Es curioso cómo es la mente, cuando echas la vista atrás idealizas todo lo que viviste, incluso cuando recuerdas que no estabas bien… Hoy me he puesto a Lana del Rey y he recordado cuando escribía con ella de fondo, cuando mi vida era bonita pero no dejaba de tener ese trasfondo triste que Lana da a sus canciones.
Cuando escribía con ella de fondo me sentía sumisa a secas, en aquella época aún no había descubierto el mundo que ahora he descubierto, aún no le había dado explicación a todo lo que le doy ahora. Cuando escribía con Lana de fondo, éramos solo un Amo y su sumisa. Ahora sigo entregada, pero hemos evolucionado, porque de eso va la vida, de eso se trata, de evolucionar siempre, por mucho que te guste algo debes seguir avanzando, y al avanzar esa sensación desaparece tal y como la sentías. Yo he avanzado, y ahora no siento como sentía cuando escribía con Lana de fondo, ahora percibo cosas más profundas, ahora los sentimientos se han matizado. La entrega es entrega pero no es igual a como fue, porque cuando avanzas todo se transforma inevitablemente. Y aunque ahora siento cosas más bonitas, aunque ahora la magia es más magia, no puedo olvidar todo lo que sentí por el camino, no puedo no añorar las diferentes etapas del camino. Añoro esos tiempos, como de aquí a nada añoraré estos…
Y hay que conducir, conducir adelante pues para atrás no se puede, es estancarse o avanzar, esas son las opciones. Quedarse paralizado, extasiado por lo maravilloso de este momento o crecer con la fuerza de esa maravillosa sensación.
Guardo mis recuerdos como tesoros en el corazón y a veces los saco para contemplarlos: el día que me regaló el collar, el sentirlo en mi cuello con los ojos cerrados, abrirlos y verme tan guapa en el espejo, aquellas bodegas, aquel vino, aquel cumpleaños, aquella noche, aquella pinza de madera que se resistía, aquel abrazo, mirarlo reflejado en un espejo mientras me tatuaban su nombre, aquel viaje a Bilbao, nuestro viaje de novios, aquel concierto, aquella sonrisa, aquellas palabras, aquellos azotes, aquel polvo, aquel, aquel… aquellos tiempos. Soy una melancólica, no lo puedo evitar, mis recuerdos componen mi vida. No puedo vivirlos y olvidarlos sin más, las sensaciones crean una red de emociones en mi interior, una red de seguridad, una red que no me deja caer, es la red que me protege mientras ando por esta cuerda de equilibrista que es mi vida. Y a veces cuando me desequilibro, caigo sobre ellos y me paso unos días rememorando, obligándome a sentirme como me sentía, y dando las gracias, las gracias por todos y cada uno de esos recuerdos, gracias por saber que ahora construyo nuevos, aunque ahora no me parecen tan maravillosos como me parecen los más antiguos. Porque la mente es así, no podríamos cargar con todo lo que cada momento conlleva y nos deja solo lo bueno, incluso de los peores momentos, me deja una sensación de dolor pero dolor lejano, un dolor que también aporta. Porque de aquel vino solo recuerdas su sabor, tu sonrisa mientras lo bebías pero no recuerdas que en tu cabeza aún había un montón de preocupaciones absurdas porque no habías aprendido a vivir el presente, pero recuerdas solo el vino y la sonrisa… Cualquier tiempo pasado fue mejor siempre se ha dicho, y no creo que sea cierto, nuestros recuerdos están ahí para hacernos sentir como si tuviésemos dentro un cajón lleno de lucecitas de colores, de chispitas que utilizar cuando necesitemos sentir cosquillitas en el estómago, para recordarnos que lo que ahora vivimos pronto será un recuerdo, una chispita, así que hay que saborearlo, no menospreciarlo nunca.
Cuando escribía con Lana de fondo yo era mucho más triste, aún estaba muy perdida, ahora sigo perdida pero mucho menos y de otra manera, ahora tengo mucho más asentado. Y si hablo respecto a mi relación estoy totalmente encontrada, al fin he dado la vuelta que debía dar respecto a mi entrega, respecto a mi sumisión. Cuando escribía con Lana de fondo estaba en el proceso de renacimiento, de ajustes, estaba aprendiendo lo que era la entrega real. Por eso lo recuerdo con tanta nostalgia, porque eran sensaciones completamente nuevas, eran sensaciones duras pero maravillosas. Y ahora solo recuerdo lo bonito, pero debo repetirme que fue también duro, para comprender el momento en el que estoy ahora, que aunque es en otro aspecto de mí, es lo mismo. Estoy renaciendo, estoy descubriendo todas esas sensaciones nuevas, y aunque ahora me parezca duro, pronto reforzará esa red de seguridad que son mis recuerdos. Y es así como estos nos ayudan, no podemos olvidarlos ni tampoco vivir aferrados a ellos, los recuerdos deben enseñarnos en qué se convertirá esto que vivimos, nos ayudarán a superar los malos momentos, si sabemos usarlos, nos llenarán la vida de chispitas…
Ahora estoy frente a la chimenea, escribiendo con Lana del Rey de fondo, recordando, este es un momento sencillo, tranquilo, pero lleno de matices, un momento en el que me doy cuenta de qué quiero recuperar de aquellos días para aportar al ahora, y qué cosas, por muy bonitas que fueron, es mejor que queden en el pasado, en el recuerdo.
Angela, te leo hace tiempo, y noto por tus escritos, que estas más serena, mas segura, más madura, más tu y eso es maraviloso, que vas encajando las piezas del puzzle, ese puzzle que es nuestra vida. Aceptar nuestro pasado para vivir hoy y pensar en el futuro( no se donde leí esa frase, pero creo que era asi)
ResponderEliminarTe felicito de todo corazon.
Un beso
(Perdona por las faltas, soy un desastre escribiendo)
No sabes cuánto me ha gustado que digas eso, que te des cuenta de mi evolución, me he sentido apreciada... muchas gracias de verdad. Aún me quedan muchas piezas que encajar pero las voy encontrando poco a poco. Gracias también por haber estado este tiempo y por seguir aquí.
ResponderEliminarUn beso
Creo que nuestra educación judeo-cristiana nos predispone al aguantoforme, al sufrimiento y a la añoranza. Nos educan en el miedo y en la prudencia, en el más vale malo conocido que bueno por conocer, en la resignación, en un montón de condicionantes y restricciones que nos limitan, nos constriñen y que no nos dejan vivir.
ResponderEliminarNo han educado en el miedo al dolor, la predisposición a sufrir, y preferimos no vivir a sentir, no vaya a ser que por sentir toque también sentir dolor. Llegamos incluso a estar muertos en vida.
El mayor engaño es creer en lo permanente, en lo estable como seguro. Todo cambia y evoluciona a nuestro alrededor, y pretendemos que nuestras vidas permanezcan inamovibles.
El pasado tiene cosas buenas y malas, de ambas podemos aprender o no, podemos rememorar mas unas que otras, dependerá de nuestra actitud ante la vida, pero quiero pensar que lo mejor está siempre por venir, que tenemos que seguir generando bellos recuerdos. Y si nos quedamos paradas y no evolucionamos, estamos muertas.
Mi meta ya no es ser feliz, mi meta es disfrutar del camino, dar y recibir, reír siempre que pueda, y mantenerme serena cuando pinten bastos, que los demás me perciban como alguien amable y alegre, así de simple.
Como bien dices, las cosas que se queden en el pasado, porque te toca construir el pasado de mañana. Así que tira pa alante, que empujan atrás.
Gracias por enseñarme tantas cosas.
Lo.