miércoles, 20 de septiembre de 2017

Como una loba salvaje

Y correr como una loba salvaje entre los árboles del bosque…

Hay veces que la piel quiere desgarrarse, como si algo quisiera salir de ti, sientes una presión por cada parte del cuerpo, un hormigueo por las extremidades, es una sensación única, un escalofrío que no lo es, pero se parece. EL pecho te late, la sangre te bulle y quieres salir de este cuerpo que te atrapa, quieres salir de esta carne que es tuya y a la vez no, de esta carne que eres tú, pero no eres realmente tú.


Hay veces que me paro a observar y no me siento de aquí, hay veces que tomo demasiada perspectiva, veo mi vida como si fuese una película, sabiendo que solo es una parte de lo que realmente es mi vida. EN los eones del tiempo, en el correr de un alma que no lo tiene una vida es solo un capítulo. Qué soy, madre, esposa, hija, sumisa, Ángela… y a la vez siento que realmente no soy nada de eso.


Tengo una imagen recurrente, la imagen del pinar que hay cerca de mi casa, con la luz de la tarde de un domingo traspasando las ramas, me veo caminando entre los troncos, sola, rozando las cortezas con suavidad, no para de venirme esa imagen, el olor de esa situación y ese escalofrío que no lo es vuelve a recorrerme. Quién soy, qué soy… soy todo y no soy nada. Qué críptico es todo, dónde tengo que ir, porqué no estoy allí la tarde de este domingo, por qué me resisto a algo tan sencillo como ir al pinar que está al lado de casa, por qué tengo miedo…


Algo me espera en otros lugares, lo siento muy dentro.


Qué difícil es esta sensación.

Algo dentro quiere desgarrar mi piel, ojalá dejarlo salir, convertirme en un hermoso lobo blanco corriendo en un bosque… Un día lo soñé, me vi cabalgando en un bosque, alguien quería sacarme de allí porque una manada de lobos blancos nos perseguía, pero yo los miraba y no sentía miedo, sentía alivio, existían, por fin podía verlos, no eran producto de mi imaginación, no eran cuentos ni leyendas, ahí estaban los lobos blancos entre esos troncos y yo quise ir con ellos. Me sentía libre cabalgando con ellos a ambos lados.


Algo dentro quiere salir, transformarse, correr como una loba salvaje entre los árboles del bosque.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Madre y Suya (1ª parte)

No sé la de veces que he escrito esta entrada y ninguna me ha convencido, la última me ocupaba cinco páginas, con eso os lo digo todo, así que quizá lo divida en varias partes jajaja. La verdad es que es un tema delicado, no solo por nuestra forma de vida, sino porque la maternidad en sí es un tema controvertido sobretodo en los tiempos que estamos.


Cuando hablé con los chicos de la entrevista no dije que tuviese hijos, era un tema que por comodidad prefería evitar, un berenjenal en el que no quería meterme, pero cuando leí sus preguntas ahí estaba el “¿Y si algún día tenéis hijos qué haréis?” y claro, comprendí que no puedo dejar a un lado que soy madre, no puedo esconder esa parte de mí, sobretodo porque mi forma de serlo no tiene nada de malo y porque hay personas que estarán en mi lugar, que se estarán sintiendo como yo me sentí, con esa sensación de que tenía que dejar de lado una parte de mi vida por ser madre, que las dos cosas no podía ser. Y aquí llega la primera parte polémica: el sacrificio que estoy dispuesta a hacer por mis hijas tiene un límite. En este sentido creo que parece que las cosas tienen que ser blancas o negras. Hay mujeres que deciden no ser madres porque no quieren sacrificar sus vidas, y lo comprendo, pero es que parece que si los tienes debes sacrificar lo que eres por y para ellos, y yo no estaba dispuesta a ello. No me malentendáis, son mis hijas y las quiero con locura, hago lo que sea porque estén sanas y felices, menos sacrificar mi felicidad, porque las cosas pueden ser grises, puedo ser una madre entregada, pero manteniendo la persona que soy, viviendo mi vida. Y si alguien cree que es egoísta, solo quiero aclarar que lo hago también por ellas, me las imagino de adultas y quiero que sean mujeres fuertes y que, tengan las circunstancias que tengan, sean como sean, no sacrifiquen eso por nada ni por nadie. Mi vida es mía, las suyas son suyas, y nadie debería ser infeliz por creer que así hará feliz a otra persona. Ojo, no hablo de esforzarse, de dar algunas cosas, de adaptarte a las circunstancias, hablo de luchar por mantener el equilibrio para que ellas sean felices y yo también.


La primera vez que nos relacionamos con gente del BDSM, en la primera fiesta a la que fuimos, salió la conversación. De manera unánime nos aconsejaron que sacásemos completamente el BDSM de nuestra casa y nuestras hijas, que lo practicásemos siempre fuera. El mundo se me vino encima, ya llevábamos como cinco años siendo Amo y sumisa, luchando cada día por tener la relación que deseábamos y no habíamos tenido más remedio que hacerlo dentro de casa, las circunstancias no nos habían dado opción. Ese día me sentí mala madre y a la vez me sentí traicionada por mí misma, me estaba planteando dejar de lado lo que soy por mis hijas ¿Cómo sería ahora mi vida? ¡Qué injusto era haber tocado con los dedos una vida maravillosa y ahora tener que renunciar a ella! En aquella ocasión también nos dijeron que el 24/7 era un utopía que era imposible llevarla a cabo… entenderéis cómo me sentía a la vuelta de aquel viaje. Pero entonces me planteé que cada uno ve las cosas de una manera, que cada uno lo vive a su manera, y que quizá para esas personas vivir el BDSM delante de sus hijos era poco más que hacer reverencias al Amo delante de ellos, comer en el suelo, ir con el collar por casa. Que quizá para esas personas el 24/7 era estar todo el día azotando, cumpliendo órdenes sexuales, que para ellos quizá sería como vivir en una sesión continua. Pero nosotros llevábamos varios años viviéndolo a nuestra manera y nos funcionaba, para mí lo importante era la entrega, el sentimiento, no las situaciones y eso no podía apagarlo al cruzar la puerta de casa, o sacarlo solo en la habitación de un hotel.


Hace poco hablando con un amigo sintetizó lo que he hecho durante mi vida en muchas ocasiones sin darme cuenta, por pura necesidad. Y es que cuando estás angustiado, cuando en los momentos oscuros te das cuenta de que no hay nadie que puede ayudarte, cuando sientes que no existe la persona que esté pasando por lo mismo, o que encontrarlo es demasiado difícil, debes sacar de ti la fuerza del pionero. Tienes que dejar las lamentaciones a un lado y empezar a caminar el primero por ese camino negro que tienes ante ti, asumiendo el riesgo de que no sea el correcto o que en uno de los pasos caigas por un precipicio. Claro que es un riesgo enorme, pero quedarte parado en esa angustia es demasiado horrible. Y aunque en aquel momento no lo hacía conscientemente, decidí ser pionera, caminar por ese sendero oscuro que era ser madre y Suya.


Es cierto que los niños hacen lo que ven, que yo les doy ejemplo, pero me duele que piensen que únicamente soy sumisa, yo soy una persona que lucha día a día por superarme, que no paro de buscar mi misión en la vida, que cada día me levanto con la intención de ser más yo y un poco más feliz, y lo voy consiguiendo. Soy una persona consecuente, que lucho por dejar mi granito de arena en este mundo, que intento hacer bien a los demás sin perderme nunca de vista. Ese es el ejemplo real que les doy, todo lo demás es circunstancial, y lo genial de mis hijas es que tienen la capacidad de ver el trasfondo de las circunstancias. Yo no las educo para que sean sumisas, las educo para que sean lo que les dé la gana ser.


Para concluir esta especie de introducción a este tema os diré que cuando decidí ser pionera en este tema supe que tendría que serlo en muchos más aspectos, que tendría que llevar una maternidad abierta y distinta, que no podría mentirles nunca, que tendría que conseguir tener una confianza con ellas, lo que implicaba respetarlas siempre, no juzgarlas, y sobre todo no menospreciar sus capacidades, su comprensión. Tenía que dejar de tratarlas como estamos acostumbrados a tratar a los niños, como si estuvieran al margen de la vida de los adultos, como si hasta el día en que ellos lo sean no comprendieran nada. Yo miro a mis hijas y veo a dos personas, dos personas en un punto distinto al mío pero que ya son dueñas de sus vidas. El día que decidí que todos en esta familia merecíamos ser felices supe que tendría que romper con mis propios patrones de madre, que empezaría una lucha continua sobre lo aceptado y lo que realmente creo que les hará bien. A modo de ejemplo tonto, ellas eligen su ropa, la que se compran y la que se ponen cada día, si van de una manera que a mí no me gusta, si mi hija pequeña quiere ir a las fiestas del pueblo en pijama porque le encanta, debo enfrentar a mi parte madre perfeccionista que me dice: “Pero cómo va a ir en pijama, qué van a decir, y a las fiestas que van a estar todas las madres del cole…” con la madre que sabe que ir en pijama es una circunstancia, ella es feliz con esa ropa y de mí necesita respeto, saber que la apoyaré en sus decisiones aunque a mí no me gusten, que para mí ella es la importante, no lo que digan los demás. Esto, como digo, es un ejemplo tonto, pero quien me conoce sabe que es un símbolo importante, me encanta vestir bien. Y por eso mismo lo hice, no soportaría que ahora viniese mi madre cada día a decirme qué ropa ponerme, por qué ellas sí van a tener que hacerlo.


Bueno, que me enrollo, esto era para poner un poco en situación, para que cojáis un poco la perspectiva de mi forma de entender la maternidad antes de meterme de lleno en cómo hemos llevado nuestra relación siendo padres. Pido respeto en este tema, es imposible que solo por lo que cuente entendáis cómo es la vida en mi casa, todo lo que podéis sacar son conjeturas. Mis hijas son niñas muy felices, todos los que las conocen me dicen lo especiales que son, la inteligencia emocional tan enorme que tienen. A su alrededor tienen maestras, abuelos, tíos, etc… que tratan con ellas a diario, nosotros estamos abiertos a escuchar cualquier cosa que nos digan de cómo las ven, si creen que tienen algún problema, si creen que algo les está haciendo mal. Pero hasta ahora lo único que he escuchado es positivo, así que tan mal no lo estaremos haciendo. Me quedo con una anécdota, mi madre un día tras una conversación que tuvo con mi hija mayor me dijo: “Me dan envidia, yo hubiese querido que me educaran en esa naturalidad y libertad en las que ellas se están educando.”

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Inaugurando la temporada


¡Primera entrada de Septiembre! El jueves pasado ya publiqué un cuentecillo, pero con esta entrada me despido oficialmente de las vacaciones e inauguro la nueva temporada. Este mes es un mes que me apasiona, vuelvo con las pilas cargadas, con muchísimas reflexiones hechas, con sensaciones nuevas y la mente despejada. Ha sido un verano maravilloso, de los mejores que he vivido, y no por las cosas que hemos hecho sino por cómo he conseguido vivirlo. El verano es una época complicada para mí, por un lado me gustaba pero por otro me ponía en un estado de irritabilidad, de mal humor, incluso depresiva. Durante varios veranos me propuse ir trabajándomelo, aprender a disfrutar ya que creo que lo que me ocurría es que se exageraba ese horrible mecanismo que tengo dentro de autoboicotearme, de no dejarme ser feliz. En los últimos veranos ya noté mejoría, pero este ha sido el clave, ese en el que te das cuenta de que eres capaz de disfrutar y vivir el momento. Pero aunque ha sido genial ahora toca saborear otras sensaciones que también me encantan: Plantear nuevos retos, nuevas metas, reorganizar, limpiar a fondo, hacer cambios, cerrar capítulos, prepararme para un nuevo curso. Reiniciarme es algo que adoro.


Cuando me fui de vacaciones estaba hecha un lío respecto al blog, seguía teniendo muy presente quién me lee y elucubrando demasiado qué desea leer quien lo hace. Y ese era el problema, la perspectiva, enfocaba el blog de fuera a dentro, pretendía sacar de mí lo que esas personas imaginarias querían, en vez de posicionarme de una vez por todas de dentro a fuera. Esto es algo recurrente en mi trayectoria en el blog, ese necesitar volver al origen para darme cuenta que este proyecto empezó por y para mí, y que eso no puede cambiar ya que me conozco y sé que por otro camino acabaría dejándolo. Me he dado cuenta que ser consciente de que lo que escribo ayuda a otras personas me abruma y me confunde. De repente tomo la responsabilidad de seguir haciéndolo, como si esa fuera mi intención desde un principio. Y no, esto empezó para ayudarme a mí, ese proceso ayudó a otras personas y eso debe seguir siendo así. Aunque suene más egoísta, aunque quede precioso decir que esto lo hice para otros… pero no es cierto, me encanta ayudar “de rebote” a otras personas, pero eso es algo casual. Creerme que tengo la obligación de ayudar es otra forma sutil de soberbia, y ya sabéis que se la tengo jurada a esa… ¿Quién leches soy yo para ir por la vida ayudando a nadie? Y no lo digo desde el no valorarme, lo digo desde que yo soy una persona con sus cosas buenas y malas, pero sin nada más especial que mi empeño por crecer. Así que seguiré escribiendo sobre ese proceso y si leerlo ayuda a alguien más, genial. Por otro lado intenté dividirme, intenté llevar dos blogs para expresar distintas cosas de mí, distintas partes… eso tampoco dio resultado, no sirvo para dividirme, soy un completo para bien o para mal. Hace poco una amiga que me ha ayudado mucho a enfocar bien las cosas, me dijo que mi blog debe ser como mi casa. Esta metáfora me ayudó muchísimo. En mi casa hay muchas habitaciones, muchas cosas que me representan, en ella puedo hacer muchas actividades que adoro hacer: meditar, sentarme en el jardín, ver series, estar de barbacoa con amigos, follar… en mi casa también me angustio, lloro, me enfado… Cuando vienen invitados se integran, esta casa tiene algo que el que viene se siente parte de ella, aunque cada uno es libre de elegir qué de ella vive. Con todo este rollo lo que quiero decir es que por fin comprendo (aunque ya lo sabía no me había calado) que este es un blog personal, que no es un blog temático, soy yo hablando de mis cosas, y mis cosas son muchas y variadas. Que no tengo que escribir pensando en qué querréis leer, sino escribir de lo que quiera, abrir mis puertas y dejar que cada uno elija en qué habitación quiere entrar y en cuál no.


Como siempre cuando escribo mis procesos los veo tan simples que digo: Ángela ¿De verdad has tenido que angustiarte tanto y darle tantas vueltas a algo tan simple y lógico? Pero yo soy así y así he de quererme jaja.


Dicho todo esto, solo me queda decir que espero que vuestros veranos os hayan llenado de vitalidad, la suficiente para afrontar este nuevo curso que llega y que presiento será importante a muchos niveles.


Y ya sí, doy inicio a esta nueva temporada, gracias por estar ahí.