miércoles, 25 de septiembre de 2013

Confesión

Volvíamos de un paseo, le dije de ir por un camino, Él me llevó por otro... nos perdimos. Una ira irracional me inundó, el coraje corría por mis venas, lo recriminaba como si hubiese cometido el peor de los pecados... intentó calmarme pero yo seguí, monté una de mis discusiones sin sentido en las que, aunque me diera la razón, mi enfado no cesaba. Ya llevábamos muchos años juntos, años duros, muy duros, por mi comportamiento y forma de ser... acabábamos de tener una hija y aquella discusión parecía poner en evidencia que no había cambiado nada... Desesperado por la absurda situación preguntó "¿Qué quieres?¿Qué te pasa?" Y lo comprendí, no podía seguir así, tenía que dar un paso o no sobreviviríamos como pareja, por mucho que nos quisiésemos. Entonces se lo dije, me lancé al vacío con unas palabras que jamás imaginé pronunciar: " Cuando me pongo así no puedo parar, sé que me pongo insoportable, pero es como si un diablillo me poseyera y no me dejara volver a estar bien... y yo... lo que necesito es...-respiré para coger impulso- necesito que me ordenes que pare, necesito que me des una bofetada, necesito sentir que me dominas"
Así comencé a mostrarle, al que entonces era mi novio, lo que llevaba años manteniendo en secreto, lo que hasta ese momento creí que no podría expresar nunca, lo tenía asumido como una parte de mí oculta, que permanecería en secreto para siempre.
No sabía que ese comentario, que pareció en aquel momento no tener mucha trascendencia, desencadenaría en lo que hoy es mi felicidad, que la mirada que puso ese muchacho, desconcertado y un poco asustado, por lo que su novia le pedía, se convertiría poco a poco en una mirada autoritaria y severa que hoy en día me hace temblar.

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