Con la luz apagada, bajo el edredón me desnudo, no lo veo, no lo necesito, me basta Su piel, Su olor, Su calor para guiar mis besos por todo su cuerpo. Quiero hacerle el amor con todo mi ser, que no haya ni una parte de mi cuerpo que no le dé todo lo que tengo para Él. Siento Su piel en mis labios, despacio, sin prisa, tenemos toda la noche para amarnos. Comienzo a bajar suave por Su pecho, Su barriga hasta meterme bajo el edredón, pero antes coloco mi pelo para que mientras yo bajo lo vaya acariciando, quiero que mi pelo también le haga el amor, que lo acaricie como podrían hacerlo mis dedos, mi pelo soy yo también, ni uno solo de mis cabellos está falto de amor para Él. Noto mi melena por su estómago, y mi boca se encuentra con Su polla y entonces me pierdo en Él, lo lamo, lo saboreo, me entrego sintiéndome diosa, quiero darle mi magia, mi divinidad en cada lamida, quiero que Él también se pierda en mi boca, se pierda en mí, quiero lamer sus ingles, sus muslos, quiero perderme, quiero notar la suavidad de la lengua en Su piel, cada poro, cada rugosidad, cada vena, cada cicatriz, quiero perderme, lamerlo en un estado de semiinconsciencia, en ese estado que me surge cuando abandono mi mente, cuando la echo a un lado para solo sentir, para solo hacer sentir. Quiero transmitirle todo el amor que tengo, quiero hacerle llegar mi esencia, que me sienta tal y como soy, desnuda de mente y cuerpo. Vuelvo a subir lentamente, salgo de debajo del edredón y me siento como Alicia saliendo del País de las Maravillas por el agujero de la madriguera “¿Por qué? ¿Por qué me das tanto?” me pregunta con una voz profunda, y solo puedo contestarle dándole más… Le lamo el cuello, mordisqueo Su oreja mientras lo masturbo con el hueco que queda entre mi muslo y mi barriga, ningún recoveco de mí se quedará sin darle… Levanto Sus brazos y los acaricio con mis uñas suavemente, recorro Su axila con mi nariz, lo huelo, lo absorbo, transformo Su olor en pasión, me embriaga de deseo, me pierdo en sus feromonas, me pierdo en Él…
Y el momento ha llegado, quiero cabalgarlo, quiero subirme sobre Sus caderas y explotar, al fin explotar mi feminidad, mi divinidad, mi magia, quiero darle mi magia… Me penetra, en la oscuridad lo noto penetrarme, lo siento, lo acojo entre mis labios, lo saludo con mi humedad, lo complazco con la ternura de mi vientre, soy tierna por y para Él, soy laberinto pues se pierde en mí, Él es laberinto pues me pierdo en su amor… “¿Por qué me das tanto placer?” Y qué es el placer sino una respuesta física positiva ante el amor que se recibe, no le doy placer, eso es solo el síntoma de que le llega mi amor. Y yo también lo siento, yo también echo la cabeza para atrás mientras noto Sus manos en mi cintura, mientras me mueve contundente. Me vuelco hacia delante, buscando Sus labios, Sus besos, busco que me llene la boca con Su gemido y llenarle la Suya con los míos. Vaya noche de sexo, vaya noche de laberintos bajo la Luna…
Pero el equilibrio es la base de la vida, el equilibrio es la búsqueda eterna, es la clave de la magia, yo ya le he dado mi energía suave y tierna, yo ya me he entregado como solo puedo hacerlo. La diosa dócil, templada y erótica ya ha hecho su parte, ahora el dios pide su turno, no lo pide, lo exige pues su energía es necesaria para que la magia ocurra. Me tumba, se yergue, veo su torso ancho elevarse sobre mí, lo veo entre mis piernas que separa con Sus manos firmes. Se echa sobre mí, pecho con pecho, hace el movimiento y busca una entrada más cerrada, busca perderse en mi dolor, busca equilibrar la ternura con Su brusquedad, y ese contraste me eleva, notar el dolor en mi culo después de tener mi coñito al borde del orgasmo, el contraste que me lleva al precipicio de la vida, me lleva a asomarme a mi verdad, a nuestra verdad. Me embiste y yo aguanto los quejidos, de nuevo el equilibrio, ante el gemido: la queja. Ante el flujo: la lágrima. Ante mis caricias: Sus bocados. Ante mi amor calmado que pide y entrega: su amor arrebatador que exige y da sin dilación. Y el momento de perderse definitivamente el uno en el otro se acerca, lo noto en mis entrañas, esas que se contraen locas de placer y felicidad, llenas de dolor y realidad, lo amo, me ama, y nos corremos juntos, gemimos, quejamos, apretamos los ojos, yo en el hueco de su clavícula y Él en el mío, le entrego mi orgasmo y Él me da el Suyo, es magia, es amor, es vida, es mundo, es historia, es la diosa y el dios siendo eternos y mágicos, no puedo ponerle palabras más sencillas, menos místicas, es la alquimia que convierte lo terrenal, lo carnal, en lo divino…
Se vence sobre mí, Su peso me devuelve a la realidad, me hace recordar que es humano, que somos carne y huesos. Me hace perder lo etéreo y es justo en ese momento, cuando mi cuerpo vuelve a sentir su límite, cuando se rompe, cuando de la boca del estómago sale un llanto inconsolable, un llanto que en el momento de máximo dolor no hacía ni el amago de asomar, pero ahora se derrama por esos ojos que vuelven a ver. Es un llanto que me vuelve mujer, que se despide de la diosa, que la guarda de nuevo en el cofre del tesoro, pues el mundo no está preparado para verla, pues por ahora sólo Él es digno de contemplarla en su totalidad.
Sale de mí y me prometo en silencio guardar su semen dentro el máximo tiempo posible, como si guardara un trocito de esas sensaciones mágicas, como si aguantándolo alargara la magia, como si guardando su esencia dentro me mantuviese perdida en Él…
Pero los laberintos no son eternos, al final encuentras la salida, al final te encuentras, y es que es eso, eso lo resume todo: perdiéndome en Él, me encuentro.
Qué alegría leerte!
ResponderEliminarEn este caso, ver cómo describes con tanta frescura y naturalidad un rato de sexo. Cómo lo elevas desde lo más humano hasta lo más divino. Lo conviertes en magia pura. Y además, lo haces con valentía, sin tapujos. Transmites lo que es el Amor de verdad en pareja. Haces que supere la censura escondida en algunos falsos prejuicios sociales que nos rodean. Me das ganas de VIVIR.
No tengo mas que agradecerte lo que escribes y cómo lo escribes.