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jueves, 26 de julio de 2018

¿Me corro dentro? Dijo

Hay momentos en la vida en los que parece que está todo hecho, todo estable y controlado. Hay momentos en la vida en los que parece que la estabilidad es lo que lo inunda todo. Ya pasó el tiempo de luchar por encajar en nuestra relación, ya parece que pocos puntos nos quedan por ajustar, todo está escrito, hablado, azotado…


Hay momentos en la vida en los que tienes tiempo, espacio, en los que deberías sentirte plena pero tú te conoces y una vocecita dentro te dice: no te engañes, es una falsa calma. Sabes que hay un mundo entero para ti tras esa puerta, tras esa por la que has luchado toda la vida, esa que querías descubrir a toda costa, y estás ante ella, andaste todo lo que debías andar en todos los aspectos de tu vida para encontrarla, lloraste tus errores, avanzaste en la oscuridad, superaste los obstáculos, todo, lo hiciste todo y eso te satisface, pero la puerta era un objetivo, pero no era el objetivo: ahora hay que abrirla… Este año me lo he pasado restregándome con la puerta, saboreándola, qué bonita es ahora que la he descubierto, qué energía desprende, qué color violeta tan bonito la recubre, qué pomo tan brillante… en lo que va de año me he nutrido de la fuerza que esa puerta emanaba pero tarde o temprano te das cuenta de que es solo una puerta y que sirve para dos únicas cosas: te da paso o te lo corta. Y me enfrenté a mi miedo, a mi falso “Yo confío” me enfrenté al terror que me provocaba lo desconocido por muy buena sensación que me despertara.


Viajamos a Disney, todo un hito para mí, al volver esa sensación de estar dando cabezazos en la puerta que me llevaba a mi futuro fue demasiado insoportable. En todo, me sentía bloqueada como madre, como esposa, bloqueada a nivel creativo, me sentía bloqueada en mi crecimiento personal… Y la pregunta llegó, porque Él suele tener la llave escondida, esa que te hace darte cuenta de todo, esa que es un suave soplido que se transforma en huracán. Follábamos una tarde cualquiera y preguntó “¿Me corro dentro?” la pregunta me enfrentó a mi dualidad pero, como ha sucedido en los últimos años, mi respuesta fue un “No” a lo que simplemente dijo “Vale, pero recuerda que dijiste que después de Disney hablaríamos de ello” y allí estaban mis palabras traicionándome. Disney fue un sueño que me había acompañado desde niña torturándome con la firme creencia de que jamás ocurriría, pospuse enfrentarme a mis miedos y sensaciones haciendo trampa, creyendo que Disney nunca llegaría… Los dos días siguientes a esa simple conversación fueron intensos, Él no volvió a decir nada del tema, sabía la tormenta que tenía en mi interior. Y es que yo sabía que tras la puerta de mi futuro, entre otras muchas cosas, había otro hijo. No puedo explicar por qué lo sabía, pero lo sentía rondándome, lo sentía esperando pacientemente a que me quitase los miedos, las creencias absurdas y me enfrentara a lo que de verdad sentía, otro mini ser tenía que anidar en mí. No es instinto maternal, no era ver un bebé y querer uno, de hecho nunca he sentido ese tipo de llamada. En cuanto me enfrenté a mí misma, acepté que estaba siendo una cagada de campeonato y decidí sacar la conversación. En ella los dos manifestamos lo mismo: teníamos miedo, la cabeza nos ponía mil “peros” pero el corazón acababa tirando. No decidimos buscar un hijo, decidimos confiar en que ocurriría lo que tuviese que ocurrir, decidimos confiar en la vida. Tenemos unos amigos que ya tienen una hija, están perfectamente sanos y llevan dos años intentando tener otro y no viene. Eso era una señal para mí de que si no tiene que ser no será por más empeño que pongas. Decidimos abrir la puerta.


“Estás obsesionada, cuando buscas todo lo que te ocurre te parecen síntomas” me dijeron. Yo sabía que estaba embarazada, de hecho sé hasta qué día me quedé, qué nos dijimos mientras hacíamos el amor, recuerdo lo primitiva y animal que me sentí… Yo notaba su presencia al otro lado de la puerta y sabía lo que ocurriría, sabía que estaba en modo “Esperaré pacientemente a que estéis preparados, pero en cuanto lo estéis no perderé el tiempo”, y así fue.


Todo esto sucedió en la luna menguante de Junio, en la de Julio ya crecía  una vida dentro de mí.


¿Y cómo me siento ahora? La cabeza intenta atacar pero la plenitud que siento a todos los niveles puede con ella fácilmente. Siento una paz y una valentía únicas, la creatividad ha vuelto a mí a borbotones, me siento capaz y en marcha. Y no es solo por estar embarazada, abrí la puerta, con todas las consecuencias. La vida me dijo “Lo tomas o lo dejas” y lo tomé.


¿Y con Él? Pues no sé explicar lo mucho que me gusta tener a su hijo/a dentro, no sé explicar lo mucho que me excita sentirme primaria y animal y tampoco sé explicar por qué me siento así. Y es que el embarazo me resulta algo bonito pero también salvaje y así me siento al mirarme en el espejo mientras me folla, me veo tremendamente hermosa…


¿Y nuestra relación? Ahora hay que adaptarse un poco. Durante 9 meses no habrá azotes, ni cosas demasiado duras, aunque seguiremos teniendo sexo y disfrutando plenamente como ya hicimos en los otros dos embarazos. No me asusta no poder hacer ciertas cosas, por eso siempre insisto en que lo importante es la base, que me azote no me hace sentir más Suya, solo es una parte de la ecuación que si la quitas por un tiempo no altera mi entrega ni nuestra forma de amarnos.


 

miércoles, 24 de mayo de 2017

Así empezó todo

Llevo unos días con un recuerdo dándome vueltas, me duermo tratando de revivir cada instante de aquella noche, las sensaciones, el olor, la ropa… Creo que ya he dado pinceladas de lo que ocurrió el día que nos conocimos, o puede que lo haya contado pero hoy me apetece contarlo de forma más detallada, porque sí, porque tengo el romántico subido, porque cada vez agradezco más que ese día nos conociéramos.


Yo tenía 17 años, puede parecer que con esa corta edad había vivido poco pero no es así, mi relación con los hombres ya era intensa y no muy buena. Ya había sufrido lo que era darse y que solo cogieran lo superficial, ya había sufrido mucho y no solo por mal de amores… Estaba decepcionada, creí que lo que yo quería no existía, que jamás lo tendría, que todos eran unos machistas que solo cogían lo que querían sin más profundidad, que el tipo de dominación que yo buscaba era un cuento de hadas, que tendría que resignarme a estar sola, a no sentirme dominada jamás. Bueno, la verdad es que alguien me había hablado sobre unos sitios en los que te dominaban si pagabas (pensad que tenía 17 años y en esa edad desconoces que hay un mundo más allá del instituto) así que pensé que mi futuro se basaría en trabajar y gastarme el dinero en sesiones esporádicas. Hacía una semana que me había sentido tan tremendamente mal por una relación con un chico que ese futuro me parecía maravilloso, así que con determinación dije que no quería saber nada de hombres. Puede parecer que lo dije de boquilla, pero no es cierto, sentí el cambio dentro. Ahora en la perspectiva del tiempo creo que Él era el premio que la vida me tenía preparado para cuando llegase a ese momento interno, a esa fuerza que me decía que sola podía vivir.


El día que lo conocí yo llevaba una faldita con dos volantes de flores rosa, con una camiseta de tirantes del mismo color. Por la mañana estuve en una fiesta de empresarios ricachones con mi padre, por la tarde quedé con un amigo que tenía por internet. Tras comprobar que, como me temía, no quería solo mi amistad me fui a la media hora de llegar. Esa noche había quedado para dormir en casa de una amiga del instituto, cuando iba en el bus me mandó un mensaje diciéndome que no podía. Mi primer impulso fue llamar a mi padre para que me recogiera, estaba siendo un día horrible y no tenía trazas de mejorar. Pero recordé que otra compañera de clase me había dicho que fuese a su casa a dormir. Yo no hice mucho caso a su propuesta pues casi no la conocía, de hecho la había prejuzgado y la había metido en el grupo de las que me estaban haciendo la vida imposible. Pero en el autobús, fríamente, me di cuenta que ella nunca me había hecho nada malo, que siempre había intentado acercarse a mí y era yo la que no la dejaba. Así que decidí llamarla y dormir con ella. Fue la mejor decisión de mi vida, esa noche también gané una hermana más que solo una amiga.


Desde que quedamos ella se mostró con muchas ganas de conocerme, surgió una confianza que no puedo explicar. Ella “de broma” me decía que esa noche me iba a buscar un novio en condiciones, yo le dije que no, que no quería saber nada de chicos. Ella contestó que es que yo había tenido muy mal ojo con los hombres, pero que sabía que ella me presentaría al perfecto para mí. No lo decía pensando en Él concretamente, es solo una certeza que tenía. Fuimos a su casa y nos pusimos a hablar con unos amigos de su hermano mayor por Messenger. Me hace mucha gracia porque hoy estoy casada con uno de ellos y los demás son de mis mejores amigos. Esas conversaciones no llegaron a nada, ellos tenían planes y no querían pasar la noche con dos niñatas de 17 años. Al rato yo seguía frente al ordenador y se escuchó abrir la puerta de la casa. Las voces de tres chicos se escucharon por el pasillo acercándose a la habitación en la que estábamos nosotras. Ahora soy un poco pava, pero en aquel entonces lo era mucho más, así que no me giré a saludarlos cuando se pusieron de pie tras nosotras, hasta que mi amiga empezó a presentarme. El primero fue Él: “Ángela, este es Carlos” me giré y lo vi, lo vi con esa sonrisa que le iluminaba la cara, vi esas paletas un poco montadas que me conquistaron. Solo serían unos segundos los que pasaron antes de darle dos besos pero para mí el tiempo se detuvo, el mundo se paró y sentí magia. Juro que fue así, jamás nadie me ha provocado esa sensación, lo conocía, sentí un vínculo, un calor de hogar muy fuerte. Es como si yo supiese que esa sonrisa era la que estaba buscando desde niña, literalmente me dije: “Es el hombre de mi vida”. Él siempre me dice que eso lo digo para ponerlo más bonito, pero mi madre puede decir que al día siguiente nada más verla le dije: “Mamá, he conocido al hombre de mi vida”. Evidentemente no le dije nada, qué clase de loca hubiese pensado que era. Ellos se iban de fiesta, y no negaré que me quedé muy triste y decepcionada cuando escuché la puerta de la casa cerrarse tras ellos. Pero esa noche no había terminado para nosotros, a los cinco minutos sonó el portero, eran ellos. Años después supe que fue Él el que insistió en pasar la noche con nosotras. Fue increíble, no pasó nada, no nos besamos ni casi hablamos. Lo único es que, cansada de que no mostrase interés por mí, decidí soltar la ya mítica frase: “Anda que bailáis con nosotras”. Era pava, pero cuando sentía algo tenía que luchar por ello. Él me dijo que la próxima canción que sonara la bailaríamos… Sonó la canción más penca y poco bailable: “Obsesión”. Creo que ambos pensamos “Cómo leches vamos a bailar esto” pero ninguno quisimos arriesgarnos a perder la oportunidad de bailar juntos, y nos condenamos a tenerla como "nuestra canción" jaja. Así que nos abrazamos y bailamos. Recuerdo no poder mirarlo a los ojos, Su olor, el tacto de Su mejilla en la mía. No nos besamos pero poco faltó, casi no nos movíamos, solo queríamos estar pegados, sentir el tacto del otro. Eso fue todo. Esa noche nos despedimos sin darnos los teléfonos, pensando que nunca nos volveríamos a ver. Pero yo ya estaba en una nube, algo dentro me decía que tenía que intentar algo con aquel chico. Ahora cuando pienso en que a partir de ese día comencé a decir que tenía novio y se llamaba Carlos me siento igual de tonta que me sentía en ese momento. Yo misma me regañaba: “Ángela, si no te ha dado su teléfono y tú hablas como si llevases años con él” pero es que me salía solo, era una sensación muy extraña. Tardamos varias semanas en coincidir conectados, lo conseguimos un 24 de junio. Decidí ser directa, yo lo quería todo con Él, para qué andarme con tonterías, si me rechazaba prefería que fuese pronto. Él me dijo que se había dado cuenta de que yo le gusté a muchos chicos esa noche y yo le dije que podía ser, pero que a mí solo me gustó Él. Sí, así, del tirón. Me contestó que yo también le gustaba, que estaba de exámenes de la universidad pero cuando terminase podíamos quedar. Yo me quedé con una sensación agridulce, por un lado estaba contenta pero por otro lado seguía sin darme su teléfono ¿Y si lo de los exámenes era una excusa para darme largas? Quedaba mucho para que terminase. El 28 fui al instituto a recoger las notas, nada más entrar vi a mi amiga corriendo hacia mí como las locas “¡Me ha dicho que a las 12 sale de un exámen, que vayas al parque si te apetece!” ¿Si me apetecía? Parecía un sueño, no me lo podía creer, ya me daba igual si me había quedado alguna o no, cruzarme con los idiotas del instituto… lo iba a ver de nuevo, había sido Él el que me había buscado y solo a los cuatro días de hablar.


Llegué pronto al parque pero Él ya estaba allí (más tarde supe que no había podido hacer bien el exámen pensando en mí), recuerdo mi vergüenza al ir andando hacia ese banco. Allí nos sentamos, hablamos de tonterías hasta que me preguntó que qué buscaba, que a Él no le gustaban los rollos, quería algo más… ¡¿En serio?! Estar en una nube se queda corto. Yo le dije que también buscaba algo más serio, me miró: “¿Lo intentamos?” colorada y sin poder mirarlo a los ojos dije “Sí” y me puse a mirar a todos sitios porque sabía que pegaba un beso y me moría de los nervios. Me agarró suave pero contundente del cuello y me dio el beso más maravilloso que me habían dado nunca. Besaba, y besa, increíblemente bien, tal y como me gustaba. El resto es historia…


Ahora analizo y veo cómo todo se alineó para que nos conociésemos, cómo ambos supimos ver más allá, sentir esa vibración que nos decía que podíamos darnos lo que cada uno necesitábamos, aunque no fue hasta cuatro años después que empezamos a descubrirlo de verdad.  Él me dice que lo que más le gustó de mí es la energía que me notó, no sabe explcarlo pero  que parecía muy buenecita, callada, suave… Antes me molestaba porque yo no me veo así, y pensaba “Se enamoró de algo que no soy” pero ahora me doy cuenta que yo cuando lo miré, en una sonrisa, en una sensación, pude ver la energía de Amo que ahora se ha destapado, y creo que lo que Él captó fue mi alma de sumisa, esa que se había pasado la vida esperándolo, esa que ansiaba entregarse a una persona, entregarse a Él. Nos reconocimos, tal y como sé que pactamos antes de llegar a esta vida, para mí no hay otra explicación.

lunes, 21 de noviembre de 2016

El libro

"Mamá ¿Cuándo y cómo decidiste escribir un libro? ¿Por qué?"


En unos años imagino a mis hijas, ya mayores, haciéndome esas preguntas, quizá nunca lo hagan, pero no puedo evitar pensarlo. Por si acaso esto es lo que dejo escrito para ellas:


Un día decidí seguir lo que mi alma me marcaba, decidí escribir. Tenía un blog, cada semana me propuse publicar una entrada. Me costó mucho aceptar cuál era mi vocación, así que cuando lo hice me propuse hacer de ello parte fundamental en mi vida, darle el lugar que siempre le correspondió ¿Y sabéis qué pasa cuando decides escuchar a tu alma con todo lo que conlleva? Que obtienes recompensas. Un día estaba sentada frente a mi ordenador, sonó una canción y de repente mis dedos se pusieron a teclear, eso no era raro, pero lo que escribía sí, salía de un sitio distinto, las lágrimas brotaban sin entender el motivo. Cuando terminé ese texto lo leí como unas diez veces, qué era eso, me parecía realmente triste y hermoso, pero lo que me llamaba la atención es que no me servía como entrada de blog y no quería dejarlo olvidado en mi ordenador. Entonces comprendí que acababa de escribir el primer capítulo de un libro que yo no sabía que iba a escribir. Ese día empecé un camino extraño, de textos que salían aleatorios, textos en lo que me reconocía, no era mi vida, yo no era la protagonista pero ponía un poquito de esa Ángela, que era en ese momento, en cada palabra. Escribir ese libro fue una terapia, fue algo que necesitaba más que algo que quería hacer. Y un día lo terminé, porque toda historia tiene que tener un final y, cuando llega, te enfrenta al siguiente paso, te enfrenta a la certeza de que debes tomar una decisión, que sentarte frente a la chimenea a escribir sola, es fácil, sólo tú lees, solo tú te lees. Y tuve miedo, vuestra madre tuvo mucho miedo, aquello era una etapa, era algo que cuando leyese al tiempo ya no me diría tanto, ya no me resultaría tan sanador, porque escribir ese libro ya había sanado lo que tenía que sanar en mí. Solo por eso le debía sacarlo a la luz, no podía dejarlo morir en el olvido. Decidí publicarlo. Sabía que sería difícil, ese libro mostraba partes de mí que muchas personas no conocían, tenía miedo a mostrarme, tenía miedo a que me juzgaran. Tenía miedo pero siempre fui valiente por narices, no puedo hacer algo distinto a lo que tengo la determinación de hacer. Para superarlo di el libro a las dos personas ante las que más me preocupaba sincerarme y a la vez más necesitaba que me apoyasen: se lo di a mi madre y se lo di a mi padre… cuando ambos me llamaron llorando, emocionados, me sentí fuerte y afortunada, supe que cuando eres valiente y sigues tu camino todo se pone de tu parte.


Y el día llegó, ojalá pudiera decir que fui rápida, que lo hice sin inseguridades, pero no. Queridas hijas, si algún día leéis esto quiero que sepáis que pensé mucho en vosotras, en si había alguna posibilidad de que publicarlo os afectase pero, a pesar de esa angustia, quise dar ejemplo, quise predicar con mis actos. Pensé en vosotras de mayores, persiguiendo vuestros sueños, pensé en la de veces que os repetiría que lo hicieseis fuera el que fuese…


Queridas hijas, la historia de aquel libro fue la historia de una deuda con unas palabras, la historia de un sueño que no sabía que tenía, de un deseo que apareció y estaba obligada a cumplir. Y es que creemos que sabemos cuáles son nuestros sueños, creemos que lo sabemos todo de nosotros, y la realidad es que somos una auténtica sorpresa para nosotros mismos. Los sueños hay que dejarlos salir, no hay que buscarlos, si fluimos salen solos.


Estuve llena de incertidumbre ¿Qué pasaría después? ¿Quién lo leería? ¿Me criticarían? ¿Me juzgarían? ¿Sería positivo o negativo? ¿Escribiría después alguno más? Queridas hijas, si algún día leéis esto ya sabréis la respuesta a esas preguntas, yo aún no. El 13 de diciembre empezaré a salir de dudas…

lunes, 5 de septiembre de 2016

Mi trabajo

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Septiembre es un mes que me apasiona, se mezclan tantas sensaciones: la melancolía de la despedida del verano, la emoción por empezar un nuevo curso, la incertidumbre de preguntarnos qué nos depararán los próximos meses… Este septiembre es especialmente importante para mí, tanto que esta entrada necesito hacerla para poner simbólicamente un punto y final a una etapa clave en mi vida.


Para ello me remontaré a unos tres años atrás más o menos, ya sabéis que las fechas no son lo mío. Hace unos tres años comencé a ir a una psicóloga pues yo era una persona deprimida y muy triste, tenía graves problemas de autoestima y estaba realmente perdida. Ya tenía a mis hijas, a mi Amo, todo a mi alrededor era bonito, tenía una vida para disfrutarla, pero no lo hacía. Yo vivía con esa pena, ya había aprendido a convivir con ella, me había resignado, pero mis hijas iban creciendo y no podía soportar la idea de que eso les afectara a ellas, ese fue el motivo por el que di ese paso, por lo que busqué ayuda. Ojalá pudiese decir que lo hice por mi, pero mentiría. Para que os hagáis una idea de en qué estado me encontraba os diré que lo primero que me enseñó a hacer la psicóloga fue a hablar mirando a los ojos, era tan insegura que no podía hacerlo. Los que me conocen desde hace menos tiempo no se lo creerán, pues ahora soy todo lo contrario, extrovertida y directa. Pero respecto a lo que me ocupa hoy, el día clave fue cuando me puso un ejercicio: "Sueña, cómo te ves de aquí a cinco años, cuál sería tu trabajo ideal". Ese fue un ejercicio muy complicado, nunca he sabido en qué quería trabajar, ha sido mi caballo de batalla desde niña. Mi madre intentaba motivarme, que probase cosas. Cuando terminé bachiller no había ninguna carrera que me llenase. Pero mi madre me dio una clave, me abrió una puerta, me dijo que buscase cursos aunque fuese de alfarería. Siempre he sido tremendamente creativa, ella quería fomentar ese aspecto de mí, y fue así como llegué a estudiar diseño de interiores, fueron años duros ya que coincidieron con mis dos embarazos. Los terminé porque dentro de las posibilidades que había en mi cabeza era la que más podía llenarme. Mi error siempre ha sido asociar el trabajo a sufrimiento, si algo no me costaba hacerlo es que no era un trabajo, pero hacer algo que me hace sufrir me desgasta mucho, por lo que mi energía se resiente muchísimo e incluso me resiento físicamente. El diseño de interiores no estaba hecho para mí, el mundo al que me asomó no me gustaba, era frívolo y superficial, además tenía dos bebés y las posibilidades que se me presentaban de trabajo pasaban por sacrificar verlas crecer. En esas me dejé acomodarme, me pasaba el día triste en casa, y ojo, no digo que ser ama de casa sea triste, es que si no lo eliges, es que si esa no es tu ambición te destroza, al igual que cualquier otro trabajo. Pues llegó el día de responder al ejercicio, soñar es distinto a plantearte algo real, eso facilitó las cosas. El resultado de aquello fue el proyecto de una empresa propia de organización de eventos pequeños, pues siempre me ha encantado organizar momentos especiales para los demás. El siguiente ejercicio fue dar un paso real hacia ese sueño. Siempre hablo de lo importante de la actitud, lo importante de dar ese primer paso, pues los siguientes te vienen rápido. Tres meses más tarde tenía una socia y no paraban de salirme trabajillos, no gran cosa, pero recordad que venía de estar en mi casa, en bata y sin peinar (¡Con lo presumida que soy!) viendo “Hombres, mujeres y viceversa”. Ese año fue increíble a nivel personal, adquirí seguridad, hacía las cosas y a la gente le encantaban, veía que podía materializar lo que imaginaba.


Por ese entonces me surgió organizar dos exposiciones de arte con una empresa japonesa. Sé que esa oportunidad me surgió porque yo estaba preparada para ello, porque había dado unos pasos previos. Fue una experiencia intensísima y muy exigente, pero que me dio muchas tablas y descubrí mi capacidad para resolver problemas complejos. Todo sumado hizo que me invadiera una sensación de ir a más, y decidí dejar los eventos pequeños y formarme como Wedding Planner para dedicarme en exclusiva a las bodas. Volviendo del curso que hice en Zaragoza, en el tren ya cerré una boda y me surgió la posibilidad de otra, entiendo que haya quien no crea en el “Universo” como yo lo llamo, pero cuando me pasan esas cosas no puedo evitar pensar en él. Ese verano cerré tres bodas, algo increíble para no mover ni un solo dedo en publicitarme. Salieron geniales, volví a comprobar mi capacidad para hacer las cosas, para imaginar algo bonito y materializarlo. Todo me iba genial, los novios estaban realmente contentos con mi trabajo, mis compañeros de profesión me admiraban, hasta mis profesores que son la empresa más fuerte de España de organización de bodas, veían en mí una gran proyección, todos pensaban que llegaría lejos con ello. Todo apuntaba a que mi sueño se podía hacer realidad. ¿Cómo me sentía yo ante ello? Abrumada y muy agobiada, me encantaba decorar y organizar el evento, cuando veía el resultado me sentía satisfecha, pero llegar hasta ese momento me hacía sufrir, no podía dedicarme a disfrutar de mis hijas, y eso que Él se encargaba de todo cuando yo no podía, pero era una sensación personal. Y después de la boda me quedaba fatal, incluso físicamente, me ponía enferma por el desgaste. En julio tuve la última boda, era en Cádiz, ni siquiera la había organizado yo, era un favor que le hacía a una compañera que acababa de dar a luz. Fueron 24 horas de trabajo agotador. En un momento de la noche que pude parar, me senté en una preciosa cama balinesa mirando al mar y me pregunté qué hacía allí, lejos de mi casa, agotada, dolorida, llorando, haciendo un trabajo bonito pero que no me llenaba, y no lo hacía porque de repente me pareció muy superficial, y no es que nadie deba hacerlo por ello, sino que algo por dentro me decía que yo necesitaba otra cosa.


Durante estos tres años, paralelamente, yo tenía mi blog, algo a lo que nunca di importancia pues era un desahogo, algo que realmente me satisfacía, pues así son los “hobbies” ¿No?. No sé en qué momento me di cuenta, y no sé por qué no lo vi antes, escribir me llenaba, tanto que volvió a mi memoria la primera vez que escribí un cuento cuando niña “Viajando por el país disparatado” para un concurso del cole. Cuando lo terminé me dije: Quiero ser escritora. Mi madre lo leyó y me dijo que estaba hecha para ello, mi profesora lo leyó y me llevó a la directora a leérselo, incluso gané el concurso. Pero no sé por qué todo aquello se desvaneció, ni siquiera lo recordaba.


En julio, sentada en aquel precioso sitio, decidí que el ejercicio que me puso mi psicóloga había terminado, que lo había llevado todo lo lejos que podía, y que era hora de ponerle punto y final. Porque a veces persiguiendo un sueño nos cruzamos con otro, o quizá es que persiguiendo el que creemos que es nuestro sueño nos damos de bruces con el que lo es realmente. Yo necesitaba todo lo que estos años me han dado, necesitaba ese recorrido para volver al principio, para recuperar la seguridad de aquella niña que escribió aquel cuento. Y no sabéis lo orgullosa que me siento de ser valiente y renunciar a algo para lo que tengo talento, para perseguir algo que me completa, para seguir mi intuición, esa que me dice que vine a esta vida para transmitir, que apostar por vomitar lo que llevo dentro me acerca más a mi misión, esa que siempre he sentido que tenía.


Este septiembre representa para mí una nueva vida, pues este verano no han aparecido los miedos que siempre me atacaban, este verano ya no he visto ni siquiera restos de aquella pena, este verano me he sentido completamente curada. Siento una paz que jamás soñé sentir.


No puedo cerrar esta etapa sin darles las gracias a mis padres por haberme apoyado en cada sueño, en cada paso, de todas las formas y maneras que han podido, por no juzgar mis decisiones y confiar en mí. Y por supuesto no puedo dejar de darle las gracias a Él, que siempre me ha dicho que no me preocupase de ganar o no dinero, que me ha ayudado a superar mis momentos de máximo estrés, que me ha dejado tranquila en mis ausencias como madre siendo un gran padre, que ha cargado el coche con mis cachivaches para llevarme a cualquier ciudad y ha trabajado mano a mano conmigo de 8 de la mañana a 8 de la mañana del día siguiente, que me ha aconsejado con frases como: “Tienes talento y no quiero que vuelvan a aprovecharse de él”, no puedo dejar de darle las gracias por hacer todo lo que ha hecho con el único objetivo de querer verme feliz.


Y terminaré esta entrada y empezaré mi nueva etapa con una frase Suya que me dijo un día en que yo lloraba sobrepasada por el trabajo: “¿Por qué no mandas a la mierda todo esto y te dedicas a escribir? Con lo guapa y feliz que te pones cuando lo haces.”

lunes, 29 de agosto de 2016

El camino de la nostalgia




Ya estoy de vuelta de las vacaciones, y como me suele pasar tras recuperar fuerzas, me he puesto a hacer limpieza en todos los sentidos. Quería aclarar que esta entrada y la siguiente son dos entradas que necesito, son fruto de esa limpieza en profundidad, como cuando necesitas sacar todo lo que hay en un cajón para luego decidir qué vuelves a guardar y qué quieres tirar.



Lo que tenemos los granaínos con nuestra playa es amor-odio. Es nuestra playa pero tenemos que conducir unos 40 minutos hasta llegar a ella, eso ahora que han abierto la autovía, porque me pasé toda mi infancia chupándome curvas y carreteras de doble sentido durante una hora larga. Cuando llegas allí te encuentras con una extensión gris, llena de piedras. Pero es nuestra playa, esa que te pilla a mano para ir los fines de semana del verano, esa a la que van tus abuelos todos los años porque está cerca, esa a la que vas cuando eres adolescente con tus amigos a pasar el día pues es a la única a la que te dejan ir tus padres. Eso que son ventajas al final se acaba convirtiendo en ese odio del que hablaba, siempre vas allí, siempre te encuentras a las mismas personas, el mismo ambiente, y te va asfixiando, te va creando la sensación de que no avanzas, de que eres la que eras cuando fuiste de niña, la misma que cuando ibas de adolescente…


Ayer nos montamos en el coche temprano, sin desayunar y partimos para Almuñécar, así se llama la playa. Desde que las niñas empezaron a tener consciencia y recuerdo hemos creado una tradición, un día en el que repetimos aquellos rituales que nosotros vivimos de niños. Antes íbamos varias veces en el verano con mi familia, pero este año fuimos expresamente a hacer nuestros rituales, solos. Nos montamos en el coche y pusimos el disco recopilatorio de Juan Luis Guerra, cuando nos conocimos descubrimos que nos traía los mismos recuerdos, que tanto sus padres como los míos nos lo ponían de camino a la playa. Me gusta sacarlo de la carátula amarillenta y vieja, ponerlo y comenzar un viaje al pasado. Empieza a sonar la música y noto que mi mente y mi cuerpo se eriza, se pone en modo nostálgico, y es que el camino a la playa es el camino de la nostalgia, pues he hecho ese camino con todas las personas importantes de mi infancia…


La tapicería del Ford Orión viene a mi mente, el olor, su tacto, mis padres sentados delante, aún juntos. Íbamos al cortijito que teníamos allí, las vistas de la piscina, el banano, el olor del sillón, las literas de los dormitorios, la mini lavadora que había en el baño, la balaustrada blanca de la terraza, era una casita preciosa que yo odiaba, sentía que me ataba, que nos obligaba a ir allí cada verano, y yo quería volar, salir, alejarme por unos días de la que era en mi ciudad, ir a un sitio a ver cosas distintas, ir a playas distintas, comerme un helado distinto en una heladería distinta…


Como he dicho ahora han abierto la autovía, por lo que la carretera antigua está casi desierta, ayer, mientras contemplaba el paisaje reparé en ella, de repente las imágenes me golpearon duro, y me puse a llorar. Cuántas veces hice ese camino con mi abuelo en el coche, cuántas veces paramos en el Azud de Vélez a desayunar como a él le gustaba, cuántas veces me quedé con ellos en los apartamentos que alquilaban mientras mis padres trabajaban en setiembre, cuántas cabañas me hizo en aquellas piedras, cuántos de sus “rollos” me contó. Cuántas veces fuimos toda la familia junta a pasar el día, éramos de esos que ponen cuatro sombrillas y llevan la tortilla, la carne empanada y la sandía de postre, con dos neveras llenas de refrescos, de broma decíamos que era una “Jaima” pues poníamos sábanas enganchadas para dar más sombra. Y allí pasábamos el día todos mis tíos y mis primos, quizá cuando era más niña sí disfrutaba de ello, pero ya de mayor empezó a no gustarme, aparentemente disfrutaba, pero miraba a otras personas a nuestro alrededor, miraba al mar y algo dentro me dolía, me sentía atrapada, ya no me valía la carne empanada ni la tortilla, la jaima era para mí una jaula, ahora lo veo, ahora que en estos últimos años he analizado mi relación con mi familia me doy cuenta de que mi madre y yo no pertenecíamos a ese mundo, a esa forma de hacer las cosas, pero hay veces que cuando naces haciendo lo mismo una y otra vez haces las cosas por inercia porque el placer que produce la costumbre disfraza tu verdadera necesidad, lo que de verdad quieres. Todo esto se acentuó cuando murió mi abuelo, porque él tenía la virtud de hacer mágico y especial todo. La última vez que fuimos todos juntos a la playa mi hija pequeña tenía dos años, tiene una foto con la sandía que era casi más grande que ella, aquella vez estar allí me pesó demasiado, definitivamente lo que me ataba a ese mundo había muerto hacía varios años y debía aceptarlo.


Poco a poco hemos ido construyendo nuestro mundo, hemos ido encontrando la manera de hacer las cosas, me encanta ir a la playa con la sombrilla, los esterillos y una mochila negra, nada más. Me gusta ir con la sensación de que puedo irme cuando quiera, que mi equipaje pesa tan poco que puedo moverlo fácilmente.


Ayer pusimos a Juan Luis Guerra en el coche y supe que este año me iba a costar enfrentarme a la nostalgia. Recorrimos el camino y verlo canturrear mientras conduce me lo hizo más ameno, vi aquella vieja carretera y un nudo se me agarró, lloré en silencio para que no se diera cuenta de que lo hacía, no quería. Fuimos a desayunar buñuelos con chocolate como manda la tradición, fuimos a la playa un rato, frente al Vizcaya, donde siempre nos hemos puesto, vi a las familias con sus sandias, con sus “jaimas”, me llené las manos del polvo de las piedras haciendo casitas con mis hijas, siempre me ha dado dentera hacerlo, comimos en el chiringuito con sus aparatosas e incómodas sillas de anea de toda la vida, comimos migas y pescado frito, Él se pidió el espeto de sardinas hecho en la vieja barca de siempre. Después las niñas se montaron un rato en unos columpios mientras nosotros las mirábamos sentados en un banco del paseo. El día se nubló y yo con él. Recordé a mi abuelo, imaginé qué pensaría de que ya no nos reuniésemos como cuando él estaba, con lo que luchó por vernos a todos juntos… entonces acepté que él ya no existía como tal, que él ya no puede decir nada porque ya no está, porque cuando alguien muere, muere, y los que se quedan no pueden seguir haciendo las cosas por su recuerdo, porque eso es vivir esclavos de algo inexistente. Mi abuelo ya no existe como persona, ya estará en otra vida viviendo otras cosas, y debe hacerlo a su manera, al igual que yo. “¿Qué hacemos?” La nostalgia ya me había afectado demasiado, esta vez me había ganado la partida y no quería seguir con el resto de rituales, ya no quería helado en “la isla de Capri” ni quería cenar en la pizzería “Pinocho”… No quería pasar delante del hotel “Helios” ni ver el balcón del apartamento que mi abuelo bautizó como “Villa Toldos”. No quería andar por el paseo hasta el mercadillo nocturno, no quería cruzarme con todas las personas que harían lo mismo aquella noche. No quería pasar por la calle en la que le dije que necesitaba que me dominase, no quería entrar en “Loro Sexy” a ver los pájaros…


Y a pesar de que este año la nostalgia haya podido conmigo no quiero dejar de ir cada año, porque todos deberíamos hacer nuestro camino a la nostalgia de vez en cuando, para recordar, para evaluar cómo hemos cambiado, cómo nos sentimos frente a aquello que fuimos, frente a todo lo que vivimos, para ver qué queda de eso en nosotros, para que nunca olvidemos de dónde venimos y valoremos dónde hemos llegado, para rendir homenaje a nuestro pasado mientras nos desprendemos de él. Porque por muy bonitas que sean algunas de las cosas que vivimos ya no existen y eso hay que aceptarlo, los objetos bonitos también pesan, y no olvidemos que la clave es viajar livianos.


Al viajar a mi pasado me doy cuenta de que en la infancia las personas que nos quieren y nos cuidan nos hacen formar parte de sus mundos, nos hacen partícipes de ellos y eso nos aporta, pero conforme vamos creciendo hay que crear el nuestro propio pues vivir en el de los demás no es vivir.


Al terminar de escribir esto voy a poner Juan Luis Guerra a tope porque tengo presión en la cabeza y necesito llorar nostalgia.

lunes, 8 de agosto de 2016

Trenzas

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Estaba bajo Él, me estaba follando el culo como solo Él sabe hacerlo… tenía trenzas, sí trenzas, hacía años que no me las hacía, no me veía… pero esa tarde para limpiar las niñas habían perdido mis coleteros y tenía solo unas pequeñas gomitas a mano, así que las trenzas era el único peinado que se me ocurría para recogerme el pelo con ellas… lo explico porque yo ya no me hago trenzas, no me hago  coletas, no me veo con ellas, sé que tengo una cara y un cuerpo aniñado y no me gusta potenciarlo, soy muy poco little por mucho que Él a veces me trate como si lo fuese…


Me miraba al espejo y me acordaba de aquella foto del colegio, con el uniforme, mis paletas aún salidas y mis trenzas, tan niña, tan graciosa… aquella niña que era dulce por fuera y perversa por dentro, aquella niña que se excitaba, aquella niña que no podía dormir sin imaginar alguna de sus sucias historias. Sí, cerraba los ojos, y solo podía conciliar el sueño imaginando cómo un hombre me secuestraba y me sometía, cómo un hombre me compraba para ser su esclava, como un médico me examinaba de una manera sexual, cómo me hacía daño con sus instrumentos, no podía conciliar el sueño sin imaginar que un hombre irrumpía en mi dormitorio para regañarme por ser sucia, cómo me ponía en sus rodillas y me hacía aquellas cosas que me había pillado pensando…


¿Podéis imaginar lo que es inventar cada noche una historia así para dormir? Con 7 u 8 años... ¿Podéis imaginar cómo era mi mundo interior lleno de fantasías? ¿Podéis imaginar lo que era creer que todo aquello jamás se cumpliría?


Anoche estaba bajo Él, con mis trenzas, antes me había follado la boca tirando de ellas, me había follado a cuatro patas… y yo me sentía aquella niña, me miraba al espejo y veía a aquella Ángela niña. No lo sabía pero necesitaba reconciliarme con ella, necesitaba darle lo que siempre había soñado, todo lo que había fantaseado, necesitaba que viviese todo lo que quería vivir… y ahí estaba Él, encima de mí, follando mi culo mientras yo lloriqueaba, y lo vi, lo miré y fui consciente de mis trenzas, de lo mucho que aún me parezco a aquella niña y algo perversamente mágico sucedió… Su imagen invadió mi infancia, Su cara, con Su barba, con esa mirada, con lo que me cuida y me protege, con los castigo que me infringe, con el sexo que me da, Él invadió mi infancia, se convirtió en secuestrador, en médico, en el hombre que me compraba, pero lo mejor fue cuando se convirtió en el que abría la puerta de mi dormitorio rosa y me azotaba, me follaba, y le daba a aquella niña todo lo que necesitaba…


Sé que es muy raro lo que cuento, sé que puede parecer hasta aberrante correrme mientras lo imagino follándome de niña, pero así pasó y me siento genial, sentí que mi infancia se cerraba, que aquella niña se despedía ahora feliz, satisfecha, dejando de sentirse como un pequeño monstruo por inventar cada noche todas aquellas historias. Aquella niña se despedía sabiendo que los sueños se cumplen, que sí existía, que sí se podía hacer realidad.


Quién me iba a decir que unas trenzas me iban a dar tanto, quién me iba a decir que iban a darle paz a una parte de mi historia, que iban a hacerme sentir así…


Y ahora siento su presencia en todos los momentos de mi vida, porque siempre me pregunté cómo hubiese sido ser amigos de la infancia, haber crecido juntos, como hemos hecho, pero desde niños… porque la primera vez que me dijo que quería pasar la vida a mi lado, que quería casarse conmigo fue tras ver mis álbumes de niña: “Me he puesto triste al ver todos los años de tu vida que me he perdido, y no quiero perderme ni uno más”. No se ponga triste Amo, no estuvo ausente todos esos años, aunque no estuviese conmigo físicamente. Porque cada noche imaginaba una historia antes de dormir, cada noche lo pensaba a Usted.

jueves, 21 de abril de 2016

Todo empieza a encajar

El aire huele a limpio, tenemos la ciudad a nuestros pies, nos sentimos los reyes del mundo en aquel campo de olivos, en nuestra manta. Solo tenemos una mochila con bocadillos y agua, nos besamos, nos lamemos tenemos la certeza de que es dónde tenemos que estar. No somos más que unos críos de 17 y 20 pero cuando nos besamos sabemos más que nadie, pues sabemos de nuestra unión, sabemos quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Cuando era niña mi padre me llevó a aquel sitio y juntos hicimos un círculo de piedras, un cículo mágico con la fe de que en él se concentraba toda la energía del universo. No se lo dije a mi padre pero me prometí a mí misma que engendraría a mis futuros hijos allí, eso no ha ocurrido pero sí he hecho el amor con el padre de mis hijas allí tantas veces que no las recuerdo.


Tenía 17 años, olvidé aquello pero allí estaba en aquel campo, quién sabe si en el mismo lugar, con un chico que apenas conocía de dos semanas jugando, tocándonos, amándonos a pesar de lo poco que nos conocíamos. A veces creemos que las cosas suceden y nada más, sin sentido alguno, que acabamos restregando nuestra carne el uno con el otro en aquel campo porque fue el único que se nos ocurrió, porque fue el que nos pillaba más cerca, pero no es cierto, en aquel campo nos sentimos, nos desnudamos y nos amamos, nos besamos, nos mordimos, nos sonreímos, nos olimos y nos reímos. Vimos el sol ponerse, vimos nuestra vida sin darnos cuenta. Qué tonta fui al no darme cuenta, la adolescencia es compleja, renuncié a mi espiritualidad, renuncié a esa sensación que tenía desde niña de que todo era magia. Y lo peor es que lo vi, cuando giré la cabeza y lo vi por primera vez vi Su magia, pero aislé esa sensación como si fuese anecdótica, como si no fuese algo más que algo bonito que contar.


De niña buscaba duendes y hadas bajos las flores, es algo cierto, siempre busqué y busqué, quería esa magia. De niña quería entregarme, siempre lo supe. Creí que eran cosas aisladas, creí que eran dos Ángelas distintas, una buscando magia y la otra buscando carne, pero qué equivocada estaba. Lo entendí todo al revés. No es que necesitara entregarme a alguien en general, no es que necesitara esa sensación para vivir y que tendría que encontrar a una persona afín. No es que buscase duendes porque sí, no es que supiera que la magia existe por los cuentos que leía, es que lo sabía, sabía que debía buscar algo concreto, un ser concreto.


El mismo día que decidí que no quería saber nada más de los hombres, el mismo día que decidí renunciar a mi búsqueda de entrega, pues entregar mi carne había resultado ser demasiado triste, ese mismo día giré la cabeza y vi Su sonrisa, y sentí lo que sentí, una magia poderosa, algo que me decía que al fin había encontrado a mi ser mágico bajo el trébol.


Ahora no vale de nada lamentarse, pero si hubiese confiado en lo que mi interior me decía hubiese entendido que no nací sumisa, que no era algo que formase parte de mí como característica personal, pues yo siempre supe que era algo mucho más profundo, siempre supe que era algo más. Lo entendí todo al revés, no era sumisa y me encontré a una persona que era Amo sin saberlo, no, nací sabiendo que me entregaría a alguien, que Él aparecería y tendría que entregarme pues no había otra manera de aprender lo que debía aprender, no había otra manera de arrancar todo el peso que arrastraba. No me dí cuenta pero desde niña me preparé para Él, con nombres y apellidos, nací predispuesta a entregarme pues ÉL aparecería para dominarme. Encontrarnos era un pacto que venía de lejos.


Y ahora entiendo por qué tuve esa “suerte” de encontrar a la primera al hombre que sabría guiarme perfectamente y de una manera tan segura. Él nunca supo que quería dominar pero, en cuanto yo la llamé, Su parte dominante apareció tremenda, segura y sin dilación. Él sabía cómo llevarme como si llevase años preparándolo.


Lo llamo Amo porque me siento Suya, pero he dejado de sentirme sumisa o esclava, ahora solo me siento Yo, viviendo la vida que tenía que vivir, dejándome llevar como prometí que haría y dándole amor y entrega a cambio. Lo llamo Amo pero ya sé que no lo es, es algo mucho más importante, Él no lo sabe pero yo sí, es un Guía, hermoso y ancestral, es un ser único que decidió ayudarme a otro nivel.


jueves, 14 de abril de 2016

Tras el arbusto

Enya - Only Time


Hay personas que ven más allá de tu mirada, hay personas que ven lo que realmente te atemoriza, por qué hiciste las cosas. Y te lo dicen, te lo dicen y no puedes hacer más que avergonzarte, sentirte desnuda y descubierta. Puedes ir de supermujer pero alguien te dice que no engañes, que eres una diminuta criatura asustada y encogida tras un arbusto. ¿Qué haces ahí? Levántate y sal. Desnuda eres hermosa, desnuda eres mágica, sal y que el mundo te vea, sal y remueve al mundo.


Los titubeos comienzan, el lloriqueo que me ha acompañado toda la vida, ese quejido estúpido que sabe a excusa: es que tengo miedo, y si no me entienden, y si no me quieren, y si hago mal, y si me miran, y si me critican, y si… excusas y más excusas.


Hay personas que te dicen lo que no quieres oír, te dicen que eres hermosa y debes salir de una vez de tu rincón y afrontar tu camino, que ya está bien de quedarse en la superficie, de dejar salir un poquito de luz y volver a cerrar la puerta. La era de la moderación, la era del miedo ha acabado y debes asumirlo. Hay personas que un día te dicen que solo cuando te rompes renaces, porque quizá no eres tú la que se rompe sino una de las miles de corazas que te has ido poniendo para que la luz no salga.


Levántate y anda, desnuda y libre, sal al mundo y muestráles lo que eres, enseña tu luz, a unos les cegará y a otros les reconfortará, otros te mirarán diciendo “Al fin”. Detrás de un arbusto no se puede ser feliz.


Esta canción me emociona profundamente, recuerdo despertar de niña en el coche con ella de fondo, dormida sobre las rodillas de mi tía tapada con una manta de cuadros roja. Entreabrí los ojos y la vi iluminada llena de magia, era un ángel, yo tenía 5 años y sentía que ella era especial. Cuando la miré en aquel coche con esta canción de fondo nos entendimos de una manera que no sé explicar, la vi hermosa y llena de luz. Satisfecha y plena porque estaba cumpliendo su camino, la belleza que da saber que estás haciendo lo que elegiste hacer a pesar de cualquier consecuencia. Ibamos en aquel coche a ver a una mujer que sanaba, mi tía tenía cáncer y estaba muriendo. Ella sabía que iba a morir, aunque mi madre se hubiese salvado unos años antes con un cáncer terminal. Ella sabía que iba a morir, pero iba a dónde la llevaran simplemente para reconfortar a los que se quedaban, los dejaba luchar por ellos, no por ella. En aquel coche la vi pletórica y tierna, encaminándose a su destino, que no era salvarse de ninguna de las maneras. Quién dice dónde nos lleva nuestro camino, quién dice por qué ha de ser así… mi tía quería morir porque sentía que así debía ser. En aquel coche vi a mi tía desnuda saliendo de su arbusto, qué más da que solo viviese un mes más, vi algo en ella que pocos entenderán.


Quién dice dónde me lleva el camino, da igual, estoy harta de ignorar las señales, estoy cansada de tildarlas de anécdotas bonitas, de decirme a mí misma que lo que he sentido, que lo que siento no son más que invenciones, ya está bien de dar rodeos para no encarar lo que vine a hacer aquí. Estoy preparada, tengo pactos que cumplir, tengo una luz que mostrar, ya no tengo miedo.


Empiezo a atar cabos, en mi vida la única que se ha menospreciado he sido yo, la única que se ha manipulado he sido yo, la única que se ha hecho daño he sido yo… por miedo a lo que realmente estaba sintiendo, por miedo a mi propio poder.


Hay personas que no te dejan seguir yendo de puntillas por la vida, que te dicen que tienes que ser valiente, que tu camino es el que es y no valen las excusas. Siento que tengo mucho que mostrar aún, estoy llena de ganas y valor.


Ahora mismo siento que los golpes y la dureza eran necesarios conmigo pues no había otra forma de romper la coraza que me recubría, no había otra forma de sacarme de esa crisálida de miedos y angustias, no había otra forma de arrancarme el disfraz que me había puesto para no ser lo que de verdad soy. Por eso Él tenía que aparecer, por eso cuando giré la cabeza y lo vi sonreír por primera vez vi la misma luz que cuando desperté en aquel coche y vi a mi tía.

jueves, 3 de marzo de 2016

Mis etapas (2ª parte)

Sé que a veces doy demasiadas vueltas hasta entender las cosas, como os conté en este post, mi primera etapa como sumisa fue una vuelta muy grande y fea. Pero Él siempre encuentra la manera, me dijo que dejara de llamarlo Amo, volvíamos a ser sólo nosotros, sin títulos. Recuerdo que le preguntaba que si Él y yo dejásemos de estar juntos buscaría estar con una sumisa, Él me decía que no lo sabía, que lo único que tenía claro es cómo quería que fuese yo con Él, que lo único que tenía claro es que quería dominarme a mí. Vuelvo al tema de la perspectiva del tiempo, ahora escribo esto y me sonrío porque en aquel momento no lo entendía. Entonces, con aquella medida que tomó, me hizo llegar a la siguiente etapa como sumisa, me simplificó la mente. En mi tercera época aprendí lo dura que es la entrega real, aprendí que entregarse es bonito a nivel profundo pero en un nivel superficial es sacrificado. Es hacer cosas que no te apetecen y dejar de hacer otras que sí. Dicho así sé que suena fatal pero no me seáis exagerados, no me violaba ni me encerraba en un dormitorio, simplemente mis caprichos y exigencias dejaron de importar. He sido hija única, mi voz siempre ha tenido demasiado peso, aceptar que te han relegado de rango es duro, ya no eres el capitán eres soldado raso. Da igual que de pequeña fantasearas con que te hiciese X ahora te están dominando de verdad, lo que significa que te van a hacer Y. Aunque el sacrificio empezó a estar muy presente, un sentimiento de plenitud empezó a invadirme. Muchos de mis vocecillas internas que toda la vida me habían torturado empezaban a callarse…
Pero siempre hay un diablillo que pica, el ego no se rinde tan fácilmente. Y entonces empecé a angustiarme ante Su cambio, empezó a darme vértigo que Él ya no fuese el novio atento que me consentía, como veis, al pobre lo volvía loco. En una de esas conversaciones en las que yo estaba angustiadísima le dije que quería acabar con todo esto de la sumisión, que quizá era algo que había idealizado desde niña, que quizá una vez cubiertas esas fantasías ya sería más feliz sin ser sumisa. “¿Me estás diciendo que quieres que nos separemos?” eso me pilló desprevenida, por supuesto que no quería eso, simplemente estaba abandonando, quería volver a nuestra relación vainilla, dejar de enfrentarme a esos sentimientos que, aunque me estaban haciendo más feliz, me incomodaban. “Ángela, ya no puedo ser de otra manera. Quiero dominarte y reprimir eso sería muy duro. No funcionaría”. Otra vez el egocentrismo me había cegado, otra vez había ignorando que Él tenía Su propio proceso, que también había descubierto Su naturaleza y yo no podía exigir que la volviera a esconder. Ese día sentí que me pedía que fuese Suya, que dejábamos atrás el origen de nuestra D/s. Lo recuerdo de pie delante de la ventana con el cielo gris de fondo, yo sentada en la cama mirándolo callada. Sentí que tenía que escoger, que tenía que decidir si me entregaba a Él de verdad, a Su manera, dejándome guiar o abandonaba y huía por comodidad. Entonces sí empezó mi auténtico cambio, entonces sí comencé a sentir lo que era la auténtica entrega, la paz empezó a llenarme, acepté Sus normas, Sus mandatos, acepté Su manera de entender el dominio, dejé de resistirme, me dejé dominar.
En esta última etapa se podría decir que estoy más cerca de la esclavitud que de la sumisión, si es que queréis usar términos BDSM, pero yo simplemente me siento entregada, me siento natural, todo fluye, no hay conflictos internos dentro de mí, al menos no sobre este tema. Es cierto que me ha costado cambiar la forma de ver las cosas, es cierto que hay cosas que aún me cuesta acatar, pero es lo normal, no estoy anulada, no es que no piense, no sienta, no tenga mis propias opiniones… simplemente es que en mi lista de prioridades Él está primero porque así me siento plena, siento que hago lo que deseo a un nivel más profundo: Entregándome a Él me priorizo yo... Es extraño, lo sé.


Haciendo una valoración general me doy cuenta de que nuestros 7 años como D/s han sido 6 de tempestad y uno de calma. Como no me canso de repetir, ha sido difícil, he llorado mucho y me he sentido muy mal en muchas ocasiones, pero ha merecido la pena, ha merecido muchísimo la pena. Ese año de calma es el resultado de Su sabiduría para guiarme y mi esfuerzo por seguirlo, estoy deseando descubrir qué cosas nos depara nuestras futuras etapas, aunque saboreo cada minuto de la que estoy viviendo.


P.D.: Recordé que en mi blog anterior escribí sobre el momento en que nos despojamos de nuestros títulos pero no lo había añadido a Azote y Café, he recuperado ese post por si alguien quiere leerlo: "El amor y el sexo, mi salvación"

martes, 1 de marzo de 2016

Mis etapas (1ªparte)

Si miro hacia atrás y analizo cómo he evolucionado como sumisa (no me gusta llamarme así pero me resulta más sencillo para explicarme) me doy cuenta de que ha ido muy ligado al proceso de Él como Amo.
Cuando le dije que quería que me dominara no utilicé las palabras Amo y sumisa, yo aún no sabía de esos títulos, yo solo quería dominación y entrega. En aquel momento era tan ilusa que creía que con reproducir los gestos con los que había fantaseado toda mi infancia sería suficiente. Había idealizado lo que es pertenecer, cada noche durante 21 años había imaginado una situación distinta en la que me sometían y que quería reproducir. Pero no fue tan fácil. Él al principio no sabía nada de lo que yo deseaba, me dijo que fuese mostrándole a qué me refería. Nuestra historia D/s comenzó de forma muy intermitente, nos tirábamos un tiempo reproduciendo esas escenas para volver a nuestra situación anterior. En esa época descubrí dos cosas: la primera es el miedo al “teatrillo” y la segunda el miedo a que Él no quisiera dominarme realmente, el miedo a que forzara una actitud por mí. Ahora veo las cosas con perspectiva y me doy cuenta de mi egocentrismo. Mi error en aquella época fue pensar que la única que necesitaba un proceso, la única que necesitaba una actitud por parte de la otra persona era yo. Yo exigía dominación natural pero no daba sumisión. En mi primera época fui una “sumiprincesa”, intenté dominar desde abajo, intenté que Él se convirtiera en mi Amo soñado, no contemplé en ningún momento que Él estuviera sacando su parte dominante y que empezara a tener claro qué quería. Cuando pasaron unos meses Él se sentía cómodo dominando, aunque sólo se materializaba en forma de pellizcos cuando decía algo que no le gustaba y azotes esporádicos. A pesar de que ahora vea mis errores, nuestra primera etapa fue bonita, digamos que fue la etapa en la que maté mis deseos infantiles, materialicé muchas de las situaciones con las que había fantaseado siempre.
Un día estaba de rodillas en la cama, no sé por qué le estaba diciendo que no tenía en cuenta qué deseaba yo, que así no había imaginado que era la sumisión… Él me dijo que Él era el Amo y que era yo la que tenía que adaptarme a Sus gustos, no al revés. La época de la sumisa que intenta transformar al hombre en su Amo soñado había terminado. Él ya aprendía solito y, debo decir, que ahí empezó lo más duro. Empezó mi segunda etapa. Esta segunda época como sumisa fue muy dura porque dos circunstancias chocaron: por un lado Él ya sabía qué quería como Amo, qué esperaba de mí, y por otro yo descubrí twitter, descubrí una comunidad con unas características. Estas dos cosas enfrentadas me causaron muchos conflictos internos. Era la lucha entre pertenecerle a Él o pertenecer a esa comunidad. A veces sentía que tenía que escoger, que empezaba a construir mi identidad como sumisa y que quizá había prácticas o situaciones que con Él no probaría nunca y yo, cómo no, tenía curiosidad… fui una niñata superficial olvidando que la base de todo era que quería pertenecer de una manera profunda y que, en ese tipo de entrega, las prácticas eran lo de menos. Han sido muchas las veces que he leído eso de que no puedes renunciar a lo que quieres como sumisa, pero mi duda siempre llegaba en el momento que pensaba: si a nivel profundo he encontrado al tipo de hombre que deseo ¿Tengo que renunciar a Él porque no me haga X o Y? Era un círculo vicioso, fue una época dura porque Él veía que no me entregaba de la manera que me pedía, que deseaba y anhelaba cosas que Él no iba a darme... A mí, eso de que supiera lo que yo deseaba y no me lo diera, me sacaba de mis casillas. Olvidé que lo primero que pedí es un Amo, un Amo de verdad. No se me olvidará que, por aquella época, tuiteé aquello de: “Ten cuidado con lo que deseas, corres el riesgo de que se cumpla”.


Continuará...

viernes, 8 de enero de 2016

Me lo tomo todo muy en serio

Llevábamos unas dos semanas saliendo juntos, fuimos a unos olivos solitarios a pasar un día de picnic. Echamos una manta y allí pasamos el día desnudos, jugando. Mi Amo no fue el primer hombre en mi vida, cosa que me aún hoy me atormenta. La experiencia con otros me había creado la certeza de que disfrutar con el sexo era algo para hacer sola, que los hombres solo querían follarte y que no podría jugar con ellos. En aquellos olivos tuve la primera prueba de que aquel chico era distinto. En aquellos olivos jugamos por primera vez. Fue un juego tonto pero que me pareció maravilloso. Era el juego de “La Bella Durmiente”, me vendó los ojos y fue besándome todo el cuerpo hasta “descubrir” dónde debía besarme para que despertara. Aquellos picnics fueron geniales, fueron el preámbulo de un sexo maravilloso e increíble.


Cuando mi Amo y yo éramos novios vainilla hacíamos de todo. Casi todos nuestros juegos eran de dominación: era mi jefe, mi médico, mi profesor… en todos yo estaba en inferioridad. Me esposó, me azotó, probamos el sexo anal, nos disfrazamos, jugamos a que me forzaba… Recuerdo una noche cuando ya vivíamos juntos que me puso sobre sus rodillas, fue metiéndome un consolador grande por el culo poco a poco, tranquilizándome mientras lo introducía. Estoy hablando de una época en que ni le había insinuado mi necesidad de entrega, pero con perspectiva veo que ya jugábamos a lo que cada uno era. En toda nuestra relación jamás he tenido la sensación de estar insatisfecha sexualmente hablando, jamás he querido más de lo que teníamos. Nuestro sexo siempre ha sido maravilloso y creativo.
¿Por qué os cuento todo esto? Porque quiero que entendáis bien cuál era mi necesidad. El día del consolador en sus rodillas tuve un orgasmo genial, tras el cual la tristeza se apoderó de mí, cada vez que terminaban nuestros juegos la realidad me hundía, eran solo juegos, obedecía y me sometía momentáneamente y mi novio no era consciente de ello, no sabía lo que provocaba en mí con esos juegos, no me dominaba conscientemente y, si acaso, era una dominación momentánea que se difuminaba en la cotidianidad. El sexo siempre ha sido nuestro idioma, cuando no follábamos éramos infelices como pareja, yo era insoportable, depresiva y exigente. Lo volvía loco, parecía que llegaba un momento en que íbamos a cortar la relación, pero follábamos y de nuevo sentíamos que debíamos estar juntos. Creo que era porque en el sexo teníamos mas claras nuestras posiciones naturales, solo teníamos que buscar cómo extenderlas a toda la relación.


Cuando soy capaz de ver las cosas con perspectiva todo cobra más sentido, cuando dejo de mirar las historias de los demás y analizo la nuestra veo claro todo, las respuestas están ante mis ojos. El día que le dije lo que necesitaba en ningún momento hablé de sexo o de prácticas (yo aún ni sabía que existían). Cuando le dije que necesitaba que me dominara, hablaba de un sentimiento, no de algo físico, no es que necesitara una bofetada porque me excitaba, la necesitaba porque representaba su dominio.
Mi error fue descubrir un mundo, mi error fue creer que mis defectos no se extenderían a esa nueva vida que empezábamos. Siempre he tenido una parte superficial con la que he luchado muchísimo. Si veo un modelito lo necesito porque me parece que la vida será más gris sin él, si veo una práctica quiero experimentarla porque sí, porque queda bonito. Además se junta que soy extremadamente curiosa, así que era una combinación mortal. Hoy ya veo las cosas de otra manera, será que estoy madurando pero, como aquí os cuento, vuelvo a encontrar mi camino, a ver claro que yo sólo quería un sentimiento.
Es cierto que Él también ha ido descubriendo cosas, cuando le digo que podría vivir sin dolor, sin azotes, sin pinzas… se ríe porque Él no. Así que haciendo honor a mi sentimiento aguanto lo que Él quiera hacerme y algunas veces lo disfruto, cuando consigo conectar ese dolor con mi sentimiento de entrega.
En definitiva, odio que algo insinúe que mi D/s es jugar a ser dominada. Una de las cosas que más me cuesta es ladrar, es actuar como una perra. ¿Por qué? Porque no sé jugar, no puedo hacerme el cachorro juguetón, si quiere que sea una perra interpreto que quiere que me sienta como tal, que me animalice, que vea el mundo desde la perspectiva de un perro, que sienta el frío del suelo, que ladre por llamar su atención, que espere atada pacientemente… pero que lo sienta, que sea la perra que llevo dentro, no que imite a una. En una fiesta me ató debajo de la mesa con mi correa, veía solo los pies de las personas, los escuchaba hablar pero yo estaba al margen, bajo la mesa me sentía una perra de verdad. Pero vi como dos sumisas hablaban y dijeron algo como: Habría que ponerle un cojín a esa chica que el suelo está frío. No estoy segura de si eso fue lo que dijeron pero sería algo parecido porque una de ellas le ofreció a mi Amo un cojín para ponérmelo, Él a regañadientes me lo puso, al poco le ofrecieron uno más grande para que estuviese más cómoda, pero mi Amo se negó. Puedo parecer desagradecida, pero el gesto que tuvieron conmigo, aunque fué desde el cariño, no me gustó. Me da igual que el suelo esté frío y duro, si mi Amo quiere que sea una perra lo seré, y que me recuerden que no lo soy me hace sentir ridícula y tonta, si no soy una perra de verdad, soy una tía hecha y derecha de 29 años jugando a que es una perrita.
Esta es solo mi percepción, es sólo lo que YO necesito, cómo YO lo vivo. No es cómo deben hacerlo otras, de hecho creo que es genial disfrutar jugando, es genial obtener placer de las prácticas, probar qué elementos de azote te excitan y que tu Amo te sepa guiar hasta tener orgasmos y sensaciones increíbles, os juro que creo que es maravilloso, pero yo no sé hacerlo, yo no sé vivirlo así. A mí me da igual que mi Amo ate bien o mal, que me vaya calentando el culo poco a poco para que tolere más el dolor o que el primer correazo que me suelte sea el mas fuerte. Yo quiero ser Suya, es lo único que me da placer. Como si me dice que no va a azotarme nunca más, que va a hacerme sólo cosquillitas y mimos, si es Su deseo, yo soy Suya para cumplirlo.
Así que sí, soy una persona que se lo toma todo muy en serio. Si he decidido que soy inferior a mi Amo, lo soy de verdad, sin medias tintas, para lo que Él quiera y con todas las consecuencias. Es mi forma de ser, mi personalidad... No es BDSM es MI forma de afrontar la vida

viernes, 6 de noviembre de 2015

Qué hemos hecho bien

La letra de esta canción es perfecta para esta entrada. Si vais a amar a una persona, amad todo de ella, sino dejádla ir...


John Legend - All of Me


Parece mentira cómo pasa el tiempo, parece que fue ayer cuando empezamos este proceso, cuando empezamos a ser verdaderamente nosotros. Pero ya hace 7 años de aquello y ahora me parece un sueño lo que vivo, esto ha superado con creces mis expectativas y parece que cuando estamos en esta ensoñación olvidamos que no siempre fue así, que muchas cosas pasaron por el camino, muchas lágrimas derramadas, muchas angustias, muchos momentos en los que creía que todo se iba a la mierda. Pero aquí estamos, con una relación sólida y con futuro, por pasarnos nos ha pasado de todo, a estas alturas creo que lo único que puede acabar con lo nuestro es que se canse de mí. Analizo cómo hemos llegado hasta aquí, habrá muchos pasos mal dados, pero también aciertos. Qué es lo que nos ha funcionado, cuál es nuestro secreto… hay varias cosas que creo hemos hecho bien, por un lado creo que siempre hemos estado unidos, hasta en las discusiones, si en cuanto surge agún problema nos individualizamos, apartamos al otro, no lo dejamos participar de nuestras angustias, si cuando nos peleamos vemos al otro como enemigo estamos perdidos… Este fue mi error durante mucho tiempo, cuando surgía una discusión o estábamos en desacuerdo en algo creía que era posible que acabara en ruptura. Pero Él me enseñó que no, que las discusiones son discusiones, son situaciones que todos vivimos, que no le pareciera algo bien no significaba que quería acabar conmigo, que los momentos malos también existen dentro de la felicidad. Creo que es importante que también nos hemos dejado ser personas. En general somos muy conscientes de la debilidad humana, de las carencias, sabemos que nadie es perfecto, pero a la hora de la verdad es lo que le exigimos a los demás, sobretodo a nuestras parejas, no nos permitimos ni una sola debilidad. Sería algo así: "Sí, yo sé que los humanos podemos ser orgullosos pero tú no puedes serlo, porque tienes que hacerme feliz y feliz me haces cuando dejas de ser humano y eres perfecto". Hablo de las personas en general, pero en las relaciones D/s creo que está aún más marcado. Queremos una relación D/s en nuestras vidas, pero obviamos que en esa frase está la palabra “relación”. Veo sumisas y Amos buscando a la sumisa y al Amo perfecto. Una absurda fantasía. Creo que por eso las sumisas suelen preferir a Amos mayores y con muchos años de experiencia, como si esos años lo hubiesen convertido en EL AMO sin carencias ni defectos, en ningún sentido. No toleramos la “debilidad” dominante. Si no aceptamos que esto va a ser un camino juntos, que ninguno de los dos es perfecto, que surgirán discrepancias, momentos duros, si no nos permitimos equivocarnos no habrá camino juntos, o no será muy largo. La unión y la confianza entre un Amo y una sumisa ha de ser lo más intensa posible, lo que implica sinceridad absoluta, el Amo debe confíar tanto en ti como para sentirse igual de cómodo enseñándote sus fortalezas como sus debilidades, porque las tienen, todos las tenemos. Pertenecer es duro, pero me imagino a un Amo manteniendo el tipo, guardándose sus angustias para sí mismo, creyendo que tiene que ser un personaje perfecto siempre y realmente me da pena, eso no es vida. Mucho hablamos las sumisas de lo que nos gusta que nos protejan, de que nos abracen y nos digan que todo irá bien ¿De verdad creéis que eso no es una necesidad que tiene todo el mundo, sea cuál sea su raza, su sexualidad, su posición…? Es cierto que mi Amo ha necesitado muchas menos veces que yo ese consuelo, pero lo he amado igual o más cuando lo he acurrucado en mi pecho y le he asegurado que nada va a pasar. Si después de eso vuestra mirada hacia el Amo cambia, si lo creéis más débil por tener una necesidad humana de cariño y protección, entonces os pediría que dejaseis de buscar Amo, nunca vais a entender el significado de estar unidos, puede que destrocéis a quien se os acerque. Suelo ser condescendiente con muchas cosas, pero con esto no. Yo veo y siento a mi Amo como un dios, pero soy muy consciente de que no lo es.
Y por último hablaré del poco a poco, de los pasos del camino. Cuando le confesé lo que era y Él aceptó intentar este tipo de relación, fui tan idiota de pensar que al día siguiente todo sería como en mis sueños, protocolos, perversiones… pues no, todo fue muy lento porque así es Su ritmo , le gusta asentar bien antes de avanzar más. Mi impaciencia me volvía loca, pero Él tiraba de mi correa “Quieta perrita, despacito” así me he sentido estos años. Ahora Su dominio lo inunda todo, pero no fue así desde el principio. Los protocolos han ido apareciendo muy lentamente. Creo que hasta que no llevamos cuatro o cinco años de relación D/s el “Usted” no apareció. ¿Y siempre fuimos a mejor, a más? No, también tuvimos que dar pasos atrás. Hace poco esto mismo lo decía una pareja en twitter y sinceramente me alegré por ellos, si eres capaz de ver que ante un muro no hay que estrellarse y acabar con todo, sino que hay que dar unos pasitos atrás, analizar bien el muro para saber cómo pasarlo juntos, si eres capaz de eso, es que vas por muy buen camino, es que estás en una relación real en la que, más que los protocolos y los nombres, valen las personas, sabéis que queréis estar juntos y que juntos encontraréis la manera. Pero voy a otra pregunta ¿Por qué tenemos tanto miedo a equivocarnos?¿Por qué queremos un seguro de que todo saldrá bien para dar cualquier paso?¿Es que la vida nos arrea con una espada y en cuanto echamos marcha atrás nos la clavamos? No, no pasa nada, el conocimiento real no está en los libros, está en el ensayo y error. Aunque tengo una buena noticia para todos aquellos valientes que quieren atreverse y vivir sin miedo a tener que recular en algún momento: los pasos atrás no existen, no existen porque los que vuelven a la casilla anterior no son los mismos, ni sus circunstancias tampoco. Imaginemos a un investigador médico buscando una cura para una enfermedad. Sabe que parte de la fórmula está bien y le añade un nuevo ingrediente que cree funcionará. Pincha a la rata enferma y la rata muere. Tiene que volver a la fórmula inicial, pero ya sabe qué ingrediente no funciona, ya ha experimentado el error, ya sabe qué razonamientos equivocados lo llevaron a él. Conclusión: en la vida nunca se dan pasos atrás, sólo hay dos opciones, quedarte atascado o seguir adelante. Imaginemos al mismo investigador rompiendo probetas lamentándose de haberse equivocado, lamentándose de la rata muerta, jurando que no volverá a intentarlo por miedo a volver a errar... si elige esta opción es suguro que jamás encontrará la fórmula correcta.
Nosotros dimos “pasos atrás”, hubo un momento en que me dijo que no le llamase Amo, que no le hablara de Usted ¿Sabéis lo que me dolió? No dejó de dominarme del todo, pero quiso quitarme de la cabeza mis tontos patrones. Lo pasé muy mal, creí que todo había acabado, que volvíamos al principio, la misma sensación que cuando en la oca caes en la muerte y vuelves a la casilla de salida pero con una desilusión y desaliento reales. Ahora con la perspectiva del tiempo sé que no sólo no fue un paso atrás, sino que fue un gran paso hacia delante.
La moraleja de todo esto (y la digo sabiendo que también me la tendré que repetir a mí misma de vez en cuando): Dejad de imaginar la vida perfecta, sin sufrimientos, desilusiones, obstáculos, con el Amo perfecto que te guía sin vacilar, que jamás decae, que no sufre, que no se angustia, dejad de imaginar la vida que creéis os hará felices… y vivid.

lunes, 31 de agosto de 2015

Mamá, soy sumisa

Ya os he contado muchas veces que con mi madre tengo una relación muy especial, os hablé de ella en este post. Ha sido siempre la persona que me entiende, la que me da los mejores consejos y a quién me apetece llamar cuando me pasa cualquier cosa, buena o mala. Cuando comencé a vivir todo esto la eché mucho de menos, me enfrentaba a conflictos internos que sabía que sólo ella podría calmar, pero era incapaz de contárselo. Así que pasaron los años y fui acostumbrándome a vivir ciertas cosas sin ella, y me sentía realmente mal, como si la apartara de mi vida, de lo que soy. Ella nunca me ha rechazado por nada, cuando me quedé embarazada de mi primera hija, lo primero que hicimos fue contárselo a ella, yo era muy joven y tenía asumido que mi madre reaccionaría como se espera en esos casos, llevándose las manos a la cabeza. Pero ella se quedó quieta, delante de mí, y lo primero que me preguntó con una enorme sonrisa fue: “¿Pero por qué lloras, tonta?” Me montó en el coche, me llevó al hospital para asegurarnos que todo estaba bien y por el camino me quitó todos los miedos a base de ilusiones “¿Qué nombre le pondrás? - Nacerá para el verano, la mejor época para sacarla de paseo – Es normal que él esté asustado, pero seguro que será un gran padre – Que sepas que por lo menos la cuna es cosa mía - Seguro que será un bebé precioso…” Este es un ejemplo de por qué me dolía ocultárselo, si ella siempre me ha aceptado sin juzgarme.
Un día yo estaba muy triste, ella me preguntó que qué me pasaba y yo le dije que no podía decírselo, que no lo entendería. Traté de explicarle con metáforas pero fue peor, me miró muy seria y me dijo: ”Yo sé lo que te pasa, eres ninfómana ¿Verdad? Creo que lo has heredado de tu padre y no pasa nada” Me quedé a cuadros y me dio por reír “No, mamá, no soy ninfómana” Así que decidí decírselo. Es muy difícil transmitir lo que eres en dos palabras que ni siquiera te gustan, pero hay que resumirlo de alguna manera: “Soy sumisa” se quedó igual “No pasa nada, yo antes también era muy sumisa, y por eso he trabajado todo este tiempo para saber qué quiero y no decir que sí a todo…” no lo había entendido, el error de esa palabra es que también corresponde a una característica personal negativa. El problema vino cuando me di cuenta de que ni siquiera había oído hablar del tema, cuando tuve que explicarle lo que es ser sumisa, lo que es el BDSM, lo que implica… Al terminar me hizo la pregunta que sabía iba a hacer: “¿Crees que yo he hecho algo mal como madre, crees que eres así por algún error mío?” No, no se lo toméis a mal, no era en plan ¡¿Dios mío en qué me he equivocado!? Siempre se ha esforzado mucho en ser buena madre, le ha dado mil vueltas a las cosas por hacer lo mejor para mí, para convertirme en la mejor persona posible, esa pregunta es la misma que yo me hacía ¿Cuál es el origen de todo esto? Le expliqué tranquilamente que ella no tenía nada que ver, que esto no era una condición derivada de nada, y si lo es da igual, yo soy feliz así, no hay que darle más vueltas, le dije que cambiara la palabra sumisa por lesbiana ¿Crees que eso sería consecuencia de algo? “No, creo que es algo que eres y punto” Pues igual, mamá. A partir de ahí todo ha sido aceptación. Puedo hablar con ella con normalidad, evitando decir mi marido me azota o me abofetea, son términos que no veo necesario utilizar, más que nada porque ella lo admira y lo quiere como a un hijo, y no querría que eso se enturbiara. Con ella puedo hablar de la parte más profunda de todo esto, que es lo que necesito.

viernes, 24 de julio de 2015

24/7

Miro atrás, me veo con 7 años imaginándome de mayor, deseando sentir todo aquello que no entendía. Me veo ya con 10 años fantaseando antes de dormir, los príncipes no eran para mí, yo quería hombres malos que me esclavizaran, que me retuvieran para obedecerles, para dar rienda suelta a sus fantasías perversas. Con 14 años encerrada en el baño, tocándome, pellizcándome, rezando para que el hombre de mis fantasías abriera la puerta y me dominara. Miro atrás y veo que siempre quise pertenecer cada segundo de mi vida, y aunque ahora tengo eso, aunque ahora vivo aquello que siempre deseé no ha sido fácil, ni lo es.
El 24/7 me ha dado llanto y angustia, puede que ahora sea mi felicidad, pero sigue atormentándome, condiciona muchos de mis pensamientos, condiciona muchas de mis sensaciones y muchas de mis decisiones. He llorado mucho por desearlo y lloro mucho por el miedo que me da a que no sea real, a que todo sea producto de mi mente fantasiosa.
Llevo toda la vida en 24/7, aunque fuesen Amos inventados, estaban presentes en cada uno de mis pensamientos, no sé ser de otra manera. El 24/7 no es algo nuevo, es algo que traigo aprendido no sé de dónde.
Y me he sentido rara, muy rara, me he sentido enferma, loca… y aún no tengo muy claro que realmente no tenga un problema mental, no por ser sumisa, no me malentendáis, sino por esa fantasía que inunda mi mente, por esa habilidad de ver el mundo a través del prisma de mis sueños. ¿Y si creo que se hacen realidad y no es más que una imaginación?¿Y si es producto de mi mente? A ver, las cosas son como son, pero y si esa felicidad que siento es un aliño fantasioso de la realidad.



El 24/7 para mí ha sido anhelar y desear dolores y tormentos que ahora no puedo soportar, es desear que Él sea un sádico a pesar de yo no ser masoquista, es violar todas las leyes de la igualdad y la razón. Es luchar por ser una esclava, por sentir lo que te dicen que no se debe sentir. Es hacer sacrificios por otra persona, renunciar a momentos tuyos, a vivencias, es tener que morderte la lengua en más de una ocasión. Me he sentido un bicho raro, un monstruo, una loca, pero sabía que sin eso no podía vivir, que renunciar a esa parte de mí sólo me traería problemas.
Sé que hoy es el 24/7 que es un día en el que celebrar que lo vivo, que tendría que decir sólo cosas buenas, y es cierto que el 24/7 tiene una parte maravillosa, pero de ella ya os he hablado, esa parte ya la conocéis y seguro que la imagináis, es una parte que lo compensa todo, pero hoy quiero enseñaros que también me ha hecho y me hace sufrir, que tiene una parte dura y difícil, que no es un cuento de hadas y azotes. Hay que estar muy seguro de que es lo tuyo, muy seguro de que quieres formar parte de ello, muy seguro de que eso te hará feliz.


Sé que son divagaciones, pero soy así. Las bofetadas de realidad son las que más daño me hacen, un daño profundo que hace temblar los cimientos de todo en lo que creo. Y es que mi historia es tan bonita que me atormenta.
No sé que es el 24/7 para otros, para mí son unos números que odio y amo a partes iguales, unos números que forman parte de mí, que llevo en cada recuerdo de mi infancia, en cada poro de la piel, en cada lágrima y cada gemido, son unos números que le dan sentido a todo, pero que, a veces, también lo enturbian todo.
El 24/7 es un amasijo de anhelos, deseos, orgasmos, locuras, pensamientos, necesidades, lágrimas, es un amasijo de carne, huesos y sangre que lleva mi nombre.