Te he visto crecer, te vi de niña, jugando en el jardín, manchando tus rodillas de verdor, con tu pelo alborotado… y te amé. Te amé en silencio, observándote callado, te vi dar vueltas sobre ti misma, descalza, y te amé. Te vi reír a carcajadas y ya noté la tristeza de tu mirada, una pena honda que ni tu cabello rubio, resplandeciente, podía ocultar. Te vi, te amé y no dije nada.
Te vi crecer, el pelo aún más largo, te vi leer tus libros tan cerca de mí, a mi sombra, te sentí tan cerca. Vi cómo llorabas desconsolada, te vi, te amé y no dije nada. No podía, espero que lo entiendas. No te dije nada, pero te comprendí, supe que te sentías fuera de tu mundo, que todo te parecía extraño y aterrador, supe que no te comprendían, que nadie podía entenderte. Yo sí, yo si te comprendí, pero no dije nada, espero que lo entiendas, es que no podía…
Te vi hecha toda una mujer, con la belleza rebosando, con las pecas en su pleno esplendor y la mirada en su plena tristeza. Te vi, te amé y no dije nada, no podía, mi amor, no podía.
Y yo te entiendo, entiendo cómo te alivia el dolor al autolesionarte, sí, he visto tus brazos y piernas llenas de heridas. Y te entiendo porque es el mismo alivio que siento cuando cortan mis ramas, cuando la savia corre por mis heridas, en ese momento te siento cerca, imagino que compartimos la misma sensación, al menos eso. Y entiendo que odies tu hermoso cuerpo, al igual que yo odio mi fuerte y ancestral tronco, como odio mis raíces que me mantienen vivo pero anclado al suelo, que no me dejan ir a jugar contigo, que no me dejan ir a consolarte. Te apoyas en mí, siento tu espalda, la saboreo y agradezco al viento que mueva mis largas hojas, que me hacen creer que son dedos con los que acariciarte. Porque me siento atrapado en la magia de mi especie, esa impasible al tiempo, esa que me hace sobrevivirte, esa que me hace quieto, callado y robusto. Esa que hace que sea sólo un Sauce, un Sauce que llora porque no es de este mundo, porque no se siente árbol, porque no puede emitir sonido, que no puede comunicarse con aquella a la que ama, con aquella con la que comparte sufrimiento. Porque no hay amor más puro que el de un Sauce Llorón y un hada triste, no hay unión más mágica e imposible.
Quiero gritarte, la savia me hierve al no poder gritarte que te amo, que quiero que te quedes a vivir entre mis ramas, que quiero que juegues cada día con mis hojas, que te dejes acariciar por ellas, que bebas mi savia y te rasguñes con mi corteza. Sí mi amor, quédate a mi lado, yo seré tu refugio, yo escucharé tu canto, yo seré tu soporte. Quiero ser suficiente para ti, quiero que anides en mi madera, que enredes tu pelo en mis nudos… Ámame, ámame te lo suplico, sé el hada que habita en este viejo sauce llorón…
Y te vi venir aquella noche, te vi venir con tu paso lánguido y tu camisón blanco, te vi quitártelo ante mí. Quise gritar, quise darte lo que necesitabas, grité y grité pero no me oíste. La cuerda en mi rama dolió más que cualquier poda. Deseé que me hubiesen cortado tiempo atrás, deseé que aquella helada hubiese acabado conmigo en mi juventud, cuando no era más que un palo endeble, deseé que aquella semilla que fui jamás hubiese florecido. Porque ahora tengo que ver tu cuerpo colgando inerte de mí, tengo que ver tu cuello roto y tu mirada vacía, y tu mirada que ya no es triste, que ya no es mirada. Deseé no haber existido por no vivir eternamente con el recuerdo de tu balanceo, por no tener que cargar ahora con mi pena y la tuya.
Y lo peor es que tengo mucho tiempo para pensar en si pude hacer algo, en si pude rogar más fuerte a la Madre Naturaleza para que me diese voz. En si pude suplicarle más fuerte que mi rama fuese menos fuerte, que hubiese estado más seca para no soportar el peso de tu liviano cuerpo, para que se hubiese partido ella para no ver partido ahora mi corazón.
Y aunque el dolor es horrible, algún consuelo me queda, el consuelo de que al menos ahora habitas en mí, al menos siento tu pena correr por mi madera, al menos al fin el hada de este viejo Sauce lo habita. Porque no sé dónde habrás ido pero yo te siento aquí conmigo, y es una presencia que duele, que asusta, una presencia que algunas noches visualizo rondándome, que a veces visualizo saltando entre mis ramas feliz, feliz como nunca fuiste…
Y yo solo soy un viejo y estúpido Sauce Llorón, un estúpido que creyó que podía luchar por ser lo que no es, contra su propia naturaleza, que creyó que el amor podría con la evidencia, que creyó que podía salvarte, que podía salvarse…
Pero nadie nos entiende, nadie nos entendió, ni siquiera nosotros mismos… y por eso nos marchitamos, porque soy un Sauce Llorón, sí, esa especie de Sauce que debe su nombre a las lágrimas que derrama aunque nadie pueda verlo, porque nací para ser tristemente habitado por un hada triste… y encima he de sentirme afortunado porque este dolor es lo que más se acerca a la humanidad, esa que deseé cuando aún estabas viva: Deseé unos brazos, no ramas, unos brazos con los que abrazarte, con los que llenarte de vida, deseé unos labios para besar tu frente gacha, deseé una lengua para susurrarte que te amo, y sí, deseé una polla con la que meterme entre tus piernas, con la que llevarte al éxtasis, ese éxtasis de renacimiento, que te hiciese suspirar como si al fin entrase aire en tus pulmones…
Pero esa transformación no se dio por mucho que oré, y he de aceptarlo, sí, he de hacerlo: Sólo soy un triste Sauce Llorón que ya no tiene otra cosa que hacer que llorar, que llorarte…
Hola Angela. Permíteme que te llame Angela, porque el nombre de Pelusilla ya te queda muy pequeño.
ResponderEliminarEsta entrada es tan bonita, tan bien contada, como triste. Literalmente me ha llegado al corazón. Lo tengo encogido.
Me ha resultado tan fuerte que, por un lado me hubiera gustado no haberla leído. Sin embargo, por otro, me alegro de sentir en mí la capacidad que tienes de transmitir sentimientos y sensaciones. Siento la impotencia del sauce. Me he sentido el sauce. Y estoy llorando de pena.
Es muy bonito, profundo como escribes, hasta sublime, un saludo desde Granada.
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