La otra noche soñé que tenía pelo, volvía mi melena larga y
castaña. Soñé que leía un libro, uno que al abrirlo podías vivirlo de verdad.
Así que me transportaba a sus escenas. Llegué a una recepción en la que una chica
me inscribió en una lista y tuve que firmar un papel. No llegué allí forzada
por nadie pero sí sentía esa vulnerabilidad de la que sabe que pierde voluntad.
Me hizo pasar por una puerta, allí había una especie de pasillo largo y ancho,
a la izquierda unas cabinas, una especie de probadores sin puertas en los que
podías ver cómo los Dominantes y las Dóminas jugaban con sumisos y sumisas. Al
otro lado había un banco de madera con ganchos en la pared para dejar la ropa.
Llegué a la última cabina, allí estaba Él jugando con otra chica, yo no lo conocía
pero supe que sería el Dom al que me entregaran, un escalofrío me recorrió, la
incertidumbre y el miedecillo me erizaban la piel y me llenaban el estómago de
mariposas. Ella estaba de cara a la pared con los brazos estirados sobre su
cabeza, Él la agarró de la cintura para sacarle el culo un poco para afuera y
le separó las piernas. La lamió y mordió por la espalda. Yo apartaba la mirada,
no recuerdo todo lo que sucedía solo sé que mi excitación y sensación de
vulnerabilidad aumentaban cada segundo. Lo siguiente que vi es que le
introducía algo en el culo y ella se quejaba. Él tenía esa cara que me asusta y
me vuelve loca. Justo en ese momento giró la cabeza y me miró directamente por
primera vez desde que estaba allí plantada frente a ellos. Agaché rápidamente la
cabeza, supe que sería Suya. Curiosamente no temía la dolor, pero sí al
escozor. Es mi punto débil, siempre he fantaseado con torturas de cremas y
supositorios que ardían pero, cuando lo he vivido, no encuentro forma mental de
soportarlo mucho tiempo. Una mujer bastante “normal”, sin cueros ni aires de
grandeza, con el pelo negro, largo y rizado de la que recuerdo perfectamente su
cara aunque no la identifico con nadie, se acercaba a mí, me cogía de la mano y
me sentaba en el banco de madera. Me hablaba con cariño pero firmeza, decía que
como era nueva iba a desnudarme e inspeccionarme. Cuando ya estaba semidesnuda
sentía el momento de pasar a sentir sus manos tocándome, el momento de empezar
a vivir de verdad todo aquello y no podía aguantarlo, le decía que quería
sentir pero que estaba siendo muy intenso y necesitaba alejarme un poco para después
volver, se lo prometía. Ella con una sonrisa muy cariñosa me decía que todo
esto no era más que un libro, mi libro, que podía cerrarlo cuando quisiera y
volver a abrirlo cuando estuviese preparada, todo aquello estaría esperando
para mí tal cual lo dejé. Me levanté, pasé por recepción y crucé la puerta que
simbolizaba cerrar el libro. Estaba muy excitada, en el sueño y en la vida
real.
Puede parecer un sueño absurdo pero hacía mucho que no
soñaba con algo sexual con tanta intensidad, como seguro que os ha pasado, no
era lo que sucedía sino todas esas sensaciones que me provocaba y que soy
incapaz de escribir. Adoro que ocurra, hace que me dure una leve sensación de
placer incluso varios días, como si el sueño siguiese activo e, incluso, haciéndose realidad en algún lugar de mí. Supongo que mi pelo y mi vida sexual
en todo su apogeo volverán tal cual los dejé, o incluso mucho mejor. Cada vez
está más cerca. Lo noto, lo sueño.
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