Somewhere I Belong - Linkin Park
Me levanté de la cama, tenía mil pesadillas, monstruos amarillos y naranjas me amenazaban. Me levanté de la cama y puse el pie en el suelo, el dolor recorrió todo mi cuerpo, pero me dije a mí misma que exageraba, di un paso y luego otro, dolía pero no quería oírme, no me pasa nada, me repetía. No solté ni una sola lágrima, entré en el baño e hice pipí. Volví a apoyar el pie y otro calambre recorrió todo mi cuerpo, exageras Ángela, no te pasa nada. Volví a mi cama. Intenté dormirme, aunque los monstruos no me dejaron sola en ningún momento. Por la mañana mi padre me destapó y vio mi pie completamente deformado por la hinchazón, amoratada y azul. Aunque yo no quería me llevaron al hospital. Tenía la tibia y el peroné rotos, al ir andando al baño me los había encajado. Me tumbaron en una camilla, un médico a mis pies y otro jovencillo con gafas me sujetaba los hombros “Puedes gritar si lo necesitas”. El que estaba a los pies de la camilla me agarró el pie deformado, dio un tirón fuerte y me encajó los huesos. No emití ningún sonido, solo apreté los labios y cerré los ojos. El médico de las gafas no daba crédito “Hemos visto a adultos gritar y llorar ante ese dolor” les dijo a mis padres. No recuerdo el dolor, os juro que no lo recuerdo, solo la satisfacción al oír esas palabras, hasta hace poco esas palabras eran uno de los mejores recuerdos de mi vida. Ahora me abofetearía por haberme sentido bien por cómo me comporté.
Me negué el dolor, tengo una cabeza tan poderosa que si me digo que no duele no duele, creeréis que es positivo y yo os digo que es el peor de los defectos. Desde niña me negué tanto… me negué la libertad, fui prisionera de mí misma. Fui creando un mundo oscuro, un mundo que no era el mío, era el de mi carcelera. Si veía algo especial lo tachaba de anécdota, me he negado tantos sentimientos que realmente creí que no existían, que no los merecía. Y ahora me pongo con el culo en pompa en la cama, la rama cae incesante y dolorosamente y me retuerzo, chillo y lloro. Me repito que no duele, me repito que el siguiente no va a doler, pero es peor que el anterior. En qué momento me volví una blanda. Al principio no me dolía tanto, los primeros correazos no me ardieron como me arden estos, algunos cayeron en la espalda, fuertes , duros y no perdía mi posición, no gritaba, no suplicaba y ahora 20 azotes en las nalgas me parecen 100 y ahora cuando voy por el 18 me parece una tortura recibir los dos últimos. En qué momento perdí mi dureza, en qué momento dejé de ser inmune al dolor… y ahora lo sé, fue en el momento en que dejé de negarme, en que dejé de condicionarme y empecé a vivir. El dolor me duele desde que soy libre. Y es que aquel día con la pierna rota tendría que haber llorado, tendría que haber vivido el dolor, tendría que haberme dejado levar por la situación, fue una noche horrible no puedo engañarme más. Y tenía que vivirla, tenía que vivir el dolor, para eso me caí, tenía que vivir el miedo de no saber qué me pasaba, tendría que haber vivido el momento tal y como era, sin negarlo, sin negar que me dolía, que dolía tanto que quería llorar. Y en aquella camilla tendría que haber gritado, tendría que haber sentido el dolor de encajar mis huesos completamente rotos pues eran consecuencia de mis actos, fue una lección que no aprendí. Tendría que haber chillado y haber dejado que los mayores me consolaran. Se supone que aquel fue un dolor intenso y no lo recuerdo porque no lo viví, no viví el momento con la intensidad que merecía. Y es que eso es lo que estoy aprendiendo, que lo importante no es lo que se viva es que lo hagas intensamente, sintiendo en cada momento lo que debes sentir: dolor, pena, alegría, emoción… Y es que de qué me sirve a mí recordar lo sorprendido que estaba el médico, lo orgullosa que me sentí, sino había vivido, había dejado que se esfumara una sensación importante, dejé de vivir mi cuerpo, por tanto dejé de vivirme yo.
Y ahora follo como si cada polvo fuese el mejor, lloro como si ese momento fuese el más triste, y al vivirlo de manera intensa y completa desaparece, porque quizá a las 6 de la tarde esté viviendo el momento más triste, pero a las seis y un minuto estoy viviendo el más bonito y así llenamos nuestras vidas, así nos enriquecemos, vivimos el momento, eso es vivirlo. No vivo la agonía de pasar de puntillas, de llenar la cabeza de imágenes sin apenas sensaciones, y es que antes de Él no recuerdo el dolor, antes de Él no recuerdo la felicidad, antes de romper mi cárcel, antes de matar a mi carcelera no recuerdo ninguno de mis sentimientos, no recuerdo la verdad de cada momento vivido, no recuerdo la intensidad.
Muy bonito, un poco exitante una descripciòn excelente !
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