jueves, 24 de julio de 2025

Esta locura del 24/7

Hoy es 24/7 y no iba a escribir nada, quizá recordar una entrada antigua, total, ayer ya publiqué después de mucho tiempo… Pero he subido a recoger nuestro dormitorio, me he puesto música y ha sonado esta canción de Siloé, he pensado en lo mucho que me gustó cuando me la cantó en aquella discoteca de tardeo creyéndonos indies…

Tenía su polo en las manos, lo he olido y he pensado en cuando suene en directo en el Granada Sound, he imaginado que el mundo desaparecía y se la cantaba porque, aunque me la cantó Él primero, lo cierto es que me siento totalmente identificada, es completamente mutuo. Le he subido el volumen y la he cantado en bucle, hasta me he emocionado como la llorona intensa que soy.

Me venía ese 24/7 a la cabeza, como esa locura que es, que me arrasa, que me devora, esa locura que hace que me sepa tan Suya en cada momento que nada podría hacer que no lo fuese ni un solo instante del día. Y recuerdo cuando nos alejamos, recuerdo cuando me preguntaba si estaría mejor sin Él, recuerdo el día que le dije “Es mejor que nos separemos. Cuando vuelva a casa será mejor que ya no esté, no puedo soportar ver cómo se va”, recuerdo el dolor de aquellas palabras, sabiendo que nada podría hacer que no lo anhelase cada minuto, de cada hora, de cada día con su noche. Recuerdo el dolor de saberme tan Suya aún lejos, saberme tan de alguien que probablemente dormiría abrazado a otra mujer. Recuerdo el dolor de ese 24/7, ese que odié por saber que no sería fácil de revertir, por no decir la palabra “imposible”. Ese 24/7 que sabía que me pesaría al besar a otro hombre, un lugar desde el que ya no podría amar a nadie más, pues “Nadie más estará nunca a la altura de los besos que me da”, el dolor de saber que era recíproco y que habríamos dejado que las circunstancias, las manipulaciones ajenas y nuestra propia incompetencia nos separasen, el dolor de saber que ambos nos anhelaríamos en cada penetración, el saber que nos echaríamos de menos en secreto, el saber que desearíamos nuestros cuerpos en la lejanía, que ataríamos nuestro deseo de besarnos y acabar follando en el suelo cuando tuviésemos que vernos al recoger o llevar a las niñas… Así que sí, ahora me siento una idiota por haber pensado en algún momento que nuestro destino era acabar nuestras vidas separados viviendo en el anhelo constante de haber sabido hacerlo para que el amor pesase más que los errores.

Hoy celebramos el 24/7, esta mañana en la cocina, tras prepararle su botella de agua para el trabajo lo he felicitado, y sin saberlo nos he felicitado, he felicitado a aquellos que supieron revertir una situación que parecía no tener solución, que supieron tomar las riendas en el más absoluto caos, que supieron estar por encima del ego, de la manipulación, de los errores, de las palabras dolorosas y dejar que el Amor venciese. Porque nuestro 24/7 se basa en algo que ahora parece estar tremendamente rechazado, juzgado, un horror… se basa en el “sin ti yo no sé estar” pero nunca me ha gustado ocultar la realidad, me da igual lo mal visto que esté necesitar... Pero es que nuestra realidad es esa. Necesito Su calor, Su voz, Sus dientes torcidos, Su polla dentro de mí, necesito ver Su cara cuando me penetra, necesito Su cabeza entre mi pechos mientras se echa la siesta, necesito oler y besar su pelo en ese momento, necesito viajar a Su lado, necesito las noches en el sótano cantándonos mientras nos miramos a los ojos viendo el amor más profundo en los ojos del otro, necesito el olor de Su sudor, necesito Su silencio, Su humildad, necesito Sus pellizcos, Sus manos en mi cuello, necesito Sus “demasiado permisivo soy”, necesito Sus miradas de “porque hay gente delante, sino te reventaba” y necesito cuando se acurruca entre mis brazos sintiéndose protegido y resguardado, necesito besarlo, atragantarme con su polla, necesito cuidarlo, amarlo de forma explícita y sin límites… Y no, no puedo negar, aunque en su momento lo negué hasta la saciedad, que si no hubiésemos estado juntos ese “si me necesitas llámame” estaría latente en mí 24/7, a cualquier hora, en cualquier momento, dispuesto a ser atendido sin duda, a responder a Su llamada sin dilación. Menos mal que no fue así porque de verdad el tiempo jamás nos hubiese perdonado que no estemos juntos.

Así que hoy dedico esta canción a celebrar ese pertenecerle, pertenecernos, cada microsegundo, de cada día de esotos 21 años y de todos los que nos queden. Celebro nuestra valentía de vivir el amor a nuestra manera, por raro que les parezca al resto, por mucho juicio que nos echen encima, por mucho que nos ataquen o calumnien, por mucho que alguien quiera pensar que “siguen juntos por costumbre, por las niñas…”, no tienen ni puta idea, ni se asoma a la inmensidad de lo que somos, de lo que es ser Suya 24/7, de lo que es ser mi Dueño 24/7. Y es que veo esos números y parece que limitan un tiempo, pero la realidad es que representan algo permanente, continuo, eterno… Unos números que tratan de expresar lo inexpresable, titular lo que no tiene título. Y es que lo cierto es que incluso en las peores, incluso de la peor manera, supimos mantener nuestro 24/7.

Él es la locura que no sé cómo frenar, que arrasa y me desnuda con los besos que me da. Y me viene con más fuerza, con más ganas de gritar… que sin Él, yo no sé estar, en este mundo, sin Él yo no sé estar.

Ay, Amo, qué bien que mandamos a todos a tomar por culo. Ay, Amo, qué bonita se me antoja la vida a Su lado 24/7 

miércoles, 23 de julio de 2025

La Entrega

     Vuelvo una y otra vez a ella. A veces el día a día apaga su intensidad, jamás la olvido, pero otras cosas toman más relevancia en mi interior, hacen más ruido, llaman más mi atención ya que soy una persona muy inquieta internamente. Siempre ando liada con mis procesos, con mis trabajos intangibles, siempre tratando de crecer, de hacer conscientes mis heridas y sanarlas. Siempre tratando de limpiarme lo máximo posible para llegar a mi autenticidad, a la plenitud. A veces esos trabajos me distraen tanto que sin darme cuenta surge una sensación de estar perdida, como si hubiese salido de mi casa, hubiese tomado un camino y hubiese ido tan pendiente del paisaje y sus sensaciones que ahora no sé volver. Entonces me angustio, tiemblo ¿Dónde está mi certeza?¿Dónde mi ancla?¿Dónde mi paz? Ni siquiera una paz idílica, sino una paz de base desde la que afrontar todas mis tormentas… Y salgo a andar a un campo que tengo cerca, con mi música a tope. Pido respuestas, pido una señal, que se abra el cielo, Dios aparezca y me diga “Ángela, es por ahí”. Miro la ciudad, miro al bosque, miro al cielo… pero no se abre, Dios no aparece.

    Entonces al día siguiente, sin esperarlo, Él me reclama más atención, me hace comentarios de que estoy “muy subidita”. A mí me pilla por sorpresa, no soy especialmente retadora, nada bratz, al revés, me sale natural la obediencia y el mantener una sumisión suave. En ese momento no lo veo, no lo asocio, pero algo empieza a gestarse en mi interior. Parece que no tiene nada que ver con ese proceso más profundo, se me vuelve a olvidar que somos personas íntegras, que no hay compartimentos… Me observo, observo lo que Él me ha dicho, ese “subidita” que no es evidente pero que Él ha notado. Es la magia de estar tan conectados, me capta cualquier sutileza…

    Y sigo observando, y compruebo que es cierto, que he tomado cierta inercia, que ando distraída y sirvo sin consciencia, y que en ese movimiento me he ido igualando a Él, es muy muy sutil, pero ahí está. Decido olvidarme de esas otras sensaciones que me atormentan, pongo el foco en Él… Me paso la mañana pensando en ello, pensándole. Llega del trabajo, descansamos un rato, follamos… No hay actos muy evidentes pero percibo Su dominio de forma clara, algo se mueve dentro de mí, ese calor, esa vibración en mi pecho, esa magia que me hace elevarme mientras me siento tan pequeña. La magia de ser Suya, de recordarlo de forma tan nítida. Me vibra el cuerpo entero, el orgasmo nace entre mis piernas pero sube por mi estómago, se agarra a mi garganta y sale por mi cabeza. Tengo ganas de explotar, de expandirme de pura entrega. ENTREGA, esa era la respuesta, ese el hogar.

    Más tarde conduzco, escucho esta canción y las respuestas llegan claras, nítidas, Dios no abrió el cielo, pero Él abrió mis piernas, me recordó que, por extraño que sea, mi conversación con lo divino es a través de la sexualidad, del amor y la entrega. Que la base es esa. Que no es que mi entrega a Él sea la clave, sino que es una facilidad que me dan, una manera de recordarme que vivir en entrega es mi forma de vivir. Entrega a Él, a la vida, a lo divino, a la confianza plena del “no tienes que preocuparte tanto, simplemente entrégate y disfruta”.

    Y me asusta que piensen que estoy loca, pero lo cierto es que nada se compara a la paz que obtengo al llegar a esas conclusiones, nada se compara a lo maravillosa que se vuelve mi vida cuando pongo consciencia en la Entrega, consciencia en Él. Nace en mí un manantial de admiración, de respeto, de agradecimiento… Puedo verlo sin tapujos, veo cómo todo eso nace de mí y vuelve a mí. Porque si me siento tan maravillada por un simple humano es porque veo lo divino que hay en Él, y al reconocerlo, me reconozco, veo lo divino que hay en mí. Pero sin ego, sin la necesidad de demostrar que soy valiosa. Ojalá supiera expresarlo mejor, solo sé que ante Su presencia me desvanezco y dejo que se manifieste una parte mucho más limpia, hermosa y grande.

    Me encanta cómo todo esto tan profundo se entremezcla y manifiesta con cosas mucho más carnales: sexo, bofetones, órdenes y pellizcos. Me fascina cómo un “estás muy subidita” puede abrirme un mundo de autoconocimiento y espiritualidad. Eso es lo que me falta integrar, que soy terriblemente carnal y espiritual, que llego a lo espiritual desde la carne y a la carne desde lo espiritual. Me falta perder el miedo a mostrar todo esto y sin embargo siento que es lo que tengo que hacer. Es mi peculiaridad, mi excentricidad, nunca he sido muy normal… a ver si dejo de intentar parecerlo. Y es que, sinceramente, bendita locura la mía, que me hace experimentar todas estas cosas. Bendita ENTREGA que siempre me acoge, que siempre me acurruca en la fe y la confianza de que puedo dejarme llevar, que hay una belleza salvaje y maravillosa en servir, en Darse entera... sin miedo. Al final, todo esto nos lleva al catártico decubrimiento de que podemos darnos enteros, pues nada en realidad puede destruirnos.

    Y vuelvo una y otra vez a ella, a veces me pierdo por caminos hermosos pero sinuosos y la pierdo de vista, no por dejar de tenerla, sino por dejar de hacerla consciente como parte de mí. Vuelvo una y otra vez a la Entrega y ella jamás me decepciona. Es la herramienta más poderosa y mágica que poseo.

miércoles, 9 de abril de 2025

La familia machista

 

Mi hija mayor se ha ido de intercambio a Italia. Ya estuvo aquí una chica italiana durante una semana y ahora le ha tocado a ella ir a su casa. Ayer nos mandó varios audios contando su experiencia, las cosas que más le llaman la atención… en uno de ellos dijo que le sorprendía mucho que veía una dinámica muy machista en la familia, que la madre lo hacía absolutamente todo en la casa y el padre nada. Que quería preguntar a sus compañeras si en sus casas era igual, porque no sabía si era algo específico de la familia o más cultural.

Hace muchos años fuimos a nuestra primera reunión social BDSM. Allí, cuando contamos nuestra forma de vivirlo, muy cotidiana, muy en el día a día, con nuestras hijas conviviendo con nosotros, hablándole de usted… algunos no pudieron reprimir sus caras de “qué barbaridad”, otros incluso nos aconsejaron dejar de hacerlo. Alegaban que nuestras hijas podrían crecer en un entorno en apariencia machista, por ser yo la que sirvo. Que ellas no entenderían que es una dinámica elegida… Reconozco que me metieron el miedo en el cuerpo, pero no sabía hacerlo de otra manera y ser feliz. Siempre he comprendido la familia como un lugar en el que todos tienen que ser felices, evidentemente con restricciones y sacrificios por parte de todos, pero más como unos ajustes en busca de un equilibrio en el que todos seamos felices sin faltar al otro. Así que confié en mí, en nosotros, asumí que esas personas hablaban desde sus prejuicios e ideas preconcebidas, e incluso, desde “su BDSM”. Asumí que la mente tiende a imaginar situaciones que no se corresponden con la realidad. Que tiende a compartimentar y creer que llevar la Ds en el día a día, significaba que no había más que BDSM en nuestro día a día. Que yo andaría todo el día medio desnuda, arrodillada delante de mi Amo y Él con el látigo en la mano por si las moscas. Pero la Ds es la base profunda de nuestra relación, a veces se manifiesta de forma evidente, otras no, pero con nosotros dos tenerlo presente es suficiente. Escribiendo esto me doy cuenta que me he machacado mucho creyendo que hay en mí un trasfondo machista, por adorar la disciplina doméstica, por ponerme cachonda cuando veo representados en mi vida esos roles antiguos, en los que Él está haciendo la declaración de la renta y yo mientras hago un pastel de zanahoria en la cocina. Y probablemente lo haya, pero es que ese tipo de situaciones suceden en un océano de situaciones diversas que hacen que se diluyan. Pero lo que he comprendido es que las personas que me dijeron esas cosas son las que tenían una imagen muy extrema, limitada y, creo que poco sana, de lo que es una Ds, al menos en 24/7. Que yo sepa una Ds va de que ambos se cuidan, solo que desde lugares distintos. Yo lo cuido porque le pertenezco, Él me cuida porque le pertenezco. Esto en el día a día se traduce en unas dinámicas de cuidado mutuo y normas que cumplo sin que desde fuera se perciban como tales. También quizá se mezclen en esas mentes el machismo y lo que creen que es servir. Supongo que les resultará inconcebible que el Amo friegue los platos estando Su sumisa. Que planche, que atienda a Sus hijas… Conforme escribo veo que hay tanta mugre en esos prejuicios sobre una 24/7 como la nuestra… Porque también asumen la “vagueza” del Amo, como alguien que quiere evitar a toda costa hacer cualquier cosa, pudiendo delegar y sobrecargar a la parte sumisa. Asumir que llevemos una Ds dentro de nuestra cotidianidad familiar y que esto pueda dañar a nuestras hijas o que vivan el machismo, es asumir que Él priorizará el egoísmo por encima, ya no solo de mí, sino de Sus propias hijas.

Somos una familia peculiar, creo que tenemos un vínculo muy especial los 5, aunque con nuestras dos hijas mayores es aún más fuerte que con la pequeña, simplemente porque con ella llevamos 6 años y con las mayores parece ya toda una vida. Quizá porque éramos muy jóvenes, o porque con ellas vivimos todo por primera vez, mi sensación es de máxima complicidad, dentro de que se respetan los lugares de cada uno, los padres son los padres, las hijas son las hijas y cuando hay que decirles algo se les dice, cuando hay que poner límites se ponen… es que no sé explicarlo, sólo sé que llevo este curso fascinada con las mujeres en las que se están convirtiendo. Tienen ya 17 y 15 años, empiezan a vivir cosas fuera de nosotros, circunstancias en las que manifiestan ya sus personalidades y mentalidad. Están en un momento en el que se puede ver cómo ha afectado nuestra educación y ejemplo a sus vidas. Me dan ganas de llorar al pensar en el resultado, no sé si es emoción de orgullo o de alivio, no es fácil confiar en tu forma de hacer. No digo que en algunas cosas no les hayamos afectado de forma “negativa” pero qué padres no lo hacen. Es inevitable, solo sé que son tremendamente empáticas, abiertas de mente… cada una a su manera, porque son distintas, pero ambas fascinantes. Son dos seres increíbles, con una mentalidad de unos tiempos que no son los míos, capaces de cosas que yo no soy. Su idea de lo que es una relación es tan sana… Capaces de discernir qué cosas son del otro y sus heridas y qué no. Capaces de elegir qué no quieren en esas relaciones. Como digo, cada una a su manera, pero tengo la suerte de que confíen en mí y me hayan contado directamente y sin tapujos cosas de sus relaciones que, aunque aún son esas tiernas y novatas, ya dejan entrever cómo son los problemas y situaciones que surgen ya de adultos.

Creo que ser abierta y transparente con ellas ha dado sus frutos. Nunca les he dicho nuestro tipo de relación, tampoco me la han preguntado, pero sí he sido transparente al hablar siempre. He hablado de mí, de mis relaciones, de quién soy de tú a tú en las conversaciones que han ido surgiendo desde que eran niñas. He hablado con naturalidad de sexualidad, siempre respetando lo que ellas me requerían, no más… Siempre hemos hablado en casa de los diferentes tipos de relaciones, y siempre he hecho hincapié, de una u otra manera en que la libertad es elección, y que eso es la base de todo. Que ellas podrían elegir en su vida lo que quisieran, siempre preguntándose si es desde la libertad o la obligación, del tipo que sea. Siempre con consciencia…

Ayer me hizo mucha gracia y me dio mucha ternura que mi hija identificase la dinámica de esa familia como algo tan machista, desde una comparación con su propia familia. Cuando la chica italiana estuvo aquí me contó que su madre era ama de casa y su padre trabajaba fuera. Yo le dije que entonces era igual que la nuestra. Pero ella también dijo que no era lo mismo. Lo que me hace reflexionar también sobre que quizá no solo sean los actos los que transmitan una idea, quizá también es esa energía de cada uno, de la propia relación, lo que haga que marque la diferencia. Porque Él es mi Amo, yo soy Suya, pero eso jamás ha marcado más distancia que la de la propia verticalidad, pero en cuanto a complicidad y amor se nota que somos un equipo, cada uno en “su puesto” pero un equipo.

Creo que la vida me está hablando, me está reconociendo el esfuerzo y la confianza que he tenido en nosotros y nuestro proyecto de vida. Me dice que sí, que funcionó, que hice bien en no sacrificarme por miedo. Creo que nuestras hijas han crecido con unos padres imperfectos (como todos) pero cercanos, creo que hemos conseguido que nos vean como a personas aisladas, con sus características personales, y no como los trasmisores del “cómo tienen que ser las cosas”, o quizá sí lo hayamos sido pero en el sentido de ser un espacio en el que poder ser ellas mismas, transmisor del “las cosas tienen que ser en libertad, no voy a imponerte ningún patrón”. Al final nuestra idea de familia siempre ha sido desde el vínculo irrompible. pero la individualidad. Y no me importa alabar nuestra labor en esto, porque hemos puesto mucho empeño, hemos tomado decisiones difíciles y hemos roto muchos condicionamientos que teníamos adquiridos para poder ser la familia que queríamos ser. Estoy muy orgullosa y agradecida de ella, me encantan las personas que la forman.

Y bueno, dejo un poco las profundidades y aclaro que mi Amo me puede ordenar que limpie algo, que haga tareas, de hecho tengo una libretita en la que me escribe si desea que haga alguna al día siguiente, pero como me puede ordenar que baile para Él. Que si yo asumo más tareas de la casa es porque así nos hemos organizado por interés de ambos, sobre todo el mío que me gusta vivir sin horarios ni estrés… me gusta quedarme en casa, escribir, meditar, ordenar… a mi ritmo. Pero que, incluso siendo yo ama de casa, no significa que todas las tareas del hogar son mi obligación. Porque la sumisión no significa, al menos en nuestro caso, ser esclava de las tareas domésticas. Como digo, si Él lo ordenase yo acato sin chistar, pero mis hijas han visto que unos días friego yo los platos y otros su padre. Que juntos arreglamos las cosas que hace falta, que Él tira la basura y plancha mientras ve Su NBA, que yo lo cuido a mi manera y Él me cuida a la Suya. Ellas no lo identifican como alguien machista, o si a veces Él dice algo que lo es, porque no olvidemos que por muy consciente que seas, naces donde naces y bajo los condicionamientos que naces, le chichan y le dicen que no sea un heterobásico. que tiene la masculinidad frágil o que es un mimado. Todo en tono de broma por parte de todos. Él se me acurruca como dolido, yo lo abrazo y les digo “Pobre, no os metáis con Él. A mí me gusta mimarlo” y ya está. A veces el humor es la mejor herramienta para afrontar las cosas y fortalecer los vínculos. Él sería un machista si hubiese tratado de forma negativa, desde la presión y la obligación en la sumisión, no solo a mí, sino a Sus tres hijas. Si hubiese actuado como si ellas estuvieran obligadas también a servir. Pero no ha sido así en absoluto.

Así que a toro pasado puedo comprobar que el problema no estaba en nosotros, sino en la mirada de aquellas personas y de muchas que nos han juzgado. Ellos solo imaginaban situaciones esperpénticas de unas niñas viendo cosas que no debían. Ellos se imaginaban a un Amo déspota y egoísta, incapaz de hacer lo mejor para Sus hijas por encima de Sus deseos. Claro que le han dado ganas de abofetearme estando ellas delante, pero tiene la suficiente fuerza de voluntad para esperarse a estar solo y hacerme rendir cuentas. Algún día nuestras hijas se irán, nos quedaremos solos y quizá podamos vivir todas esas cosas más llamativas que nos gustaría. Que pueda recibirlo cuando vuelva del trabajo, desnuda, de rodillas y con la cabeza gacha. Mientras tanto, corro a la puerta a besarlo como Él ha ordenado. Mis hijas de eso sólo perciben a una mujer enamorada de su marido, que se ilusiona cada día por Su llegada… y eso es totalmente cierto, pero como tarde más de la cuenta me habré ganado un “tirón de orejas”.

viernes, 21 de marzo de 2025

Una entrada solitaria más

     Recuerdo perfectamente el día que empecé a escribir este blog, hará ya más de diez años. Recuerdo hasta cómo era la habitación donde teníamos el ordenador que hoy es el dormitorio de mi hija mayor. Recuerdo que barría el pasillo y algo me impulsó al teclado. No sabía ni cómo se hacía, ni siquiera era algo que tuviese pensado, simplemente surgió: necesitaba comunicarme. Recuerdo la soledad que sentía, no una soledad de pareja, ahí sí estaba en pleno apogeo de descubrimiento, no hacía mucho que habíamos empezado a transformar nuestra relación vainilla al D/s. Pero siempre hay dentro de mí dos partes, una la sumisa Suya, la que siempre permanece, la que está relacionada con Él directamente. Pero hay otra que siempre busca conexión fuera, ser escuchada, comprendida fuera de mi círculo íntimo. Recuerdo esa soledad porque hoy vuelvo a sentirla, con el atenuante de que aquella soledad estaba ante un mundo desconocido e inexplorado, no conocía a nadie pero tenía la ilusión y emoción a lo que podría ser. La esperanza de que esa sensación pudiese desaparecer. Hoy, el atenuante es el de llevar muchos años comunicándome, conociendo a otras personas, sintiéndome comprendida y también juzgada. Hoy tengo la pesadumbre de todas las fantasías leídas, todos los debates hablados, toda la comprensión posible encontrada… Supongo que la vida son ciclos y no somos estáticos. Aquella Ángela se sintió comprendida, acompañada, respetada y aceptada. Si no cambiásemos, si no avanzásemos, si nosotros y el mundo se quedase quieto no habría mayor problema. Pero no es así, mi relación, mi forma de amar, yo… ha ido mutando y vuelvo a estar donde estaba al principio, sintiéndome sola e incomprendida. Creyendo que, más que una sumisa, soy una loca. Porque yo quiero cada vez mas dominación, más entrega, más de todo… ¿Y el mundo? El mundo defiende unos ideales que me parecen maravillosos y que quiero con todo mi corazón para mis hijas, pero no para mí.

    Necesito hablar, expresarme, contar cómo me gusta cada vez que pido permiso y me dice un “No”, sin motivo ni razón, simplemente porque Él quiere que así sea. Cómo me pone de cachonda lo injusta que es a veces nuestra relación, porque lo es, soy sumisa, no idiota. Quizá hubo un tiempo en el que estuve más ciega, más inconsciente, pero eso también cambió, no he visto con más claridad en mi vida. No he sido más consciente de las cosas, de las injusticias, del ego y la humanidad… Pero en mi consciencia elijo entregarme y acatar.

    Y hablo con conocimiento de causa, ya pasé por un tiempo más libre, uno de menos órdenes, de más igualdad, en el que el “Usted” era más una costumbre que otra cosa. Y lo odié, no fui capaz de sentirme en paz, no fui capaz de disfrutar de la vida plenamente. No sé qué sentido tiene hacer “lo correcto”, lo que se supone te debería hacer feliz y estar triste, intranquila, incompleta… Y no me importa si es la alienación haciendo de las suyas… Me viene una maldita metáfora con la que una persona nos fustigó una y otra vez “el pez que vive en una pecera se siente incómodo en el océano”. A lo que yo me rebelaba y me rebelo: nosotros no vivimos en una pecera, hemos creado un océano inmenso y rico en el que nos sentimos plenos. Hemos intentado explorar otros, pero no nos han terminado de convencer, no nos han hecho bien. Me fío de mis entrañas, estas siempre te dicen de dónde tienes que irte y, mientras estamos en nuestro universo, en nuestro océano, jamás me han rugido, jamás me han hecho sentir incómoda, jamás me han dicho “vámonos de aquí”. Sin embargo en los tiempos en que hemos intentado nadar en océanos más “normales” lo que me costaba era quedarme un segundo más en ellos.

    No sé si sería capaz de escribir tanto como antes, de expresar tan abiertamente como antes mis sentimientos, mi sumisión, mis decisiones, mi forma de avanzar y crecer en mi relación, de cómo cuanto más me entrego más poderosa me siento. Estoy demasiado sensible aún por los golpes de los juicios en general, no me refiero a cuando he hablado por aquí. Pero sí tengo la percepción de que ya no entramos ni dentro del BDSM. Probablemente sea solo una distorsión, que se me vuelve a olvidar que aquí cada uno lo vive como le da la gana y tiene derecho a expresarlo. Supongo que me he ido volviendo perra vieja que prefiere no exponerse. Aunque eso me desconecte de mi parte que necesita expresar, escribir y sentir así una parte de mí más viva.

    El otro día le dije que no iba a decidir nada diferente a entregarme cada vez más a Él, hemos llegado de forma natural al punto de Dominación que soñaba desde niña, aunque ahora me aterra a la vez que me emociona. Los miedos no existen, solo existe el presente y yo quiero lanzarme a la piscina. Él me dijo “Quizá pasen los años y cuando las niñas se vayan acabes encerrada en el armario”. Ahí pude mirar a mi locura a los ojos, vi que el día de mi muerte me arrepentiría de no haber confiado y no haberme lanzado a esa piscina, mucho más que de no haber vivido las cosas que podría haber hecho en vez de estar encerrada en ese armario.

    Supongo que la vida es la experiencia hiperpersonal por antonomasia, pero nos empeñamos en dar unas directrices, una lista de “Ticks” que hay que hacer para morirnos plenos, en vez de ser honestos, mirar nuestra excentricidad a los ojos y ser coherentes con ella, aunque signifique ser incoherentes con lo convencional y aceptado.

    En fin, que yo elijo dejarme llevar a ese armario.

viernes, 26 de julio de 2024

Amor-odio con el blog

Alucino con lo intermitente que me he vuelto con el blog, largas temporadas de abandono, escribir entradas que nunca llego a publicar… Casi me es difícil de creer que hubo un tiempo en que cada jueves religiosamente publicaba. Todo tiene una explicación, más allá de las situaciones personales que pusieron mi vida patas arriba hasta hace un año. Pero lo cierto es que estas no son el motivo real del amor-odio que le tengo al blog.

En todos estos años muchas personas me han escrito. La mayoría de ellas personas cabales, maduras, con un tono normal, amable… Pero en otras ocasiones he sentido que algunas personas se apoyaban demasiado en mí, más que en busca de apoyo, en busca de que yo les dijese qué hacer con sus vidas, en su relación. A veces notaba que se ceñían a mis palabras como si fuesen una verdad absoluta y literal. Que si yo con mi Amo tengo la norma X es que una relación D/s ha de tenerla para que lo sea. Alguna incluso me ha intentado rebatir esas normas en una especie de “Deja de tenerla tú para que yo pueda no tenerla”. Estas cosas a mí me agobian muchísimo. Desde el principio he dejado claro que lo que cuento aquí es mi experiencia, tomo decisiones más o menos “arriesgadas” en base a cómo me siento yo, a lo fuerte que sienta que soy para afrontar las consecuencias. Pero no solo en mi sumisión, es lo que hago con todos los aspectos de mi vida. Aún así, a pesar de mi capacidad de autoanáilisis y autoconocimiento, he tomado decisiones que luego me han devastado, con consecuencias para las que no estaba en absoluto preparada, pero bueno, así es la vida. Con esto quiero decir que la base para vivir la vida no puede ser jamás hacer lo que otra persona hace porque sí, siempre siempre, las decisiones deben nacer de un conocimiento de uno mismo, que para mí es el auténtico empoderamiento. Habitar tu mundo, tu mente, conocer tus luces y sobre todo tus sombras. Saber desde qué heridas inconscientes actuamos y saber que no somos infalibles, que podemos proyectarlas en nuestra vida en forma de decisiones, por muy seguros que estemos de que somos completamente libres al tomarlas. De ahí mi post “la herida de abandono”. Y no pasa nada, porque si algo he aprendido, es que lo único “malo” de eso, es cuando lo desconocemos. Así que me agobia mucho que solo se fijen en lo superficial de lo que cuento y que quieran “apoyarse” en mí para evitar la responsabilidad de tomar las riendas de su vida y de lo que quieren o no quieren.

Todo esto me dio miedo, lo reconozco, me hizo cuestionarme si estaba bien que yo contase todo esto, pudiendo afectar de forma negativa a otras personas que no supiesen ver el trasfondo, o que extrapolaran mi relación a las suyas sin cuestionarse si las decisiones que yo tomo respecto a mi pareja valen para la suya. Porque hay muchas variantes que hacen que yo haga lo que hago. Las dos más importantes son mi Amo y yo, quiénes somos cada uno. Así que no creo que mi relación pueda tomarse como ningún dogma, no creo que deba ni siquiera influenciar a nadie. Yo “estoy muy loca” porque puedo permitirme estarlo, cada uno que se mire y haga lo que le nazca hacer.

    En cuanto a este “estoy muy loca”, siento que cada vez más. Que mi relación se basa en mis sensaciones que mezclan muchos aspectos, que mi visión de la vida es cada vez más fuerte y cada vez puedo relegarla menos a un segundo plano. Me guío por mi instinto cada vez más, aunque este me lleve por los caminos poco habituales o a tomar las decisiones que irían en contra del razonamiento general. Esto no creo que sea solo por mí, creo que la sociedad cambia, los temas “candentes” cambian, la visión general de las personas cambia. Ahora tenemos conocimientos de más cosas, por lo tanto cada tema se reobserva en base a cada momento. El BDSM en un tiempo fue visto como de depravados, así, en general. Luego se fue normalizando, hasta que el feminismo fue un movimiento actual que nos hizo volver a analizarnos desde este prisma. En la actualidad se ha añadido además el tema de la salud mental, de cómo han de ser las parejas, etc… hemos acuñado términos que antes jamás habríamos dicho ni identificado como “pareja tóxica”, “comportamientos que no son sanos”… No estoy criticando nada de esto, todo lo contrario, creo que el avance a nivel de inteligencia emocional de estos tiempos es genial, también estoy a favor y sé de la necesidad del movimiento feminista, aunque a veces la cerrazón de algunas personas haga que se me vuelva en contra. Simplemente estoy diciendo que uno mismo se ve analizando su relación en base a estos nuevos términos, cosa que me parece genial por lo que decía de que el poder te lo da el conocimiento y la ausencia de negación. Actualmente me planteo si mi relación es sana o no, evidentemente depende de qué definamos como “sano” cambiará la respuesta, igual que pasa con el feminismo. Finalmente, mi termómetro siempre acaba siendo mi felicidad y mi plenitud. Pero me da miedo que alguien me lea y acabe en una situación tóxica y dañina por haber “seguido mi ejemplo”.

Cuando lo escribo veo lo absurdo que es, no puedo responsabilizarme de lo que cada persona interprete de mis palabras, mi intención y objetivo siempre ha sido expresar lo que me apetece. Cuando empecé a escribir nunca quise tener tanta repercusión, solo quise dejar de sentir que debía mantenerme en las sombras. Para mí mi entrega es algo bonito y luminoso, no quería que tuviese que expresarse como algo sucio o malo. Por eso luego me mostré más, para dar más luz a esa forma de vivir…

En estos días en twitter algunas personas me han mencionado como alguien que les inspiró de alguna forma. Que les dio algo de luz. Me he dado cuenta que estaba poniendo solo el foco en las posibles “malas interpretaciones” que se pueden hacer de lo que escribo, olvidándome de las muchísimas “buenas interpretaciones” que la mayoría ha hecho. Así que supongo que es hora de volver a darme el permiso de expresarme como quiera (y mi Amo me permita). Volver a pensar solo en mi necesidad y ganas de escribir y nada más. Y que cada uno haga con ello lo que le apetezca.

jueves, 11 de enero de 2024

La sumisa novata

 “Es un paripé. Ahora tenemos una relación horizontal disfrazada de verticalidad. Es un juego divertido, pero un juego. Para mí la entrega es algo muy serio, piénsate bien si quieres ser mía de nuevo. No me contestes ahora, medítalo a conciencia”.

Podrían haber sido mis palabras de hace unos años, pero no, fueron Suyas y escocieron como vinagre en una herida abierta que no sabía que tenía. No lo dijo enfadado, lo dijo con esa tranquilidad con la que dice las verdades. Me quedé en silencio tratando de sobrellevar la revolución que se había despertado en mi interior. Él se quedó dormido.

No pegué ojo esa noche. Hacía solo un par de días que había escrito la entrada anterior, Él no la había leído, pero sin saberlo me había puesto ante la práctica directa y cruda de la rendición.

Las tornas habían cambiado totalmente. Ya no estábamos en esos inicios en los que yo trataba de explicarle lo profunda y real que es para mí la entrega. Él ya sabía qué quería, Él ya sabía qué soy yo capaz de dar y notaba perfectamente que aún no lo estaba dando. Como dije, tras los tiempos convulsos en nuestra relación había tenido la sensación de distancia con Él. En esos tiempos tuve que ponerme al mando de mis emociones y decisiones, tuve que olvidarme de algunos aspectos de la entrega y cuidarme sola. No reniego de eso, creo que fue maravilloso para descubrirme y amarme como nunca había hecho, pero ahora tocaba volver. Yo había decidido volver a entregarme, pero una parte de mí quería seguir teniendo el control. Él lo había visto y no me lo reprochaba, simplemente me ponía delante ambos caminos y me pedía que eligiese. Realmente esa noche me sentí como una, y perdonadme la referencia, una Anastasia de la vida. Como alguien acostumbrada a la horizontalidad que tiene que ir enfrentando una a una las condiciones que implica entregarse a un Amo. Pero peor, porque yo sí sé lo que implica ser Suya, sé exactamente qué espera ese Amo en concreto mucho más allá de las prácticas, eso siempre ha sido lo de menos en nuestra relación.

Esa noche mientras discutíamos, ante uno de mis argumentos, Él me paró y dijo “Te conozco, sé que estás por encima de todo y de todos. Así que si no lo estás es porque no quieres”. Me sentí completamente desnuda, mis argumentos eran muy convincentes, para una persona que no me conozca hubiesen sido el golpe de gracia para “ganar” la discusión. Pero Él me conocía bien, no podía disfrazar una excusa, por muy bien que tratase de disfrazarla de razonamiento real. Así que sabía qué implicaría decir “Sí” a ser Suya. Sabía el nivel que me exigiría, no por guiarme a un lugar, es porque sabía que ese nivel ya estaba alcanzado. Es como si supiese que soy una universitaria empeñada en resolver ecuaciones de primero ¿Es más cómodo? Sí ¿Te salen fácil y rápido? Por supuesto, pero es pura flojera porque pasas de hacer un examen de varias páginas, aunque sepas de sobra resolver esos ejercicios. Es muy curioso porque eso es lo que me pasaba en los exámenes de matemáticas. No me gustaban, me daban una pereza terrible y los hacía mal por no poner mi atención y esfuerzo. Una profesora “me pilló” y me dijo que me pusiera las pilas. Me sentí igual de “desnuda” y avergonzada. No volví a suspender ningún examen y saqué un 10 en la asignatura. Al año siguiente elegí letras puras y no tuve que volver a tocar las dichosas ecuaciones jajaja, pero aún recuerdo esa mezcla de sentirme totalmente capaz pero darme pereza hacerlas, aunque también recuerdo la satisfacción al hacerlas.

En fin, que allí estaba yo donde jamás pensé que estaría, enfrentándome a las dualidades que conlleva entregarse al Amo. Me gustó, lo confieso, la entrega para mí siempre había sido un “SÍ” fácil, directo y claro. Creo que cuando algo te sale así de fácil pierde la magia de la consciencia, la magia de mirarlo con detenimiento e ir observando qué movimientos internos tienes que hacer para conseguirlo. Pero sí que es verdad que la duda era inexistente porque, como también dije, la certeza de ser Suya desde una profundidad inexplicable siempre estuvo ahí, incluso en los tiempos de la “horizontalidad”. Simplemente creo que mi ego quería alargar lo máximo posible sus privilegios. Esa noche la pasé renunciando uno a uno a ellos, sintiendo el vértigo de la pérdida del control pero hallando el acogimiento cálido y maravilloso que me da la entrega.

Se despertó y me rendí, me entregué.

La Navidad ha sido maravillosa en muchos aspectos, en este que os cuento, ha sido el momento de materializar y asentar esta decisión. La vida te acompaña y “facilita” tus procesos. Lo pongo entre comillas porque muchas veces esa facilidad está disfrazada de retos, de enfrentarte a esas micro decisiones en las que tienes que ver si realmente te has entregado o no. Son ejercicios para asentar esos movimientos internos que has hecho. En el momento son un chinche pero luego me llena de satisfacción afrontarlos desde el lugar que mi Ser, y no mi ego, me dicta.

Él siempre me lleva a sacar lo mejor de mí, Él siempre ve mi… en realidad Él siempre me VE, así a secas. Eso me hace sentir muy vulnerable, pero me encanta, porque es un seguro de que no podré seguir las trampas que muchas veces me pone mi mente e irme por derroteros que no me hacen bien.

He de confesar que tras esta decisión me siento una sumisa novata, cosa que nunca me sentí del todo por ser yo la que desde niña había deseado esto. Me daba una sensación de experiencia que no era del todo cierta. Puede incluso que me diese una ligera sensación de poder, de control, de “me doy pero tengo, aunque sea un poco, de control”. Eso ya no existe, esta fue la decisión de saltar al vacío sin paracaídas ni leches. Da un vértigo que te cagas, pero es apasionante y me ha abierto una puerta en mi vida que no sabía que abriría. Y es que, como siempre digo, no somos seres compartimentados, las decisiones internas que tomamos afectan a todos los ámbitos, al ser integrales. Decidir confiar en Él, entregarme, es decidir confiar en la vida, entregarme plenamente a ella. Y ahora me empiezan a venir respuestas a preguntas que llevo años haciéndome. Creo que la vida tampoco quiere “paripés”, o te entregas entera o no te da la plenitud.

viernes, 22 de diciembre de 2023

Me rindo

     No sé cuántos nuevos comienzos ha tenido mi sumisión, lo que sí sé es que cada uno de ellos me ha hecho profundizar y madurar mucho más. Al final todo lo que vivimos permea a todo lo demás. Si yo maduro mi sumisión madura conmigo. No os engañaré, han sido tiempos muy difíciles como pareja, me he cuestionado absolutamente todos los cimientos de mi forma de ser, de mi forma de amar… Pero algo muy curioso es que, incluso en los peores momentos en los que creí que quizá tendríamos que separarnos, renunciar a nuestra vida juntos, jamás me planteé renunciar a mi sumisión. Me venía ese tuit que hace muchos años escribí, en el que decía que si Él se marchaba, se llevaría mi sumisión en la maleta. Es decir, elegir separarme de Él no podría ser nunca un “dejo a un lado mi sumisión y como “mujer normal” elijo irme”. Era más bien un desgarro, un “qué duro es irme de aquí siendo tan absolutamente Suya. Qué duro será seguir con mi vida siéndolo aún”. Aunque ese sentimiento de pertenencia traía también un, en aquel momento doloroso, rayo de esperanza, un “esto tiene que ser una pesadilla y en algún momento despertaremos”. Sé que puede parecer un rollo que os cuento, pero lo cierto es que así fue. Un día Él volvió, yo volví. No es tan sencillo, hubo que pagar precios, pero Dios sabe que no me dan miedo los precios a pagar por las cosas que de verdad son importantes para mí. Eso es la entrega al fin y al cabo. No renunciar nunca a ella, no renegar de ella, tuvo sus consecuencias, sus recompensas. Y, tras unos meses de reconstrucción, aquí estamos de nuevo, con una relación más fortalecida, madura y maravillosa que la que teníamos antes de toda esta crisis. Quería hacer este breve resumen porque siempre me ha gustado ser honesta en lo que cuento. A veces creo que peco de mostrar mi vida como si fuese de color de rosa siempre, pero lo cierto es que no es así. Siempre cuento mis procesos, en mi blog están reflejadas mis crisis, nuestras dificultades. Pero es que mi manera de ver las cosas es siempre desde el aprendizaje y desde el placer que también se puede obtener del dolor… Vaya, quizá es que sea entregada y masoquista en general. Aunque no desde una búsqueda del sufrimiento, pero sí como una gestión del dolor que me hace extraer lo mejor de lo peor. De esta crisis solo diré que doy gracias por el aprendizaje de ambos, doy gracias porque, a pesar del dolor que los dos hemos vivido, ha permanecido y ganado el amor tan real y profundo que nos tenemos.

    En fin, que tras unos meses de ajustes y sanación me he reencontrado con la sumisa. No es que en este tiempo dejase de serlo, pero cuando las prioridades son otras es difícil profundizar en ello. En el último mes me he enfrentado a sentimientos que no tenía en estos años. Y no estaban ahí porque yo no estaba en el lugar interno en el que estoy. Lo peor de esos sentimientos es que previos a ellos es como si pudiese dar un paso atrás y elegir tenerlos o no. Y lo que vengo a analizar es el porqué los elegí. Soy una soberbia, es una realidad. Soy una líder, inteligente a muchos niveles, una sabionda que siempre sabe cómo deberían ser las cosas. No siempre acierto, me equivoco mucho, pero esos errores suelen venir de la inconsciencia. Es decir cometo errores sin darme cuenta. Pero en raras ocasiones he puesto consciencia en algo, lo he meditado y he sacado una certeza de que algo era de una manera o que iba a pasar tal o cuál cosa, o que se debería hacer otra… y no he acertado. Soy muy bruja, eso es así, no puedo evitarlo. Que cada uno traduzca eso como quiera, pero es una realidad. Eso trae consigo la soberbia y un conflicto con mi otra naturaleza: la entrega. Y no pongo sumisión porque esta es solo una parte de la entrega. En general en mi vida he conectado con una fuerza interior única, ese saber que soy algo más grande que “Ángela”, pero que precisamente por eso he de entregarme, rendirme a que “Ángela” no es la que tiene que llevar las riendas, que tiene que darse a esa fuerza, esa energía. Mi relación de pareja es un reflejo de esto, es un lugar tangible en el que manifestar esto. Todo esto es muy espiritual y profundo, pero tengo un ego como todo el mundo y a veces sale. De hecho he descubierto que siempre anda al acecho para encontrar la oportunidad de quedar por encima. Como detecte un posible “fallo” una ocasión de un “yo tengo razón”, salta. Y no me gusta, porque no me hace bien a mí ni a nadie. La sumisión es para mí la forma más maravillosa de mantener el ego a raya. Una parte de mí quiere ser la que manda, pero cuando esas ocasiones aparecen mi sensación interna es de una profunda insatisfacción. Y me he trabajado mucho mis carencias para saber que no es una respuesta a patrones o heridas, esas aparecen pero las identifico enseguida y no me dejo llevar por ellas. Esto es algo más consciente… es una certeza, una vocecita sabia que me dice “te estás equivocando”.

    Todo esto es para decir que me he dado cuenta que, inconscientemente, he ido poniéndome de igual a igual. Al estar resolviendo y reconstruyendo partes de nuestra relación “normal” me he subido. Y ahora que la tormenta ha pasado quiero rendirme. Esa palabra lleva días rondándome, apareció en una conversación que nada tenía que ver conmigo, pero generó una especie de obsesión, como si fuese un misterio que resolver. Me cuesta rendirme, mucho. El marido de mi tía dijo de mí que era fácil ser sumisa siendo yo, alguien que se sabe poderosa y que en cualquier momento puede ponerse por encima. Me escoció, pero tiene mucha verdad. (Debo aclarar que también puedo mostrarme muy muy insegura, suele pasarme cuando me desconecto de ese poder por miedo a ser soberbia). Mi Amo es un gran Dominante, no porque sea el más experimentado en cuanto a prácticas, pero sí es un experto dominando para que la entrega sea real. Algunas personas al conocernos juntos lo han infravalorado, los que han insinuado que la que mandaba era yo… No saben lo equivocados que estaban porque, precisamente en esa “apariencia”, está la clave. Se me percibe dominante porque lo soy, no desde el mandato, sino desde la seguridad profunda de saberme poderosa, sé que podría conseguir lo que quisiera de cualquiera, y no me costaría mucho la verdad. Y si no lo consiguiera me iría sin problema. Pero Él es mi criptonita. Con Él no funciona, siempre consigue que me doblegue, que me rinda, disfruta de esa energía que tengo pero no deja que lo domine. Sé que puedo parecer muy fantasiosa, pero es que la única forma que tengo de expresarlo para que se entienda es como mi “historia” del humano que dominó a la diosa.

    Admitir que soy Suya de la forma en que lo soy me hace sentir terriblemente vulnerable, más después de los malos tiempos que hemos pasado. Ojalá fuese mentira, ojalá pudiese decir “si la cosa se pone fea que le den por saco, me voy a entregarme a otra parte”. Pero no puedo, puedo amar a otros, pero no puedo entregarme a otro, al menos no de verdad. Puedo jugar a ser sumisa y disfrutar de ello, pero la entrega para mí es otra cosa. En mi relación es algo tan grande e intenso que solo puedo apostarla una vez y, si pierdo, se la lleva la banca en su maleta.

    Así que toca rendirse, toca dejar de tirarme faroles y mostrar que con Él me lanzo al vacío, que soy Suya en cuerpo y alma. Me entrego a Él, con Sus luces y sombras, con Sus aciertos y errores. Toca volver a la paz que me da ese hogar que Él me ofrece.