lunes, 5 de septiembre de 2016

Mi trabajo

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Septiembre es un mes que me apasiona, se mezclan tantas sensaciones: la melancolía de la despedida del verano, la emoción por empezar un nuevo curso, la incertidumbre de preguntarnos qué nos depararán los próximos meses… Este septiembre es especialmente importante para mí, tanto que esta entrada necesito hacerla para poner simbólicamente un punto y final a una etapa clave en mi vida.


Para ello me remontaré a unos tres años atrás más o menos, ya sabéis que las fechas no son lo mío. Hace unos tres años comencé a ir a una psicóloga pues yo era una persona deprimida y muy triste, tenía graves problemas de autoestima y estaba realmente perdida. Ya tenía a mis hijas, a mi Amo, todo a mi alrededor era bonito, tenía una vida para disfrutarla, pero no lo hacía. Yo vivía con esa pena, ya había aprendido a convivir con ella, me había resignado, pero mis hijas iban creciendo y no podía soportar la idea de que eso les afectara a ellas, ese fue el motivo por el que di ese paso, por lo que busqué ayuda. Ojalá pudiese decir que lo hice por mi, pero mentiría. Para que os hagáis una idea de en qué estado me encontraba os diré que lo primero que me enseñó a hacer la psicóloga fue a hablar mirando a los ojos, era tan insegura que no podía hacerlo. Los que me conocen desde hace menos tiempo no se lo creerán, pues ahora soy todo lo contrario, extrovertida y directa. Pero respecto a lo que me ocupa hoy, el día clave fue cuando me puso un ejercicio: "Sueña, cómo te ves de aquí a cinco años, cuál sería tu trabajo ideal". Ese fue un ejercicio muy complicado, nunca he sabido en qué quería trabajar, ha sido mi caballo de batalla desde niña. Mi madre intentaba motivarme, que probase cosas. Cuando terminé bachiller no había ninguna carrera que me llenase. Pero mi madre me dio una clave, me abrió una puerta, me dijo que buscase cursos aunque fuese de alfarería. Siempre he sido tremendamente creativa, ella quería fomentar ese aspecto de mí, y fue así como llegué a estudiar diseño de interiores, fueron años duros ya que coincidieron con mis dos embarazos. Los terminé porque dentro de las posibilidades que había en mi cabeza era la que más podía llenarme. Mi error siempre ha sido asociar el trabajo a sufrimiento, si algo no me costaba hacerlo es que no era un trabajo, pero hacer algo que me hace sufrir me desgasta mucho, por lo que mi energía se resiente muchísimo e incluso me resiento físicamente. El diseño de interiores no estaba hecho para mí, el mundo al que me asomó no me gustaba, era frívolo y superficial, además tenía dos bebés y las posibilidades que se me presentaban de trabajo pasaban por sacrificar verlas crecer. En esas me dejé acomodarme, me pasaba el día triste en casa, y ojo, no digo que ser ama de casa sea triste, es que si no lo eliges, es que si esa no es tu ambición te destroza, al igual que cualquier otro trabajo. Pues llegó el día de responder al ejercicio, soñar es distinto a plantearte algo real, eso facilitó las cosas. El resultado de aquello fue el proyecto de una empresa propia de organización de eventos pequeños, pues siempre me ha encantado organizar momentos especiales para los demás. El siguiente ejercicio fue dar un paso real hacia ese sueño. Siempre hablo de lo importante de la actitud, lo importante de dar ese primer paso, pues los siguientes te vienen rápido. Tres meses más tarde tenía una socia y no paraban de salirme trabajillos, no gran cosa, pero recordad que venía de estar en mi casa, en bata y sin peinar (¡Con lo presumida que soy!) viendo “Hombres, mujeres y viceversa”. Ese año fue increíble a nivel personal, adquirí seguridad, hacía las cosas y a la gente le encantaban, veía que podía materializar lo que imaginaba.


Por ese entonces me surgió organizar dos exposiciones de arte con una empresa japonesa. Sé que esa oportunidad me surgió porque yo estaba preparada para ello, porque había dado unos pasos previos. Fue una experiencia intensísima y muy exigente, pero que me dio muchas tablas y descubrí mi capacidad para resolver problemas complejos. Todo sumado hizo que me invadiera una sensación de ir a más, y decidí dejar los eventos pequeños y formarme como Wedding Planner para dedicarme en exclusiva a las bodas. Volviendo del curso que hice en Zaragoza, en el tren ya cerré una boda y me surgió la posibilidad de otra, entiendo que haya quien no crea en el “Universo” como yo lo llamo, pero cuando me pasan esas cosas no puedo evitar pensar en él. Ese verano cerré tres bodas, algo increíble para no mover ni un solo dedo en publicitarme. Salieron geniales, volví a comprobar mi capacidad para hacer las cosas, para imaginar algo bonito y materializarlo. Todo me iba genial, los novios estaban realmente contentos con mi trabajo, mis compañeros de profesión me admiraban, hasta mis profesores que son la empresa más fuerte de España de organización de bodas, veían en mí una gran proyección, todos pensaban que llegaría lejos con ello. Todo apuntaba a que mi sueño se podía hacer realidad. ¿Cómo me sentía yo ante ello? Abrumada y muy agobiada, me encantaba decorar y organizar el evento, cuando veía el resultado me sentía satisfecha, pero llegar hasta ese momento me hacía sufrir, no podía dedicarme a disfrutar de mis hijas, y eso que Él se encargaba de todo cuando yo no podía, pero era una sensación personal. Y después de la boda me quedaba fatal, incluso físicamente, me ponía enferma por el desgaste. En julio tuve la última boda, era en Cádiz, ni siquiera la había organizado yo, era un favor que le hacía a una compañera que acababa de dar a luz. Fueron 24 horas de trabajo agotador. En un momento de la noche que pude parar, me senté en una preciosa cama balinesa mirando al mar y me pregunté qué hacía allí, lejos de mi casa, agotada, dolorida, llorando, haciendo un trabajo bonito pero que no me llenaba, y no lo hacía porque de repente me pareció muy superficial, y no es que nadie deba hacerlo por ello, sino que algo por dentro me decía que yo necesitaba otra cosa.


Durante estos tres años, paralelamente, yo tenía mi blog, algo a lo que nunca di importancia pues era un desahogo, algo que realmente me satisfacía, pues así son los “hobbies” ¿No?. No sé en qué momento me di cuenta, y no sé por qué no lo vi antes, escribir me llenaba, tanto que volvió a mi memoria la primera vez que escribí un cuento cuando niña “Viajando por el país disparatado” para un concurso del cole. Cuando lo terminé me dije: Quiero ser escritora. Mi madre lo leyó y me dijo que estaba hecha para ello, mi profesora lo leyó y me llevó a la directora a leérselo, incluso gané el concurso. Pero no sé por qué todo aquello se desvaneció, ni siquiera lo recordaba.


En julio, sentada en aquel precioso sitio, decidí que el ejercicio que me puso mi psicóloga había terminado, que lo había llevado todo lo lejos que podía, y que era hora de ponerle punto y final. Porque a veces persiguiendo un sueño nos cruzamos con otro, o quizá es que persiguiendo el que creemos que es nuestro sueño nos damos de bruces con el que lo es realmente. Yo necesitaba todo lo que estos años me han dado, necesitaba ese recorrido para volver al principio, para recuperar la seguridad de aquella niña que escribió aquel cuento. Y no sabéis lo orgullosa que me siento de ser valiente y renunciar a algo para lo que tengo talento, para perseguir algo que me completa, para seguir mi intuición, esa que me dice que vine a esta vida para transmitir, que apostar por vomitar lo que llevo dentro me acerca más a mi misión, esa que siempre he sentido que tenía.


Este septiembre representa para mí una nueva vida, pues este verano no han aparecido los miedos que siempre me atacaban, este verano ya no he visto ni siquiera restos de aquella pena, este verano me he sentido completamente curada. Siento una paz que jamás soñé sentir.


No puedo cerrar esta etapa sin darles las gracias a mis padres por haberme apoyado en cada sueño, en cada paso, de todas las formas y maneras que han podido, por no juzgar mis decisiones y confiar en mí. Y por supuesto no puedo dejar de darle las gracias a Él, que siempre me ha dicho que no me preocupase de ganar o no dinero, que me ha ayudado a superar mis momentos de máximo estrés, que me ha dejado tranquila en mis ausencias como madre siendo un gran padre, que ha cargado el coche con mis cachivaches para llevarme a cualquier ciudad y ha trabajado mano a mano conmigo de 8 de la mañana a 8 de la mañana del día siguiente, que me ha aconsejado con frases como: “Tienes talento y no quiero que vuelvan a aprovecharse de él”, no puedo dejar de darle las gracias por hacer todo lo que ha hecho con el único objetivo de querer verme feliz.


Y terminaré esta entrada y empezaré mi nueva etapa con una frase Suya que me dijo un día en que yo lloraba sobrepasada por el trabajo: “¿Por qué no mandas a la mierda todo esto y te dedicas a escribir? Con lo guapa y feliz que te pones cuando lo haces.”

1 comentario:

  1. Estoy totalmente de acuerdo con esa última frase. Por favor sigue escribiendo. Sin mas expectativa que disfrutarlo. Angela, tienes un don especial para transmitir emociones. Habla tu corazón, y el corazón siempre sabe lo que decir, hacia donde dirigirse, sin miedo a nuevos destinos, sin miedo al porvenir, aunque lo vea incierto la razón. Te leo y aprendo.
    En este momento me quedo con "la emoción por empezar un nuevo curso, la incertidumbre de preguntarnos qué nos depararán los próximos meses…"
    Me identifico ...
    Besos

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