“Es un paripé. Ahora tenemos una relación horizontal disfrazada de verticalidad. Es un juego divertido, pero un juego. Para mí la entrega es algo muy serio, piénsate bien si quieres ser mía de nuevo. No me contestes ahora, medítalo a conciencia”.
Podrían haber sido mis palabras de hace unos años, pero no,
fueron Suyas y escocieron como vinagre en una herida abierta que no sabía que
tenía. No lo dijo enfadado, lo dijo con esa tranquilidad con la que dice las
verdades. Me quedé en silencio tratando de sobrellevar la revolución que se
había despertado en mi interior. Él se quedó dormido.
No pegué ojo esa noche. Hacía solo un par de días que había
escrito la entrada anterior, Él no la había leído, pero sin saberlo me había
puesto ante la práctica directa y cruda de la rendición.
Las tornas habían cambiado totalmente. Ya no estábamos en
esos inicios en los que yo trataba de explicarle lo profunda y real que es para
mí la entrega. Él ya sabía qué quería, Él ya sabía qué soy yo capaz de dar y notaba
perfectamente que aún no lo estaba dando. Como dije, tras los tiempos convulsos
en nuestra relación había tenido la sensación de distancia con Él. En esos
tiempos tuve que ponerme al mando de mis emociones y decisiones, tuve que olvidarme
de algunos aspectos de la entrega y cuidarme sola. No reniego de eso, creo que
fue maravilloso para descubrirme y amarme como nunca había hecho, pero ahora
tocaba volver. Yo había decidido volver a entregarme, pero una parte de mí
quería seguir teniendo el control. Él lo había visto y no me lo reprochaba,
simplemente me ponía delante ambos caminos y me pedía que eligiese. Realmente
esa noche me sentí como una, y perdonadme la referencia, una Anastasia de la
vida. Como alguien acostumbrada a la horizontalidad que tiene que ir
enfrentando una a una las condiciones que implica entregarse a un Amo. Pero peor,
porque yo sí sé lo que implica ser Suya, sé exactamente qué espera ese Amo en
concreto mucho más allá de las prácticas, eso siempre ha sido lo de menos en
nuestra relación.
Esa noche mientras discutíamos, ante uno de mis argumentos,
Él me paró y dijo “Te conozco, sé que estás por encima de todo y de todos. Así
que si no lo estás es porque no quieres”. Me sentí completamente desnuda, mis
argumentos eran muy convincentes, para una persona que no me conozca hubiesen
sido el golpe de gracia para “ganar” la discusión. Pero Él me conocía bien, no
podía disfrazar una excusa, por muy bien que tratase de disfrazarla de
razonamiento real. Así que sabía qué implicaría decir “Sí” a ser Suya. Sabía el
nivel que me exigiría, no por guiarme a un lugar, es porque sabía que ese nivel
ya estaba alcanzado. Es como si supiese que soy una universitaria empeñada en resolver
ecuaciones de primero ¿Es más cómodo? Sí ¿Te salen fácil y rápido? Por
supuesto, pero es pura flojera porque pasas de hacer un examen de varias
páginas, aunque sepas de sobra resolver esos ejercicios. Es muy curioso porque
eso es lo que me pasaba en los exámenes de matemáticas. No me gustaban, me
daban una pereza terrible y los hacía mal por no poner mi atención y esfuerzo.
Una profesora “me pilló” y me dijo que me pusiera las pilas. Me sentí igual de “desnuda”
y avergonzada. No volví a suspender ningún examen y saqué un 10 en la
asignatura. Al año siguiente elegí letras puras y no tuve que volver a tocar
las dichosas ecuaciones jajaja, pero aún recuerdo esa mezcla de sentirme
totalmente capaz pero darme pereza hacerlas, aunque también recuerdo la
satisfacción al hacerlas.
En fin, que allí estaba yo donde jamás pensé que estaría, enfrentándome
a las dualidades que conlleva entregarse al Amo. Me gustó, lo confieso, la
entrega para mí siempre había sido un “SÍ” fácil, directo y claro. Creo que
cuando algo te sale así de fácil pierde la magia de la consciencia, la magia de
mirarlo con detenimiento e ir observando qué movimientos internos tienes que
hacer para conseguirlo. Pero sí que es verdad que la duda era inexistente
porque, como también dije, la certeza de ser Suya desde una profundidad
inexplicable siempre estuvo ahí, incluso en los tiempos de la “horizontalidad”.
Simplemente creo que mi ego quería alargar lo máximo posible sus privilegios.
Esa noche la pasé renunciando uno a uno a ellos, sintiendo el vértigo de la pérdida
del control pero hallando el acogimiento cálido y maravilloso que me da la
entrega.
Se despertó y me rendí, me entregué.
La Navidad ha sido maravillosa en muchos aspectos, en este
que os cuento, ha sido el momento de materializar y asentar esta decisión. La
vida te acompaña y “facilita” tus procesos. Lo pongo entre comillas porque
muchas veces esa facilidad está disfrazada de retos, de enfrentarte a esas
micro decisiones en las que tienes que ver si realmente te has entregado o no.
Son ejercicios para asentar esos movimientos internos que has hecho. En el
momento son un chinche pero luego me llena de satisfacción afrontarlos desde el
lugar que mi Ser, y no mi ego, me dicta.
Él siempre me lleva a sacar lo mejor de mí, Él siempre ve mi…
en realidad Él siempre me VE, así a secas. Eso me hace sentir muy vulnerable,
pero me encanta, porque es un seguro de que no podré seguir las trampas que muchas
veces me pone mi mente e irme por derroteros que no me hacen bien.
He de confesar que tras esta decisión me siento una sumisa
novata, cosa que nunca me sentí del todo por ser yo la que desde niña había
deseado esto. Me daba una sensación de experiencia que no era del todo cierta.
Puede incluso que me diese una ligera sensación de poder, de control, de “me
doy pero tengo, aunque sea un poco, de control”. Eso ya no existe, esta fue la
decisión de saltar al vacío sin paracaídas ni leches. Da un vértigo que te
cagas, pero es apasionante y me ha abierto una puerta en mi vida que no sabía
que abriría. Y es que, como siempre digo, no somos seres compartimentados, las
decisiones internas que tomamos afectan a todos los ámbitos, al ser integrales.
Decidir confiar en Él, entregarme, es decidir confiar en la vida, entregarme
plenamente a ella. Y ahora me empiezan a venir respuestas a preguntas que llevo
años haciéndome. Creo que la vida tampoco quiere “paripés”, o te entregas
entera o no te da la plenitud.
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