jueves, 4 de febrero de 2021

Nuestra intimidad

 Fields Of Gold - Sting


Últimamente me pasa que llega el final de la noche, ese en el que todas las niñas duermen y no hay nada más que hacer que estar los dos solos, juntos y tranquilos y no quiero que acabe. Vemos una serie y si nos apetece hacemos el amor. Ahora por las mañanas estamos solos, así que es mejor momento para el sexo. Pero es que hay noches que tengo una sensación dentro, unas ganas acumuladas… Busco tener sexo simplemente porque no quiero dormir, no quiero, no quiero que acabe la noche, no quiero dejar de estar con Él… “¿Vamos a dormir?” Me preguntó “No quiero, Amo. Quiero estar con Usted” “Ya estás y, aunque durmamos, estamos” “Lo sé, pero no es eso. Quiero estar con Usted”. No sabía explicarlo, no sabía cómo traducir esas ganas de convertir una noche cualquiera en una noche especial. Cómo hacerlo cuando es lo que deseo hacer cada noche…

Comencé a besarlo, suave y despacio. Llena de ternura, llena del más puro amor. ¿Cómo se traduce eso? Cómo sin llegar al sexo. ¿Cómo plasmar la entrega en un instante sin llegar al sexo, sin llegar al dolor, a las órdenes? ¿Cómo satisfacer esa necesidad que se me acumulaba en el pecho? Por inercia puse mi mano en Su cara mientras lo besaba. Separé mis labios de los suyos y supe claramente lo que quería. Mi mano comenzó a acariciar cada recoveco de Su rostro mientras lo miraba extasiada en la penumbra de la noche. Lo siento, no puedo transmitir lo intenso y suave que fue, no sé transmitir lo plena que me sentí. Tan lejos de Él como para ser consciente de que era una persona ajena a mí, un hombre que había escogido ese rincón, esa cama, junto a mí, para pasar cada noche. Podía percibir todo lo que desconocía de Él, todos los años que pasó sin saber de mi existencia, pude alejarme tanto que llegué a ver en su rostro al niño que fue. Pero también pude estar tan cerca como para sentir que las yemas de mis dedos se fundían con sus párpados. Nunca había tocado nada de forma tan delicada como lo hice aquella noche, nunca había sentido tanto con un gesto tan sencillo. “Me está dando sueño” dijo advirtiéndome, creyendo quizá que yo buscaba terminar haciendo el amor “Duerma tranquilo, Amo. Yo solo quiero estar aquí, acariciándolo, viendo cómo se duerme tranquilo”.  Y es que realmente no había sexo que pudiese mejorar aquello, no había placer más grande que el que yo sentía en aquel instante acariciándolo, venerando cada milímetro de Su piel, perteneciendo a cada lunar, a cada pestaña, a cada pelo de Su barba… No quería sexo, claro que no. No quería salir de aquel extraño y delicado éxtasis.

Y, mientras a los pocos minutos, yo también me dejaba vencer por el sueño, comprendía que había una dimensión nueva que descubrir, una intimidad que no había saboreado. No es que nunca la hubiese vivido, no es que no lo hubiese acariciado nunca, no es que nunca hubiese servido sin sexo de por medio, simplemente nunca lo había considerado más allá de un preámbulo, de un “placer menor”, qué idiota, como si las formas de amar tuviesen categoría…  Había pasado de puntillas por un tipo de intimidad que aquella noche me había fascinado. Pensé en las sesiones, en esos grandes ratos de correa, de humillación, de lágrimas y sexo duro, doloroso y maravilloso y supe que siempre había creído que solo ahí estaba manifestándose la entrega en su pleno apogeo, que solo esos momentos eran el culmen del BDSM… Y allí estaba yo, tras meses de incertidumbre respecto a mi sumisión, tras meses en los que esos momentos no podían ocurrir, tras meses sin probar el tacto de la correa y el trance del dolor, sintiendo de nuevo la sumisión nítida y profundamente en la delicadeza de una caricia. Allí estaba yo adorando de nuevo, haciendo que esa pequeña bomba de pasión que se gestaba en mi pecho explotase llenándolo todo de magia.

Pienso en las fiestas a las que asistimos, las personas con las que jugamos. No me importó desnudarme, no dudé en ponerme de rodillas y en las rodillas de quién se me ordenó, no me avergonzó que viesen cómo me azotaba, cómo lloriqueaba y gemía de dolor… Pero por nada del mundo querría que nadie estuviese presente cuando le acariciase como la otra noche. Y yo me pregunto: Si eso es así ¿Cuál es realmente nuestra intimidad? ¿Dónde esta la esencia de mi sumisión, esa que solo puedo mostrar ante Él? Quizá ahora que la creí perdida es cuando vaya a descubrirla…

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- Al margen de esta entrada quería contaros que he vuelto a publicar mi libro "Historia Breve de Vida, Amor y Sexo" esta vez también en papel. La semana que viene es la semana del lanzamiento oficial y quiero convertirla en una semana especial, sortearé varios ejemplares, lo pondré a un precio especial y los directos en Twitch (si aún no me sigues por allí, hazlo y no te los pierdas, son martes y jueves a las 17:30 búscame como "angelaycafe" ;) ) estarán relacionados con el libro, con lectura de mis fragmentos favoritos.

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