Mi hija mayor se ha ido de intercambio a Italia. Ya estuvo
aquí una chica italiana durante una semana y ahora le ha tocado a ella ir a su
casa. Ayer nos mandó varios audios contando su experiencia, las cosas que más
le llaman la atención… en uno de ellos dijo que le sorprendía mucho que veía
una dinámica muy machista en la familia, que la madre lo hacía absolutamente
todo en la casa y el padre nada. Que quería preguntar a sus compañeras si en
sus casas era igual, porque no sabía si era algo específico de la familia o más
cultural.
Hace muchos años fuimos a nuestra primera reunión social
BDSM. Allí, cuando contamos nuestra forma de vivirlo, muy cotidiana, muy en el
día a día, con nuestras hijas conviviendo con nosotros, hablándole de usted…
algunos no pudieron reprimir sus caras de “qué barbaridad”, otros incluso nos
aconsejaron dejar de hacerlo. Alegaban que nuestras hijas podrían crecer en un
entorno en apariencia machista, por ser yo la que sirvo. Que ellas no
entenderían que es una dinámica elegida… Reconozco que me metieron el miedo en
el cuerpo, pero no sabía hacerlo de otra manera y ser feliz. Siempre he
comprendido la familia como un lugar en el que todos tienen que ser felices,
evidentemente con restricciones y sacrificios por parte de todos, pero más como
unos ajustes en busca de un equilibrio en el que todos seamos felices sin faltar
al otro. Así que confié en mí, en nosotros, asumí que esas personas hablaban
desde sus prejuicios e ideas preconcebidas, e incluso, desde “su BDSM”. Asumí
que la mente tiende a imaginar situaciones que no se corresponden con la
realidad. Que tiende a compartimentar y creer que llevar la Ds en el día a día,
significaba que no había más que BDSM en nuestro día a día. Que yo andaría todo
el día medio desnuda, arrodillada delante de mi Amo y Él con el látigo en la
mano por si las moscas. Pero la Ds es la base profunda de nuestra relación, a
veces se manifiesta de forma evidente, otras no, pero con nosotros dos tenerlo
presente es suficiente. Escribiendo esto me doy cuenta que me he machacado
mucho creyendo que hay en mí un trasfondo machista, por adorar la disciplina
doméstica, por ponerme cachonda cuando veo representados en mi vida esos roles
antiguos, en los que Él está haciendo la declaración de la renta y yo mientras
hago un pastel de zanahoria en la cocina. Y probablemente lo haya, pero es que
ese tipo de situaciones suceden en un océano de situaciones diversas que hacen
que se diluyan. Pero lo que he comprendido es que las personas que me dijeron
esas cosas son las que tenían una imagen muy extrema, limitada y, creo que poco
sana, de lo que es una Ds, al menos en 24/7. Que yo sepa una Ds va de que ambos
se cuidan, solo que desde lugares distintos. Yo lo cuido porque le pertenezco,
Él me cuida porque le pertenezco. Esto en el día a día se traduce en unas
dinámicas de cuidado mutuo y normas que cumplo sin que desde fuera se perciban
como tales. También quizá se mezclen en esas mentes el machismo y lo que creen
que es servir. Supongo que les resultará inconcebible que el Amo friegue los
platos estando Su sumisa. Que planche, que atienda a Sus hijas… Conforme
escribo veo que hay tanta mugre en esos prejuicios sobre una 24/7 como la
nuestra… Porque también asumen la “vagueza” del Amo, como alguien que quiere
evitar a toda costa hacer cualquier cosa, pudiendo delegar y sobrecargar a la
parte sumisa. Asumir que llevemos una Ds dentro de nuestra cotidianidad
familiar y que esto pueda dañar a nuestras hijas o que vivan el machismo, es
asumir que Él priorizará el egoísmo por encima, ya no solo de mí, sino de Sus
propias hijas.
Somos una familia peculiar, creo que tenemos un vínculo muy
especial los 5, aunque con nuestras dos hijas mayores es aún más fuerte que con
la pequeña, simplemente porque con ella llevamos 6 años y con las mayores
parece ya toda una vida. Quizá porque éramos muy jóvenes, o porque con ellas
vivimos todo por primera vez, mi sensación es de máxima complicidad, dentro de
que se respetan los lugares de cada uno, los padres son los padres, las hijas
son las hijas y cuando hay que decirles algo se les dice, cuando hay que poner
límites se ponen… es que no sé explicarlo, sólo sé que llevo este curso
fascinada con las mujeres en las que se están convirtiendo. Tienen ya 17 y 15
años, empiezan a vivir cosas fuera de nosotros, circunstancias en las que
manifiestan ya sus personalidades y mentalidad. Están en un momento en el que
se puede ver cómo ha afectado nuestra educación y ejemplo a sus vidas. Me dan
ganas de llorar al pensar en el resultado, no sé si es emoción de orgullo o de
alivio, no es fácil confiar en tu forma de hacer. No digo que en algunas cosas
no les hayamos afectado de forma “negativa” pero qué padres no lo hacen. Es
inevitable, solo sé que son tremendamente empáticas, abiertas de mente… cada
una a su manera, porque son distintas, pero ambas fascinantes. Son dos seres
increíbles, con una mentalidad de unos tiempos que no son los míos, capaces de
cosas que yo no soy. Su idea de lo que es una relación es tan sana… Capaces de
discernir qué cosas son del otro y sus heridas y qué no. Capaces de elegir qué
no quieren en esas relaciones. Como digo, cada una a su manera, pero tengo la
suerte de que confíen en mí y me hayan contado directamente y sin tapujos cosas
de sus relaciones que, aunque aún son esas tiernas y novatas, ya dejan entrever
cómo son los problemas y situaciones que surgen ya de adultos.
Creo que ser abierta y transparente con ellas ha dado sus
frutos. Nunca les he dicho nuestro tipo de relación, tampoco me la han
preguntado, pero sí he sido transparente al hablar siempre. He hablado de mí,
de mis relaciones, de quién soy de tú a tú en las conversaciones que han ido
surgiendo desde que eran niñas. He hablado con naturalidad de sexualidad,
siempre respetando lo que ellas me requerían, no más… Siempre hemos hablado en
casa de los diferentes tipos de relaciones, y siempre he hecho hincapié, de una
u otra manera en que la libertad es elección, y que eso es la base de todo. Que
ellas podrían elegir en su vida lo que quisieran, siempre preguntándose si es
desde la libertad o la obligación, del tipo que sea. Siempre con consciencia…
Ayer me hizo mucha gracia y me dio mucha ternura que mi hija
identificase la dinámica de esa familia como algo tan machista, desde una
comparación con su propia familia. Cuando la chica italiana estuvo aquí me
contó que su madre era ama de casa y su padre trabajaba fuera. Yo le dije que
entonces era igual que la nuestra. Pero ella también dijo que no era lo mismo. Lo
que me hace reflexionar también sobre que quizá no solo sean los actos los que
transmitan una idea, quizá también es esa energía de cada uno, de la propia
relación, lo que haga que marque la diferencia. Porque Él es mi Amo, yo soy
Suya, pero eso jamás ha marcado más distancia que la de la propia verticalidad,
pero en cuanto a complicidad y amor se nota que somos un equipo, cada uno en “su
puesto” pero un equipo.
Creo que la vida me está hablando, me está reconociendo el
esfuerzo y la confianza que he tenido en nosotros y nuestro proyecto de vida.
Me dice que sí, que funcionó, que hice bien en no sacrificarme por miedo. Creo
que nuestras hijas han crecido con unos padres imperfectos (como todos) pero
cercanos, creo que hemos conseguido que nos vean como a personas aisladas, con
sus características personales, y no como los trasmisores del “cómo tienen que
ser las cosas”, o quizá sí lo hayamos sido pero en el sentido de ser un espacio
en el que poder ser ellas mismas, transmisor del “las cosas tienen que ser en
libertad, no voy a imponerte ningún patrón”. Al final nuestra idea de familia
siempre ha sido desde el vínculo irrompible. pero la individualidad. Y no me
importa alabar nuestra labor en esto, porque hemos puesto mucho empeño, hemos
tomado decisiones difíciles y hemos roto muchos condicionamientos que teníamos
adquiridos para poder ser la familia que queríamos ser. Estoy muy orgullosa y
agradecida de ella, me encantan las personas que la forman.
Y bueno, dejo un poco las profundidades y aclaro que mi Amo
me puede ordenar que limpie algo, que haga tareas, de hecho tengo una libretita
en la que me escribe si desea que haga alguna al día siguiente, pero como me
puede ordenar que baile para Él. Que si yo asumo más tareas de la casa es
porque así nos hemos organizado por interés de ambos, sobre todo el mío que me
gusta vivir sin horarios ni estrés… me gusta quedarme en casa, escribir,
meditar, ordenar… a mi ritmo. Pero que, incluso siendo yo ama de casa, no
significa que todas las tareas del hogar son mi obligación. Porque la sumisión
no significa, al menos en nuestro caso, ser esclava de las tareas domésticas.
Como digo, si Él lo ordenase yo acato sin chistar, pero mis hijas han visto que
unos días friego yo los platos y otros su padre. Que juntos arreglamos las
cosas que hace falta, que Él tira la basura y plancha mientras ve Su NBA, que yo
lo cuido a mi manera y Él me cuida a la Suya. Ellas no lo identifican como
alguien machista, o si a veces Él dice algo que lo es, porque no olvidemos que
por muy consciente que seas, naces donde naces y bajo los condicionamientos que
naces, le chichan y le dicen que no sea un heterobásico. que tiene la
masculinidad frágil o que es un mimado. Todo en tono de broma por parte de
todos. Él se me acurruca como dolido, yo lo abrazo y les digo “Pobre, no os
metáis con Él. A mí me gusta mimarlo” y ya está. A veces el humor es la mejor
herramienta para afrontar las cosas y fortalecer los vínculos. Él sería un
machista si hubiese tratado de forma negativa, desde la presión y la obligación
en la sumisión, no solo a mí, sino a Sus tres hijas. Si hubiese actuado como si
ellas estuvieran obligadas también a servir. Pero no ha sido así en absoluto.
Así que a toro pasado puedo comprobar que el problema no
estaba en nosotros, sino en la mirada de aquellas personas y de muchas que nos
han juzgado. Ellos solo imaginaban situaciones esperpénticas de unas niñas
viendo cosas que no debían. Ellos se imaginaban a un Amo déspota y egoísta,
incapaz de hacer lo mejor para Sus hijas por encima de Sus deseos. Claro que le
han dado ganas de abofetearme estando ellas delante, pero tiene la suficiente
fuerza de voluntad para esperarse a estar solo y hacerme rendir cuentas. Algún
día nuestras hijas se irán, nos quedaremos solos y quizá podamos vivir todas
esas cosas más llamativas que nos gustaría. Que pueda recibirlo cuando vuelva
del trabajo, desnuda, de rodillas y con la cabeza gacha. Mientras tanto, corro
a la puerta a besarlo como Él ha ordenado. Mis hijas de eso sólo perciben a una
mujer enamorada de su marido, que se ilusiona cada día por Su llegada… y eso es
totalmente cierto, pero como tarde más de la cuenta me habré ganado un “tirón
de orejas”.