jueves, 3 de marzo de 2016

Mis etapas (2ª parte)

Sé que a veces doy demasiadas vueltas hasta entender las cosas, como os conté en este post, mi primera etapa como sumisa fue una vuelta muy grande y fea. Pero Él siempre encuentra la manera, me dijo que dejara de llamarlo Amo, volvíamos a ser sólo nosotros, sin títulos. Recuerdo que le preguntaba que si Él y yo dejásemos de estar juntos buscaría estar con una sumisa, Él me decía que no lo sabía, que lo único que tenía claro es cómo quería que fuese yo con Él, que lo único que tenía claro es que quería dominarme a mí. Vuelvo al tema de la perspectiva del tiempo, ahora escribo esto y me sonrío porque en aquel momento no lo entendía. Entonces, con aquella medida que tomó, me hizo llegar a la siguiente etapa como sumisa, me simplificó la mente. En mi tercera época aprendí lo dura que es la entrega real, aprendí que entregarse es bonito a nivel profundo pero en un nivel superficial es sacrificado. Es hacer cosas que no te apetecen y dejar de hacer otras que sí. Dicho así sé que suena fatal pero no me seáis exagerados, no me violaba ni me encerraba en un dormitorio, simplemente mis caprichos y exigencias dejaron de importar. He sido hija única, mi voz siempre ha tenido demasiado peso, aceptar que te han relegado de rango es duro, ya no eres el capitán eres soldado raso. Da igual que de pequeña fantasearas con que te hiciese X ahora te están dominando de verdad, lo que significa que te van a hacer Y. Aunque el sacrificio empezó a estar muy presente, un sentimiento de plenitud empezó a invadirme. Muchos de mis vocecillas internas que toda la vida me habían torturado empezaban a callarse…
Pero siempre hay un diablillo que pica, el ego no se rinde tan fácilmente. Y entonces empecé a angustiarme ante Su cambio, empezó a darme vértigo que Él ya no fuese el novio atento que me consentía, como veis, al pobre lo volvía loco. En una de esas conversaciones en las que yo estaba angustiadísima le dije que quería acabar con todo esto de la sumisión, que quizá era algo que había idealizado desde niña, que quizá una vez cubiertas esas fantasías ya sería más feliz sin ser sumisa. “¿Me estás diciendo que quieres que nos separemos?” eso me pilló desprevenida, por supuesto que no quería eso, simplemente estaba abandonando, quería volver a nuestra relación vainilla, dejar de enfrentarme a esos sentimientos que, aunque me estaban haciendo más feliz, me incomodaban. “Ángela, ya no puedo ser de otra manera. Quiero dominarte y reprimir eso sería muy duro. No funcionaría”. Otra vez el egocentrismo me había cegado, otra vez había ignorando que Él tenía Su propio proceso, que también había descubierto Su naturaleza y yo no podía exigir que la volviera a esconder. Ese día sentí que me pedía que fuese Suya, que dejábamos atrás el origen de nuestra D/s. Lo recuerdo de pie delante de la ventana con el cielo gris de fondo, yo sentada en la cama mirándolo callada. Sentí que tenía que escoger, que tenía que decidir si me entregaba a Él de verdad, a Su manera, dejándome guiar o abandonaba y huía por comodidad. Entonces sí empezó mi auténtico cambio, entonces sí comencé a sentir lo que era la auténtica entrega, la paz empezó a llenarme, acepté Sus normas, Sus mandatos, acepté Su manera de entender el dominio, dejé de resistirme, me dejé dominar.
En esta última etapa se podría decir que estoy más cerca de la esclavitud que de la sumisión, si es que queréis usar términos BDSM, pero yo simplemente me siento entregada, me siento natural, todo fluye, no hay conflictos internos dentro de mí, al menos no sobre este tema. Es cierto que me ha costado cambiar la forma de ver las cosas, es cierto que hay cosas que aún me cuesta acatar, pero es lo normal, no estoy anulada, no es que no piense, no sienta, no tenga mis propias opiniones… simplemente es que en mi lista de prioridades Él está primero porque así me siento plena, siento que hago lo que deseo a un nivel más profundo: Entregándome a Él me priorizo yo... Es extraño, lo sé.


Haciendo una valoración general me doy cuenta de que nuestros 7 años como D/s han sido 6 de tempestad y uno de calma. Como no me canso de repetir, ha sido difícil, he llorado mucho y me he sentido muy mal en muchas ocasiones, pero ha merecido la pena, ha merecido muchísimo la pena. Ese año de calma es el resultado de Su sabiduría para guiarme y mi esfuerzo por seguirlo, estoy deseando descubrir qué cosas nos depara nuestras futuras etapas, aunque saboreo cada minuto de la que estoy viviendo.


P.D.: Recordé que en mi blog anterior escribí sobre el momento en que nos despojamos de nuestros títulos pero no lo había añadido a Azote y Café, he recuperado ese post por si alguien quiere leerlo: "El amor y el sexo, mi salvación"

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