que siempre consigue cambiarme. Quizá quiera publicar esto hoy porque anoche me dormí pidiéndole a mi abuela que me hiciese soñar con un lugar en el que no existieran la angustia y el miedo que me encogían el corazón. Así que publico esta entrada antes de volver a acurrucar mi alma de nuevo para que descanse...


Para que sepas - Juan Luis Guerra

Cuando las arrugas surquen mi rostro, cuando ya no haya manera de ocultar los caminos que seguí, cuando mi piel supure historia, sabiduría y calma como lo hacía el de mi abuela… Cuando sea capaz de sentarme en la terraza de noche con mis nietos siendo totalmente consciente de que mirar las estrellas y los aviones que pasan es la felicidad. Cuando esté cargada de infinita paciencia, cuando sea capaz de mirar a las personas con la mirada que tenía ella, cuando sea yo la que guíe como ella hizo y hace conmigo… Cuando llegue ese momento deseo que esta canción sea la que impregne los recuerdos de mis seres queridos, deseo que sea la que haga traer mi sonrisa a la mente de los que me quisieron…


Hoy quiero hacer un encargo, pedir un favor a los que me leéis, no es un favor cualquiera, es una petición única y extraña… quiero que guardéis esta canción en el recuerdo, en un rinconcito de la mente y si al pasar los años un día descubrís que ya me fui, que me desvanecí, que cerré los ojos para no volver a abrirlos pido que, si alguien se acuerda y tiene la manera, le haga llegar a mis hijas, a mis hermanos, a mis primos, a las personas que aún vivan y me quieran, este canción, esta musiquilla, esta letra. Y le digáis que al igual que yo tuve a mi flor de la canela, que al igual que yo la amé con todo mi ser, que yo me sentí arropada y comprendida en su regazo, que al igual que yo la vuelvo a sentir cerca cuando escucho la melodía de esa canción. Que como ella me dio ese regalo para que no me olvide que nunca me dejó de verdad, para que nunca me sienta realmente sola, yo quiero dejarles a los que me quieran así está canción, quiero ser su flor del naranjo esa que no destaca por su hermosura, aunque es bonita, esa que no dura si la cortas, pero esa que te recuerda que está con su fragancia que embelesa, esa que te hace detenerte un segundo para saborearla pero no da para oda. Esa que está sin llamar mucho la atención, pequeña y humilde, regalando su olor incondicionalmente, aunque no la consideres la más bonita de las flores, pero esa que si la hueles mucho marea y agobia. Sí, la flor de la naranja amarga seré yo…


Quizá sea soberbio por mi parte, pero es lo que siento al escuchar esta canción, con un nudo en la garganta me imagino abriendo las ventanas como lo hacía ella, siguiendo con su legado, ese de inmensa dulzura y ternura a pesar de todo, a pesar de la dificultad que tiene el amor incondicional. Y yo aún no soy esa flor del naranjo, aún no tengo ese algo que ella consiguió, pero me inspira cada día para luchar por ello. Lucho por la naturalidad, por ese amor, esa humildad…


El día que las arrugas surquen mi rostro, cuando no pueda ocultar las lágrimas que mis ojos derramaron, los dolores que encogieron mi corazón, cuando sea capaz de sonreír incluso en el peor de los momentos, ese en el que te vas a apagando y ves a tus hijos y nietos deseando que no te vayas pero sabes que no puedes darle lo que quieren… cuando ese día llegue poned esta canción y bailadla en silencio, acordándoos de mí.


Ella era la flor de la canela y ojalá yo llegue a ser la del naranjo.

 

miércoles, 5 de julio de 2017

El contrato

Por diversos motivos de vez en cuando hablaré de conceptos más básicos y cómo los vivimos nosotros. Aprovecho para abrir la veda para que me propongáis temas que os interesen o de los que queráis que hable. Me he dado cuenta de que a veces me limito, así que prefiero que seáis vosotros los que me abráis más campos. Podéis hacerlo por email, en comentarios, o en twitter. Estaría encantada de que lo hicieseis y muy agradecida. Dicho esto aquí va el primero de estos temas:


El contrato en BDSM es un papel en el que dos personas que quieren iniciar una relación D/s  exponen sus condiciones, límites y demás. En él se establece también la palabra de seguridad, lo que ocurrirá si alguna de las dos partes incumple tal contrato etc… Evidentemente no es un papel legal, es más un pacto escrito entre esas dos personas.


Cuando le confesé qué necesitaba me pidió que investigara sobre el tema en internet ya que mi única referencia era Historia de O y mi imaginación. Lo primero con lo que me topé fue con este concepto. Me llamó mucho la atención, era algo que no me esperaba en un mundo que yo imaginaba tan pasional, tan sexual… un contrato era como un elemento frío y calmado. Se lo conté y con Su mente de ciencias, mucho más racional que la mía, le pareció un buen primer paso. Yo al principio reconozco que lo viví más con la emoción de hacer algo así, pero sin entender lo importante que era. Hoy en día ese contrato está obsoleto, siempre tuve claro que no quería límites, no me quería regir por un contrato, pero todo debe ser poco a poco. Ahora está en una carpetita verde junto a las fustas, cuerdas, ganchos y pinzas, es como una reliquia, como un recuerdo tierno pero ya sin ninguna validez. Aunque no nos rijamos por él, es ahora cuando he comprendido lo importante que fue. Cuando dábamos nuestros primeros pasos nos ayudó a pararnos, a meditar los puntos, a hablar directamente sobre lo que cada uno quería y temía, a sacar lo importante de mis fantasías, enfrentarme a lo que realmente quería de ellas, qué me asustaba de verdad. Nos ayudó a comenzar con los primeros protocolos. Darle la seriedad necesaria para llevarlos a cabo. Esto es fundamental, hoy en día si Él me dice espontáneamente una nueva norma yo la acato y la integro con el resto. Pero en aquella época veníamos de una relación muy distinta, no es que quisiese desobedecerlo, es que no estaba acostumbrada a tener normas, mucho menos que fuesen de Su parte, es más, me daba una especie de vergüenza rara obedecerlas. Como si Él la hubiese dicho pero no para que la cumpliera de verdad y siempre. Pero verlas sobre el papel y firmarlo era otra cosa, les daba peso y sobriedad, era un compromiso real y firme de comenzar con este camino. Creo que a Él además le daba fuerza para llevar a cabo las consecuencias de mis faltas, como si antes le diese la misma “cosilla” ejercerlas como a mí obedecerlas.


Firmamos nuestro contrato el día que nos casamos, era nuestro símbolo, nos casábamos y comenzábamos una unión distinta, una relación distinta. En aquella preciosa cama con dosel me ordenó por primera vez que leyese algo para Él, era ese contrato. Si leerlo para mí ya daba impresión hacerlo en voz alta, escuchando todos esos compromisos saliendo de mi boca, esas normas me encendían la cara y, por qué no decirlo, la entrepierna.


La verdad es que en ese contrato pocos límites tenía ya, prácticamente ninguno, pero me gusta cuando se me olvida que existió, de hecho hablo de él porque en distintas conversaciones ha surgido casualmente y me ha hecho mucha gracia la reacción de sorpresa “¿Pero  vosotros tenéis contrato?” y me he sonreído llena de ternura al recordarlo: “Sí, lo tuvimos”.