En mis días de incertidumbre, esos en los que solo era “sospechosa”
de tener cáncer de mama, había dos cosas que me angustiaban sobre el resto. Os
parecerán absurdas pero era la realidad: la gente y el pelo. La gente porque
siempre odié el paternalismo, esa manía humana de creer saber por lo que está
pasando alguien y no reconocer lo que de verdad está viviendo. Me refiero a que
se supone que yo debería sufrir mucho en todo este proceso, estar angustiada y
asustada, pero la realidad es que eso en dos meses solo lo he sentido en
minutos, horas si me apuras. Pero habrá quien a pesar de que yo se lo diga
soltará la típica frase: pobre, con tres niñas, por lo que estará pasando.
Bueno, pero este es otro tema, hoy vamos a centrarnos en el pelo.
Es curioso cómo este tipo de cosas te cambian la perspectiva
y te enfrentan a la más mínima sospecha. ¿Es que no me ha demostrado una y mil
veces que me ama por encima de todo? Que la única condición que pone a mi
cuerpo es que siga vivo… claro que sí, pero durante mis ratitos oscuros la duda
se colaba, porque las personas no funcionamos de forma matemática. Es como
casarte con alguien, que se enamore de otra persona, y enfadarte porque
prometió solo amarte a ti… Puede prometer permanecer contigo, pero no puede
saber qué ocurrirá respecto a sus sentimientos. Pues a pequeña escala le daba
vueltas. Me podía decir mil veces que seguiría atrayéndole, que seguiría
viéndome guapa, deseándome… por mucho empeño que pusiera en prometérmelo, yo
asentía pero me juraba hacer oídos sordos a Sus promesas, para jamás echarle
nada en cara si verme sin pelo cambiase su forma de verme, de desearme. Quizá
alguien piense que soy superficial, yo os digo que no hay niveles en cuanto al
miedo. Morir no me asusta así que enfrentarme a ello no tendría ninguna
relevancia, el miedo es miedo, sin más. Mi miedo era dejar de sentirme hermosa
y lo proyectaba en Él, la realidad es que Él era mi espejo, ahora sé que lo que
me asustaba no es que Él no me viese atractiva, era verme fea y que Él no
estuviese ahí para sacarme del error.
Los días pasaron, de repente el pelo dejó de ser tan
importante, entre asumir tratamientos, pruebas y demás, lo del pelo quedaba muy
lejano. Además yo iba cambiando, a veces olvidamos que cuando tememos a un
momento futuro no seremos nosotros los que nos enfrentaremos a él, sino el “Tú”
de ese instante futuro. Primero me corté melenita y decidí no planear cuándo
dar el siguiente paso. Efectivamente el momento llegó solo, esa mañana fue
intensa, el día anterior había decidido que no quería ver un mechón grande
desprenderse, así que me raparía. No sabía cómo quería que fuese, a mi madre la
rapé yo y fue un momento precioso, pero yo no sentía igual, no tenía claro si
prefería hacerlo yo sola o que lo hiciese Él. La realidad es que quería hacerlo
yo pero me aterrorizaba el momento de abrir la puerta del baño y que Él me
viese por primera vez. Dormí pidiendo que fuese como tuviera que ser. Por la
mañana lo planeamos, dejaríamos a la peque con las hermanas por la tarde porque
por la mañana tenían “cole”. Pero estas cosas no van de planear… La pequeña me
agarró un mechón de pelo y tiró. Vi justo lo que no quería ver. Me enfadé
muchísimo, me bloqueé y entonces Él ejerció: “Vamos arriba, vamos a hacerlo ya”.
Subí dando grandes pisotones, lloraba enfadada. Luego respiré y comenzaron las
lágrimas de tristeza e impotencia, era inminente. Me senté en el baño, Él
acercaba la maquinilla a mi cabeza pero no pude, no soportaba esa sensación de
dejar que ocurriese “sin mí”. Entonces lo vi claro, le pedí que pusiese esta canción en bucle, me planté frente al espejo y empecé a pasar la maquina por la
nuca. Él estaba a mi derecha mirándome llorar, me dijo: “¿Por qué pones esta
canción? Me emociona mucho, me dan muchas ganas de llorar al verte con ella de
fondo” Lo miré sonriendo entre lágrimas, vi “Su llorar” que no es más que unas
lágrimas asomando en unos ojos rojos, “Lo sé, pero es que es esto, todo cambia,
no hay más” le dije cortando cada palabra para no desbordarme. Necesitaba esa
canción para ayudarme a transmutar. No sé expresar lo maravilloso de cada
segundo que viví. Con Su emoción me mostraba que esto no solo era algo mío, que
raparme era algo nuestro porque estamos conectados, porque si yo noto que
cambio, Él también. En Sus ojos vidriosos pude ver al mejor compañero del
mundo, ese que es capaz de mirarte sin paternalismos, comprendiendo y
respetando. Contagiándose de tu sentir sin transformarlo en pena. Conforme iba
dejando la cabeza al aire las sensaciones cambiaban, para mi sorpresa, conforme
era más evidente más plena y feliz me sentía. Sin darme cuenta las lágrimas
dejaron paso a una sonrisa que no podía quitarme de la cara. La risa tonta del
que descubre que todo ese horrible montaje escondía una sorpresa maravillosa. Y
¿Y Él? Él se contagió, creo que ambos nos sorprendíamos siendo uno en esa situación,
sintiendo lo mismo sin necesidad de explicárnoslo. Creo que yo me sorprendí
viendo belleza en lo que creí no lo tendría, y creo que Él se alegró de
comprobar que podía acompañar sus promesas con realidad.
Y entonces llegó el disfrute, me volví a sentar en el baño
para que Él me rapase bien. Me sentía fuerte por todo lo anterior pero se
entremezcló con la vulnerabilidad de sentirme pequeña allí sentada mientras mi
Amo me pasaba la maquina por la cabeza. Me daba placer sentir Sus manos por mi
cabeza, la vibración por mi cuero cabelludo. Estaréis de acuerdo conmigo en que
la imagen de una sumisa siendo rapada por su Amo es muy potente. Me encantó ser
capaz de olvidar todo y vivir ese instante, en el que no importaba el Porqué de
todo aquello, solo importaba lo que sentía. Comprendí que mi belleza, mi
atractivo, siempre seré Yo, independientemente de mi imagen. Que en un primer
lugar pude enamorarlo con mis preciosas tetas adolescentes, que tras tres hijas
ya no existen, y ahora le excitan precisamente por ser eso, porque si yo he
cambiado ellas también, mi imagen solo representa mi historia. Que puede que le
guste ponerme como norma mantener el pelo largo, porque le excita así, pero que
rapada puedo excitarle igual porque mi esencia no está en mi pelo, está en mí,
solo se manifiesta en lo exterior. Que si le gusta verlo caer mientras me
folla, agarrarlo, ahora le gusta sentir mi cabecita redonda, acariciarla y ver
el atractivo de lo vulnerable. Y es que, mientras me rapaba Él solo podía saber
cómo me sentía yo, quizá yo me excitaba y Él estaba indiferente… pero al
terminar me levanté para mirarme en el espejo pero me agarró antes por la
cintura para comenzar a besarme apasionadamente “me pones cachondo”, dijo para
seguir besándome mientras me apretaba contra Él. La magia de la conexión volvía
a darse… o quizá es que irradiamos lo que sentimos, quizá sea eso el tan manido
“si tú no te amas no puedes esperar que los demás te amen”…
No sé qué sucedió aquella mañana, solo sé que mis miedos resultaron
ser completamente infundados, un adelantarme estúpido. No podemos saber qué
sentiremos hasta que no lo sentimos. Por dentro me siento fuerte, poderosa…
Luego llega Él, me abraza mientras me llama “Su pequeño Buda” y me siento
pequeñita, llega Él y me acaricia la cabeza tumbados en el jardín y me siento
un animalillo al que le falta ronronear de puro gozo. También temí que a la
hora de hacer el amor le diese “cosa”, pero cómo me folló anoche disipa todas
mis dudas…
Todo cambia, y qué maravilloso es que así sea, qué
maravilloso haber sentido mi pelo largo, qué maravilloso haber sentido Su mano
en la nuca con melenita, qué genial sentir la vulnerabilidad de la cabeza al
aire. Todo cambia, nosotros hemos cambiado, vamos cambiando, pero lo que no
cambia es lo agradecida que, desde que lo conocí, he estado. No podía soñar un
compañero mejor, un Amo mejor al que entregarme.
Me dice que en estos días me volverá a pasar la maquinilla para
dejármelo más corto aún antes de que se caiga del todo. Y yo le sonrío. Me
encanta que siga siendo el dueño de mi pelo y, no os engañaré, me excita
muchísimo imaginarme estar de nuevo en esa situación. Es lo bueno de ser unos
viciosos que, como Él dice, “A los viciosos nos excita todo”.
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