Ya os he contado muchas veces que con mi madre tengo una relación muy especial, os hablé de ella en este post. Ha sido siempre la persona que me entiende, la que me da los mejores consejos y a quién me apetece llamar cuando me pasa cualquier cosa, buena o mala. Cuando comencé a vivir todo esto la eché mucho de menos, me enfrentaba a conflictos internos que sabía que sólo ella podría calmar, pero era incapaz de contárselo. Así que pasaron los años y fui acostumbrándome a vivir ciertas cosas sin ella, y me sentía realmente mal, como si la apartara de mi vida, de lo que soy. Ella nunca me ha rechazado por nada, cuando me quedé embarazada de mi primera hija, lo primero que hicimos fue contárselo a ella, yo era muy joven y tenía asumido que mi madre reaccionaría como se espera en esos casos, llevándose las manos a la cabeza. Pero ella se quedó quieta, delante de mí, y lo primero que me preguntó con una enorme sonrisa fue: “¿Pero por qué lloras, tonta?” Me montó en el coche, me llevó al hospital para asegurarnos que todo estaba bien y por el camino me quitó todos los miedos a base de ilusiones “¿Qué nombre le pondrás? - Nacerá para el verano, la mejor época para sacarla de paseo – Es normal que él esté asustado, pero seguro que será un gran padre – Que sepas que por lo menos la cuna es cosa mía - Seguro que será un bebé precioso…” Este es un ejemplo de por qué me dolía ocultárselo, si ella siempre me ha aceptado sin juzgarme.
Un día yo estaba muy triste, ella me preguntó que qué me pasaba y yo le dije que no podía decírselo, que no lo entendería. Traté de explicarle con metáforas pero fue peor, me miró muy seria y me dijo: ”Yo sé lo que te pasa, eres ninfómana ¿Verdad? Creo que lo has heredado de tu padre y no pasa nada” Me quedé a cuadros y me dio por reír “No, mamá, no soy ninfómana” Así que decidí decírselo. Es muy difícil transmitir lo que eres en dos palabras que ni siquiera te gustan, pero hay que resumirlo de alguna manera: “Soy sumisa” se quedó igual “No pasa nada, yo antes también era muy sumisa, y por eso he trabajado todo este tiempo para saber qué quiero y no decir que sí a todo…” no lo había entendido, el error de esa palabra es que también corresponde a una característica personal negativa. El problema vino cuando me di cuenta de que ni siquiera había oído hablar del tema, cuando tuve que explicarle lo que es ser sumisa, lo que es el BDSM, lo que implica… Al terminar me hizo la pregunta que sabía iba a hacer: “¿Crees que yo he hecho algo mal como madre, crees que eres así por algún error mío?” No, no se lo toméis a mal, no era en plan ¡¿Dios mío en qué me he equivocado!? Siempre se ha esforzado mucho en ser buena madre, le ha dado mil vueltas a las cosas por hacer lo mejor para mí, para convertirme en la mejor persona posible, esa pregunta es la misma que yo me hacía ¿Cuál es el origen de todo esto? Le expliqué tranquilamente que ella no tenía nada que ver, que esto no era una condición derivada de nada, y si lo es da igual, yo soy feliz así, no hay que darle más vueltas, le dije que cambiara la palabra sumisa por lesbiana ¿Crees que eso sería consecuencia de algo? “No, creo que es algo que eres y punto” Pues igual, mamá. A partir de ahí todo ha sido aceptación. Puedo hablar con ella con normalidad, evitando decir mi marido me azota o me abofetea, son términos que no veo necesario utilizar, más que nada porque ella lo admira y lo quiere como a un hijo, y no querría que eso se enturbiara. Con ella puedo hablar de la parte más profunda de todo esto, que es lo que necesito.
lunes, 31 de agosto de 2015
Mamá, soy sumisa
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