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miércoles, 19 de agosto de 2015

Otro pequeño gran paso (2ªParte)

A la noche siguiente de recibir el castigo (post 1ªparte) nos pusimos a ver una serie como hacemos muchas veces, pero esta vez le bajé las pinzas y el Hitachi. No sé por qué lo hice, me gusta que la iniciativa sea Suya, no me parece de "señorita digna" ofrecérselo yo pero, como os dije, quería cambiar, quería conocerme a fondo, aceptarme de verdad. Sonrió al ver los elementos, me colocó las pinzas de madera alrededor de los pezones y nos pusimos a ver la serie abrazados. De vez en cuando me las movía y acariciaba para torturarme un poco más. Terminó la serie y me puso de rodillas en el sofá, con las manos atrás y los ojos cerrados. Estaba completamente encogida con los hombros en tensión, esperando el primer manotazo. Llegó y fue horrible, como esperaba. Pero entonces pensé que quizá ahí estaba el problema, estaba aceptando que el dolor no me gustaría, que el dolor es una sensación espantosa y fea, pero… ¿Y si me relajaba e intentaba sentirlo en vez de tenerle miedo? Relajé los hombros, respiré profundo y me dispuse a sentir el dolor como sensación, sin esperar nada bueno o malo, solo sentirlo. El dolor llegó, pero esa resistencia mental ya no estaba, e incluso sentí cómo me excitaba. En todo este tiempo mi Amo me tocaba al azotarme y me preguntaba que si no me gustaba por qué me mojaba tanto. Yo realmente no lo entendía, no había sentido nada de placer, pero ahora creo que estaba tan centrada en la mente, en los pensamientos, en racionalizar el dolor, en repetir tanto que no me gustaba que estaba ignorando las señales de mi cuerpo. Así que lo sentí. Las pinzas fueron cayendo y fui entrando en una vorágine mental, una ensoñación. Lloraba, pero no de dolor o súplica, era desahogo. Cogió el Hitachi y lo pasó por mis pezones doloridos y sensibles. Me abofeteaba mientras tenía los ojos cerrados, al principio me encogía pero, igual que con las pinzas, me dejé llevar. Eran sólo bofetadas, nada podía pasarme, Él me quiere y no me pondría en peligro. El miedo fue desapareciendo, me tumbó, presionó mi cuello mientras me aplicaba la vibración en el clítoris. Alternaba bofetadas, ahogo, pellizcos… unos pensamientos distintos me vinieron esta vez. Me repetía a mí misma que era una guarra, que mirara lo que me dejaba hacer por un orgasmo, que mirara lo que me dejaba hacer por un hombre, que nadie me había forzado a estar ahí, que yo solita lo había escogido. Creo que todo este tiempo he fantaseado tanto con que acababa sometida a la fuerza porque no había aceptado del todo que yo me sometía por mi propia voluntad. Me he dado cuenta de que desde niña he utilizado mis fantasías para no ver la realidad, supongo que para mi mente infantil era difícil sentir todo aquello, así que desarrollé una especie de mecanismo mental, una forma de vivir lo que quería sin afrontar que era por mi propio deseo. Ese día, mientras mi Amo me hacía todo aquello, conseguí relajarme, conseguí desactivar ese mecanismo y aceptar que no me compró en ningún sitio, que nadie me ha secuestrado y forzado a ser así, por primera vez en mi vida acepté realmente que me someto voluntariamente, que yo solita me entregué a un hombre.
Lo miraba, estaba tan guapo ahogándome, lo veía disfrutar de las bofetadas, y me repetía a mí misma que me gustaba ser el motivo de esa cara y que además no sufría por ello, sino que me encantaba. Me apretó el cuello y el hitachi y, mientras pensaba en lo que era capaz de hacer por sentir, me corrí como nunca me he corrido, sin contención, lento e intenso, sin apretar ningún músculo de mi cuerpo, noté un líquido caliente saliendo de mí, chorreando, me había hecho pis o no sé qué leches había hecho, pero era la primera vez en la vida que me pasaba. Cuando terminé un llanto sentido se apoderó de mí, Él me cogió y me abrazó: “Tranquila, estoy aquí, contigo”. Lloré un rato, lloré por haber sido mi propia enemiga, por haber vivido toda la vida bajo el yugo del miedo, del “es mejor contenerse que sufrir”, he vivido reprimida creyendo que no lo estaba.
Por otro lado, he establecido una nueva relación con el dolor, no es que de repente me guste, simplemente he conseguido que mi mente lo acepte un poco más. Antes estaba predispuesta a aguantar esa sensación, ahora lo acepto como un sacrificio por Él, es algo que forma parte de estar sometida, que es lo que me excita. Por ello, cuanto mayor sea el sacrificio, la sensación de estar sometida es mayor y mayor la excitación. Aunque no cantaré victoria aún, de los azotes no he conseguido obtener placer todavía…


Como ya me pasó a principios de año y que os conté en este post, mi visión del mundo se ha abierto un poquito más y todo gracias a Él, a que no se ha rendido nunca conmigo, a que es capaz de ser paciente y severo, a que me dice las cosas como son, a que hace lo posible por verme feliz, aunque duela.
Llevo toda la vida sabiendo lo que soy, llevamos 7 años como pareja D/s, pero me queda mucho que aprender, y sobretodo, muchas barreras mentales que destruir. Estoy muy ilusionada, creo que al fin he cogido el camino adecuado para dejarme llevar y dejarme disfrutar.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Otro pequeño gran paso (1ª parte)

Para empezar diré que hay veces que me he sentido un fraude como esclava. Creo en el equilibrio, creo que sin él nada funciona. En mi caso la emoción y el físico no están equilibrados. Emocionalmente soy fuerte, o al menos me es más fácil avanzar, no me menosprecio, sé que eso es difícil, pero a mí me atormenta ya que sé que ese es mi punto fuerte, qué merito tengo si sólo avanzo en lo que me es sencillo… Me habréis escuchado muchas veces decir que no soy masoquista, que sufro mucho con el dolor, pero no es eso, es que no lo asumo bien, lo rechazo, no lo quiero en mi cuerpo. Es cierto que en estos años he avanzado en este aspecto, Él me ha ido entrenando, ahora mi tolerancia al dolor es más alta. Esto es otra cosa que me parece curiosa, desde pequeña los médicos me han dicho que tengo una tolerancia a dolor muy alta, con 7 años me rompí la tibia y el peroné, yo estaba empeñada en que no era nada, para demostrarles a mis padres que solo era hinchazón por el golpe fui andando al baño apoyando los dos pies, pasé una noche con los dos huesos completamente fracturados, al día siguiente me llevaron al hospital, me los había encajado. Dos médicos tuvieron que agarrarme, uno de los hombros y otro del pie para tirar y volver a ponerlos en su sitio. Me advirtieron que dolería mucho, que podía gritar, que hasta los adultos lo hacían e incluso se desmayaban. Tiraron, apreté un poco lo labios y nada más. Claro que dolió, pero no me pareció suficiente como para gritar. Ejemplos como ese tengo varios, una matrona me dijo que siempre se acordará de mí por lo bien que llevé las contracciones del parto. Esto me torturaba, por qué si mi tolerancia en general es tan alta, me dan cuatro azotes y ya no puedo más, por qué ese dolor no lo asimilo igual, por qué no lo quiero.
El lunes volvimos de nuestra escapada a Madrid, siempre que voy vuelvo llorando, lo paso tan bien allí que me duele separarme de todo lo que esa ciudad significa para mí. Mi Amo conducía y me preguntaba que en qué pensaba, yo se lo decía, a pesar de saber lo mucho que se iba a enfadar. No por la pena de irme de Madrid, sino porque hace mucho que un pensamiento me atormenta, un pensamiento que lo estropea todo. Le dije que otra vez tenía ese pensamiento, lo noté en Su gesto y Su tono, si hubiera podido, hubiera parado el coche en mitad de la autovía y me hubiera reventado. Lo único que me dijo fue: “Eres una puta caprichosa, estoy harto de esa parte de ti. Pero no te preocupes que te voy a ayudar a que desaparezca, verás como esa Ángela caprichosa echa a correr y no vuelve más” temblé y me alivié. Toda la vida he notado esa dualidad en mí, una Ángela madura, razonable, feliz y consecuente y otra Ángela superficial, caprichosa, inconformista y exigente. Llevo 28 años luchando contra ella, le llevo mucho ganado, pero ya hay restos que no puedo, lo intento, pero sola no puedo, ya conoce mis métodos y es resistente a ellos. Pasamos el resto del viaje en silencio, 400 km dándole vueltas, notando Su decepción, notando Su enfado, fue el peor viaje de mi vida. Llegamos a casa de noche, descargamos el coche y subimos al dormitorio. Desnuda me ató manos y pies, me inmovilizó con el culo bien expuesto, me puso la mordaza. Sabía lo que me esperaba, sabía que cogería la rama y azotaría fuerte. El primer golpe llegó, la rama tiene varios nuditos que abren herida a la primera, es un dolor continuo, no es como el escozor de la fusta que se disipa un poco antes del siguiente golpe, la rama solo suma golpes y dolor. Otra vez ese pensamiento en mi cabeza “No quiero esto”, pero ¿Por qué sigo aquí entonces?, una parte profunda de mí pedía más castigo, quería que acallara a esa voz que pide sometimiento pero que solo quiere la parte bonita. Y sí, es que así soy en la vida, veo lo que quiero, aquello que me haría feliz, pero cuando la cosa se pone un poco dura quiero abandonar, solo quiero la parte fácil. Necesitaba sufrir y aguantar. De repente paró “Te voy a dar un descansito” me dio miedo, lo conozco bien, estaba demasiado enfadado para mostrar esa compasión repentina ¿Qué tendría pensado? Me soltó los pies, me enganchó la correa al collar y me llevó al jardín. Me ató a la columna, me tapó los ojos y me dejó sola, a oscuras, con la mordaza y las manos atadas. Al principio no me pareció nada muy malo, hacía una temperatura agradable, el silencio me calmaba, me pareció cien veces mejor que la rama. Pero los minutos pasaron, la mente comenzó a torturarme, los sonidos empezaron a no ser tan amigables, le daba una y mil vueltas a todo: ¿Por qué soy así?¿Qué me pasa?¿Por qué no soy capaz de dejarme llevar?¿Por qué no puedo controlar esa parte caprichosa?... El estómago se me revolvió, no quería estar más allí, no quería escuchar más a mi cabeza. No sé cuánto tiempo pasó, pero a mí me pareció una eternidad. De repente Su voz en mi oído, no había oído pasos ni ruido, Él había estado allí todo el rato, aunque yo me había creído sola. Me pareció una metáfora de la confianza preciosa, aunque yo no la había superado. Algunos de mis pensamientos eran de indefensión y abandono, ¿Qué pasaría si me pasa algo?¿Y si la saliva se me va por otro lado y me ahogo?¿Cómo me podría soltar para quitarme la mordaza?... No confié en que Él estaba controlando la situación, me sentí la peor esclava, sumisa, esposa, o lo que sea que soy, del mundo. Al oído me propuso una elección, una hora más allí o 10 azotes con la rama, pero azotes mucho más fuertes de lo que me los había dado hasta ahora. Aunque me pregunté que si los “más suaves” eran una tortura cómo serían estos, no dudé ni un segundo, no quería seguir allí, no quería pensar más, estoy harta de darle vueltas a todo, me sirve hasta cierto punto, pero hay cosas que necesitan terapias más contundentes. Me subió a la cama de nuevo, no me ató “Si en algún momento te arrepientes, me lo dices, paro y te llevo de nuevo a la columna”. El primer azote me cortó el alma, era un dolor horrible. Al segundo en mi interior rogaba clemencia, quería que se apiadara de mí y no me diera los 8 restantes, al tercero en mi interior suplicaba que no se apiadara, sabía que si lo hacía esa Ángela caprichosa no se iría, al revés, tomaría más fuerza. Al cuarto dejé de pensar, sólo lloraba y respiraba. Al décimo estaba exhausta, dolorida y muy agradecida. Me abrazó “No me gusta azotarte así ¿Crees que no me daban ganas de parar al ver las heridas que te hacía?¿Qué no me duele verte llorar así? Esto es duro también para mí, pero sé que lo necesitas”
En ese momento una necesidad de cambio se instauró en mí, Él me había hecho ver de nuevo mis debilidades y lo importante que es cambiarlas, no por Él sino por mí. Pienso en otras sumisas y esclavas y las veo vivir esto intensamente, dejándose llevar, y no es que yo no lo haga, pero aún hay, bueno, había una parte de mí, que no cedía el control del todo, no confiaba ciegamente.


Y este fue el preámbulo de un nuevo descubrimiento, de un nuevo pequeño gran paso. Esto fue lo que hizo que al día siguiente aceptara algo que soy pero que sin darme cuenta llevo toda la vida rechazando...

miércoles, 8 de julio de 2015

¿Qué nos pertenece?

Nada, no nos pertenece nada.


Esta entrada me la sugirió una lectora ante una afirmación que hice en twitter: Tu Amo no es tuyo. Esto no se acepta una mañana de repente cuando te levantas, son procesos que aplico no solo a mi relación sino a mi vida. Así que os contaré mi secreto para que aceptar que mi Amo no es mío no me haya costado mucho trabajo.


Mi madre es una alumna inagotable, la he visto toda la vida leyendo libros, asistiendo a cursos, buscando esas claves para ser realmente feliz. Yo lo he mamado de forma natural, he ido adquiriendo esas enseñanzas sin darme cuenta. Una de esas lecciones es el desapego, cuando nos apegamos a algo o a alguien estamos abocados a sufrir, y en mucho casos a hacer sufrir. El apego nos crea una necesidad, es decir que si algún día nos falta eso a lo que estamos apegados sufriremos el doble. Mi casa es mía porque la he pagado, pero no me pertenece, imaginad que os surge una oportunidad maravillosa de trabajo, o nos enamoramos de un extranjero y tenemos que dejar nuestro hogar, si estamos apegados a ella nos costará dejarla, o incluso será un impedimento para vivir esa nueva etapa que nos llega, sin embargo, si vemos nuestra casa como un sitio en el que hemos vivido felices por un tiempo, que nos ha resguardado y en la que hemos disfrutado, nos despediremos de ella agradecidos pero sin tanta tristeza. Pues con las personas pasa igual. Mis hijas no son mías tampoco, la vida me ha encomendado la tarea de acompañarlas en su camino y guiarlas, pero no son mis posesiones, por lo que no puedo pretender que hagan lo que yo diga en estudios, trabajo, amor…
Una vez explicada mi visión en este tema entenderéis que nunca fui muy posesiva tal y como se entiende. Por supuesto una cosa es que te sepas la teoría y otra cosa es que no flaquees nunca en la práctica. Cuando éramos novios vainilla yo era insoportable y posesiva pero no tanto con las mujeres, sino más bien celosa con los amigos. Había una compañera de trabajo que tonteaba descaradamente con Él por aquella época, lo que más me molestaba era que cuando esa chica me veía era súper simpática y cariñosa conmigo, esa hipocresía me molestaba más que los celos. Con otra sí fui celosa, pero era más bien un proceso mío, me sentía inferior a ella, y siempre me pregunté si con ella hubiese sido más feliz… pero aquella época pasó, Él se convirtió en mi Amo y poco a poco me empecé a dar cuenta de que si quería vivirlo de verdad tenía que aceptar que Él podía hacer lo que quisiera. La primera vez que me di cuenta de que no era mío fue una noche que salió con sus amigos, esa era una situación que me volvía loca de coraje, no sé muy bien por qué, pero lo odiaba, lo pasaba realmente mal y al día siguiente siempre nos peleábamos. Pero esa noche antes de salir, estando yo enfurruñada, Él se acercó y me dijo: “Quita esa cara, soy tu Amo, saldré a disfrutar siempre que quiera y tú tendrás que aceptarlo ¿O me vas a ordenar que me quede en casa?” Lo vi tan claro, vi tan claro que no podía ser sumisa y decirle a la vez que no podía salir, que el enfado se me pasó. De ser una situación que odiaba, comenzó a gustarme, esa espera sola en casa me hacía sentir más la entrega. En aquel momento no hablábamos de mujeres, que cuando se habla de esto parece que hablamos solo de estar con otras. Eso vino poco a poco. Pero reconozco que me costó menos que lo de salir con los amigos.
No quiero que mi Amo sea mío, eso me alejaría de cómo quiero vivir mi vida, lo que quiero es que Él me quiera a Su lado, no que esté conmigo porque se sienta atado. Parece difícil y duro, pero es tremendamente liberador, no tienes que estar preocupada de si Él tontea con otras, o de si otras tontean con Él… simplemente disfrutas de lo que estás viviendo.
Todo esto me lleva a mi teoría fantasiosa sobre Amos y sumisas. Entregarte a alguien al que admires y respetes es fundamental. Yo conozco a mi Amo, sé que no es un mujeriego que va por la vida buscando mujeres, cuantas más mejor. Si fuese así tendría que plantearme muchas cosas, no por el hecho de que esté con otras mujeres, si no por la actitud. Si un hombre muestra esa desesperación, para mí demuestra que está insatisfecho, que lo que tiene no lo llena. Una relación D/s es una relación compleja que llena de muchas maneras, si notara que a Él no, sí me preocuparía. Pero eso son cosas que se notan, si mi Amo se acuesta con muchas mujeres, es que se cruzó con muchas mujeres bonitas que le pusieron la polla dura y que han aportado un poco más a la felicidad que ya tiene. No sé si entendéis este matiz, la actitud y las sensaciones son muy importantes para mí. No es lo mismo pertenecer a un mujeriego insatisfecho, que lo único que quiere es tener sexo seguro en casa mientras se folla a toda la que puede, a tener un Amo involucrado, que entiende la profundidad de la relación, pero si ve una chica guapa que le gusta se la folle, aunque no lo necesite.
Por supuesto estoy hablando de cómo lo vivo yo, como siempre digo, nadie puede obligarte a hacer o a aceptar nada que no quieras, si aun no estás en ese punto no tienes que pasar por el aro porque te digan que sino no eres sumisa. Al igual que una sumisa entiende que tendrá que enfrentarse a ciertas situaciones, un Amo debe saber respetar el proceso y el ritmo de la sumisa. Yo sé que mi Amo no es mío porque es algo que siento, Él no me ha presionado, es una conclusión a la que he llegado yo.
En general, soy muy feliz sabiendo que nada ni nadie me pertenece

jueves, 18 de junio de 2015

Confesiones bajo el limonero

Elvis Presley - My way


Fuimos a casa de mi abuelo, es una finca grande llena de viñas, bueno era, ahora sólo hay tierra removida y hierbas secas. Por aquella tierra yo corría de pequeña, adoraba quedarme a dormir los sábados para amanecer con la luz del domingo entrando en aquel salón, ver a mi abuela y su eterna sonrisa con el cola-cao y el paquete de galletas príncipe en la mano. Mi abuela me quería con locura, fui la primera nieta y hasta muchos años después no tuvo otra, siempre fui su “pajarillo”, al que pacientemente daba de comer. Mi abuelo siempre estaba en aquel campo, sembrando patatas, haciendo vino, construyendo conejeras… cómo me gustaban esas conejeras, era un habitáculo con ladrillos de hormigón visto, nada bonito, a mi abuelo nunca le ha importado eso. Dentro había jaulas amplias para cada conejo y podías ver a los conejitos recién nacidos crecer. Las conejeras ya no existen, sólo hay tres paredes a medias, sin tejado, sin jaulas y sin conejos. Y allí bajo el limonero, que sí sigue en pie al lado de las ruinas, mi padre trajo dos sillas viejas para sentarnos a hablar.
Odio ir a esa casa desde que mi abuela murió esta navidad, veo su sillón y es como si todavía estuviera allí sonriéndome mientras me dice lo guapa que voy siempre, a diferencia de su marido, para ella la imagen era muy importante. La veo tocando su bandurria y canturreando canciones que saben a añejo. Por eso, cuando mi padre me dijo de salirnos al sol me alegré. Nos sentamos, las hojas de limonero matizaban la luz intensa de las 12 de la mañana. “Bueno, ¿Qué es eso tan horrible y que me va a asustar tanto?” Titubeaba, no sabía cómo empezar a contarle, a mi madre le dije que era sumisa y no lo entendió, creyó que me refería a una característica de mi personalidad, es por eso que esta palabra ha dejado de gustarme, confunde a los que no conocen su significado. Odio dar esas explicaciones, contarle a alguien que no sabe nada qué es ser sumisa, qué es el BDSM. Pero parecía tonta titubeando tanto, así que lo solté: Papá, desde pequeña he sabido lo que soy, es que yo… soy sumisa. Mi padre sonrió suave y asintió. Me confundí: ¿Sabes a lo que me refiero? ¿Sabes qué es el BDSM? él volvió a asentir. A partir de ahí la naturalidad fluyó. Lo primero que me dijo fue: “Lo único que me preocupa es si tienes claro que ser sumisa es serlo con una persona no con todo el mundo. No quiero que nadie que tú no quieras te controle o te haga sentir inferior” aluciné, no tenía nada que explicarle, no solo conocía de qué hablaba sino que hablábamos el mismo idioma. Sabía que mi padre no me rechazaría, nuestra relación es un poco atípica, yo no lo juzgo y él a mí tampoco, lo que no me esperaba es que con la persona que me iba a sentir más cómoda hablando de todo esto sería él, con la que iba a sentir que me entendía y que compartía la misma visión del D/s. Hablamos más, me preguntó cómo lo sabía desde pequeña, yo le conté que con mi vecina ya jugaba a la dominación, pero que cuando por casualidad vi Historia de O fue un bálsamo para esa niña que creía que era un bicho raro. Por asegurarme le pregunté si sabía qué película era, “Claro que lo sé, es una película preciosa” lo dijo como lo podría decir yo, me volví a sentir tremendamente confortada, una paz me invadía.
No sólo había aceptado la noticia sino que mi padre, un hombre muy vivido, estaba diciendo lo mucho que me admiraba : “Tuviste un par de ovarios, los tuviste y los tienes. Has podido normalizar algo que otros no. Fuiste capaz de confesárselo a tu pareja. Yo no, siempre he tenido pensamientos que me han hecho creer que soy un monstruo, me ayudas mucho siendo así de natural y sincera”
Hablamos mucho más, sobre la vida, sobre lo importante que es vivirla a nuestra manera, me dijo que últimamente no podía dejar de escuchar la canción de “My way” que esperaba que fuese la vida diciéndole que viviera a su manera y no que le decía que se fuese despidiendo, que no le daba miedo morir pero aún no quiere. Mi padre es joven, tiene 56 años, es alegre, vital… sigue conservando ese carisma con el que nació. Le dije que no creía que fuese a morir, pero que ya hablé de él en mi blog (“Mi padre ¿mi origen?”) diciendo que nunca había aceptado lo que era y la vida que quería vivir. Esto me hace reflexionar una vez más sobre la necesidad que tenemos algunos de que sea nuestra forma de vivir, no algo que vivimos esporádicamente. Mi padre ha sido un conquistador, ha viajado, ha estado con muchas mujeres y se ha movido en mundos en los que podía hacer lo que quisiera. Estoy segura de que habrá tenido sesiones, o al menos sexo dominando o haciendo ciertas prácticas, pero eso no lo ha satisfecho. Por lo que siento y por lo que él me dejó entrever, le hubiera gustado vivir una relación como la mía, que va más allá de todo. El no haberla conseguido lo atormenta. Me dijo que le encantaba que hubiera tenido esa confianza con él, pero que se preguntaba por qué lo había hecho, podría seguir ocultándolo y puede que él nunca lo supiera. Le di dos respuestas, primero es que quiero darle naturalidad y limpieza a mi vida, como dije en mi anterior post, no lo iré gritando pero tampoco quiero mantener un secretismo. Cuando ocultamos algo toma un cariz oscuro y turbio. Por otro lado, estamos en la era de la sobreinformación y del acceso sin restricciones a todo. Tengo un blog, tengo una cuenta en twitter y tengo otros proyectos en los que quizá también tenga que exponerme. No quiero que por casualidad las personas que de verdad me importan descubran cosas de mí por sorpresa, quiero estar tranquila en ese sentido. Imaginad por un momento que por esas casualidades de la vida algún amigo le diga a mi padre que mire mi blog, o alguna entrada, o incluso alguna foto y él me reconociera. Si no supiera nada la situación sería muy violenta, pero sabiendo todo de mí, la cosa cambia, seguiría siendo raro, pero es diferente.



Fue un día especial, sabía que había mucho de mi padre en mí, siempre lo he sabido, pero no creí que fuese tanto. Una calma se ha instaurado en mí, se han sosegado muchos de mis fantasmas, ahora entiendo muchas de las cosas que hizo, el por qué no podía seguir con mi madre, el por qué aunque la amaba con locura tuvo que separarse e irse. Ahora entiendo su búsqueda, su insatisfacción… yo también me sentí así, aunque por suerte tomé la decisión adecuada mucho antes.
Esa conversación fue un sueño bajo el limonero, fue un bálsamo que he buscado toda mi vida. “No tengas miedo, eres única. Solo te digo que te comas el mundo, haz lo que quieras, sigue siendo como eres y cómete el mundo. Estoy seguro de que lo harás, ya lo estás haciendo” terminó.



Escucho esta canción, miro a mi alrededor, me miro al espejo: soy una madre joven que iba a clase con la barriga gorda y los prejuicios encima, una emprendedora apostando por sueños que parecían imposibles y que voy cumpliendo poco a poco, soy Suya por completo, cada día y cada hora… pues sí, miro mi recorrido y puedo decir que, para bien o para mal, estoy viviendo la vida a mi manera.

martes, 9 de junio de 2015

Era, soy y seré una puta

“Qué puta eres” ”¿Por qué eres tan puta?” ”Cómo me gusta que seas así de puta” son frases que en lo que va de año se han vuelto muy constantes en mi vida. Creeréis que para mí es ofensivo o que es un insulto que tolero porque es mi Amo, pero no, es mucho más que eso, me siento liberada y aceptada. Soy una puta, siempre lo he sido, sólo que ahora no tengo por qué ocultarlo.
Puff… vaya presentación. A ver, para tratar de explicar a qué me refiero primero habría que definir un poco el término “puta” ya que si nos ceñimos a su significado es una mujer que cobra por sus servicios sexuales. No, no me refiero a esto, no soy ese tipo de puta, aunque haya fantaseado mucho con ello. Hace un tiempo hubo un debate en twitter sobre si eso era aceptable o no, que no era legal, pero si miramos el BDSM desde el prisma de la legalidad apaga y vámonos. Mi Amo no me prostituye, no porque no sea legal, ni porque sea denigrante para mí ni historias de esas, no lo hace porque perdería el control, el dinero crea en la mente de las personas la ilusión de que tienen derecho a algo, a eso es a lo que no quiere enfrentarse. Bueno, hecho este inciso continúo, la sociedad le ha atribuido a la palabra muchos significados que se entremezclan unos con otros hasta tal punto que dos personas pueden estar diciendo “Soy una puta” y cada una referirse a cosas completamente distintas. Puta puede ser una mujer que ha estado con muchos hombres (sí, lo que en versión masculina es un triunfador, follador, vividor). También puede referirse a una mujer que le gusta el sexo, atractiva y provocadora… aunque esta definición me guste, y pueda sentirme un poco así, no es a esto a lo que me refiero cuando digo que soy una puta. La definición que voy a dar de puta, es mía personal, puede que nadie lo vea así, simplemente le atribuyo esa palabra por poner una, y porque siento que me encaja bien. Me considero una puta porque deseo y he deseado toda la vida satisfacer a los hombres, ese ha sido y es mi fuente de placer.
Desde pequeña me he sentido atraída por los hombres, la sexualidad y la sumisión, pero una sumisión general. Siempre me he sentido inferior a los hombres y a algunas mujeres, decidme que eso está fatal que os diré que lleváis razón, pero es lo que sentía. Eso es algo que no he vivido de manera negativa, me sentía inferior a ellos y me encantaba. Lo que me gusta es saber que estoy satisfaciendo sus deseos, aunque no obtenga placer físico con ello. No me excita hacer una mamada, no me excita nada de nada, pero me gusta porque sé que estoy haciendo disfrutar. Siempre he tenido la imaginación muy activa, recuerdo ser niña, ir andando por la calle e ir imaginando lo que esos hombres que me cruzaba querían hacerme, he llegado a desear que me violaran de verdad, solo quería satisfacer. Esto que cuento es duro, siempre he pensado que estaba un poco loca, y puede que sea cierto. Si pienso en mi adolescencia y recuerdo las situaciones con los chicos, creo que muchos abusaron de mí, yo no sabía decir no, no sé si quería decirlo, me gustaba sentirme así en el momento, aunque después me quedaba muy mal emocionalmente y no sabía por qué. Recuerdo uno concretamente que sí dije que no quería, pero él insistió, me presionó, y cedí, cedí porque en el fondo yo pensaba que llevaba razón, que mi obligación era satisfacerlo. Poco a poco me fui creando una imagen ante mí misma muy oscura, quería eso, pero no lo quería así… Cuando llegó Él fue un soplo de aire fresco, sentí que quería estar con un único hombre. Mis “amigos” me dijeron que no duraríamos, que yo no servía para tener novio. Yo estaba segura de que se equivocaban, que simplemente nadie me había dado la oportunidad de ver que podía satisfacer no sólo un rato, sino toda la vida a un hombre.
Esto que estoy contando es algo que me avergonzaba y me avergüenza aún, pero al fin puedo aceptarlo, Él me ha ayudado a hacerlo. Tanto me avergonzaba que nunca se lo dije, incluso cuando le dije que deseaba someterme, no dije que sentía esa necesidad de satisfacer a los hombres en general, que aún seguía imaginando lo que los hombres querían hacer conmigo. Pero es un hombre inteligente y me conoce más que yo misma. A principios de este año todo cambió. Se había dado cuenta de que no había entregado todo de mí, que no era sincera del todo con Él, y quería tenerme entera: O te entregas de verdad o se acabó todo, en eso se resume lo que me planteó. Fue duro, todos esos años sentía que lo traicionaba, pero tenía mucho miedo, cómo contarle lo puta que era, lo mala persona que me consideraba, no me entendería ¡¿Quién entendería una cosa así?!... Para no variar me equivocaba. Se lo dije, se lo confesé todo, le dije el tipo de mente que tenía, cómo me sentía, me quité el mayor peso que me he quitado nunca, me quedé abatida, no sabía qué iba a pasar, quizá me dejaría para siempre, me repudiaría y no volvería a ser Suya… pero me dio otra opción, entregarme del todo, ser su esclava física, mental y emocional. Todo estaría bajo Su control, mi mente y mis pensamientos lo primero. Por eso llevo mi libreta, para apuntar cualquier pensamiento que tenga, si veo a un hombre y me siento inferior, o si me viene a la cabeza qué me haría, o si tengo un deseo… todo tiene que saberlo. Cuando eso pasa me castiga, me dice que soy una puta, pero a mí esa palabra no me suena a insulto, me suena a aceptación. Es algo que no me gusta de mí pero que está ahí, lo he puesto en Sus manos, para que Él haga conmigo lo que quiera. Que me castigue cuando lo crea necesario, que me abofetee mientras me dice que yo valgo más que todos con los que me he sentido inferior juntos. Él es la cura a mi enfermedad. Sabe que soy Suya, que Él me ha domado, que jamás obedeceré a otro hombre, que aunque las situaciones me pongan cachonda, nunca las realizaré si no es por orden Suya.
Es curioso, porque yo aún no lo he superado, aún no me siento bien con esa parte de mí, no me gusta tener esos pensamientos o sensaciones, pero Él sí, quizá porque es el motivo perfecto para castigarme, o quizá por la satisfacción que le produce haber sometido a la bestia, o porque sabe que, al ser así, podrá hacer conmigo lo que desee, pero solo Él y quien Él ordene.
Como siempre digo, no intentéis verme a través del BDSM, quizá lo que aquí he descrito no tiene nada que ver con lo que es una sumisa en BDSM, pero ya dije que nunca busqué pertenecer a este mundo, simplemente tengo un sentimiento parecido. Pero no soy sumisa, cuando descubrí el BDSM sí lo creí, ahora no, ahora soy Suya, simplemente. Quizá no entendáis por qué, pero por mucho que cuente hay cosas que callo. Mi vida le pertenece a Él, no a un Amo, no a un dominante que quería una sumisa, mi vida le pertenece exclusivamente a Él, es Suya porque se la ha ganado.

martes, 2 de junio de 2015

La sumisa anulada no es sumisa

¿Una mujer se anula por ser sumisa?¿Acepta porque sí el "todo vale"? No y no, un NO rotundo y como la copa de un pino. Aunque hablo desde mi situación en 24/7 creo que es algo extendible a todas las sumisas, ya cada cual que lo aplique a su situación.
Muchas veces me debato entre lo que siento y lo que debería de sentir, soy muy exigente conmigo misma, me planteo cómo quiero ser y me comparo con lo que soy, normalmente no me gusta lo que veo. Esto aplicado a la sumisión sería: cómo creo que debería ser, sentirme y como soy y me siento. Me gustaría poder acatar, que mis sentimientos se correspondieran con el pensamiento de “Es el Amo, puede hacer lo que quiera, nunca se equivoca, y si lo hace qué mas da, es el Amo”. Pero la realidad es otra, la realidad es que, aunque muy pocas veces, me enfado con Él. Y entonces llega mi conflicto interno, sé que llevo razón, pero no quiero sentirme así, no quiero que me de coraje nada de lo que hace, pero es inevitable. Tengo que decir en mi favor que creo haber encontrado un buen punto, la sinceridad, pero una sinceridad sin carga. Es decir, puedo contarle lo que me ha hecho sentir mal y por qué, en un tono suave y respetuoso, sin (casi) recriminar o echar en cara, lo que viene siendo ser asertiva. Creo que lo tengo bastante controlado, pero aún hay un diablillo dentro que me pica y me chincha y me dice que no es suficiente, que estoy enfadada y punto. El otro día me pasó, me enfadé, se lo dije asertiva, Él me escuchó y me dio la razón, todo pacíficamente y en armonía, pero ese diablillo no estaba tranquilo, seguía enfadada. Hay algo que no me deja cortar la situación, si ya me ha escuchado, si ya me ha dado la razón ¡¿Qué más quiero?! Lo peor de todo es que sé que necesito una bofetada, necesito que me baje de nuevo a mi sitio, porque en cuanto le veo una debilidad me crezco, me subo y me aprovecho de ese mínimo poder que me da el que Él se haya equivocado. Tras hablar, cariñosamente me pidió que se la chupara. Yo empecé a hacerlo pero por dentro estaba encorajinada, seguía enfadada, y no quería comérsela ¡Encima de todo!¡¿No acaba de decir que sabe que lo ha hecho mal, que ha cometido un error?! ¡Y se pone a pedirme que se la coma! Cuando debería de estar mimándome para que se me olvide todo… Sí, me da igual lo que penséis, eso es lo que sentía y me gusta ser sincera, sólo así conseguiré cambiar aquello que no me gusta de mí. En definitiva, quería que se arrastrara por mi perdón, seguir manteniendo mi momento de poder y comérsela no era precisamente parte de ello. Tenía una guerra dentro de mí, sentía eso, pero por otro lado pensaba que era el Amo, que era de alabar que sepa ver Sus errores, que me escuche e incluso me dé la razón, pero no debo olvidar que soy Suya y que, una vez dicho todo eso, mi sitio es de nuevo a Sus pies, que debo seguir obedeciendo sin más. Lo miraba, estaba enfadado, confundido, se la comía con toda la desgana del mundo. Por un lado deseaba que me dijera que parase, que no había hecho bien con pedírmelo, pero otra voz le gritaba que me agarrara del pelo, me abofeteara y me recordara que pase lo que pase mi deber es obedecer “Si te digo que me la comas, me la comes con todas las ganas del mundo y punto” esa frase es la que necesitaba. Me da miedo esa facilidad que tengo de sentirme poderosa, no me gusta nada, porque no tengo la misma facilidad para volver a mi sitio. Todo esto no lo cuento como algo malo, a ver, en ese momento lo es y no me gusta, quiero cambiarlo, pero no creo que no sea sumisa por ello. Una vez mi psicóloga me dijo que me enfrentaba a esos conflictos porque no soy una persona sumisa, al revés, pero que con Él sí deseaba serlo. Por eso se me mezclan a veces los sentimientos. Cada aspecto de mi vida me da un placer distinto, eso es algo maravilloso, pero tiene el riesgo de que a veces mezcle unas cosas con otras. En el aspecto laboral me ha costado mucho trabajo aceptar que me gusta ser la jefa, la que manda. Cuando estuve trabajando organizando unas exposiciones de arte con japoneses, yo tenía un puesto importante, era la encargada, la mano derecha de mi jefa, pero los demás japoneses, hombres machistas, no me trataban así, me trataban como a una mujer inferior a la que mandar a por cualquier tontería. Esa experiencia me marcó mucho, yo allí tenía poder, pero ante su actitud me volví sumisa, pequeña, cosa que me hacía sentir tremendamente mal. Si os dáis cuenta es lo mismo que me pasó con mi Amo pero al revés.
Todo eso no es algo que me preocupa, al revés, me demuestra que ser sumisa no es anularse como persona y dejar que hagan contigo lo que quieran. Es elegir a la persona adecuada con la que dejar tu poder a un lado y entregarte. Pero única y exclusivamente con Él. Hace un tiempo me preocupaba que si me gustaba sentir poder, que si tener el mando me daba placer, es que quizá no era sumisa. Pero ahora sé que no, que lo que me gusta es ese contraste, que eso es lo que hace la vida divertida, tener que dar ese cambio tan drástico al cruzar la puerta de casa.
Creo que no hay nada extraño en mi comportamiento, no debo preocuparme más de lo necesario, simplemente son ajustes. No soy perfecta, pero matizar sentimientos y querer seguir en el camino por mucho que cueste me acerca un poquito más. Y lo más importante, si me sigo analizando como persona, enfrentándome a mis propios retos es que sigo siendo yo, no estoy anulada, en contra de lo que muchos creen, eso sí que sería no ser sumisa.



Conclusión de todo este rollo, es normal y bueno enfrentarnos a sentimientos encontrados, una sumisa no es un trozo de carne que ni siente ni padece, es alguien que mira sus sentimientos a la cara y decide qué hacer con ellos, aunque sea someterlos a los deseos de otro.

viernes, 10 de abril de 2015

A veces todo es una mierda

Hoy os muestro otra de mis "canciones joya", lleva unos quince años aproximadamente conmigo. Le tengo mucho cariño, ha sido mi compañera de lágrimas en muchos momentos, y es que cantarla a lágrima viva me alivia aunque sea un poquito, ese alivio que te da que alguien te diga: "Sí, llevas razón, a veces en la vida todo parece ir mal, a veces todo es una mierda". Dadle al play y a disfrutarla, o a llorarla un rato...


Everything is wrong - Gigolo Aunts


Vuelvo a casa, a una casa en la que ducharme con agua fría porque la puta caldera se rompió y no hay dinero para arreglarla, a una casa en la que fuera del brasero te sale vaho por la boca. Los pasillos y habitaciones están llenos de radiadores que no calientan. Esta es mi vida, volver de un colegio de niñas pijas que solo se preocupan de sacar sobresalientes en vez de notables, en tener sus bonitas y calientes habitaciones ordenadas. Y yo me congelo los dedos haciendo los deberes, escribiendo en mi diario desahogos de una niña de padres recién separados que odia el momento en el que está. En invierno no me masturbo porque duermo con mi madre, una manera natural de dormir calentitas.
Me despierto cada mañana y me pongo el uniforme bajo las sábanas, salir de ellas se me antoja imposible. El fin de semana decidimos ir a pasear. Granada es preciosa un domingo por la mañana, con sus tiendas y tentaciones cerradas. Vamos por la Alcaycería mirando los escaparates llenos de mueblecitos y detalles para las casitas de juguete. Los miramos y remiramos, mi madre los observa atenta inventando cómo hacerlos de manera manual para llenar esa casita que a duras penas me trajeron los reyes.
Odio la ambición de mi padre, vivimos en una casa muy grande que no podemos calentar, que nunca está tan bonita como yo imagino. Y envidio a mis amigas, las envidio con sus pisos calientes y decorados, con su ropa nueva cada mes, con sus viajes familiares y sus vidas sin preocupaciones.


Una niña acomplejada y triste llora en su dormitorio rosa. Su padre la ha decepcionado, sus amigas no la entienden, no le gusta su pelo, ni su cara, ni su cuerpo, se siente la persona más desolada del universo. Quién calentará sus manos heladas, quién se acurrucará con ella cuando se tumbe exhausta en la cama con los ojos hinchados de tanto llorar. Ahora creo que quizá no era todo tan malo, que mucha gente habrá pasado por cosas peores, pero no son las cosas que pasan, sino cómo te afectan. Y a mí vivir cada día se me hacía un suplicio.


Oía a mi madre llorar en el sótano, se pasaba horas allí y yo sola en mi cuarto, escribiendo historias que siempre acababan mal, era lo único que me daba consuelo, la melancolía era el único sentimiento que me llenaba. Mi madre subía con los ojos rojos y yo no sabía qué hacer, no quería verla sufrir, siempre me ha gustado protegerla. Sabía que ella no podría afrontar que yo también estuviese destrozada, sabía que ella no podría con mis problemas mentales de ese momento, así que decidí parecer fuerte. La dejé llorar en mi hombro, la dejé desahogarse conmigo, ser su amiga y confidente, la deje pensar que yo era dura como una piedra, madura como pocas. Quizá eso me ayudó pero creé un sentimiento de mentira, sentía que la engañaba, que dentro de mí había dos personalidades, una madura, fuerte, espiritual y profunda, y por otro lado una niña triste, acomplejada, materialista, cobarde y muy débil. Dos caballos desbocados que tiraron de mí y que me ha costado mucho domar.


Un invierno, sin más, una cañería se rompió y un chorro de agua inmenso comenzó a salir. Oía desde la ventana caer el agua potente, parecía escuchar las monedas tintineando en el suelo, era mediados de mes y ya estábamos en números rojos. No pude más, me planteé si estábamos intentando salvar un barco que se hundía sin remedio, si nos aferrábamos a una casa por miedo a no saber qué hacer fuera de ella. Y recuerdo perfectamente estar sentada en el salón, recuerdo el olor, la luz que había y lo que pensé. Quizá sea el momento de vender esta casa, es demasiado para mi madre y su sueldo, es demasiado trabajo para una mujer y su hija. Las habitaciones cerradas e inútiles, las tuberías rompiéndose y los plomos saltando. Se lo dije y como siempre ella y su manera de ver las cosas me salvó. Me llenó de energía y entonces lo comprendí: esto es lo único que me queda, es lo único que me ha hecho sentir especial, mi casa y su jardín enorme, su piscina llena de alegría y calor de verano. Aquí nací y aquí tengo ganas de volver cuando estoy triste, es mi refugio, quizá un refugio frío, pero mi refugio. Siempre sentí una unión muy especial a esta casa. No, da igual que todo vaya mal, somos unas valientes, no podemos renunciar a nuestra forma de ver el mundo. Mi madre me enseñó a confiar en la vida. La arreglaremos como podamos, con cinta aislante en las tuberías, con velas cuando se vaya la luz, con ollas de agua caliente para poder ducharnos en Enero. Somos fuertes, esto nos hace fuertes. Es fácil confiar en el Universo cuando todo va bien, pero la prueba llega cuando todo es una auténtica mierda, cuando no puedes pagar la hipoteca, cuando tienes que estudiar llorando, cuando sientes que tu corta vida no tiene sentido, cuando te sientes la más inferior de todas tus compañeras. Es entonces cuando hay que agarrarse a los detalles, esos detalles que te salvan. Un sábado alquilando una película en el videoclub en vez de ir al cine, saboreando un puñadito de aceitunas con pepinillos como el lujo del mes, puede que sea poco en el momento, pero la sensación durará toda la vida.
Pues luchamos, contra viento y marea, sacrificamos cosas, aceptamos cargar con una serie de sensaciones que aún hoy me acompañan, pero lo conseguimos. Nuestra lucha obtuvo resultados y hoy os escribo desde esa casa, pero ya llena de vida, con todas las habitaciones en uso, con mis hijas jugando en el jardín, con mi Amo queriéndome en el dormitorio y con los albañiles arreglando el tejado. Esta es mi casa, así me lo hizo saber mi madre cuando se marchó, me dio las llaves porque su lucha aquí había terminado, la mantuvo porque sabía lo especial que era para mí.


Hoy, recordando todo esto, se me ha agarrado un nudo en la garganta. Ahora veo las cosas claras, creo que desde los 11 años hasta los 26 he cargado con una depresión que ha estado más o menos presente en estos años pero no la quería ver y de la que me costó mucho salir. Pero he podido por todo lo que confié, por pedirle al Universo, o a Dios o como queráis llamarle, que me mostrara el camino, por ser consciente de que así no se podía vivir. Y el Universo no me dio una poción mágica, solo dijo que tenía que esforzarme y enfrentarme a los demonios más oscuros, pero no me dejó sola. Y hoy recojo los frutos de ese esfuerzo, estoy llena de optimismo y confianza, tengo todo lo que necesito y estoy dando los pasos para conseguir lo que ambiciono. Llevo unos días durmiendo en mi dormitorio recién reformado, he hecho el amor en él con un hombre maravilloso, por la mañana dos preciosas niñas se han metido en mi cama para remolonear juntas diez minutitos más. He mirado mi móvil y he visto las estrellitas de personas que leen lo que escribo y que me aceptan y que no dejan de decirme que les gusto. Tengo una lista de tareas por hacer de un trabajo que me encanta. Y al volver de llevar a mis hijas al cole he respirado profundo al lado de los tulipanes, huele a primavera y a recompensa.


Hace fresco en la calle, me ha dado gustito entrar en casa, está calentita.

martes, 24 de marzo de 2015

Lo maravilloso de no tener ni puñetera idea

Como he repetido mil y una vez, yo conozco el BDSM incluso antes de saber lo que era, pero durante muchos años, mi única referencia y de lo único que aprendí algo fue de ver Historia de O. Y a mí me bastaba. Claro que tenía acceso a internet, claro que podía haber buscado información acerca de ello, pero sencilla y tontamente no se me ocurrió.
La primera vez que lo hice fue cuando le confesé mis necesidades, y lo hice por enseñarle definiciones concretas de lo que quería. Intento hacer memoria de esa primera vez ante el ordenador, de esa primera vez que leí algo sobre BDSM, pero no puedo, al igual que no puedo recordar la primera vez que me azotó como Amo. Me gustaría decir que toda esa información me ha ayudado, pero ahora, fríamente y con lo vivido hasta el momento en la mente, creo que ayudó un poco a nuestra relación por darle nombres a lo que debíamos hacer, pero a mí no. Yo buscaba un sentimiento y pienso que toda esa información lo enturbió. No sabía de protocolos, no sabía de prácticas, ni de otras maneras de verlo… solo sabía cómo quería sentirme. No sabía que existiera una comunidad, no sabía ni del Sano Seguro y Consensuado. Qué barbaridad pensaréis… pues a mí me parece maravilloso, hubiera sido más sencillo, creo, guiarnos por emociones no por manuales, cosa que Él, a pesar de todo sí consiguió, yo hasta ahora no. Cuando descubrí todo eso se me crearon una serie de necesidades más superficiales. Quería que me hiciera esto o aquello, simplemente por haberlo leído, o por creer que sino no era sumisa. Aunque lo cierto es que, dentro de mi búsqueda hubo cosas que no descubrí, palabras, términos que no he leído y que aún hoy voy descubriendo. En este tiempo creo que Su continua lucha ha sido alejarme de esas informaciones, llevarme por el camino de las emociones más que el de las prácticas, y sentir esos conceptos en la piel antes de darles nombre. Sinceramente creo que eso es lo que nos hace especiales, somos inocentes y naturales, hacemos lo que queremos sin patrones. Voy a poner un ejemplo que fue el que me hizo reflexionar sobre todo esto, quizá quede de tonta o ignorante pero es lo que hay. Un chico me preguntaba una duda, me preguntó que cómo me sentía tras una sesión, quería saber qué hacer él como Amo para que ella se sintiera lo mejor posible, me nombró la palabra “Aftercare”. Por el contexto supe a qué se refería, pero ni me sonaba. Al poco lo volví a leer en varias publicaciones, como cuando estas embarazada y no paras de ver a otras por todos lados. Nunca hemos pronunciado esa palabra, nunca leímos que tuviera que haber ese tratamiento tras una sesión o una humillación más cotidiana, pero sí lo hacíamos. Él siempre me ha dado cariño tras ser duro conmigo, pero no solo en una sesión, quizá tras unas bofetadas por una falta, un castigo más duro o simplemente un regaño. Tiene esa capacidad de ponerme al límite y rescatarme antes de caer. Y nunca leyó que como Amo debía hacerlo, le salió solo. Llevo ya un tiempo en contra de la sobreinformación, creo que es la lacra de nuestra generación, es fácil leer e imitar, lo duro es sacar lo que llevas dentro. Pero me parece más fiable, lo auténtico es real, me fio mas de alguien que busca por instinto que de alguien muy leído. ¿Estoy diciendo que no hay que informarse? NO, me pongo a mi Amo y a mí de ejemplos de lo que hacer y no hacer. Yo busqué información y me puse a imitar, a sentirme triste por no hacer ciertas cosas, o no soportar otras. Creí que lo prioritario era cumplir con esas premisas, y he sufrido mucho estos 6 años por eso, estaba en constante lucha interna, porque evidentemente repetía esas prácticas y no sentía lo que deseaba sentir. Sin embargo Él no buscaba, solo me repetía que olvidara todo aquello, que me dejase llevar, que es lo que tiene que hacer una sumisa cuando encuentra un Amo en el que confiar, que esas prácticas ya llegarían solas, que no había que forzar. Recuerdo recriminarle no buscar información sobre BDSM, recuerdo llorar porque no leía sobre el tema, darle vueltas a la cabeza: quizá no le gusta realmente, quizá sea peor Amo por ello… Mierdas que estropeaban lo bonito que teníamos, a parte de los castigos que me he llevado por ello. Ahora lo comprendo, en mi caso buscaba un sentimiento y, si existe, sale solo sin tener que buscar tanta información. Si tuviera que elegir dos conceptos que describen mi manera de sacar al Amo o la sumisa que llevamos dentro es el “Poco a poco” e “instinto”. Si lo llevas dentro saldrá.
Ya no busco nada, he comprendido que confiar y entregarse a Él es estar expectante a su proceso, al momento en el que está. Es dejar que Él marque el ritmo, que decida cuándo probar prácticas nuevas, cuándo ir más allá o cuándo cree que es demasiado pronto para algo. Os pondré un último ejemplo: las cuerdas. En estos 6 años me ha atado pocas veces y no con cuerdas, el bondage era algo que no le llamaba la atención y ¡Cómo no! Ya tenía a mi diablillo susurrando: ¡Como no le van a gustar las cuerdas a un Amo! Si a todos los que he leído les encantan, son unos expertos, y a Él ni siquiera le atraen… y mil cosas más que prefiero no decir. Este año, unas semanas antes de su cumpleaños, me dejó caer que le gustarían unas cuerdas de regalo, había pensado que para castigarme quería atarme, que me revolvía mucho. Se las regalé pero sabiendo que sería para usarlas de manera simple, para atarme a la cama, ya tenía aceptado que el bondage no le gustaba nada. El mismo día que se las di nos pusimos a ver videos y demás ( para estas cosas que hablan de seguridad y no de sentimientos sí me parece muy importante la información). Un rato más tarde ya estaba probándolo sobre mi cuerpo. Desde ese día ya lo busca y me ata, le gusta ver la cuerda sobre mi cuerpo y hacerme diabluras teniéndome así. Y ya está, ya le gusta el bondage, tanto tomento de mi cerebro para nada, tendría que haber sido paciente, esas dudas eran tonterías. Ahora sé que cualquier cosa que me hace es porque realmente la desea no por repetir lo que lee, o porque “es lo que debe hacer un Amo”.
Conclusión, que me enrollo, usad la información como apoyo no como dogma. Usadla para aprender a hacer las prácticas que realmente os guste hacer, todo lo demás es complicar las cosas. Sed naturales, es lo que hace la vida sencilla y bonita. Porque a nosotros lo que nos salva muchas veces es no tener ni pueñetera idea de muchas cosas.

lunes, 9 de marzo de 2015

Mi nueva vida (2ªparte)

Y vamos con la conclusión de la que hablé en mi anterior entrada y que tanto me ha costado asimilar o admitir. Para poneros sobre el terreno os contaré que un comentario de El Rincón de Pelusilla, comenzaba diciendo que admiraba mi labor como esclava. Era con toda la buena intención del mundo, me lo decía como algo muy bueno, pero en mí algo se removió, ¿Esclava? Yo no era esclava, no quería serlo. No me creeréis si os digo que en todos estos años en el BDSM ni me había parado a leer lo que implicaba ser esclava, a ver, lo sabía, pero no me atraía, al revés lo rechazaba, no sé explicar el por qué. Yo siempre seré sumisa, me decía, las sumisas tienen una parte de elección, algo de poder albergan, lo veía más como de princesita, y tened en cuenta que en mi interior seguía siendo una princesita malcriada. Así que ese comentario me rechinó. Me encanta analizarme, así que me pregunté por qué, por qué me había puesto nerviosa ese comentario hecho con toda la buena fe.
Para explicarlo mejor, saltaré a unos días después, cuando mi Amo y yo estábamos en este proceso que os relaté anteriormente, yo ya había decidido cruzar esa puerta hacia un mundo que me asustaba, lleno de nuevas normas y entrega. Él había cambiado, o quizá cómo lo veía yo. Estaba más serio, mucho más autoritario, seguía mostrándome Su cariño, pero observaba cada paso, sentía que mis lloriqueos o mis intentos de quitarle importancia a mis actos no servían como antes. Me recriminaba mi inmadurez y egoísmo. Fueron días muy duros, pero de los que aprendí muchísimo. Él me preguntaba si sentía algo malo hacía Él por esas cosas, y os juro que no, sentía que me ayudaba, sentía que le había tocado ese papel para ayudarme, ya que hay cosas que sólo aprendo por las malas. Una noche nos sentamos en el sillón, me preguntó que en qué pensaba, esa pregunta era una nueva norma que implicaba mi sinceridad más absoluta, claro que podía mentirle sobre mis pensamientos y Él no lo sabría, pero yo sí. “Amo, le doy vueltas a una pregunta: ¿Por qué no me gustó que me llamaran esclava?” era una pregunta a la que dentro de mí había dado respuesta, pero mi soberbia no me dejaba ver. Era tan sencilla que me molestaba: es cierto, me había convertido en esclava sin darme o sin querer darme cuenta. Lo era antes, pero los acontecimientos de esos días lo habían puesto de manifiesto, no podía estar sin Él, aunque eso significara no tener condiciones aunque, si observaba bien, nunca las tuve. Confiaba y confío tanto en Él que si algo le vale a mí también. Esa noche lloré, sentí que una parte de mí moría, y aunque esa parte me estuviera haciendo mal me daba pena. Él me acurrucó “No te agobies con los nombres, si no te gusta la palabra esclava no la usaremos, piensa que eres una esposa muy obediente y yo un marido cabroncete”. Para que me quedara más tranquila buscamos información en internet, las definiciones y ejemplos que encontrábamos no paraban de darle aún más fuerza a lo que acababa de aceptar. Ese día fue muy importante, a partir de ahí, vi las cosas de otra manera, le quité esa parte negativa que le había atribuido, sin argumento, al concepto de esclava. Ahora voy descubriendo nuevas sensaciones, mucho más intensas y me siento libre, qué ironía. Parece que necesito definirme para limpiar esos pensamientos y emociones que se me aturullan dentro.
Al fin con el concepto asimilado respiré tranquila, hice recuento de mis fantasías y anhelos infantiles, cuando nada me reprimía, cuando era más sencilla, y otra pieza de este puzle que soy encajó perfectamente: Nunca he deseado ser sumisa, yo siempre quise ser esclava.

miércoles, 25 de febrero de 2015

50 luces de Pelusilla o cómo desmontar falsos mitos sobre BDSM

Si estás leyendo esto es que, o ya conoces el BDSM o tienes algún interés por este mundo. A muchos la curiosidad os habrá surgido leyendo 50 sombras de Grey. Si es así, te recomiendo que lo almacenes en tu mente con cariño, como esa casualidad, esa señal que hizo que tu chispa saltara, esa chispa que te dice que necesitas algo más para ser feliz. Pero a parte de eso, hazme caso, y olvida lo que has aprendido sobre BDSM en él, porque no coincide con la realidad en muchos aspectos. En esta entrada voy a desmontar varios falsos mitos que rondan al BDSM utilizando mi propia vivencia dentro de él. Espero que os ayude:
1. Las personas que forman parte del BDSM (Amos, Amas, sumisas, sumisos) son personas trastornadas y atormentadas: Nos pondré a mi Amo y a mí como ejemplo. Los dos hemos tenido una infancia feliz, hemos tenido problemas normales, como todo el mundo. No estamos traumatizados y dormimos muy bien por las noches. Desde fuera somos un matrimonio normal y corriente, una pareja joven que disfruta saliendo con sus amigos, que vemos series en el sofá, decimos tonterías y nos reímos mucho.
2. Un Amo es un maltratador: cuando conocí a mi Amo, era un chico alegre y bueno de 20 años. Estuvimos 4 años en una relación vainilla, fuimos una pareja normal, con sus buenos momentos y sus malos. Me gustaría decir que fui la novia ideal, pero no es así, a veces era insoportable y no lo trataba bien. Lo llevaba al límite de su paciencia, él era el que calmaba esas situaciones. Nunca me prohibió salir con mis amigas, ni me controlaba o acosaba, y sobretodo JAMÁS me puso una mano encima. Haré hincapié en que fui yo la que le confesé mi condición de sumisa, le mostré el BDSM cuando él no sabía ni que existía. Al principio le costó mucho azotarme, su mente y condicionamientos le impedían causar cualquier tipo de dolor a la mujer a la que amaba. Pero, precisamente movido por ese amor, comprendió que yo lo necesitaba.
3. El BDSM puede hacer mal a la sumisa, anularla como persona: Como os he dicho antes, a veces era una persona difícil de llevar, egoísta, posesiva y con la autoestima baja ( aclaro que dentro de los límites normales, no estaba loca jaja), todos tenemos nuestros defectos, no lo vamos a negar. Desde que nuestra relación tornó de vainilla a D/s he crecido mucho como persona, gracias a mi Amo. Con Su ayuda me he vuelto una persona más constante, organizada, tranquila, respetuosa, generosa… mi autoestima, antes casi inexistente, ahora se ha multiplicado por 1000. Me siento valiosa, hermosa y competente. En este punto aclararé que esto no significa que sea la solución para todo el mundo, solo digo que no me ha anulado, sino al contrario.
4. Ser Amo es fácil porque es tener a alguien a tu servicio: Esta es una definición muy simplista. Cuando le dije que quería que fuese mi Amo, creerás que pensó que vaya chollo, pues no. Fue un proceso muy lento y difícil para Él. Ser Amo no es sentarse en el sillón a esperar que te traigan una cerveza, te pongan las zapatillas y te hagan una mamada porque sí. Quizá esa situación se dé, pero porque previamente has demostrado que eres una persona que lo merece, es recíproco. En mi caso, Él me da protección, cariño, me mima, me quiere, me ayuda, está a mi lado, es paciente, comprensivo, detallista, responsable, comprometido... y yo a cambio me entrego.
5. Las sumisas son mujeres sin carácter: Hace unos tres meses le confesé a mi madre mi condición, sus primeras palabras fueron: ¿Sumisa?¿Tú?. Y es que soy mujer de mucho carácter y personalidad. Desde pequeña he tenido muy claro lo que quiero y he peleado por ello. Siempre fui tremendamente orgullosa y no he soportado que nadie quedase por encima de mí. Y eso sigue siendo así, excepto con Él. Las sumisas nos entregamos a una persona, no al mundo entero. Al revés, creo que hay que ser tremendamente fuerte y tener el suficiente carácter como para asumir lo que eres y dejarte llevar por un Amo.


Bueno, creo que por esta vez es suficiente, aunque hay muchos más mitos que desmontar en cuanto al BDSM, los descubriremos más adelante.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

MI madre

Ella tenía unos 29 años, yo 2. Ese verano iban a buscarme un hermanito, pero un mes antes se notó un bulto en el pecho. Primero le dijeron que no era nada, solo unos días después el bulto había crecido hasta ocupar su pecho casi por completo. Le dijeron que era un cáncer muy grave, los médicos firmaron su sentencia de muerte. Pero ella no era así, no era de las que se rendía, su forma de ver la vida no le permitía dejarse morir. Lo primero fue extirparle el tumor, su pecho quedó reducido a una fina piel sobre el esternón, lo segundo fue tatuarle unos puntitos azules, los objetivos de la radioterapia. El primer día, en la sala de sueros le ofrecieron una coca cola, ella dijo que prefería una fanta de limón, así de inocente llegó a aquel lugar. Más tarde sabría que era para intentar contrarrestar las náuseas de la quimio. De aquella época recuerdo poco, la única imagen que tengo es la de estar ante la fachada del hospital con mi abuela, con un frigopie en una mano, y con la otra saludando a mi madre que me miraba desde la ventana. El cáncer era duro pero ella lo fue más, y un tiempo más tarde, los médicos calificaron literalmente de milagro la desaparición total del cáncer y la metástasis. Por supuesto que en un primer momento sobrevivir era su prioridad, siempre me ha dicho que lo hizo por mí, que hizo lo imposible y lo increíble por no dejar a su hija de dos años sola, que rogó al universo para que la dejara vivir por lo menos hasta que yo cumpliera los 18. Pero... y qué pasa cuando ya lo superas, cuando te miras al espejo y ves como ha quedado tu cuerpo, cuando sabes que no podrás tener ese hijo que ibas a buscar, cuando sabes que tendrás que hacer el amor con tu marido, desnudarte y aceptar que una parte de ti no está. Desde fuera es fácil decir que no pasa nada, que con lo que has superado tienes que estar orgullosa, tienes que estar satisfecha, con la autoestima alta. Yo ahora ya soy una mujer, estoy casada, y sé lo que supondría que arrancancaran una parte de ti. Ellos no se tenían que mirar al espejo cada día, enjabonarse el cuerpo palpando sus diferencias, ellos no tendrían que comprarse bañadores y bikinis especiales, y aún así no estar tranquila en la playa, y si se nota, me miran, será que se me nota algo... por suerte yo no tengo ese problema, pero yo he sido la que entraba al probador con ella, la que jugaba con su prótesis de silicona, yo he visto y notado su lucha por no sentir que le habían quitado su feminidad.


Yo tenía doce años, mis padres se acababan de separar, y mi madre habló conmigo, me dijo que necesitaba operarse, quería reconstruirse, lo necesitaba, ahora que estaba sola, tenía que hacerlo por ella misma, necesitaba recuperar cosas que había perdido por el camino. Me advirtió que iba a ser duro, y se quedó corta, fueron viajes y vacaciones aplazados por las operaciones, noches en el hospital, era una niña poniendo cuñas y duchando a su madre dolorida que no podía moverse, largas horas en la sala de espera mientras la operaban con anestesia general, con miles de angustias y miedos en la cabeza, qué pasaría si me quedaba sola, mis padres estaban separados, mi padre vivía con una nueva mujer, y mi relación con él en aquel momento no era muy buena. Fue duro sí, pero ella supo hacer que me quedara una gran sensación, vivimos grandes momentos juntas, la final de Gran Hermano 1 en la habitación del hospital, un atardecer de Domingo relajadas, comiendo bombones... Quizá me perdí cosas, quizás no tuve tiempo para ser una adolescente normal, quizás viví situaciones que no me tocaban, pero es que ella se lo merecía, sé que a una madre se la quiere, pero yo siempre la he querido el doble, la unión que teníamos no era normal, cómo no iba a apoyarla, si había luchado contra la naturaleza, contra una enfermedad mortal por mí, cómo no iba a concederle su pedacito de mujer que le faltaba, eran unos años duros a cambio de la visión que tenía del mundo, de vivir cada minuto con felicidad, de todos los momentos especiales que tenía gracias a ella.


La semana pasada fue a su revisión anual, el médico la miró serio, miró los resultados y al fin sonrió, le han dado el alta oficial, después de 25 años sin rastro de cáncer. Cuando me lo dijo no pude evitar llorar, sé que el mérito es completamente suyo, pero un sentimiento de alivio y superación me invadió, la imagen de mi madre a los pies de mi cama sin poder acercarse a mí por el tratamiento, y el nudo en la garganta por no poder abrazarla vino a mi mente, creo que la niña de dos años que era entonces supo estar a la altura, que la adolescente que la apoyó en la reconstrucción también lo estuvo... me alegro de haber sabido hacerle más fácil los duros momentos que le tocó vivir.
En definitiva, mi madre es un ejemplo de lucha y fuerza de voluntad, es la persona que me ha enseñado a hacer fácil lo difícil, a hacer fácil lo que otros tachan de imposible.