miércoles, 23 de julio de 2025

La Entrega

     Vuelvo una y otra vez a ella. A veces el día a día apaga su intensidad, jamás la olvido, pero otras cosas toman más relevancia en mi interior, hacen más ruido, llaman más mi atención ya que soy una persona muy inquieta internamente. Siempre ando liada con mis procesos, con mis trabajos intangibles, siempre tratando de crecer, de hacer conscientes mis heridas y sanarlas. Siempre tratando de limpiarme lo máximo posible para llegar a mi autenticidad, a la plenitud. A veces esos trabajos me distraen tanto que sin darme cuenta surge una sensación de estar perdida, como si hubiese salido de mi casa, hubiese tomado un camino y hubiese ido tan pendiente del paisaje y sus sensaciones que ahora no sé volver. Entonces me angustio, tiemblo ¿Dónde está mi certeza?¿Dónde mi ancla?¿Dónde mi paz? Ni siquiera una paz idílica, sino una paz de base desde la que afrontar todas mis tormentas… Y salgo a andar a un campo que tengo cerca, con mi música a tope. Pido respuestas, pido una señal, que se abra el cielo, Dios aparezca y me diga “Ángela, es por ahí”. Miro la ciudad, miro al bosque, miro al cielo… pero no se abre, Dios no aparece.

    Entonces al día siguiente, sin esperarlo, Él me reclama más atención, me hace comentarios de que estoy “muy subidita”. A mí me pilla por sorpresa, no soy especialmente retadora, nada bratz, al revés, me sale natural la obediencia y el mantener una sumisión suave. En ese momento no lo veo, no lo asocio, pero algo empieza a gestarse en mi interior. Parece que no tiene nada que ver con ese proceso más profundo, se me vuelve a olvidar que somos personas íntegras, que no hay compartimentos… Me observo, observo lo que Él me ha dicho, ese “subidita” que no es evidente pero que Él ha notado. Es la magia de estar tan conectados, me capta cualquier sutileza…

    Y sigo observando, y compruebo que es cierto, que he tomado cierta inercia, que ando distraída y sirvo sin consciencia, y que en ese movimiento me he ido igualando a Él, es muy muy sutil, pero ahí está. Decido olvidarme de esas otras sensaciones que me atormentan, pongo el foco en Él… Me paso la mañana pensando en ello, pensándole. Llega del trabajo, descansamos un rato, follamos… No hay actos muy evidentes pero percibo Su dominio de forma clara, algo se mueve dentro de mí, ese calor, esa vibración en mi pecho, esa magia que me hace elevarme mientras me siento tan pequeña. La magia de ser Suya, de recordarlo de forma tan nítida. Me vibra el cuerpo entero, el orgasmo nace entre mis piernas pero sube por mi estómago, se agarra a mi garganta y sale por mi cabeza. Tengo ganas de explotar, de expandirme de pura entrega. ENTREGA, esa era la respuesta, ese el hogar.

    Más tarde conduzco, escucho esta canción y las respuestas llegan claras, nítidas, Dios no abrió el cielo, pero Él abrió mis piernas, me recordó que, por extraño que sea, mi conversación con lo divino es a través de la sexualidad, del amor y la entrega. Que la base es esa. Que no es que mi entrega a Él sea la clave, sino que es una facilidad que me dan, una manera de recordarme que vivir en entrega es mi forma de vivir. Entrega a Él, a la vida, a lo divino, a la confianza plena del “no tienes que preocuparte tanto, simplemente entrégate y disfruta”.

    Y me asusta que piensen que estoy loca, pero lo cierto es que nada se compara a la paz que obtengo al llegar a esas conclusiones, nada se compara a lo maravillosa que se vuelve mi vida cuando pongo consciencia en la Entrega, consciencia en Él. Nace en mí un manantial de admiración, de respeto, de agradecimiento… Puedo verlo sin tapujos, veo cómo todo eso nace de mí y vuelve a mí. Porque si me siento tan maravillada por un simple humano es porque veo lo divino que hay en Él, y al reconocerlo, me reconozco, veo lo divino que hay en mí. Pero sin ego, sin la necesidad de demostrar que soy valiosa. Ojalá supiera expresarlo mejor, solo sé que ante Su presencia me desvanezco y dejo que se manifieste una parte mucho más limpia, hermosa y grande.

    Me encanta cómo todo esto tan profundo se entremezcla y manifiesta con cosas mucho más carnales: sexo, bofetones, órdenes y pellizcos. Me fascina cómo un “estás muy subidita” puede abrirme un mundo de autoconocimiento y espiritualidad. Eso es lo que me falta integrar, que soy terriblemente carnal y espiritual, que llego a lo espiritual desde la carne y a la carne desde lo espiritual. Me falta perder el miedo a mostrar todo esto y sin embargo siento que es lo que tengo que hacer. Es mi peculiaridad, mi excentricidad, nunca he sido muy normal… a ver si dejo de intentar parecerlo. Y es que, sinceramente, bendita locura la mía, que me hace experimentar todas estas cosas. Bendita ENTREGA que siempre me acoge, que siempre me acurruca en la fe y la confianza de que puedo dejarme llevar, que hay una belleza salvaje y maravillosa en servir, en Darse entera... sin miedo. Al final, todo esto nos lleva al catártico decubrimiento de que podemos darnos enteros, pues nada en realidad puede destruirnos.

    Y vuelvo una y otra vez a ella, a veces me pierdo por caminos hermosos pero sinuosos y la pierdo de vista, no por dejar de tenerla, sino por dejar de hacerla consciente como parte de mí. Vuelvo una y otra vez a la Entrega y ella jamás me decepciona. Es la herramienta más poderosa y mágica que poseo.

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